Hoy renuevo mi contrato con el trabajo social

En el año 1996 me encontraba estudiando Derecho en la Universidad de Almería, con mi amigo Fran y mi amiga Isa. Los tres estábamos de algún modo probando qué hacer con nuestras vidas profesionales. Estuve en clase unos meses y, cuando el curso estaba llegando a su fin, me di cuenta de que el Derecho no era lo mío. Ni siquiera era capaz de generar una imagen de esta profesión en mi cabeza que me hiciera sentir bien. Sencillamente no era lo mío, con todos mis respetos hacia la abogacía.

En esa época yo tenía 18 años, y una tarde estando en casa de una buena amiga: María, la escuché hablar de su hermana mayor, Lita, que en ese momento se encontraba en Granada estudiando la diplomatura universitaria de trabajo social.

¿Trabajo social, eso qué es?

Nunca había escuchado nada acerca del trabajo social. María me comentó que su hermana me lo podría contar esa misma noche, pues nos íbamos a reunir a cenar y ella también estaría, ya que venía a pasar el fin de semana a Almería.

Esa noche me acerqué a Lita y tímidamente le pregunté que qué era eso del trabajo social. Ella me comentó -en pocas palabras- que era una profesión para ayudar a los demás, a las personas que más lo necesitan. Que esta carrera te preparaba para trabajar ante situaciones de maltrato e injusticia hacia las personas más vulnerables, y que a ella le gustaba un montón. Me dijo que el ambiente universitario de la Facultad de Trabajo Social era muy “enrrollao” y que seguro me gustaría mucho.

El sueño toma forma

Esa noche volví a casa con un sueño y una esperanza: que mi padre me dejara ir a Granada a estudiar Trabajo Social, pues esa carrera no estaba en Almería en el año 1997 y me atraía mucho más que la que me encontraba realizando. Me costó trabajo planteárselo a mi padre, pero finalmente una mañana que íbamos de camino a la universidad, se lo dije:

“Papa, quiero ser trabajadora social”

Mi padre no se mostró muy entusiasmado con mi elección, pues él prefería que su hija fuera abogada, sin  embargo respetó mi decisión y me permitió ir a estudiar a Granada, y así lo hice, con su apoyo.

Sin duda los años de estudiante fueron magníficos. Estar viviendo en Granada, en un piso de estudiantes con mis mejores amigos de Almería fue toda una experiencia. Todo era nuevo: las personas, las esquinas, las costumbres, etc. Fue un maravilloso “desandar lo andado“, lo aprendido en mi entorno más cercano. Tener la posibilidad de explorar nuevos caminos y posibilidades, así como de relacionarme con personas tan diversas, me permitieron crecer mucho, y mejorar mis habilidades sociales y personales.

Trabajadora social convencida

Hoy me han invitado a la clase de mi sobrino Juan Jose en el Colegio (tiene 10 años) para explicarle a los pequeños la importancia de ayudar a los demás, de solidarizarse con los que necesitan nuestra ayuda y promover la no violencia (todo eso en 30 intensos minutos). Lo he hecho encantada, y el resultado ha sido muy bueno, para ellos y para mí. Estaba ante un grupito de unos 30 niños-as hablando de mi trayectoria, de cómo decidí estudiar trabajo social y qué ha aportado a mi vida. Al terminar mi exposición y escuchar todas las preguntas que me fueron haciendo los peques, me dí cuenta de un importante detalle:

Hoy es el Día Internacional del Trabajo Social.

Como cada tercer martes de marzo, los trabajadores sociales, a nivel mundial, celebran el Día Mundial del Trabajo Social. En el año 2014, a propuesta de la Federación Internacional de Trabajadores Sociales (FITS), lo hacen bajo el lema “Crisis económicas y sociales: soluciones del Trabajo Social”.

Estoy contenta porque hoy he celebrado este día en compañía de mi sobrino  Juan José y sus compañeros de clase (ante una exigente audiencia de 30 niños-as de 10-11 años). Ha sido genial tomar conciencia nuevamente de que todas las razones o motivos que me llevaron a estudiar trabajo social, siguen hoy día latiendo en mi corazón.

Me siento contenta y orgullosa de decir: Soy Trabajadora Social.

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Inmaculada Asensio Fernández

Hay que poner voz a las personas dependientes que necesitan ayuda, tal como lo hace Eva Nasarre

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Eva Nasarre e Inmaculada Asensio, ambas trabajadoras sociales. XII Congreso Estatal de Trabajo Social celebrado en Marbella, en Noviembre de 2013.

Durante el XII Congreso Estatal de Trabajo Social celebrado en Marbella durante el mes de Noviembre de 2013, se realizaron diferentes actividades paralelas a las ponencias y comunicaciones previstas en programa. Había una zona denominada «Sube a la Plaza», en la que se congregaban diferentes profesionales para nutrir los talleres y actividades que se iban realizando.

Una mañana subí a la plaza y me encontré a un grupo de personas sentadas alrededor de una mujer –con pinta de interesante– que parecía estar compartiendo algo valioso.

Me acerqué y tomé asiento.

