Las cosas que me avergüenzan

verguenza

http://goo.gl/MEX7DY

¿Te sientes incómoda con frecuencia por cosas que haces o no haces? ¿Te es familiar reprimir ciertas necesidades o gustos por el qué dirán? ¿Repasas una y otra vez diálogos, frases o situaciones ya vividas… pensando cómo te habrán visto otros…?

Puede que estés siendo víctima de la vergüenza y sus consecuencias no son para tomarlas a guasa, pues -por responder a las expectativas marcadas por el entorno- te puedes ver renunciando a tus deseos y necesidades, con el correspondiente coste personal y en una actitud absolutamente complaciente para los demás, pero decididamente castrante para ti.

Por definición encontramos que una de las acepciones de la vergüenza es: “sentimiento de pérdida de dignidad causado por una falta cometida, o por una humillación o insulto recibidos”. En este sentido, el sentimiento de falta de valoración e incomodidad que genera en quién lo porta, le impide actuar con resolución ante el hecho en cuestión que le ha llevado a avergonzarse.

Sentir vergüenza nos vuelve especialmente vulnerables a la opinión y juicios ajenos. Dificulta el acceso a la fuente de fortaleza y sabiduría que tenemos dentro, también llamada intuición; se trata pues, de una renuncia inconsciente a las propias capacidades para hacer lo que queremos, en pos de un sentimiento que nos devuelve al niño o niña que un día fuimos.

La vergüenza es bastante común -aunque no exclusiva- en las mujeres, de hecho la feminización de la vergüenza es un tema recurrente en las redes sociales y no son pocos los que han escrito sobre ello. A mi modo de ver, la vergüenza ha servido a lo largo de la historia como mecanismo de control y sometimiento de las mujeres al sistema dominante, el establecido por y para hombres, ya que a través de la  experimentación de este sentimiento se hace lo posible por adaptar el propio  comportamiento al marcado por el grupo, por la mayoría. Desde este punto de vista, la vergüenza se deposita en las mujeres para que tengan un comportamiento social más comedido, para que supriman la fuerza y el coraje para hacer valer sus propias necesidades y aspiraciones.

Además, parece que está grabado a fuego en el inconsciente colectivo que hay ciertas cosas por las que las mujeres deben avergonzarse… como expresar los propios deseos; finalizar una relación de pareja estable,  que un hombre la rechace  -o peor aún- la deje por otra mujer… no ser la más joven, las más bella o atractiva del grupo, etc.  El autorechazo y la culpa culminan en lo que conocemos como falta de amor propio, y es precisamente esa falta de amor la que produce una serie de síntomas como la desvalorización y autocensura ante todo aquello que pueda suponer una amenaza para la propia imagen, esa estructura construida a lo largo de los años y tras la que una persona puede decidir esconderse, a veces para siempre.

Aquí cada cual porta –al menos- una buena semilla para mejorar este planeta… y hay quiénes portan millones de ellas. Puede que tu vergüenza te impida plantar unas cuantas por tenerlas escondidas en no sé qué lugar dentro de ti, como si de ella fuese a brotar algo feo o monstruoso, algo de lo que los demás se puedan reír o puedan criticar de ti…

¡Pamplinas!

Soltémonos el pelo y mandemos la vergüenza a paseo aunque sea media hora al día… en pequeños detalles conscientes, en los propios pensamientos, en la comunicación con las personas más cercanas o como buenamente se te ocurra… de forma saludable y ecológica con tu entorno. Al cabo de 40 días haciéndolo ya habrás instaurado un nuevo software (también llamado hábito), el de la desvergüenza, aunque sea para contrarrestar el otro que lleva tantos años contigo.

Reflexiona sobre lo siguiente:

  • ¿Quién no ha cometido uno, dos, tres, cuarenta y tres… errores en su vida?
  • ¿Quién no ha asegurado algo de lo que no estaba del todo seguro?
  • ¿Quién no ha realizado promesas que no ha podido cumplir?
  • ¿Quién no ha tenido un mal pensamiento hacia algo o alguien, aunque haya sido de manera fugaz?
  • ¿Quién carece de una habilidad concreta para hacer algo? (y digo solamente una porque soy bienpensada).
  • ¿Quién no ha hecho el ridículo alguna vez en toda su vida? (aquí los y las valientes, o los que tienen sentido del humor.., seguro que pueden admitir más de una media de 20 veces).
  • ¿Quién no se ha sentido rechazado o no amado al menos un vez en su vida por alguna otra persona?

A ver… somos humanos y estas cosas pertenecen a los de nuestra especie, ¿lo tienes claro ya? En esto sí que coincido en que todos somos uno.

Inmaculada Asensio Fernández

Cuando superas tus límites con una persona, lo que queda es el rechazo

cuando superas tus limites RECHAZO

Imagen tomada de http://goo.gl/8EaaUZ

Es bien importante en la vida conocer donde tenemos los límites, sobre todo en lo que respecta a nuestra intimidad, nuestras relaciones con los demás y nuestras decisiones. Y cuando hablo de límites me refiero a aquello ante lo que no queremos ceder o por lo que no queremos pasar, esto es: esos valores propios con los que no queremos negociar.

Toda vez que cedes ante lo que no quieres, te sometes o incluso finges o aguantas una situación inadecuada durante un periodo de tiempo… te llenas de rabia y acabas experimentando una sensación de resentimiento que no mereces sufrir, y que te impide sentir la paz y el equilibrio normal de cada día. Y esto sucede porque de algún modo entras en deuda contigo.

Ames, quieras o desees lo mejor a las personas que te rodean (familiares, amigos, compañeros del trabajo, amores, amantes, vecinos…), si superas tus límites con cualquiera de estas personas, lo único que te quedará será el rechazo. Y probablemente durante un tiempo sea la única opción posible, hasta que puedas recuperarte nuevamente a ti mismo y continuar con tu vida.

La persona más importante de tu vida eres tú.

Pasado un tiempo y ya con la lección aprendida, es decir, siendo otra persona  -no completamente nueva, pero sí completamente otra- podrás volver a mirar a esa  persona de una manera tranquila, sin emociones negativas y sin reproches, pero esto va a depender del tiempo transcurrido desde el hecho que te ha llevado a alejarte, y de la afrenta recibida.

Lo mejor siempre: conocer tus límites en diferentes situaciones y poner atención en no rebasarlos. Quien te quiera o guste de tu compañia, que se acerque desde el conocimiento del ser que eres, y desde el respeto que implica no tratar cambiarte.

Si no quiero que seas como eres, o quiero que seas como yo deseo,  lo mejor es que te deje continuar con tu vida y que me agarre con fuerza a la mía, que es la que ha de importarme sobre todas las cosas.

No obstante lo dicho, considero que el rechazo es una estación, pero nunca el destino. Lo mejor es guardar en nuestro corazón el mejor recuerdo posible de cada una de las personas con las que nos hemos cruzado en la vida. Cada persona hace lo que puede con las circunstancias que le han tocado en suerte.

La vida es hermosa para vivirla con respeto, libertad y goce… y no sólo los fines de semana, sino los máximos días del año.

Inmaculada Asensio Fernández.

 

 

Ensayo sobre la Dignidad

La dignidad, esa flor que debes aprender a reconocer, como amiga y compañera.

La dignidad, esa flor que debes aprender a reconocer, como amiga y compañera.

El concepto de dignidad hace referencia al valor inherente al Ser Humano, aceptando la diversidad y la contradicción o dualidad que caracteriza a la especie.

El Ser Humano está dotado de libertad y de poder creador para dibujar y desdibujar su propia historia,  y hace uso de esta libertad y poder creador a través de la toma de decisiones.

“Una persona es libre en la medida en que toma decisiones, en la medida en que regula su comportamiento según normas propias”.

Una persona con conciencia es capaz de ver su propio valor, sus cualidades, así como las de las personas que la rodean. Y siendo consciente de este valor, no se daña a sí misma, ni daña a los demás, al menos no voluntariamente. Se respeta, se escucha, está presente en el eterno diálogo entre ella y el mundo, estableciendo los límites necesarios para responder a sus necesidades, y haciendo esto de manera asertiva, sin lucha.

“No es necesario luchar por algo que nos ha sido dado de manera natural”.

El respeto es otro concepto que se relaciona muy estrechamente con el de dignidad, ya que se basa en la idea de que algo o alguien tiene un valor por sí mismo, por tanto implica aceptar las diferencias; comprender y aceptar la forma de pensar y de Ser de las demás personas, aunque no sea igual a la nuestra.

La dignidad y el respeto son dos valores que aportan mucha fuerza a la persona, la nutren desde dentro, proporcionándole vigorosas raíces.

Ahora bien, ¿Por qué es tan frecuente, entonces, que las personas adolezcan de falta de amor propio, si la dignidad está presente en el Ser Humano de manera natural, sin proponérselo?

Una de las explicaciones podría ser que esa persona haya sufrido humillaciones, o haya visto sufrir humillaciones a personas cercanas y amadas de su entorno.

Y… ¿En qué consiste humillar a una persona?

Humillar es hacer sentir a otro  que es inferior, rebajarlo, apocarlo o  deprimirlo. Aunque esto es algo que se le puede hacer a otro y a uno a uno mismo también.

mafalda-dignidad-big

Las humillaciones con historia, esto es, dadas en el marco de una relación de afecto y sostenidas en el tiempo, pueden adoptar diferentes formas, y sus consecuencias psicológicas y sociales pueden ser devastadoras para la persona que las sufre, sobre todo si se experimentan a edades tempranas.

Mi hipótesis es que ayudan a la conformación del carácter de la persona, y posteriormente determinan la calidad de las relaciones durante la vida adulta.

“Si sufriste humillaciones siendo niño o niña, sin poder defenderte, siendo la única estrategia de supervivencia el sometimiento,  lo más probable es que hayas desarrollado dificultades para reconocer los actos de humillación en el marco de tus relaciones adultas, pues tu capacidad de tolerancia probablemente sea muy holgada. O paradójicamente puede suceder justo lo contrario, que detectes la humillación en cualquier acto de desagravio o contradicción con otra persona, alterando por completo el significado real de estar en desacuerdo con otro, e interpretando cualquier gesto de oposición a una idea u opinión como una humillación, sin verdaderamente serlo”.

Puede que la sumisión haya sido útil a la persona como estrategia de supervivencia durante su infancia, pero ya de adulto se pueden explorar otras opciones, así como la persona puede aprender a legitimarse, sin sentirse una víctima, y sin adoptar el papel de agresor, para ser finalmente reconocido o escuchado. La persona puede aprender a  darse valor, amor y cuidados… propios de quiénes reconocen su dignidad y su auto respeto, sin juicios, y del mismo modo pueden reconocer y proporcionar todo eso a los demás.

Hay una frase que siempre digo y es que “nunca es tarde para tener una infancia feliz”. Y del mismo modo, “nunca es tarde para emprender el camino de regreso a lo que eres, al valor que nadie puede arrebatarte y que sólo tú frente al espejo puedes darte: el espejo de tu alcoba, y el espejo del mundo.

¿A qué esperas?

Hoy es el primer día de tu vida.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández.