Llámame amiga cuando percibas que tu persona importa al mundo, a través de mis ojos

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Ilustración de Carolina Peralta. Web: http://cargocollective.com/caricarito/

Llámame amig@, si me deshago entre risas cuando compartimos anécdotas, fantasías y ‘disparates’ varios…

Si, amig@, llámame tal cual si mi interés por ‘tus cosas’ sigue latente,

si de vez en cuando te recuerdo y hago por verte… porque sólo de este modo puedes reconocerme, amig@.

Llámame amig@, si disfruto sentad@ a tu lado viendo una peli, o una puesta de sol.

Llámame amig@, si cuando una nube gris se posa sobre tu cabeza, yo acudo en tu busca para que no sientas tanto frío, ni te sientas tan sol@.

Por el contrario, no me llames amig@ si no estoy – o no me sientes- cerca,

no alabes mi amistad por ti si no permito que cuentes conmigo,

si no deseo tu compañía.

No me llames amig@ si te desprecio,

o rehúso a encontrarme contigo.

No me llames amig@ si cuando me necesitas, no estoy.

Pero llámame, llámame amig@ cuando al conversar conmigo, sientas cierto alivio,

cuando percibas que tu persona importa al mundo… a través de mis ojos y de mi cariño sincero.

Llámame, por favor, llámame amig@ cuando veas en mi la capacidad de reparar un error o un daño causado a tu persona o a otros; cuando verdaderamente sientas que nunca herirte fue mi intención.

Llámame, de verdad, amig@, cuando el interés, la intimidad y la risa tengan un espacio en el lazo que une nuestras vidas, pues si nada de lo anterior reina entre nosotros… y aún así me llamas amig@, pensaré que no valoras ni respetas la amistad.

L@s amig@s están ahí, se muestran, tienen un interés sincero por tu persona, y cuando esto no sucede… no pueden ser considerados como amig@s; ya que tal consideración terminaría por hacernos daño, a nosotros y al  hermoso concepto de la amistad.

Si de verdad quieres que sea tu amiga o tu amigo…

          no derribes los puentes que conectan nuestras vidas,

          no huyas cuando yo no pueda, o tú no puedas ver el sol,

         no me hagas creer que todo vale y que una afrenta no tiene                  importancia para ti,

         no finjas sentir aprecio por mi persona, si no soy capaz de                     respetarte ni de apreciarte en mi vida.

Y, si aún así estamos lejos, más por tierra, que por el frío desinterés, no temas, pues cada vez que nos sentemos a la orilla de un café sentiremos que no ha pasado el tiempo, y que los años no han desdibujado nuestro afecto y nuestra decisión de seguir contando la una con la otra, el uno con el otro… y todos los posibles viceversas. Esto también es amistad.

Reza el refrán que quién tiene un amigo tiene un tesoro. Y añado yo que quién es capaz de conservarlo, además de un tesoro tiene un corazón lo suficientemente grande para albergar espacio para que el otro también quepa, incluso para que pueda recostarse cómodamente a nuestro lado.

Hoy brindo por la amistad verdadera, sin maquillajes ni ‘postureos’.

Inmaculada Asensio Fernández

Conversar conversamos, pero… ¿cómo lo hacemos?

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Imagen tomada de: http://bernijarpa.blogspot.com.es/2011/03/prosimanente.html

 

Señala Amparo Tusón Valls (Universitat Autònoma de Barcelona) que “la conversación es una de las actividades más típicamente humana”, y es que conversar es algo que las personas hacemos casi todo el tiempo, constituyendo el vehículo de unión de las relaciones, ya sean de amistad, afectivas, profesionales o de cualquier otro tipo. De hecho, es frecuente en nuestra cultura charlar –incluso animosamente- con personas desconocidas… en la parada del bus, en el taxi, a la salida del cine, en la cola del súper o donde venga bien, y es que es un bien valioso al que recurrimos a la mínima oportunidad.

Conversar conversamos, pero ¿Cómo lo hacemos?

El arte de conversar no se basa en tener todas las respuestas a la mano, y mucho menos todas las preguntas. Conversar es hablar con otra persona alternando los turnos de palabra, de manera que cada parte tenga su momento y su lugar para expresar lo que piensa o siente. Entendemos, por tanto, que hay un intercambio entre ambas partes, y esto es un aspecto fundamental que marca la diferencia entre soportar una chapa -permitidme la expresión coloquial- y compartir honestamente y de manera enriquecedora con el otro.

Vamos a explorar tres posibles escenarios en los que pueden surgir problemas durante el transcurso de un diálogo, y de qué manera podemos afrontarlos:

Escenario 1: No te gusta lo que estoy diciendo

En lugar de reprenderme, escúchame. Dame tus argumentos, pero no trates de ridiculizarme o de restar importancia a mis palabras, no le quites valor a lo que estoy diciendo alzando tu voz sobre la mía, por mucho que no estés de acuerdo.

¿No te das cuenta que eso no es intercambiar?

Hay ocasiones en las que puedes estar convencida de que la persona que tienes delante está equivocada, no tiene razón o incluso no es capaz de entender claramente tu punto de vista. Seguro que sientes que no tiene ni idea y que tienes que mostrarle las cuatro verdades del barquero ¡Tú sí que sabes!

Pues si esto es así, ten cuidado no vaya a ser que te conviertas en pequeño ogro, y tú sin enterarte, pensando que estás haciendo brillante justicia a este tema o al otro, y desde fuera convertida en un monstruíto nacido para convencer a todos de tu sensatez y superioridad.

*Ogro

  1. 1. Ser fantástico y gigantesco parecido al hombre que se alimenta de carne humana.
  2. 2. Persona insociable, cruel o de mal carácter.

                Ej. «no se puede razonar con él porque es un ogro»

Si todos pensamos, decimos y hacemos lo mismo, no se pueden enriquecer las conversaciones. La diversidad de pensamiento y palabra es positiva, siempre que no atente contra los derechos más fundamentales de las personas, entre los cuales se incluye el respeto, y su consecuencia más directa: las buenas formas.

Escenario 2: Te mueres de ganas por exponer tu punto de vista

Cuando hago una ligera pausa para respirar, no es para que aproveches el hueco para colocar tu frase y que tomes un eterno turno de palabra. De nuevo lo necesario es escuchar, aún no estando de acuerdo con el interlocutor. Más tarde habrá tiempo para intercambiar las ideas oportunas sobre el tema en cuestión.

El manejo de los turnos de palabra no es una cuestión baladí, de hecho hay literatura abundante sobre ello. Con carácter general, cuando se da una conversación espontánea, la alternancia de los turnos de palabra no se puede planificar, pero si podemos estar pendientes (más o menos) del tiempo que llevamos hablando para no dilatarnos en exceso y al cabo de unos minutos de disertación, guardar silencio para que pueda intervenir la otra persona, sobre todo si con su gesto nos están mostrando su necesidad de expresar algo.

Esta habilidad hay que aprenderla y el primer paso para ello es ponerle toda nuestra conciencia.

Escenario 3: Lo que yo digo es una verdad absoluta y punto

No trates de adoctrinarme con verdades absolutas, más bien respeta mi libertad de pensamiento y mis ideales, más concédeme el permiso de tener una opinión contraria a la tuya.

Los hechos son hechos, y cada persona los observa desde su objetividad. En casi todo encontramos argumentos a favor y argumentos en contra… yo puedo conformar mi propia opinión, aunque no se parezca nada a la tuya.

Puedes expresar, obviamente, que no coincides conmigo, y esto está genial y es más que recomendable. Pero no trates de convencerme de tu postura.

Conclusiones:

Fórmulas hay muchas para mejorar la calidad de nuestras conversaciones, pero tras lo visto en esta entrada de blog podemos concluir que una de las premisas más efectivas para hacerlo correctamente es practicar la escucha activa, es decir, guardar silencio mientras la otra persona está hablando, pero siguiendo cerca su relato, sin perder detalle y haciéndole saber que le sigues; por ejemplo mediante tus cambios de expresión facial según lo que te están contando, mostrando asombro, risa o tristeza, según lo relatado, y asintiendo con cabeza en determinados momentos para hacerte ver que estoy contigo.

El respeto es la base de todas las relaciones, aunque no siempre se contempla este matiz. Considero que –más que una cuestión de mala fe– se trata de un comportamiento automático (incluso viciado), por tanto inconsciente, que se adquiere con el uso y abuso, pero que merece la pena observar de cerca para corregirlo.

Inmaculada Asensio Fernández

¿Qué pasa con aquellas relaciones de amistad en las que nunca hay tiempo para un café?

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–  Ring, Ring, Ring…
A -Hola ¡Cuánto tiempo sin saber de ti! ¿Cómo estás?
B -Justamente estaba por llamarte. Llevo un montón de días acordándome de ti…
A -Siempre que te llamo me dices lo mismo (risas).
B -Es que no paro ni un segundo, me faltan horas en el día.
A-No pasa nada. A ver si nos vemos.
B -Si, claro. La semana que viene te llamo y echamos un café.
Y pasa una semana, y dos y tres… y nunca más se supo (…).
Diálogo de la ausencia.

¿Qué es lo que pasa con algunas relaciones de amistad en las que nunca hay tiempo para un café?

La verdad es que las exigencias que plantea la vida a unas personas y otras no es la misma, y esto es una realidad que hay que contemplar con mucha tolerancia y respeto. Sin embargo, hay personas con las que casi nunca es posible programar un encuentro.  Te las tropiezas por la calle y te saludan afectuosamente, las llamas por teléfono y siempre dicen que llevan días acordándose de ti, que justamente estaban por llamarte… pero la realidad es que no lo hacen.

La amistad es un punto de encuentro entre dos o más personas donde se produce un intercambio de afecto, conocimiento, alegría, penas, risas… y lo que mayormente caracteriza a este intercambio es que se da desde la más absoluta y auténtica libertad, en un clima de intimidad y confianza. No caben, por tanto, reproches para las personas que libremente deciden ocupar su tiempo en menesteres en los que nosotros no estamos presentes, pues el tiempo y la energía son limitados, y son muchas las ocasiones en las que nos vemos forzados a priorizar entre un amplio abanico de opciones.

Las relaciones no se mantienen fácilmente en el silencio y la distancia

Una cosa es que tus amistades no tengan todo el tiempo del mundo para compartirlo contigo, ni en todas las ocasiones que tú lo deseas; y  otra muy distinta es que esa persona a la que siempre llamas, aunque sea cada “X” meses, nunca tenga tiempo para echar un café contigo. Tenemos que asumir que la falta de tiempo para compartir con los amigos puede provocar un debilitamiento progresivo de las relaciones, pasando de ser amigos a conocidos, es decir, personas con las que te cruzas y saludas con afecto, pero con las que la intimidad y la confianza pierden su lugar.

Es difícil –salvo algunas excepciones muy concretas, que una relación de amistad se mantenga a lo largo del tiempo cuando no se da el contacto, ni se encuentra la forma de programar un encuentro de manera natural con la otra persona. La calidad de las relaciones disminuye, llegando en muchos casos a la desaparición de esa amistad, aunque sea sin malos rollos.

Llegar a una situación de mutuo desinterés puede ser una consecuencia natural de esa falta de contacto y de intimidad con la otra persona. Las relaciones se enfrían… ¿O son las personas las que se enfrían?

En el equilibrio está la virtud

También hay veces que andamos enfrascados en una vida llena de obligaciones y responsabilidades de todo tipo, con frecuencia laborales, familiares, etc; o incluso inmersos en problemas que no sabemos cómo resolver y que nos alejan de las personas a las que queremos. Y como dice Bucay en el vídeo que os dejo al final de la entrada de blog: “Uno siempre está lleno de cosas para ordenar, pero siempre hay un lugar para compartir un cafesito con sus amigos

Puede ser bueno encontrar la forma de repartir nuestro tiempo de manera equilibrada, sin olvidar que al cariño de los amigos hay que cederle un espacio en nuestra vida para que tome lugar y fuerza, pues si hay algo verdaderamente valioso es contar con personas cercanas  con las que compartir lo que somos, con la posibilidad de construir nuevos diálogos, nuevas formas de ver la vida, y de entender las cosas que nos suceden… por no hablar de lo importante y saludable que es contar con una buena red de apoyo que nos dé soporte cuando atravesamos por una situación difícil, de esas que se atraviesan unas cuantas veces en la vida y en las que se agradece el calor y la cercanía de los demás.

El valor de la amistad se recoge en textos de todo tipo, así como en la música y el cine (…). Incluso recurriendo a la sabiduría popular, dice el refrán que “quién tiene un amigo tiene un tesoro”, ensalzando el valor de la auténtica amistad.

Y tú que estás leyendo esto: ¿Tienes lugar para compartir un cafesito con tus amigos?

VIDEO de Jorge Bucay – Prioridades

https://www.youtube.com/watch?v=SlvovXujnG4

Autora: Inmaculada Asensio Fernández