Si todas las personas cuidadoras hicieran huelga de brazos caídos, habría más muertes por desatención que por el covid19

Durante esta temporada de confinamiento por el covid19 estoy realizando apoyo al Servicio Andaluz de Teleasistencia, y estoy comprobando lo valorado que está por aquellas personas que se encuentran en situación de dependencia y viven solas.

Llevo más de 500 llamadas telefónicas en estas semanas, y la nota característica de todas ellas es que los cuidados son asumidos por mujeres, en exclusividad. Si las personas en situación de dependencia son mayores y tienen hijos e hijas, las cuidadoras son las hijas. Si las personas en situación de dependencia tienen hijos, estos contratan a una mujer que atienda a sus padres. La labor de cuidado está completamente feminizada y relegada al ámbito privado, es decir, sigue en el armario, y está en situación permanente de crisis.

Es necesario exigir a los poderes públicos que pongan en valor estas labores, sin cuidados las sociedades se extinguen. Si todas las personas cuidadoras hicieran huelga de brazos caídos… habría más muertes por desatención que por el covid19.

El machismo sigue presente en la asignación de roles a hombres y mujeres, y esto es una realidad que no se puede tapar, sobre todo en esta situación de pandemia.

Dado que hay personas que aún hoy día niegan estas diferencias discriminatorias y estructurales entre hombres y mujeres, voy a compartir un relato de confinamiento –así lo voy a llamar- sobre una persona anónima que aún hoy se estremece recordando la convivencia en la que se ha desarrollado como persona, apoyada en valores patriarcales.

#Relato de confinamiento: la señora de 82 años a la que nunca dejaron jugar ni ir a la escuela. 

Una mañana mantuve conversación con una señora octogenaria que vive sola y tiene reconocido un grado de dependencia severo (GII). Al preguntarle cómo está, hizo repaso de todos sus huesos y dolencias, y además me confesó que ya no tiene ganas de vivir, que de hecho no debería estar viva porque siente mucha tristeza a diario; y no sólo por la situación del covid19, sino porque desde que era niña siempre se ha sentido muy infeliz.

Entre sollozos confiesa que desde pequeña su madre ha sido muy severa con ella y con su hermana. Sin embargo, era atenta a las necesidades de sus hijos varones. Ellas trabajaban de lunes a domingo desde muy temprano… limpiando, encalando, cocinando…, pero ellos permanecían en la cama hasta que querían, y eso era lo normal.

“Recuerdo que a mi hermana y a mí no nos dejaban jugar ni ir al colegio, para que pudiéramos atender la finca y a mis hermanos. Ayudábamos a mi madre con la matanza, pero no nos dejaban tocar ni los restos de esa matanza, pero mis hermanos podían picar de ahí sin problemas. Jamás se les prohibía nada, y a nosotras se nos prohibía todo. Era muy injusto y sufríamos porque nos sentíamos muy inferiores a nuestros hermanos. Daba igual el esfuerzo, hiciéramos lo que hiciéramos, nunca nos sentíamos valoradas por nadie en la familia. ¿Por qué no podía tener los mismos privilegios que mis hermanos? ¿Por qué yo no podía estudiar y mis hermanos sí? ¿Por qué yo no podía comer lo que quería cuando tenía hambre, porque era para los hombres de la casa primero, y lo que sobraba para nosotras?”

Esta mujer está atrapada en su relato como si de una celda carcelaria se tratase. Intenté hacerle ver que los pensamientos crean nuestra realidad en el presente, para tratar de aliviarla un poco, insistiendo en que eso fue muy injusto, pero hace muchos años que sucedió… Sin embargo, mis esfuerzos fueron infructuosos.

Hay personas que no son conscientes de lo que significa crecer y ser educadas como seres inferiores, y de manera totalmente ligera y despreocupada expresan que qué queremos ya las mujeres, que no hay ningún machismo y nunca lo ha habido.

Me pregunto a qué se debe tanta ceguera.

 

Imagen tomada de: http://iemocionalmg.blogspot.com/2012/03/el-poder-de-los-paradigmas-de-stephen.html 

 

 

 

Inmaculada Asensio Fernández.

Las urgencias y emergencias sociales en tiempos de Covid19 en España

Mafalda ante la crisis

Imagen tomada de: https://magnet.xataka.com/why-so-serious/29-vinetas-de-mafalda-que-definen-perfectamente-el-panorama-sociopolitico-de-2016

El covid19 ha traído a la historia presente una crisis mundial sin precedentes, cuyos efectos más notorios han sido el elevado número de muertes, sobre todo personas mayores o con patologías previas, y también un sinfín de situaciones de urgencia social y de emergencia social.

En momentos como estos, toda persona o familia que ya venía “arrastrando” situaciones – problema, han visto agudizar todos sus padecimientos y malestares sociales, pero también de salud, ya que el estrés y el miedo complican todos los problemas de salud previos.

Darío Pérez (2011) hace una distinción entre urgencia y emergencia social atendiendo a las características de una y de otra, y las define en función de sus características, las cuales resumo del siguiente modo:

Emergencia social

Una emergencia social es una situación objetiva de desprotección social debido a un hecho súbito e inesperado, de consecuencias negativas e indeseables, y que distorsionan la rutina cotidiana de una persona gravemente, comprometiendo su capacidad de dar respuesta a las necesidades más básicas. Una situación de emergencia social genera desprotección, vulnerabilidad y riesgo social para la persona, por tanto, también genera necesidades sociales que pueden conducir a una situación grave de exclusión o incluso a perder la vida. La atención a las emergencias sociales ha de ser inmediata.

Urgencia social

Una urgencia social es una situación subjetiva del estado de necesidad vivida por la persona afectada y, a su vez, valorada como tal por el o la profesional de referencia en la intervención. Esta situación no tiene porqué ser repentina, sino que puede ser el resultado de procesos continuados donde se manifiestan diferentes situaciones de necesidad social. Requieren, pues, de una actuación que dé una mayor prioridad a la resolución de una ayuda sobre expedientes con situaciones normalizadas.

Cierto es que ahora la prioridad es proteger la vida de las personas, sobre todo de las más vulnerables; y la primera forma de hacerlo es a través del respeto de las medidas de confinamiento y de distanciamiento social impuestas por el Gobierno de España. Sin embargo, cuando superemos esta situación, habrá que abrir un importante debate político y social sobre todas las situaciones de urgencia social y de emergencia social que se han puesto de manifiesto a través de esta pandemia sin precedentes en el último siglo, como por ejemplo:

  • El elevado número de muertes en residencias de personas mayores, ¿cuál es la etiología del problema?, ¿cómo puede prevenirse una situación como esta de cara al futuro?
  • La sanidad y los servicios básicos para el bienestar de las personas pertenecen al ámbito público, y deben protegerse especialmente, porque en momentos como estos nos hemos dado cuenta más que nunca que son esenciales para toda la ciudadanía.
  • Por otro lado, la falta de recursos y materiales de protección para profesionales y servicios esenciales, han marcado la tónica de la mayor parte de los discursos. Quizá sea necesario abrir nuevas oportunidades de negocio en la industria española, para que podamos autoabastecernos de recursos tan básicos como respiradores, pruebas virales (test) mascarillas, etc, independientemente de la libertad de comercio generada por la globalización.
  • Poner el foco en los cuidados desde el ámbito político, y por tanto, sacarlo de la esfera de lo privado, del ámbito estrictamente familiar. Ahora más que nunca se comprueba que los cuidados son básicos y necesarios para todo el mundo, y que sin cuidados las sociedades ponen fecha a su fin. La labor de cuidado sigue muy invisibilizada y denostada a nivel político y económico, probablemente porque ha sido una función relegada a las mujeres, mayoritariamente, y de puertas para adentro.
  • Situaciones de falta de solidaridad social ante la solicitud de asilo en determinados centros en algunos municipios españoles, para proteger, por ejemplo, a personas migrantes o a personas mayores del contagio en macro centros donde ya había alguna persona contagiada. Hemos observado escenas de rechazo y de violencia en los medios de comunicación y verdaderamente lamentables.
  • Las situaciones de violencia quedan también confinadas y aisladas socialmente, y hasta la fecha ya ha habido dos nuevas muertes por violencia de género durante el primer mes de confinamiento en España. Este problema sigue presente, aunque aún hay personas que pretenden negarlo o minimizar su impacto y sus consecuencias en la sociedad.
  • La previsible grave crisis económica, política y social que se avecina debido a esta pandemia, y que va a afectar a muchas personas y muchas familias…, ¿cuáles serán las medidas?, ¿saldremos todos y todas juntas de esta crisis?
  • Igualmente surge un importante debate acerca del papel reparador y solidario de Europa como fuerza política colectiva ante situaciones de crisis, ¿hace la unión la fuerza en todas las situaciones? Lo veremos en estos meses…

Como decía, ya vendrán momentos para la reflexión sobre estas consecuencias del Covid19 en España y en el mundo. Será importante identificar todos los efectos sociales, políticos y económicos para abrir líneas de debate y promover su resolución, al menos de cara a un futuro próximo, o ante una imprevisible situación futura similar.

Cita bibliográfica en el texto:

Madera, D. P. (2011). El Samur Social como servicio social de atención a las emergencias sociales: su papel en la catástrofe del atentado terrorista del 11M y en el grave accidente aéreo de Spanair. Revista Servicios sociales y política social, (94), 9-31.

Inmaculada Asensio Fernández

La señora que observaba el mundo a través de su ventana

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Tomado de: https://www.pinterest.ch/pin/823666219321055592/

Hace años realicé una visita domiciliaria a una mujer en situación de dependencia que vivía en el almeriense barrio de La Fuentecica. Tenía 55 años y vivía con su marido y su hijo. Esta mujer tenía serias dificultades para desplazarse dentro de su vivienda, de hecho, llevaba más de una década sin salir a la calle.

Sus principales obstáculos para salir a la calle consistían en:

  • Problemas graves de movilidad.
  • Obesidad.
  • Vivir en un edificio sin ascensor (3ªplanta).
  • No disponer de silla de ruedas debido a que su vivienda no permitía el desplazamiento en silla de ruedas, por las reducidas dimensiones de las diferentes estancias y la estrechez de los marcos de las puertas.
  • … y, además, no tenía ningún familiar con la fortaleza física o salud suficientes para  ayudarla de algún modo a bajar las escaleras (aunque sea tomándola en brazos entre dos o más personas).

El único entretenimiento de esta señora era observar el mundo a través de su ventana… sus vecinas y vecinos, personas desconocidas cruzando la calle, comerciantes, vendedores de barrio…, el ensordecedor ruido de niñas y niños jugando en el rellano de entrada al bloque.

Recuerdo que sentí una enorme compasión por esta señora, porque lo que más anhelaba en su vida no era volver a ser joven, ni tener éxito o dinero… sino que anhelaba la libertad para entrar y salir de su casa, limitada en este caso por su situación de dependencia y las importantes barreras arquitectónicas del edificio y de la vivienda en la que vivía.

Ahora que estamos viviendo esta situación de confinamiento por la epidemia del Coronavirus Covid19 me pregunto si esta mujer se sentirá –al menos- algo acompañada en su estilo de vida diario; ahora somos todas y todos los que vivimos en las ventanas, o en los balcones y terrazas de nuestras casas.  Y también me pregunto: ¿cómo sería vivir de este modo por años?

No puedo imaginar una respuesta.

El 14 de marzo de 2020 se declaró el Estado de Alarma en España,  afectando a toda la ciudadanía del ámbito territorial nacional. Aún no llevamos un mes confinados en nuestros domicilios (saliendo lo justo para la cobertura de nuestras necesidades más básicas) y las personas especialistas en psicología afirman que este confinamiento y aislamiento social puede provocar síntomas psicológicos de gravedad, agudizados en este caso por el MIEDO.

En estos días no paro de acordarme de todas las personas a las que he visitado en su domicilio para tratar de aplicar un recurso a través del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia en Andalucía, y que llevan años sin salir a la calle… permanentemente confinadas en su hogar y sin ningún tipo de apoyo psicológico o emocional.

Muchas de ellas me han preguntado si no habría algún servicio público que las pudiera bajar en peso a la calle, o algún servicio promovido por el voluntariado. Y la respuesta es NO, no existe.

Creo que se debería articular ese servicio a la comunidad, ahora más que nunca considero que es de justicia que todo el mundo que lo desea y lo necesita en su día a día – en circunstancias normales- pueda salir a la calle. Eso también es salud y calidad de vida.

Nunca lo tuve tan claro como hoy. Salir a la calle -en circunstancias normales- debería ser un derecho para todo el mundo, y debería garantizarse.

#ciudadesaccesiblesparatodaslaspersonas

Inmaculada Asensio Fernández.