Algo se muere en el alma cuando una amiga llamada Confianza se va

Con la confianza es mejor no jugar.

¿Alguna vez has tenido en las manos el juego de cartas El valor de los valores, de Simon Dolan?

Se trata de un juego de naipes que representa toda una serie de valores que son fundamentales para la vida humana en sociedad. De todos esos naipes sólo hay uno que se extrae de la baraja antes de jugar, porque representa algo que debería ser siempre respetado y estable en la vida de las personas: la confianza.

La confianza es el valor de los valores.

Simon Dolan.

La confianza es un concepto social (constructo) que nos permite cohesionarnos con otros, desde una dimensión que compromete de manera directa nuestra afectividad y nuestro deseo de comunidad y arraigo. La confianza supone tener una expectativa de seguridad y certeza sobre el comportamiento y actitud de otras personas hacia nosotras, y nos permite construir un relato interno positivo sobre esa relación y la importancia que tiene en nuestra vida.

Algo se muere en el alma cuando un amigo se va. Y va dejando una huella que no se puede borrar. No te vayas todavía, no te vayas, por favor. No te vayas todavía, que hasta la guitarra mía llora cuando dice adiós.

Estas sevillanas de Los del Río muestran lo mucho que duele perder a alguien a quien se quiere, un amigo o una amiga, un padre, una madre o una hermana…, incluso un mediano o gran amor.

Pero hay otras pérdidas que también duelen mucho y que no se relacionan con un vínculo o persona concreta, sino con un valor que sentimos traicionado y nos llena de dolor…, y no es otro que el valor de la confianza.

La con-fianza es algo así como dar tu fianza a otra persona, y en una relación con-fianza nos sentimos cómodas con esas personas en las que confiamos, pues entendemos que nuestro tesoro (nuestra fianza) está a salvo con ellas.

Esto elimina cualquier incertidumbre relacionada con nuestra vinculación con el entorno, y nos permite pisar un suelo firme, sin fisuras.

Normalmente las personas no dan su fianza a cualquiera, sino que, conforme se profundiza y se avanza en las relaciones, se van dejando llevar y van construyendo una estructura de unión que permite un sano intercambio, siempre forjado sobre los cimientos de la con-fianza dada.

Si una persona traiciona nuestra confianza en un grado más o menos de importancia, nos sentimos heridos y desasistidos en ese aspecto concreto que sentimos violentado. Nuestra relación con ella se ve afectada por ese golpe inesperado, y puede resultar difícil reparar la situación, ya que de algún modo se produce un roto… y esa relación cambia, aunque quizás no termine completamente rota.

¿Podemos volver a confiar en una persona que ha puesto en riesgo nuestra sensación de seguridad? Difícil, pero no podemos decir que sea imposible, ya que va a depender en gran medida del valor de esa fianza y sus consecuencias para nosotras: el tamaño de la herida causada con esta traición, el nivel de importancia que tenga esa relación para nosotras, y también de lo desprendida que sea la persona de sus ofensas y de sus juicios sobre el resto.

Lo que sí es un hecho, es que si la confianza se pierde y no se inicia un camino hacia su reparación, desde la conciencia del daño causado y desde un profundo y honesto interés en solucionar las cosas… esa relación caerá en desgracia, y será más que difícil volver a experimentar esa sensación de seguridad que representa la confianza en las relaciones.

Sin la confianza no se puede construir nada.

Simon Dolan.

Por este motivo muchos refraneros y dichos populares informan y advierten que con la confianza no se juega, porque sus efectos pueden ser irreversibles. Conviene, por tanto, prestar especial atención y cuidado en el privilegio que supone que otra persona nos entregue su fianza, ya sea en una relación personal o profesional, ya que esta cualidad permite profundizar a un nivel en las relaciones que no es posible conseguir si no es teniéndola a buen recaudo.

Inmaculada Asensio Fernández

Imagen tomada de: https://sp.depositphotos.com/stock-photos/confianza-de-la-ilustraci%C3%B3n.html

A quiénes se esfuerzan por ser buenos padres, aunque no les sea fácil

Fuente: https://culturainquieta.com/es/arte/ilustracion/item/13359-tiernas-ilustraciones-que-muestran-el-tipo-de-padre-que-ella-hubiera-deseado.amp.html

Hoy día 19 de marzo se celebra el Día del Padre.

Hace unas semanas estuve viendo en Televisión una entrevista de Évole a Felipe González, y hubo un momento en que Évole le preguntó:

¿Has sido un buen padre?

Se hizo un silencio incómodo… Sin realizar un gran esfuerzo se podía adivinar la respuesta.

González contestó que él quería mucho a sus hijos, pero que no había pasado tiempo con ellos, y entendía que la atención y el compartir tiempo juntos eran fundamentales para ese calificativo de ser buen padre.

Esto me dio que pensar sobre el ejercicio sano y respetuoso de la paternidad, ese que requiere de paciencia, atención, tolerancia a la frustración y grandes dosis de protección y cariño.

Dada la variabilidad de situaciones que encontramos en cada agrupación familiar, y a las exigencias crecientes que plantea la sociedad que hemos creado, debemos reconocer que compatibilizar trabajo y familia es todo un reto. De este modo, el factor tiempo juega en contra de muchos padres, y en algunos hogares más que en otros.

Aún con dificultades en contra, hay quienes se esfuerzan el doble por compartir algún tiempo de calidad con sus hijos, pero también sabemos que hay padres que no pasan ningún tiempo con sus hijos, que no llaman a sus hijos, que no reconocen a sus hijos y no les muestran interés.

Por tanto, ya no sólo encontramos el factor tiempo, sino que también encontramos el factor INTERÉS.

Ser papá lleva aparejado preocuparse por los hijos, por cómo se va desarrollando su proyecto de vida. Pero también implica construir puentes de comunicación para fortalecer el afecto, aunque exista distancia física.

Un buen padre hace lo posible por estar en comunicación con sus hijos.

A estos padres se les ha de reconocer a través de este 19 de marzo.

Por eso, a los que se esfuerzan, a los que aman, a los que cuidan y a los que llaman…

Feliz Día del Padre.

Inmaculada Asensio Fernández.

Tu valor te lo das tú

CHRISTIAN SCHLOE

Imagen tomada de: https://www.artisticmoods.com/christian-schloe/

Imagina una niña cuyos padres andan ocupados en menesteres varios y jamás hallan hueco para dedicar palabras dulces y de aprobación a su pequeña. No hay momentos para los halagos ni las felicitaciones por las cosas bien hechas; tampoco para la atención plena y cómplice hacia su niña… Sus vidas están dominadas por otras fuerzas, inconscientes, pero mucho más poderosas y desgastantes, de manera que relegan su cariño a la mera cobertura de sus necesidades. Pasan los años y, como esta chiquita nunca lo ha escuchado ni lo percibido de las personas adultas con las que ha convivido, crece con la idea de que alguien tiene que disipar sus dudas…, ¿cuál es mi valor?
Debido a esa carencia latente durante toda su infancia, es desprovista de la capacidad de darse cuenta de todo lo bueno que hay en ella, de su amor propio. Y de este modo, aunque es una joven muy hermosa, camina sin radar -a ciegas- deseando encontrar personas que le devuelvan una imagen positiva de sí misma. Conforme va creciendo, se fija en los demás, no por una cualidad especial… ella posa sus ojos sobre aquellos que piensa le revelarán ese gran secreto; incluso se conforma con un cálculo aproximado, con la idea original de darse permiso para amarse o despreciarse en función del resultado.

Y así pasó los años. Tropezando con unos y con otros… siempre intentando que la vieran y que la apreciaran…

Sobre esta base de carencia se construyen muchas relaciones, tanto de pareja, como de amistad y laborales. Hay personas que aguantan lo indecible porque desconocen cuál es su valor, porque no recibieron el amor que merecían por el simple hecho de ser personas. Si, recibieron amor, pero a cambio de sumisión y obediencia, a cambio de cuidados, a cambio de fidelidad, a cambio de silencio y una baja demanda de atención, e incluso a cambio de aguantar situaciones inadecuadas.
Lo que tú vales, tu autoestima y tus virtudes, sólo pueden ser advertidas por ti misma. Mala suerte es que tus padres no hayan tenido la habilidad de transmitirte tus enormes dones y cualidades, pero si ellos no lo hacen y te cansas de buscar personas que lo hagan por ellos… tendrás que aprender a darte cuenta de cuál es tu valor por ti misma.

He aquí un cuento en el que muchas niñas, hoy mujeres y madres -e incluso abuelas…y también niños, hombres y abuelos, se han sentido reflejados… «¿Lo has escrito para mi, Inma?» Me dijo una amiga. -No, no es para una persona específica, es para todas las que alguna vez han puesto en duda su valor. A ellas con toda mi admiración.

Escrito por Inmaculada Asensio Fernández

Decálogo de autorespeto en las relaciones de pareja

Imagen relacionada

Imagen tomada de: https://goo.gl/oXiSXP

Son muchas las personas adolescentes que a veces acuden a mi en busca de consejos o respuestas, ante relaciones tóxicas o poco recomendables. Yo siempre les digo que cualquier persona puede pasar por una relación no saludable,  y que conviene reflexionar sobre ello para poner un foco de atención importante y no repetir lo que nos dañó.

En las relaciones sentimentales se entremezclan emociones, deseos, expectativas, patrones heredados de los padres, etc…, que condicionan en gran medida dos aspectos fundamentales para avanzar en la vida afectiva:

(1) La interpretación de lo que nos sucede.
(2) La toma de decisiones.

Hay relaciones en las que la rutina se basa en soportar situaciones incómodas, inadecuadas o dañinas… sin encontrar una fácil vía de escape. Muchas preguntas y pocas respuestas:  sinsabores, malosentendidos, discusiones, malosgestos, desplantes, engaños, desamores…, pero sin tener claro si el problema lo tiene el otro/a o lo tienes tú,  es decir, sin saber precisar quién «ha provocado» esa situación.

  • ¿Le estaré dando demasiada importancia a este comportamiento, o verdaderamente debo salir corriendo de esta relación?
  • ¿Me ha faltado al respeto, o lo que ocurre es que soy híper-sensible?
  • ¿Cómo termino con esta relación de una vez por todas?

Si la relación de pareja no te permite estar tranquila ni sentir bienestar la mayor parte del tiempo: NO FUNCIONA.

Mantener una relación de pareja con constantes subidas y bajadas, discusiones y enfados, o con la sensación de que nos están lesionando la autoestima… nos pone en el camino de soportar una pesada piedra que tarde o temprano nos aplastará.
Además, me parece que hay una serie de límites por los que no se debe pasar, y son los que reflejo a continuación:

Decálogo de Autorespeto

1. No permitas que tu pareja te infravalore (física, mental o emocionalmente), ni que te haga comentarios desagradables o machistas, sobre ti o sobre otras personas. Estás recogiendo basura sin posibilidad de reciclaje. No minimices aquello que te hace mal.
2. No permitas que tu pareja te compare negativamente con otras personas, asumiendo los celos como algo propio de tu carácter. Hay personas que se la pasan provocando celos para sentirse poderosas y para minar la voluntad del otro, para reafirmarse y mantener la sartén por el mango. Esto no es amor.
3. No mientas, no finjas ni te sobreesfuerces por agradar a tu pareja, por obtener su aprobación. Esto es tremendamente perjudicial para tu bienestar.
4. No te calles cuando algo te haga daño o te siente mal por guardar la compostura. Esto no es auténtico ni digno de ti. Toma un tiempo para analizar, incluso contrasta con una persona de tu confianza para tener todas las pruebas que necesitas para mantener una conversación tranquila con tu pareja, pero firme.
5. Escucha-te y respeta-te en todo momento; de este modo alejarás el rencor de tu vida. El rencor te hace daño y te une al otro de una manera tóxica y dramática.
6. No te relaciones con tu pareja desde el miedo. No te esfuerces para ser amado o amada. Tu autoestima puede quedar a la altura del betún.
7. No soportes comentarios que te hagan daño, ni en el desempeño diario, ni en momentos especialmente íntimos -como en el momento del acto sexual. Hay momentos y situaciones que requieren de un mayor respeto, desde la más absoluta y honesta confianza. Por eso: si duele no es amor.
8. No tengas comportamientos de terapeuta hacia tus parejas, y mucho menos de madre. No pretendas convertirte en la cuidadora del otro, sin más.
9. No camines delante, ni camines detrás de esa persona amada. Si es tu pareja, el lugar es justo a su lado.
10. Recuerda que el único valor con el que no se puede jugar es la CONFIANZA. Una vez perdida es muy difícil –aunque no imposible- recuperarla.

En general, la confusión, el dolor y el estrés permanente nos avisan de algo muy claro: esa relación no es para nosotros. Y te comento que por más difícil que pueda parecerte salir de esa historia, te recuperarás y crecerás como persona: sabiduría.

La despedida es un nuevo comienzo. 

La relación más importante de tu vida es contigo mismo/a. Eres la persona con la que pasarás el resto de tu vida. Estar en pareja es una opción, no una obligación. Si decides estar con él o ella, que sea porque te aporte, porque te genere bienestar y confianza.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

La ruptura es un nuevo comienzo

Imagen mujer

Benjamín Lacombe (Edelvives) Imagen extraída de: https://goo.gl/YBN3Ki

La despedida es un nuevo comienzo.

Hay una frase célebre de Paulo Coelho que viaja de punta a punta en las redes sociales y que dice: “quédate con un amor que te dé respuestas y no problemas. Seguridad y no temor. Confianza y no más dudas”. Y es que cuando las heridas son más grandes que las alegrías compartidas en una relación de pareja, hay que plantearse decir adiós, por más doloroso que pueda parecernos.

Es triste dejar ir a la persona con la que hemos compartido experiencias, cariño, sexo, confidencias e ilusiones… pero más triste es ver cómo todo aquello que sentiste se va desmoronando, y la imagen interior que guardas de la otra persona se aleja muy mucho  del ideal que habías generado cuando decidiste apostar por esa relación.

Para decir adiós a una persona a la que se ha amado hay que ser valiente, y sobre todo tener los pies en la tierra –como se suele decir. Hay ocasiones en las que el deseo de separarse está muy claro, y otras en las que sentimos que algo dentro de nosotros no quiere dejar marchar al otro, o algún rastro de lo vivido. Y en estas situaciones no conviene tomar decisiones precipitadas, pues si hay algo verdaderamente tóxico en las relaciones es terminar, para más adelante volver a intentarlo, y volver a dejarlo, y volver a intentarlo (…) en un bucle sin fin de incertidumbre y de apego que destruye la autoestima y la confianza por completo.

Decíamos, pues, que es necesario ser valiente, pero no sólo eso, además se requiere honestidad para aceptar que las alegrías ya no son tantas, y las dudas, los conflictos y las discusiones afloran por doquier. Ya no hay posibilidad de crear un futuro en común y lo único que hacemos en la relación es pasarlo mal y aguantar sinsabores. A este respecto 1Jorge Bucay y Silvia Salinas lo tienen claro:

Las relaciones duran lo que tienen que durar, es decir, mientras impliquen crecimiento para ambos: a veces unas semanas, otras, toda una vida”.

El desgaste es la antesala del desamor

Desde el ángulo del aprendizaje y crecimiento mutuo, cuando dos personas duran toda una vida es porque tienen claro que su compromiso y su amor está por encima de las diferencias que hayan podido surgir, máxime si han creado una familia a la que sostener y nutrir.

Hay relaciones en las que las tensiones están por encima del compromiso y del amor, propiciando el surgimiento de situaciones negativas que llevan a las personas a entrar en una discusión –cuando aún no han superado la anterior. Los problemas no se resuelven, se enquistan. Se acuestan a dormir y cada uno ocupa un rincón lejano en la cama… apagan la luz y los ojos permanecen abiertos, ahogados en un sinfín de preocupaciones e interrogantes sin respuesta: ¿hasta cuándo va a durar esta situación?

Este tipo de situaciones provocan un importante desgaste en las personas que comparten esa relación, de manera que sus intercambios se van viciando, con la consiguiente pérdida de deseo,  paz interior,  autoestima y de una dirección clara en esa relación.

Lo peor es que la mayor parte de los intentos por resolver el conflicto y que todo vuelva a ser como antes enturbian aún más la comunicación entre ambos, y llega un momento en el que el más mínimo contacto íntimo puede resultar incómodo, y hasta forzado.

Ese momento en el que ya no puedes generar una imagen positiva de la relación o de tu pareja, a través de la imaginación, la cosa está clara: la fractura ya está hecha.

A estas situaciones las llamo estar de resaca continua. No te llegas a recuperar de los síntomas del malentendido reciente y se inicia un nuevo ciclo de desavenencias que poco a poco nos van desgastando, hasta terminar por completo con nuestra ilusión y ganas de estar en esa relación, de manera que se va construyendo un muro invisible que separa a los supuestos enamorados.

Si ya no se confía en la posibilidad de un futuro en común o el proyecto de vida ha caído en mil pedazos, sólo queda una cosa y es soltar al otro, y soltarnos nosotros. Sin duda será un poco duro al principio, pero de ahí se sale, con el apoyo de la familia y/o amigos, o incluso con el apoyo extra de una ayuda profesional.

¿Para qué hacerse más daño alimentando algo que no va? ¿Para qué insistir en meter la cabeza por donde no cabe? Acepta que esa persona y tú ya os habéis mostrado lo necesario. Ya se puede dar carpetazo a esa historia de amor.

Si las personas se han hecho mucho daño a través de faltas de respeto, tocando las heridas del otro o incluso jugando con el valor que no se debe jugar nunca en una relación como es la confianza, hay que soltar el vínculo desde la gratitud de lo que fue, aún a pesar toda esa gama de sentimientos que acompañan a una despedida, donde no suelen faltar ni la rabia ni la tristeza.

La relación ha terminado

Dependiendo de la calidad del vínculo y del tiempo invertido en la relación, ésta puede generar un vacío mayor o menor en las personas. La buena noticia es que esta sensación de vacío no dura para siempre -ni mucho menos- y es una oportunidad para trabajar tus zonas vulnerables, tus carencias y tu amor propio.

Mantenerse en la idea de aprender de la experiencia y centrarse en la autorecuperación, es seguir con el propio camino.

Cuando se produce una ruptura de pareja, se dan –al menos- dos procesos diferenciados, y cuyo tratamiento por parte de la persona padeciente es completamente distinto. Por una parte está la decisión y el acto de poner fin a la unión, y por el otro el acto de atravesar el proceso de duelo que acompaña a esa ruptura que, bien elaborado, nos prepara para abrirnos a la posibilidad de enamorarnos de nuevo.

Poner fin a la relación es una decisión que nos empuja a un camino que, en primer lugar no suele ser agradable, sino más bien todo lo contrario. Puede que incluso al inicio de este camino puedan surgir sentimientos de arrepentimiento que nos lleven a dar pasos atrás, pero merece la pena mantenerse en este lugar para quedarte con el aprendizaje necesario de la experiencia, comenzando con el convencimiento personal de que “de pena no se muere nadie”, y salir se sale; incluso pasado un tiempo prudencial podemos volver a enamorarnos incluso con una intensidad mayor que la anterior. Sobre todo porque la experiencia es un grado, y a la hora de elegir pareja se tiene mucho en cuenta lo vivido en la anterior.

* Hasta aquí la versión reducida… si te interesa el tema puedes seguir leyendo.

Tu calle ya no es tu calle

Dice un poema de 2Manuel Machado “tu calle ya no es tu calle, es una calle cualquiera camino de cualquier parte”. El poema de Machado me sirve para destacar lo que sucede  cuando se inicia el camino de retorno a nosotros mismos al dejar una relación de pareja, y es que la otra persona pierde progresivamente protagonismo en nuestras vidas, hasta que llega un momento en que su calle es una calle cualquiera para nosotros, y camino a cualquier parte, ya que nuestra mirada ha de estar fijada en el nuevo camino que se inicia ante nosotros: la recuperación.

En los primeros momentos de la ruptura conviene recordar muy de cerca los motivos que nos han llevado a dejar esa relación, si la decisión la hemos tomado nosotros; o recordar los momentos desagradables y dolorosos que nos recordaban una y otra vez que esa relación no era sana, que nunca seríamos dichosos al lado de esta persona.

Recuerdo este punto porque suele ser frecuente que tras sentir los primeros síntomas de la pérdida del otro, comencemos a disfrazar y dulcificar lo acontecido, de manera que busquemos todas las pruebas que nos lleven a pensar que esa relación es lo mejor que nos ha pasado en la vida. Ojo, el autoengaño es un recurso macabro de la mente para que retrocedas, para que no asumas tu parte de responsabilidad y no atravesar la pérdida.

El dolor de estos primeros momentos puede llevarnos a buscar a la otra persona y a pedirle que vuelva con nosotros. Si una relación que ha terminado se da una oportunidad, desde luego es prudente dejar pasar un poco de tiempo para descubrir si ha sido fruto de la desesperación del momento de la despedida, o si realmente es una decisión razonada y no improvisada, basada en el convencimiento real de que puede funcionar, aún a pesar de la trayectoria y de los acontecimientos vividos.

Un límite tan importante y decisivo como es poner fin a una relación exige plantearse mucho las cosas, adoptar nuevos acuerdos y límites en la relación, si se opta por intentarlo de nuevo.

La función de los atajos

Luego también hay situaciones en las que las personas que comienzan a sufrir todos los síntomas de la despedida y del duelo intentan buscar atajos que los saquen de ese estado y de esa situación de dolor.

Un atajo es una senda o lugar por donde se abrevia el camino, y en temas de ruptura bien parece que hay personas que prefieren tomar atajos para no afrontar la parte más difícil del desamor: encajar y elaborar bien el fin de esta historia, el duelo.

¿Cuáles son los atajos más comunes en estas situaciones?

El más comúnmente aceptado sería el que sigue al refrán “una mancha de mora, con otra mancha se quita”, que no es ni más ni menos que buscar la manera de sustituir la relación que ya ha terminado por otra. Este tipo de comportamientos privan a la persona de la posibilidad de aprender de la relación que ha terminado, y por tanto no volver a repetir esa misma historia con la siguiente persona de la que se enamore.

Los momentos de tristeza son fundamentales para entrar en uno mismo y reflexionar, sin bien hay que reconocer que están más que denostados en nuestra cultura y por la sociedad, ya que hemos creado una especie de pánico social al dolor y a la soledad, provocando que muchas personas opten por una huída inmediata respecto a ambas cosas: la soledad y el dolor, como si de enfermedades terminales o terriblemente incapacitantes se tratara.

El temor de vernos atravesar un periodo de soledad puede llevarnos a pensar que nos vamos a quedar en esa situación para siempre, motivando forzar el proceso de recuperación cuanto antes, y de la mano de otra persona. Pero has de saber que cuando inicias una relación de pareja sin haber elaborado el duelo de la anterior “estarías sustituyendo el afecto que falta y esto podría generar una cierta dependencia”, tal como se recoge en un artículo de Beatriz G. Portalatín publicado en el 3Diario El Mundo el 15 de Abril de 2015.

Lo mejor es comenzar una relación de pareja cuando nos encontremos en una situación libre de cargas del pasado, pero sobre todo libre de resentimientos y rencores respecto a nuestra pareja anterior. Hay que reconocer que estos sentimientos no son campo abonado para que surja y florezca el verdadero amor, despojado de toda sensación de necesidad y angustia, por tanto un amor maduro y basado en la autonomía de dos personas que se encuentran y se funden en el abrazo del respeto y de la apertura a la persona que llega a nuestra vida.

Aprendiendo a decir adiós, a soltar lo que ya no está

La cuestión es que la relación ha terminado, no quiero coger ningún atajo pero el dolor que siento se me hace insoportable. Todo me recuerda a la persona de la que me he separado y el llanto hace acto de presencia una y otra vez.

Lo que conviene en estos momentos es apoyarse en las personas que nos quieren y con las que tenemos una buena relación, como puede ser nuestra familia o nuestros amigos. No es conveniente pasar todo el día encerrado en casa, ni lamentándose. Tiene que haber un momento para cada cosa, también para la distracción.

En un primer momento es importante hablar y desahogarnos con aquellos miembros de la familia o amigos en los que encontramos un mayor apoyo, pues el propio relato de lo sucedido y de cómo nos sentimos, nos ayuda a reelaborar lo sucedido, y a colocarnos donde nos corresponde en toda historia; pero al mismo tiempo nos ayuda a orientarnos en el maremagnun de sentimientos que nos dominan y a ordenarlo todo.

La decisión de la ruptura, sea tomada por una persona o por otra, hay que aceptarla como un acto de libertad de quién ha decidido, y en muchos casos como un acto de sentatez ante lo que no se sostiene. Siguiendo a 4Jorge Bucay “la propuesta es que yo me responsabilice, que me haga cargo de mí, que yo termine adueñándome para siempre de mi vida”. Y esto es un acto de voluntad y de auto convencimiento diario, acerca de las razones que han provocado la ruptura de esta relación, en la que yo puedo tener mi parte de responsabilidad, pero no toda la responsabilidad.

Uno de los aspectos más difíciles de encajar en la ruptura es la sensación de dependencia respecto de la persona amada. Surgen momentos de angustia y de negatividad que nos empujan a mirar atrás una y otra vez, obviando lo que nos separa y magnificando lo que nos acerca.

A este aspecto hay que ponerle mucha atención, ya que se trata de un engaño bien urdido y con los mismos síntomas físicos que provoca la abstinencia a una droga al principio de dejar de consumirla. Dicho así puede parecer exagerado, pero dentro del contexto de lo que significa ese doloroso momento, y desde el valor que supone dejar atrás algo que nos hace daño y nos atrae a partes iguales, conviene tenerlo en cuenta para –al menos- saber que lo que nos ocurre no es una especie de locura transitoria (en plan “ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio, contigo porque me matas y sin ti porque me muero”), sino que puede entrar dentro de la normalidad.

Leyendo a Eduardo Punset y su viaje al amor descubrí que los efectos físicos y psicológicos que acompañan al proceso de duelo o desamor tienen una fecha de caducidad, es decir, estamos programados para pasarlo mal durante un tiempo, pero no para quedarnos en ese lugar de manera indefinida.

Acepta que el desapego duele y que sólo se supera atravesándolo. Que no es el lugar de destino, sino sólo una estación por la que muchas personas atravesamos en algún momento de nuestra vida.

Duele el desapego

Duele el desapego

es una lucha, una gran desazon.

Grita como la droga

por la unión de dos.

Duele pensar en el otro

sentirlo en las entrañas.

Duele la imposibilidad de un futuro en común,

ni en hechos… ni en palabras.

Duele el desapego

por miles de fantasías despiertas,

obviando lo que nos separa

y magnificando lo que nos acerca.

Duele el desapego,

por la falta de coherencia,

por el peso de la obsesión,

por la rabia de la despedida

y por el maltrecho corazón.

Duele el desapego

no nos enseñan a afrontar,

que las despedidas no siempre encajan

y nos llevan a la baja,

más es cuestión de tiempo,

encontrar un mar en calma.

Duele y aún así está la conciencia

para poner todo en su sitio,

para tratarse a una misma con amor,

y avanzar sin cárceles ni condenas,

hacia la libertad.

 (Poema de elaboración propia)

Autora: Inmaculada Asensio Fernández.

Referencias:

1 Bucay, J., Salinas, S. (2003) “Amarse con los ojos abiertos”. R.B.A. Libros, S.A. Barcelona

2 http://www.poetasandaluces.com/poema.asp?idPoema=1570

3 http://www.elmundo.es/salud/2014/04/09/53443ef7ca474165428b4585.html

4 Bucay, J. (2003) “El camino de la autodependencia”. Editorial Grijalbo. Barcelona

5. Punset, E. (2007) «El viaje al amor». Editorial Destino. Barcelona

«¡Qué alegría vivir…!»

besoguillen

Imagen tomada de: http://goo.gl/BScdMy

En esta vida hay espacio para todo, incluso para la belleza. La poesía esconde grandes secretos y revela pequeñas verdades. El escritor Pedro Salinas fue un gran virtuoso en el género literario de la poesía, y una de sus más famosas obras es La voz a ti debida, inspirada en su gran y prohibido amor Katherine R. Whitmore, estudiante norteamericana a la que conoció en el verano de 1932, y con la que mantuvo una relación secreta hasta 1947. Todas las cartas que se estuvieron enviando durante años son la prueba de su amor, y muchas de ellas se pueden consultar en la Houghton Library de la Universidad de Harvard, además han sido publicadas en  el libro de Pedro Salinas Cartas a Katherine Whitmore.

Esta semana ha llegado a mí este precioso poema, contenido en La voz a ti debida, y hoy me apetece compartirlo a través de mi blog. El amor es una fuerza capaz de transformarlo todo, y es lo único que nos vamos a llevar puesto el día que partamos de Íthaca. De esto no me cabe la menor duda… ¿convicción o fe?

"¡Qué alegría vivir...!", de Pedro Salinas

¡Qué alegría, vivir
sintiéndose vivido!
Rendirse
a la gran certidumbre, oscuramente,
de que otro ser, fuera de mí, muy lejos,
me está viviendo.
Que cuando los espejos, los espías
-azogues, almas cortas-, aseguran
que estoy aquí, yo inmóvil,
con los ojos cerrados y los labios,
negándome al amor
de la luz, de la flor y de los hombres,
la verdad trasvisible es que camino
sin mis pasos, con otros,
allá lejos, y allí
estoy buscando flores, luces, hablo.
Que hay otro ser por el que miro el mundo
porque me está queriendo con sus ojos.
Que hay otra voz con la que digo cosas
no sospechadas por mi gran silencio;
y es que también me quiere con su voz.
La vida -¡qué transporte ya!-, ignorancia
de lo que son mis actos, que ella hace,
En que ella vive, doble, suya y mía.
Y cuando ella me hable
de un cielo oscuro, de un paisaje blanco,
recordaré
estrellas que no vi, que ella miraba,
y nieve que nevaba allá en su cielo.
Con la extraña delicia de acordarse
De haber tocado lo que no toqué
sino con esas manos que no alcanzo
a coger con las mías, tan distantes.
y todo enajenado podrá el cuerpo
descansar, quieto, muerto ya. Morirse
en la alta confianza
de que este vivir mío no era sólo
mi vivir: era el nuestro. Y que me vive
otro ser por detrás de la no muerte.

           (Pedro Salinas, La voz a ti debida)

El Amor tiene un límite y se llama Dignidad

eL Amor tiene un limite se llama Dignidad

Imagen de fondo tomada de http://goo.gl/OlzPfK

El amor no tiene límites, rezan algunos…  y claro, desde ese lugar «todo el monte es orégano«…  El amor es ilimitado,  en tanto no conoce de trajes ni formas, mucho menos tallas… se puede sentir con toda la fuerza de la naturaleza y de la ilusión; pero también se puede marchitar, igual que se marchita un geranio si le da mucho el sol y no se le riega. Una cosa es que el amor tenga una capacidad de expresión ilimitada, y la otra es que no tenga límite.

El amor si tiene límite, y se llama DIGNIDAD.

El amor de pareja se recoge en poemas, novelas, cuentos y canciones de todas las épocas, sociedades y culturas; sin embargo el amor propio sólo se recoge en los libros de autoayuda y en los materiales sobre autoestima y superación personal. Y es desde ese amor propio que comienza todo, desde esa llama que es valorarse a uno o una misma sobre todas las cosas.

Si una persona tiene conciencia de cuál es su valor, por encima de todas las cosas, sabrá cuidar de sí misma, protegerse ante situaciones inadecuadas o dañinas y darse el lugar que le corresponde en cualquier situación que le presente la vida.

¿Cómo te hace sentir esa relación de pareja en la que te encuentras?

Si te sientes una persona confiada, amada, valorada y respetada, la cosa tiene buena pinta. Una relación es para compartir, para crecer juntos, para tener una buena vida, un proyecto en común.

Ahora bien, si tus pensamientos y sentimientos sobre esa relación son negativos, te sientes una persona temerosa e insegura… sufres, por no mencionar sentimientos aún más dolorosos como la infravaloración, la humillación o las faltas de respeto… quizá sea hora de practicar el amor propio -como única alternativa posible- y cortar por lo sano.

Como dicen por ahí:  “No me quieras tanto y quiéreme mejor”.

Erase una vez una sirena que había recuperado la fe en sí misma, razón por la cual estaba muy contenta. Erase una vez la historia feliz de un corazón que, dichoso, bailaba la danza de la autenticidad, el coraje, el amor y la magia.

Así deberían comenzar todas las historias. Así debería sentirse toda mujer y todo hombre en el planeta tierra.

(Extracto tomado de «La danza de amor de las hadas», de Rosetta Forner).

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

Los que se entienden bailan juntos

Botero

Botero

Tener sintonía con una persona no es algo tan fácil como nos muestran los anuncios de refrescos o cerveza, donde abundan los colores, las canciones de moda y las risas de fondo.

La relación de pareja es un baile de a dos, en el que es necesario estar en la misma frecuencia y tener feeling, y esto se traduce en hablar un mismo lenguaje, tener gestos muy similares, un mismo estilo afectivo, así como una misma orientación en la vida.

Se nos ha insistido hasta la saciedad que los polos opuestos se atraen, sin embargo esta generalización conviene cuestionarla. Lo mismo descubres que no es del todo cierta, o no para todo el mundo.

Las personas evolucionamos constantemente, y dentro del marco de una relación de pareja, esta evolución a veces conlleva afianzar posturas, y otras a distanciarlas, a tomar otro sendero de vida diferente al compartido hasta la fecha.

¿De qué depende que se dé una circunstancia u otra?

Para responder a esta pregunta, fíjate en lo que sucede cuando bailas con otra persona:

Hay momentos en los que tomas delicadamente la mano de tu acompañante, giras al mismo son, o te abrazas a su cuerpo … con deseo, atención, alegría, o incluso a veces con paciencia, pues siempre te puede caer algún que otro pisotón y esto no tiene porqué significar que se termine el baile, pues las posibilidades de reconducir tus pasos son infinitas, sólo hace falta intención y ganas.

Tras los primeros pasos vas tomando conciencia de cuán agusto te sientes, y espontáneamente -casi sin proponértelo- vas decidiendo cómo serán tus próximos pasos…

Si estás un rato largo bailando con la misma persona, descubrirás que puede llegar un momento en que uno de los dos se canse, y desee llevar otro ritmo, o directamente le apetezca sentarse solo o sola un rato, para replantearse si quiere continuar bailando esa misma pieza contigo. El otro en consecuencia, puede que decida aminorar su paso, para ajustarlo al de su acompañante, o incluso resuelva tomar asiento junto a él y esperar; o puede que no le apetezca hacer ni una cosa ni otra, bien por aburrimiento, porque ya no le guste esa melodía o porque directamente le apetezca bailar solo, o encontrar otra pareja de baile.

¿Qué elementos son importantes para un buen baile?

La instrumentación importa… y la instrumentación es la melodía, el dejarse acariciar por lo que el otro nos aporta, «valorando lo bueno que hay en tí, que además puedo ver en mí».

La coreografía importa… y la coreografía se traduce en el buen gusto, en los detalles de la relación, en lo que se comparte, en el interés por la otra persona, los momentos que se viven día a día. La confianza de dejarse caer en el otro, y viceversa.

El movimiento importa… el ritmo, que es la empatía, la escucha, la complicidad y la atención consciente a las propias necesidades, y a las del otro: el compartir.

La expresión corporal importa… los sentimientos se trasdalan al otro a través de nuestro cuerpo, de nuestros gestos y de nuestro lenguaje, hablado o no hablado. Este elemento es bastante importante, pues gran parte del feedback que recibimos se debe a cómo nos estamos comunicando con el otro, a través de nuestras expresiones corporales y de nuestra conducta.

El color importa… y el color es el coqueteo, la risa; la alegría que se experimenta en muchos momentos con la otra persona, el ocio compartido. El interés por engalanarse para compartir momentos especiales, por gustar a tu pareja y despertar su deseo, el placer sexual.

El espacio importa… el escenario donde se comparte la vida, el calor del hogar, los nuevos paisajes visitados, los viajes, el respeto del espacio vital de cada uno.

Etc.

Las relaciones afectivas con los demás nos permiten conectar con el AMOR, que es un alimento tan vital como el aire, el agua y la comida. Concede mucho valor y sentido a la vida de quién lo porta, y de quién es capaz de reconocerlo, dentro y fuera de sí.

Luego, cuando la pareja de bailarines además tiene hijos, siempre se produce un esfuerzo mayor por sincronizar el paso con la persona amada, para mantener unida a la manada. Para ello hay que estar despiertos, y ser conscientes en cada momento del ritmo que está llevando uno y otro, vaya a ser que te sorprendas pasado un tiempo con que cada vez os cuesta más poneros de acuerdo en cuál será el próximo paso…

¿A qué ritmo estás bailando ahora… sólo o en pareja? – Buena pregunta.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández.