Necesito que me quieran ¿Es eso verdad?

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Este es el título de uno de los libros de la autora Byron Katie, el cual disfruto a cada párrafo que leo. Considero que las enseñanzas de esta gran mujer son muy necesarias para afrontar los retos de la sociedad de hoy día, sobre todo en lo que a valoración personal se refiere, así como a las relaciones que mantenemos con los demás… parejas, amigos, familiares o conocidos.

Necesito que me quieran ¿Es eso verdad?

Hay ocasiones en las que nos enfrentamos a la pérdida de un gran amor, y nos apegamos – en el mejor de los casos- a la idea de recuperarlo, de convencerlo o hacerle ver lo valiosos que somos y lo equivocados que están. Y en otras por ejemplo sentimos deseos de vengarnos, de hacer todo lo posible por resarcirnos por la herida causada en nosotros.

En otros momentos nos lamentamos pensando que nuestro jefe o jefa debería valorarnos más, reconocer nuestro trabajo, tenernos más en cuenta, tratarnos con más cuidado y atención, etc.

Otras veces sufrimos porque consideramos que nuestro padre tendría que haber sido más cariñoso con nosotros, o nuestra madre menos severa, o nuestro hermano más generoso, etc.

Como vemos, hay múltiples situaciones en las que sentimos que necesitamos el amor de los demás, sean estos familiares, parejas o ex-parejas y amigos o hasta compañeros del trabajo.

Creer en la idea de que necesito todo eso y que no lo tengo… ¿Cómo me hace sentir?

¿Cómo me siento cuando me digo que mi ex-pareja o ex-marido no me quiere?

¿Cómo me siento cuando me reprocho que no soy una mujer interesante para tal o cual persona?

Toda vez que pensamientos de este tipo atraviesan mi cabeza me siento triste, enfadada, confundida, sola, abandonada, infeliz… Y no tiene porqué coincidir con una etapa chunga de mi vida. Basta que esté una simple tarde tomando un té, escuchando buena música, y que de repente me venga el pensamiento de que él no me quiere, para que todo el bienestar del día o del momento se vaya al garete… ¡Zas! otra vez al pozo. Así de claro.

Byron Katie nos muestra cómo hay una serie de pensamientos que son comunes a todos los seres humanos, aunque no todos los tengan en la misma medida. Estos pensamientos campan a sus anchas en nosotros, en el vecino y en el otro, y afectan a la manera de estar en el mundo, de relacionarnos, de comportarnos con nuestros semejantes, nuestros jefes o con desconocidos. Entran en mi en un sólo segundo y lo cambian todo. Sin embargo hay algo que no solemos preguntarnos:

¿Es verdad?

Esta pregunta inocua e inofensiva es la puerta de entrada al método de Byron Katie. Es una pregunta que, planteada como un acto meditativo, es decir, permitiendo que la pregunta conecte conmigo, que la respuesta venga a mi sin yo buscarla, me puede aportar información valiosísima que hasta el momento no había visto, ni tan siquiera de lejos.

El método de Byron Katie se concreta en 4 sencillas preguntas que te ayudan a indagar en todos esos pensamientos y creencias que te generan dolor, que te frustran y confunden, en definitiva te estresan. Te permiten ver qué otras verdades hay tras esa primera creencia o pensamiento que hasta el momento no veías y que puede cambiar por completo la situación que te hace daño, la interpretación que haces de ella y hasta la propia visión de tí misma, como actora principal de la historia y como única persona que verdaderamente puede darse a sí misma lo que necesita.

Comienzas a conocer a esa persona que eres tú, a descubrir muchos aspectos tuyos que antes no veías, a valorar la persona que eres. Desde ahí ves acciones concretas que llevar a cabo para salir de esa situación que tanto te preocupa.

Cuando yo me aplico el método, lo primero que percibo es que mi estrés pierde fuerza, se desvanece. Comienzo a sentirme más segura. Me río de mi misma al comprobar el impacto tan fuerte que puede tener en mí un simple pensamiento no cuestionado. Me río aún más cuando compruebo que todo lo que demandaba al otro ya lo tengo, o sólo yo me lo tengo que dar.

Es fuerte ver ésto.

Una mente no cuestionada puede convertirse en la peor de nuestras pesadillas. Nos puede movilizar a exigir, dañar o culpabilizar a otras personas, con la incoherencia e inmadurez de un niño enfadado o asustado.

La única persona que ha de darte amor y aprobación ahora mismo eres tú. De manera que si crees que necesitas que te quieran, ya sabes: «coge las flechas de cupido y ponte delante de un espejo: ¡DISPARA!».

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Autora: Inmaculada Asensio Fernández

Comunicación honesta

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En determinadas situaciones me he preguntado cómo sería la mejor manera de expresar lo que siento, de pedir algo que necesito o simplemente hablar a las claras con alguien sobre un asunto pendiente, siendo honesta, más sin poner en riesgo la relación y sin dañar innecesariamente al otro.

¿Me lo callo o lo suelto de una vez?

Ser honesto no quiere decir compartir cada pensamiento que cruza por tu mente, ni mucho menos. Muchos de nuestros pensamientos responden a patrones internos, así como a la emocionalidad del momento o situación… y suelen enturbiar más que ayudar en el proceso de ser honestos.

Una mente clara es como un río en calma. Limpio y tranquilo. Tener esto presente es importante.

Es difícil ofender a otra persona cuando lo que se comparte son los propios sentimientos -expresados en 1ª persona- y las propias experiencias. Si se habla de la otra persona, es oportuno preguntarse si es asunto tuyo hablar del otro.

¿Acaso quieres que la otra persona cambie para que tú te sientas mejor? ¿Crees que reprochar va a aportar algo interesante al intercambio? Conviene reflexionar sobre ello antes de abrir el pico.

Otro aspecto importante a tener en cuenta es el TACTO. Como dicen, quien no tiene un mínimo de tacto a la hora de relacionarse con personas siempre tendrá enemigos, o por lo menos perderá aliados. Tener una política de honestidad y transparencia en nuestras relaciones no nos da permiso para intimidar a la gente con opiniones groseras o difíciles de manejar. Puedes ser honesto, directo y suave al mismo tiempo, diciendo lo que quieres educadamente, así como conociendo de antemano las susceptibilidades más evidentes de tu interlocutor.

Revisa tu actitud antes hablar. Si estás cansado o de mal humor, sin duda puedes enviar un mensaje equivocado, aunque no te des ni cuenta, incluso utilizando palabras correctas. Tu actitud y tus intenciones se perciben a través de la voz o la postura, por tanto un talante tranquilo y, en la medida de lo posible, amable, facilitan la comunicación.

Si tienes miedo de lastimar a la otra persona con tus pensamientos o con tus palabras: ¡Espera! Lo mejor es que pase el temor, pues de lo contrario la persona no se centrará en el mensaje o la intención, sino en el miedo. Y si ve tu miedo tendrá una buena razón para desconfiar de ti y de tu honestidad. Relajate. Es la manera de que no perciba tu mensaje negativamente.

No utilices calificativos. Me refiero a expresiones tipo: “sin ánimo de ofender…”, pues la persona interpretará: “prepárate para ser ofendido”. Si le dices: “míralo de esta manera”, puede que la persona entienda que su visión no es aceptada.

La verdad no necesita presentaciones. Baste decir lo que quieres con claridad y sencillez, sólo eso.

Es importante tener una actitud comprensiva y empática. Aún entregando tu verdad con el mayor tacto, amabilidad y buenas intenciones, todavía puede golpear el nervio de alguien. Estas situaciones se pueden navegar con paciencia.

Escucha el grito o el sarcasmo y deja que sea la otra persona la que maneje su dolor. Una cosa que puedes hacer aquí es expresarle: “es realmente importante para mí ser abierto y honesto contigo. Siento que lo estés pasando mal ¿Hay algo que yo pueda hacer para ayudarte en este momento?

Ser abierto y sincero siempre es más fácil con la práctica. Si lo consigues las recompensas valen la pena, pues se liberan cargas. Desde luego no vas a cambiar el mundo, pero mejorarás tu vida, que es de lo que se trata.

 Extraído de diferentes lecturas de Luis Sergio Lico, orador, consultor y educador en Brasil.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández