Acepta que has perdido y pasa página

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Imagen tomada de: https://goo.gl/EX1IKw

Reflexionar sobre el sentido de dejar atrás viejos deseos, malos humores, sensaciones de fracaso, abandono o rechazo, que nos quitan las ganas de volver a intentarlo, de perseguir una ilusión con la misma fuerza de siempre,  con la misma convicción… de eso se trata, de pararnos un momento y de mandar varias preocupaciones . como se suele decir- al ´registro general´, o a la ´papelera de reciclaje´.

Hay veces que hay que cerrar la puerta y abandonar toda forma de cabezonería. Si no te quiere, pues no te quiere. Si no te han dado ese trabajo, pues no te lo han dado. Si tus amigos no te llaman, pues no te llaman. Si te has partido una pierna, pues te la has partido y punto.

¡¡¡Más se perdió en la guerra!!!

Hay un momento en el que hay que gritar ¡hasta aquí! y comenzar a caminar con la cabeza bien alta. Nadie va a hacerlo por ti, nadie puede hacerlo por ti.  

Hay veces en las que se nos antoja que no tenemos suerte, que los demás no nos han tratado como esperábamos, no nos han valorado lo suficiente, deberíamos tener estas o aquellas condiciones -todas menos las que ahora tenemos… pero, ¿qué conseguimos con todos esos pensamientos y pesares?  Quizá sin darnos cuenta nos anclamos a la misma situación y sentimientos de los que deseamos zafarnos: de la rabia, la desesperanza, el rechazo, el desprecio, el vacío, el desamor…

Vamos a ver, ¿en qué libro está escrito que todo tiene que ser como yo deseo y en el momento exacto que lo deseo? No tiene por qué serlo, de hecho se dan muchas situaciones en las que nuestras ilusiones y esperanzas se ven truncadas.

La buena noticia, a pesar de todo, es que la vida no se detiene y que, superada la decepción inicial y haciendo un esfuerzo por despedirnos de aquello que nos ha hecho daño o no funciona de la manera que esperamos, nos puede abrir a otro modo de entender y afrontar la vida. Una manera más humilde, más llana, más en sintonía con el resto, más centrada –quizá- en el nosotros, y menos en el YO.

“Una vida más centrada en el NOSOTROS, y menos en el YO”.

¿Recuerdas haber visto a un pájaro, un elefante o una ballena preocuparse durante horas, días, semanas, meses… porque algo no aconteció como esperaban? Lo más normal es que no. Los animales tienen que resolver las contingencias del momento para continuar con vida. Nosotros, sin embargo, estamos más en la mente y menos en el corazón, y esto puede llegar a convertirse en un gran problema.

Al final la vida, con toda su sabiduría, nos va llevando por el camino de las despedidas, para enseñarnos que no hay que vivir tan apegados a la euforia del reconocimiento y el éxito… a la vanagloria, al esperar que todo sea como yo quiero.

Por este motivo, esta misma vida que nos regala dones y virtudes varias, nos prepara para ir despidiéndonos de muchas personas, bien porque fallecen, bien porque dejan de formar parte del elenco de personas cercanas de nuestra vida. También nos prepara para despedirnos de nuestro aspecto lozano y joven, posteriormente del aspecto maduro, y finalmente nos prepara para la senectud y la muerte.

No pierdas ni un día más en lamentaciones y  quejas sobre cuestiones más que manidas de tu vida.

Quita ya de una vez por todas el mismo tema dedicado del pinchadiscos que llevas escuchando durante meses…  sal a vivir lo mucho o poco que te queda.

Como siempre, nos conviene tener en cuenta que es bueno no hacer daño a nadie, y también es bueno aprender a amarnos incondicionalmente. Mi teoría es que amando y ayudando a los demás, todo ese amor se hace visible sin esfuerzo alguno.

El mejor antídoto a los sinsabores: EL BUEN HUMOR. Ya lo dice la famosa fórmula:

DRAMA+TIEMPO=COMEDIA

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

Cultivar la paciencia

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La paciencia es un músculo como cualquier otro que conviene ejercitar, porque vivimos en una sociedad donde se cultiva justamente lo contrario: ser el más rápido, el más competitivo, el mejor, atesorar más…  con lo que trabajarla tiene que ver con derribar ciertos cimientos culturales sólidamente arraigados.

Si hay algo que caracteriza al ser humano es el deseo, y este deseo puede entrañar tanto sentimientos positivos derivados de sentirse vivo o viva, como un sentimiento de frustración o sufrimiento cuando la “cosa” que se desea no parece estar a nuestro alcance, aquí y ahora. Eso acelera todos nuestros mecanismos físicos y psíquicos para intentar conseguir lo deseado, y no caer en el pozo de la desilusión.