La miraba fijamente, su cara me era familiar. Tenía una expresión dulce, y a la vez contundente. Ella es portavoz, imagen y miembro de una plataforma de personas afectadas por los recortes en materia de dependencia y que, a pesar de tener graves dificultades para realizar las actividades más básicas, no disfrutan de recurso alguno que las ayude a paliar su situación. En aquella situación esta mujer compartía sus experiencias como persona en situación de dependencia, y su narrativa iba en la línea de denunciar la cantidad de casos que en la actualidad se encuentran a la espera de recibir alguna ayuda.

Esta mujer me llegó. No era sólo el contenido del mensaje, alejado de victimismos, y relatando la crudeza del día a día de muchas personas que no tienen la autonomía suficiente para valerse por sí mismas. Me llamó la atención cómo ensalzaba la DIGNIDAD de la persona por encima de todo, la manera de hilar los hechos que han provocado esta situación y cómo lo ha vivido ella en primera persona, motivo por el cual lo comparte desde esa humanidad y cercanía que toca a cualquier corazón.

La escuché con interés y emocionada, y al finalizar su intervención, más los turnos de preguntas, me acerqué, le di las gracias y un abrazo por su valentía y disposición para –en propias palabras suyas– poner voz a tanta injusticia y a tanto olvido por parte de los que nos gobiernan. Le comenté que su cara me era familiar, y me contestó que antes de padecer esta artritis reumatoide (diagnosticada en 1999) estuvo trabajando como entrenadora de gimnasia, conduciendo un espacio televisivo en las mañanas de Televisión Española, concretamente en la década de los 80.

Su nombre: Eva Nasarre. Su corazón: inmenso. Su lucha: digna de agradecimiento.

Eva nos invitaba a ponernos en la piel de los enfermos:

-«No somos números, ni estadísticas, ni beneficios. Yo no sé si vale más un aeropuerto que nuestra vida» – fue uno de sus mensajes.

Además de la reducción de las ayudas, denunciaba que los dependientes deben enfrentarse a otras modificaciones dentro de la sanidad, como son el copago y la eliminación de algunos medicamentos de la lista de la Seguridad Social.

-«Las personas dependientes no le interesan a nadie. La sanidad quiere recortar y dejarnos fuera en muchas situaciones, y si quieres hacerte un seguro de salud privado, al ser dependiente tampoco interesas a nadie».

Y directamente sentenciaba:

-«El sistema quiere que nos muramos, y cuanto antes mejor». El argumento para justificar todas las injusticias y precariedad que vivimos siempre es el mismo: hay crisis, no hay fondos, la ley de dependencia no es sostenible, está mal diseñada y no se puede hacer más.

La denominada Ley de Dependencia recibió el mayor estoque de su corta historia en Julio de 2012, al aprobarse una serie de medidas para «garantizar la estabilidad presupuestaria del país» (https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-2012-9364) . El recorte económico fue tan drástico que se ha visto reducida la eficacia de esta ley, en su aplicación.

Como trabajadora social y como ciudadana, personalmente prefiero que salgamos de la crisis todos juntos, antes o después, a que salgan sólo unos pocos; que haya políticas sociales más solidarias y que la vida de cualquier persona esté por encima de todo lo demás.

Puestos a soñar, me gustaría que las personas pudiéramos confiar más en las estructuras políticas; que la corrupción fuera sólo una anécdota o caso aislado… que se pudiera perder cualquier cosa, excepto la esperanza. Considero que si todo el dinero y la riqueza que hay en España estuviera “en su sitio”, la crisis tendría otra cara, una más humana y más generadora de confianza entre las personas.

No tengo palabras para agradecer la exposición y esfuerzo de Eva Nasarre, pues puso voz y conciencia a la situación de muchas personas que no tienen la oportunidad ni los medios para expresar su malestar y sus necesidades.

Me sumo a tu denuncia Eva. Eres un ejemplo a seguir. Gracias.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández. (Trabajadora social de la Agencia de Servicios Sociales y Dependencia de la Junta de Andalucía).

Poesía reflexiva: Si tengo que elegir

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Si tengo que elegir ahora,

elijo que elija el tiempo… sin pasos apresurados.

Acepto las consecuencias de mis actos.

de lo que hoy soy y transmito a los demás.

 

Si tengo que elegir entre vivir al 50 o al 100%,

significa que hay algo que no estoy comprendiendo.

Sólo si no hay miedo puedo vivir al 100%,

y ese 100% es abrir una ventana al mundo, asomarse y respirar, sin más.

 

Si tengo que elegir entre irme o quedarme, me quedo.

Aunque la vida a veces pese, estoy aquí y es un regalo.

Me quedo con el propósito de dar las gracias cada día.

Con el propósito de seguir creciendo y de seguir caminando.

 

Si tengo que elegir entre tú o yo, me quedo conmigo.

Y quedarme conmigo es volver la vista hacia mí,

hacia lo que siento y necesito,

y respetarte a ti, en tus tiempos, espacios o incluso silencios.

 

Si tengo que elegir qué vida quiero, la quiero así, tal cual.

Con las experiencias dulces y las amargas.

Ambas me han ayudado a ser la persona que soy,

Llena de amor y de gratitud por poder elegir -de algún modo- la vida que quiero.

 

Autora: Inmaculada Asensio Fernández