¿Cómo afrontar la hostilidad en contextos profesionales?

Imagen: http://www.grupocrece.es/blog/tag/manejo+de+la+hostilidad

La hostilidad es una actitud personal vinculada a expresiones de ira hacia las personas que tenemos cerca, como la familia, las amistades o los compañeros y compañeras del trabajo. Dada su repercusión en la calidad de vida profesional, en esta entrada de blog nos vamos a centrar en la hostilidad en los contextos profesionales.

Las personas hostiles suelen estar en actitud de defensa y ataque casi todo el tiempo –pura pelea– lo cual es bastante molesto y desgastante para las personas que están a su alrededor.

Suelen ser tercas e intransigentes, desconfiadas y negativas, y por este motivo generan mucho rechazo en las personas con las que se relacionan.

A menudo se muestran poco conscientes de lo lesivo de su conducta, y puede que esa inconsciencia se relacione con la falta de sinceridad de las personas que tiene a su alrededor, ya que nadie desea comunicar las verdades del barquero a quién estará posicionado en la ofensa eterna, además de que las reacciones de estas personas pueden ser difícilmente controlables a través de un diálogo pausado y respetuoso.

La jefa o el compañero que nos aborda con una actitud desafiante y agresiva por algún contratiempo que surge, porque necesita una información que no tiene a mano o por alguna mala interpretación… quizá un gesto o una palabra tuya. Estas personas contaminan los espacios de trabajo y son difíciles de soportar. Nos pueden llevar, en los casos más graves, a promover un cambio de trabajo o de servicio, para ponernos a salvo. También debemos admitir que esta actitud hostil también puede revelar un sentimiento de desgaste, motivo por el que debemos hacer de espejo con ellas (respetuosamente), para que se observen desde el ciego ángulo de su amargura y puedan tomar cartas en en asunto.

Puedo permitirme el lujo de reconocer que, en mis 20 años de trayectoria profesional, yo misma he padecido este tipo de comportamientos hostiles en alguna experiencia profesional, y el recuerdo de estas personas se te queda grabado por lo desagradable que puede llegar a ser. Sin embargo, con la perspectiva del tiempo te das cuenta de que hostilidad y desgaste muchas veces van de la mano.

Quedarse y luchar, tiene un coste. Huir para ponerse a salvo, también.

Si te quedas y luchas, corres el riesgo de verte violentada a superar tus límites de tolerancia a la agresividad, una y otra vez; incluso puede que en más de una ocasión te sientas obligada a defenderte, recurriendo a conductas agresivas. También corres el riesgo de aislarte en tu espacio de trabajo para evitar interacciones y posibilidades de enfrentamiento, lo que también provoca mucho malestar.

Si huyes y te pones a salvo, te arriesgas a reprocharte el no haber tomado el control de la situación, incluso puede que te reproches haber actuado como una persona cobardica.

Estas personas están tan quemadas y amargadas que complican a todos los que tienen a su alrededor.

Esto lo describe muy bien el psicólogo Fidel Delgado en algunos de sus videos de youtube (en los que se hace llamar titiripeuta): el que está quemado es el último en darse cuenta, pero para el resto es muy evidente el olor a chamusquina que desprende.

Él recuerda lo dramático que puede llegar a ser esto, porque estas personas no sólo no aportan casi nada o nada a su trabajo, sino que arremeten contra las iniciativas e ilusiones del resto de compañeras y compañeros.

Las personas con actitudes hostiles modifican el clima laboral y lo enrarecen, y es bueno armarse de estrategias y recursos para que en nuestro encuentro con ellos o ellas no tengamos que salir mal paradas, por ejemplo, como observamos las personas que trabajamos en la Administración Pública, donde cada vez se imparten más acciones formativas para abordar situaciones de acoso laboral.

El enfurecimiento destruye las relaciones entre las personas y empeora cualquier situación de tensión, estrés o malestar. La hostilidad sólo pretende ejercer control sobre otras personas, por tanto, sus fundamentos irracionales se relacionan con el deseo de poder sobre otros desde la falsa sensación de que podemos manejar todas las situaciones (y personas) según nuestro –digamos- punto de vista experto.

Como veis, me da igual si hablamos de compañeros o de jefes, no me importa porque en resumen son personas, al igual que nosotras. Por tanto, lo importante aquí es aprender qué puedo hacer yo con esto que me ocurre, lo que va a depender de mi repertorio de respuesta ante este tipo de situaciones, o de mi propia reacción emocional ante su comportamiento.

¿Cómo podemos afrontar esa actitud de hostilidad hacia nosotros en el momento en que se produce el estallido?

Puedes tratar de reducir la intensidad de la reacción emocional, pero sin hacer nada por reducirla. Me explico. El resultado de la revisión de diferentes publicaciones sobre este tema, señala que para que otra persona se calme y salga del bucle agresivo, lo más adecuado es escuchar, pero sin dar muestras de que estamos asustados/ molestos/ contrariados. Mantener la calma en lugar de pedir a la persona que se calme. Si queremos hacerle ver lo mal que nos ha hecho sentir (las consecuencias de su actitud), deberemos esperar a que esté calmado, nunca antes. Hacer ver a la persona, según vaya cediendo la intensidad de su estado emocional, que la comprendemos y que sabemos cómo se puede estar sintiendo, puede hacer que sus actitudes vayan aplacándose. En el momento del estallido, lo que nos interesa es que esta situación ceda, y poder clarificar posteriormente qué hacer con todo lo sucedido.

Si la situación no cede de ninguna forma, o si la persona nos amenaza con agredirnos a nosotros, a sí misma o a otros, pediremos ayuda inmediatamente.

Si la situación es reiterativa, debemos ponerlo en conocimiento de un superior. También podemos barajar acciones legales (necesitaremos pruebas y/o testigos de estas situaciones y que estén dispuestos a testificar en un juicio). Si la situación se torna verdaderamente insostenible y no queremos entrar en pelea, quizá lo mejor sea establecer un cordón sanitario con esa persona, o incluso abandonar ese espacio de trabajo.

Inmaculada Asensio Fernández.

Verónica decide morir, y la culpa es de ella…

 

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Imagen tomada de: https://cronicaglobal.elespanol.com/vida/mejores-lugares-bienestar-maximo-barcelona_166454_102.html

Verónica decide morir es el título de un libro de Paulo Coelho que ilustra muy bien el tipo de sentimientos que acompañan a una situación de suicidio. Por desgracia para quién se suicida, el resto de personas que conserva su vida intacta puede caer en la tentación de responsabilizar en exclusiva por este hecho a la persona que ha tomado esta determinación, sin tener en cuenta los pasos – a veces muy pesados y cubiertos de barro- que la han empujado hasta allí.

En estos días he comprendido de una manera muy clara y contundente lo que significa una intromisión grave en la intimidad de una persona y la de su familia, así como la violación de un derecho que preserva la dignidad de una persona y que nadie debería obviar: la divulgación de secretos sin previo consentimiento.

El derecho de toda persona a mantener un ámbito de privacidad personal y familiar está dispuesto en el artículo 18.1 de la Constitución Española:

Se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. El domicilio es inviolable. Ninguna entrada o registro podrá hacerse en él sin consentimiento del titular o resolución judicial, salvo en caso de flagrante delito. Se garantiza el secreto de las comunicaciones y, en especial, de las postales, telegráficas y telefónicas, salvo resolución judicial. La ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos”.

El honor de una persona es un aspecto de suma importancia para tener un desarrollo en sociedad adecuado y libre, de la autonomía que nos proporciona el anonimato y el hacer y ser conforme a nuestras aspiraciones, necesidades y deseos.

Según el artículo 178 del Código Penal, cualquier individuo que descubra, retenga, difunda o acceda a los datos personales de otra persona sin su consentimiento, podrá ser sancionado con pena de cárcel de uno a tres años.

La trabajadora de IVECO Verónica y su familia bien merecen que se explique claramente lo lesivo que puede llegar a ser Invadir la intimidad de una persona sin su consentimiento; este es un acto muy grave y que limita gravemente su bienestar y su autonomía… tanto que puede costarle la vida.

Verónica, trabajadora de una empresa de producción de vehículos, ha tenido que sufrir lo indecible por la difusión de un video personal con contenido sexual (de más de 5 años de antigüedad) que le ha provocado tal colapso emocional que la ha empujado a quitarse la vida.

He leído -en el muro de Facebook de una amiga que compartió la noticia con algunos comentarios de indignación- a una persona comentar que tampoco se puede responsabilizar a las personas que compartieron ese material por la muerte de esta chica. Continua señalando que las personas maduramos y que tenemos que aprender a relativizar y hacer frente a las contigencias de la vida… no le parece bien culpabilizar facilona-mente o tener una postura de victimismo que –según él- está presente hoy en dia ante cualquier suceso…

Al leer este comentario, siento que de algún modo está del lado de exonerar a las personas que ‘INOCENTEMENTE» COMPARTIERON ESE MATERIAL SEXUAL EN EL QUE APARECÍA UNA VERÓNICA  5 AÑOS MÁS JOVEN, soltera y sin hijos. Ellos lo compartieron, pero ella sola se suicidó. 

 ¿Debemos juzgar como positivo o negativo el compartir un vídeo con contenido explícito sexual en el que aparece una compañera de trabajo (hace 5 años de la grabación de ese vídeo) y difundidos entre el personal de una empresa de más de 3000 personas, en su mayoría de género masculino?

¿Se puede culpar a la persona que tenía ese vídeo y lo compartió sin escrúpulo alguno tras conocer –según he leído en las notas de prensa- que había intentado reanudar su relación con ella, recibiendo una negativa por toda respuesta?

Si no queremos hablar del término cristiano, apostólico y romano de CULPA, al menos hablaremos del término civil RESPONSABILIDAD. Ese hombre, y todas las personas que compartieron ese vídeo, son responsables de algún modo por la muerte de Verónica, pues si no la indujeron abiertamente, desde luego si la empujaron, a través de la enorme presión social que supone saltar los límites del honor y la vergüenza… que ya sabemos que no todas las personas tienen la espalda lo suficientemente ancha como para soportar un GOLPE así.

Y ahora, ¿a quién defendemos… a Verónica o al pobre hombre que no tuvo otra cosa que hacer que compartir un vídeo de Verónica de hace más de 5 años, al parecer porque ella no deseaba estar con él…?

Hay una máxima por todo el mundo conocida: no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti.

Inmaculada Asensio Fernández.