La paciencia es necesaria para afrontar los diferentes retos y cambios que nos plantea la vida, para hacerlo de manera reflexiva, ordenada y pacífica, y con el  menor coste emocional posible –el justo para poder aprender y crecer, pero sin entrar en el *sufrimiento (http://es.wikipedia.org/wiki/Sufrimiento).

Poner el foco de atención en tu paciencia, equivale a una apuesta por ti mismo o misma, por acercarte a la idea del No Hacer, ya expuesta y desarrollada por Emilio Carrillo (http://emiliocarrillobenito.blogspot.com.es/). Trabajar la paciencia significa estar en el aquí y ahora, enraizarte todo lo que puedas a tierra,  pisar suelo firme, sin ansiedad, sin prisas… desde la idea original de que si algo tiene que suceder, sucederá.

Desde la paciencia no se experimenta el miedo. Todo lo contrario, se experimenta el amor…  la escucha, la entrega a la propia vida, el gozo y el agradecimiento por estar aquí.

Trabajar la paciencia es aceptar la ansiedad cuando aparezca; sentarte a respirar y esperar que pase.

Esperar que pase.

Las cosas más hermosas de la vida, las más duraderas o sólidas, no se consiguen en un segundo. Requieren su tiempo.

Deja espacio para que sea, lo que tenga que ser. No te apresures. No permitas que tus pies se eleven del suelo, pues el contacto con la tierra te proporciona el equilibrio que necesitas para caminar por la vida.  Abre los ojos, es todo un mundo lo que tienes ante ti: el cielo, las nubes, las personas que te rodean…

Observa con conciencia: eso es la espera. Eso es dejar espacio para que sea, y bendito sea si ES, y si no ES, pues también.

Inmaculada Asensio Fernández.

Fragmentos de vida contemplando el mar. 

La fábula de la vaca

Imagen“Había una vez un viejo maestro que decidió visitar junto a su discípulo la casa más pobre de la comarca, donde malvivía una familia con una sola posesión: una famélica vaca cuya escasa leche les proveía de insuficiente alimento, pero alimento al fin y al cabo. El padre, hospitalario, les invitó a pasar con ellos la noche.
Al día siguiente, muy temprano, el maestro le dijo a su discípulo: “Ha llegado la hora de la lección”. Y el maestro sacó una daga y degolló a la pobre vaca.
–¿Qué clase de lección deja a una familia sin nada? –se quejó el discípulo.
–Fin de la lección –fue la única respuesta.
Un año más tarde volvieron al pueblo y donde estaba la casucha destartalada encontraron una casa grande, limpia y bastante lujosa.
Vieron salir al padre de familia, que no sospechaba que el maestro y el discípulo habían sido los responsables de la muerte de su vaca, y les contó cómo el mismo día de su partida algún envidioso había degollado salvajemente al pobre animal…
–… esa vaca era nuestro sustento. Pero cuando vimos a la vaca muerta, supimos que estábamos en verdaderos apuros y que teníamos que reaccionar. Y lo hicimos. Decidimos limpiar el patio que hay detrás de la casa, conseguimos algunas semillas y sembramos patatas y algunas legumbres para alimentarnos. Muy pronto vimos que nuestra granja casera producía más de lo que necesitábamos, y así empezamos a vender. Con las ganancias compramos más semillas, y así hasta hoy mismo que he comprado la casa de enfrente para plantar más patatas y hortalizas y algo de…
Mientras el padre de familia seguía hablando, el discípulo se dio cuenta de que aquella vaca había sido la cadena que mantenía a toda la familia atada a una vida de conformismo y mediocridad.
Autor de la fábula: Camilo Cruz, Ph.D.
Fuente: http://www.uaca.ac.cr/bv/ebooks/administracion/6.pdf

Reflexión:
La historia de la vaca es la historia de la mediocridad.
Y si un día te quejas y el maestro llama a tu puerta… ¿Qué vaca encontrará?
Todos tenemos vacas de las que deshacernos de algún modo, bien sea en lo laboral, en lo personal o en lo sentimental… El elemento de reflexión aquí sería:
¿Cuál es la vaca que frena tu desarrollo o expansión?
Pueden ser tus pensamientos, tu pereza, tus excusas, tus dependencias, tu comodidad, el aferramiento a personas, situaciones o cosas que no te dejan avanzar en tu propósito de vida, en el despliegue de todo tu potencial.
Hoy puede ser un buen día para hacerse esta pregunta.
Y si no hay ninguna vaca, pues mejor… en ese caso es una buena oportunidad para leer una interesante fábula y compartirla con aquel o aquella que la necesite en este momento.

Por: Inmaculada Asensio Fernández