Un par de formas de entablar una relación de ayuda

Ilustración de Rébecca Dautremer

Dentro de los estilos de comunicación profesional vamos a hacer referencia a dos que son completamente antagónicos, pero especialmente significativos en el ámbito de los servicios sociales y, más aún, en el ámbito de la salud: la relación centrada en el profesional y la relación centrada en el paciente.

Relación centrada en el profesional:

Este estilo comunicativo suele ser predominante por parte de aquellos profesionales que ejercen desde un rol de autoridad, considerando que tienen la solución al problema que trae la persona, a la cual consideran un agente pasivo… sin voz y sin voto.

En un estilo relacional centrado en el profesional, es este quién indaga –a través de sus preguntas- sobre la situación problema que trae la persona con el ánimo de establecer una conexión entre el citado problema, el diagnóstico y la posible solución.

Problema – Diagnóstico – Solución

Investiga las causas y las consecuencias generadas por el problema, así como valora las posibilidades de la persona y su entorno para hacer frente al mismo.

Valora para la persona, pero sin la persona, ya que su visión se considera “experta”. Por este motivo sus preguntas son mayormente cerradas, para obtener información lo más específica y concreta posible, incluso de esas que pueden ser respondidas con una o dos palabras. Cuando se dirige a la persona atendida, lo hace para hacer preguntas o transmitir información, de manera que la comunicación es unidireccional desde el profesional a quién atiende. 

Desde este estilo comunicativo no hay espacio para la ventilación emocional, ni para abordar cómo la persona está vivenciando su problema. El profesional ignorará los intentos de la persona usuaria por desviar el foco del problema hacia detalles que se sitúen en los márgenes de la situación que padece, considerados accesorios y prescindibles al no estar vinculados con el tema principal. Esto limitará mucho el tiempo dedicado a la relación de ayuda y el enfoque será en exceso pragmático y con las palabras justas y precisas.

Relación centrada en la persona:

Este estilo comunicativo es bastante más flexible que el anterior, y se amplían un poco más los márgenes de la atención y la escucha por parte del profesional de referencia para la persona en este momento.

La profesional tratará de indagar en el problema que presenta la persona atendida y permitirá que esta lo exprese con sus palabras y emociones, respetando su necesidad de detenerse en ciertos detalles que favorezcan la expresión de emociones negativas asociadas a su estado de confusión, preocupación o sufrimiento, siempre desde una actitud de escucha activa.

La escucha activa permanece siempre atenta y favorece el desahogo de la persona, poniéndose en su lugar y viendo las cosas desde su óptica, pero sin identificarse con lo que le sucede. Además, la profesional también sabe mostrar a la persona que se hace cargo de cómo su problema debe estar afectando a su vida y a su bienestar, con lo cual valida la expresión de las emociones de la persona.

Suele ser más fácil saber hablar bien, que saber escuchar bien, pero desde este enfoque nos interesa más escuchar que hablar. Por este motivo, una técnica que nos puede ayudar a entrenar esta atención es utilizar la técnica del cambio de silla, que se basa en imaginar cómo nos sentiríamos nosotras si estuviésemos en su lugar, qué dificultades experimentaríamos y cómo nos gustaría que nos escuchasen.

Además, la profesional deberá ser hábil conjugando tiempos e interés por escuchar genuinamente, de manera que el resultado de la gestión del tiempo sea proporcionado a la naturaleza y objeto del servicio en el que trabaja, de manera que los tiempos de espera entre persona y persona sean razonables, pero no inflexibles. Por ejemplo, si tenemos el tiempo de atención limitado, es conveniente tratar de escuchar sin interrupciones, para aprovechar mucho más el tiempo y hacer que la persona se sienta recogida en sus manifestaciones y peticiones. Es importante dejar claro que esta escucha siempre precede a la clarificación de las diferentes partes del problema y el planteamiento de las posibles alternativas de solución.

Desde este estilo, la relación de ayuda se caracteriza por una tendencia clara a realizar preguntas exploratorias abiertas, lo que permite a la persona usuaria ofrecer una información más completa sobre su situación problema y sobre cómo lo está viviendo, así como permite a esta persona participar en la medida de lo posible en el proceso de toma de decisiones, desde la práctica del consentimiento informado.

Inmaculada Asensio Fernández.

Imagen tomada de: https://felixmaocho.wordpress.com/2016/11/03/rebecca-dautremer-la-mas-valorada-ilustradora-del-momento/

Manos que no dais, ¿qué esperáis?

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Imagen tomada de: http://goo.gl/xVk35M

Dar y recibir es un ejercicio necesario para intercambiar los afectos entre las personas, además de que nos hace más felices y dignos ante los ojos de la madre naturaleza, en el sentido de que colabora con la supervivencia y desarrollo de la especie.

Los seres humanos somos sociales, aunque haya ocasiones en las que la autosuficiencia se alce como portavoz y protagonista de nuestras vidas -aunque sea por un lapso de tiempo- contribuyendo en la creación de una imagen personal interna de poder y fuerza, pero que se asemeja a un gigante con los pies de barro.

Todo el mundo necesita alguien a quién amar y alguien que lo ame, llámese familia, amigos, amores o amantes –como se les quiera llamar, pero la corriente del amor circula y se siente sólo cuando va y vuelve, es decir, lo depositamos en otro y lo recibimos de otro. Sin embargo, hay ocasiones en las que el dolor provocado por nuestras heridas (cada uno ha librado sus propias batallas) nos impide sentir el calor de ese amor que los demás pueden brindarnos y -lo que es más común- nos dificulta expresar nuestro amor a los demás, y mostrar un comportamiento y habilidades adecuados a las situaciones y a la confianza dada en el marco de una relación. Esta situación, sostenida en el tiempo, puede generar distanciamientos e incluso fracturas que nos hacen sentirnos aislados y no amados.

El rencor y el orgullo son peligrosos. Cuando nos sentimos profundamente ofendidos y somos incapaces de acercarnos a quién queremos, o incluso somos incapaces de perdonar a quién nos ha dañado, de algún modo nos estamos colocando en una posición de superioridad frente al otro que es muy difícil de abandonar. Si me enfado contigo y no te perdono la ofensa, es porque yo tengo la razón; y si tengo la razón es porque –aunque sea solo en ese asunto que nos ha enemistado- yo soy mejor que tú. Y desde la óptica del “yo soy mejor que tú, o lo hago mejor que tú” me siento en un lugar de poder frente a ti que no voy a soltar de manera sencilla, pues aunque me duela, aunque me queje, aunque me sienta la víctima… me ayuda a saberme fuerte, y eso es justamente lo que muchas personas necesitan: la legitimidad de sentirse mejores, aunque sólo sea a través de las ofensas que sufrieron de manos de otros.

Todo esto que te une o te separa de los demás está guardado en un cofre. Un cofre pequeño y simbólico que albergas dentro de ti y que va a condicionar en gran medida tu forma de relacionarte, y tu capacidad de atesorar amargura.

¿Estás enfadado con alguien? El tamaño de tu enfado puede ser proporcional al tamaño de la ofensa recibida, pero también al tamaño de tu orgullo; y ese orgullo es proporcional al tamaño de tu sensación de poder frente al otro. Y tu sensación de poder frente al otro, es proporcional al tamaño de tu amargura.

Manos que no dais, ¿qué esperáis?

Esperas que sea el otro el que te pida perdón. Esperas que sea el otro el que se acerque a ti. Esperas que sea el otro el que cambie y se ajuste a lo que tú quieres o necesitas… pero, ¿qué vas a hacer tú?

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

Yo también sufrí bullying en el colegio: el caso de Blanca Giménez

Tras la publicación de mi última entrada de blog sobre el bullying, relatando mi propia experiencia durante la etapa escolar, quedó inaugurado el movimiento “YO TAMBIÉN SUFRÍ BULLYING EN EL COLEGIO”. A través de este movimiento se pretende dar a conocer a la comunidad -social, política y educativa- la presencia de este problema social que afecta hoy día a un gran número de personas, y sobre el que no hay criterios claros y uniformes de actuación, a juzgar por los casos que aparecen en los diarios. El Bullying existe y hay que visibilizarlo.

Estoy muy agradecida porque algunas personas me han escrito emails para contarme su historia y publicarla en mi blog, y aquí va la primera: el caso de Blanca, hoy una mujer fuerte, risueña y con mucho autoapoyo, capaz de compartir lo que para ella fue un martirio en su época escolar. No he cambiado ni un punto ni una coma de su relato, pues me parece absolutamente genuíno y de corazón, que es lo que importa.

Blank peke

Blanca Giménez de pequeñita

El texto de Blanca dice así:

En primer lugar agradecer a Inmaculada  la iniciativa tan constructiva, liberadora y sanadora.

Es cierto que somos much@s  l@s que hemos sufrido bullying en el colegio,pero que quizás nunca lo hemos manifestado públicamente por miedo o vergüenza.

Aquello marcó mi personalidad y dejó grandes cicatrices que han costado sanar.

Es duro observar cómo va en aumento con una crueldad y violencia que me deja perpleja, y que refresca aquellas situaciones de mi niñez tan dolorosas.

Hay crí@s que se suicidan de la angustia y miedo tan inmenso que tienen en la época que vivimos. Hay que abrir los ojos y actuar para que no siga sucediendo.

He sido alumna de muchos colegios por el trabajo que ejercía mi madre. Donde le salía trabajo allí nos mudábamos, en consecuencia también estrenaba colegio, mofas y martirio.

Recuerdo claramente el miedo que sentía al saber que tendría que pasar una vez más por situaciones similares a las anteriores, el cuerpo temblaba y el aire parecía no querer entrar por las fosas nasales….sensación de asfixia.

Desde que era un mico fui inquieta (no hiperactiva). Siempre me ha costado bastante pasar una hora sentada inmóvil escuchando atenta una clase, solía necesitar levantarme aunque fuese para sacar punta, tirar una goma o lápiz al suelo para poder levantarme por tener que recogerlo….. “culillo de mal asiento” se me llamaba.

(Aún de adulta hay veces que me sigue ocurriendo)

Ya en parvulitos la profesora me amarraba a la silla con la cinta de su bata…las mofas, risas y cachondeo eran de todo tipo y colores. El estómago se me encogía produciéndome un gran dolor, también sentía mucha vergüenza. No me gustaba ser el centro de mira para el cachondeo del grupo.

Al poco rato de estar amarrada a la silla…me inclinaba y levantaba con la silla pegada al trasero, e iba a sacar punta o a recoger un papel que había dejado caer a posta para tener excusa por haberme levantado.

La profesora entraba en cólera y recibía gritos, más mofas, castigada quieta en la esquina mirando hacia la pared, amenazas de quedarme sin recreo, etc… (algunas veces cumplía sus amenazas)

La clase se cachondeaba llamándome “culillo de mal asiento” repetidas veces, como cantando el patio de mi casa es particular (ya sabes). En el recreo o bus escolar se repetía la coral…

Parecen tonterías sin importancia, pero nadie está en el cuerpo del otro para saber las combustiones que siente.

Ya de más mayor, cuando me llamaban para hacer un ejercicio en la pizarra, al escuchar mi nombre hasta las pestañas me temblaban, el miedo se apoderaba de mí y no era capaz de resolver lo que se me indicaba. En consecuencia también surgían múltiples mofas de todos los colores y gustos.

Lógicamente siendo el centro del cachondeo, nadie te quiere en su grupo como alguien deseado…al contrario, te dejan de lado en una soledad dolorosa donde no comprendes  qué es lo que hiciste mal,  o qué hay de malo en ti.

Nací con heridas profundas en la córnea del ojo izquierdo, por una paliza que mi padre dio a mi madre estando embarazada.

Mis gafas no eran de culo de vaso…eran lo siguiente! Añadiendo un lindo parche que me hacía la pirata del lugar. No sé el motivo, pero mi madre me las compró de color negro….eran horrorosas!! Las gafas me acompañaron hasta los 16 años, cuando ya decidí no ponérmelas más, al saber que lo que tenía en el ojo era incurable. A día de hoy sólo veo con el ojo derecho….pero este ve por tres jajajajaja.

Las gafas, el no ser guapa/cuerpazo, el nombre y apellido, no tener padre, no ser una eminencia en los estudios etc… fueron causas de muchas humillaciones psíquicas y físicas que causaron grandes heridas.

En el recreo me daban de lado en las pandillas de la gente guapa y exitosa…me sentía como la apestada, no era del interés de nadie excepto para ser centro de las burlas.

Cuando había que hacer un trabajo grupal, habitualmente me quedaba fuera de los grupos, la profesora era la encargada de colocarme en alguno, con las consecuentes caras y gestos de “uff” del grupo al que se le había impuesto mi participación.

Podría escribir un libro de anécdotas y vivencias de otras agresiones/acoso de las que he sido testigo hacia otras criaturas,  pero mejor lo dejo aquí….creo que con esto de momento es suficiente.

Hoy comprendo que somos víctimas de víctimas, normalmente no calibramos el daño tan grande que podemos causar con un gesto, grito, descalificación, insulto, palabra, refrán etc…

Te deja marcad@ de por vida. Lloré mucho y el dolor por épocas era intenso, pero a día de hoy estoy muy orgullosa de haber superado todo aquello, haber perdonado y comprendido que aquello también formó parte del Ser que a día de hoy Soy.

También confieso que si me dieran la oportunidad de volver atrás…divina juventud…NO la querría jajaja,no me gusta la experiencia del colegio y no quisiera volver a pasar por aquello de nuevo ni loca.

Blanca Giménez.

Gracias Blanca, por compartir tu experiencia.

Estoy atravesando una crisis personal,¿sobreviviré para contarlo?

Foto tomada por Inmaculada Asensio, en Mecina Bombarón.

Foto: Inmaculada Asensio. Mecina Bombarón, 2014.

Las crisis son problemas que se originan por situaciones que, aunque suelen ser temporales, provocan un desorden en el estilo de vida, hábitos y forma particular de interpretar el mundo por parte de la persona. El concepto de crisis, pues, se refiere a un desajuste de un estado de equilibrio, debido a un acontecimiento que puede ser vivido como una amenaza o como un desafío, en principio incontrolable. Todo lo que conocías…, todo aquello con lo que te has venido identificando hasta la fecha, se tambalea o desaparece.

Las crisis asustan mucho, pero una vez se supera una, se desarrollan habilidades y estrategias de afrontamiento que nos acompañan durante toda la vida.

Conceptos fuerza: Acontecimiento – Temporal – Incontrolable – Desorden – Desajuste – Equilibrio – Amenaza – Desafío – Oportunidad – Maduración – Recursos.

El acontecimiento de la crisis crea un problema en la vida cotidiana de la persona que la está padeciendo, y afecta a su estabilidad durante una temporada, ya que digamos que vive en una especie de secuestro emocional.  Es presa de lo que siente y lo vive con total intensidad, de manera que, o bien se afana desesperadamente por encontrar una salida a su prisión (con tensión o ansiedad), o bien puede desmoronarse y entrar en un estado de suma pasividad y melancolía, lo que puede preceder a una fase de depresión.

Tanto la ansiedad por salir, como la pasividad y la tristeza de la depresión son los intentos desesperados que hace nuestro ser biológico y emocional por mantenerse a flote y no hundirse del todo. Sin embargo, ni un estado ni el otro garantizan que la salida se produzca con más rapidez y con menos daño; es decir, el precio de madurar y salir fortalecidas es que durante un tiempo nos va a doler, y esta realidad es como un peaje que hay que pagar sí o sí para renacer como el Ave Fénix.

Las crisis se caracterizan por la brusquedad con la que aparecen y los estragos que producen en la dinámica habitual de vida, en el sentido de que parecen arrasar con todo lo que encuentran a su paso. Sin embargo, éstas suponen una oportunidad para reorganizarlo todo, para tirar aquello que ya no nos sirve y para reajustar lo que se necesita para continuar con el propio rumbo.

Créeme, son experiencias vitales por las que atraviesan todas las personas en algún momento de su vida, y están ahí para hacernos crecer.

Las crisis llegan y se van. No te empeñes en otra cosa. Son como una estación de tren por la que hay que atravesar temporalmente.  No se puede vivir en un estado de crisis permanente, de hecho difícilmente se soportaría. De un modo u otro, la naturaleza humana encuentra los mecanismos de auto regulación para adaptarse a la nueva situación, hacer los cambios necesarios para mejorar nuestro presente, y sobre todo re-definir nuestro propósito y proyecto de vida, pues hasta que llega el momento de la cuarta pregunta -como lo llaman muchos- o de la muerte, son muchas las enseñanzas, recorridos, aventuras, ilusiones, cambios y re-estructuraciones por las que hay que atravesar para terminar reconociendo: “Si, he vivido”.

Aprendiendo de la naturaleza.

He leído por ahí que las águilas tienen un ritual muy curioso para madurar, a través de su larga vida. Cuando su pico y sus uñas están tan deformadas por el paso de los años que les impiden defenderse y alimentarse de la manera más adaptada al medio y a su naturaleza, se retiran a una montaña elevada, y en la más absoluta y escrupulosa soledad, se arrancan una a una cada una de sus uñas con su propio pico, para finalizar arrancándose el pico también, golpeando el mismo contra la fría y dura roca. Esto lo hacen para que tanto el pico como las uñas crezcan nuevamente, fuertes y sanas, y les permitan afrontar una vida larga y llena de experiencias.

¿Acaso este proceso no es doloroso para el Águila? Sin embargo es totalmente natural y necesario, tanto como el fluir y el aceptar que lo único permanente en la vida es el CAMBIO.

Y al igual que el Águila, fijaos en la magistral metáfora que se esconde tras el mito del Ave Fénix, que cada noche muere ardiendo en llamas, para renacer de sus propias cenizas a la mañana siguiente, con toda su gloria, y mucho más fuerte que el día anterior.

¿Y por qué nos hacemos más fuertes y más sabios con el paso de los años…?

Por las experiencias que vamos afrontando, superando y acumulando en la estela evolutiva de nuestra vida. Cada experiencia por la que se atraviesa deja un surco que difícilmente se olvida, y que además permite su contemplación en aquellos momentos en los que se siente el frío de la noche oscura del alma, como han denominado algunos autores a esos estados existenciales en los que parece que uno va a encontrar la misma muerte, por el dolor y el sufrimiento que siente.  Además, proporcionan nuevos recursos que, sin atravesarlas, no podríamos adquirir de ningún otro modo.

Cada vez que se traspasa una crisis, la persona que regresa de ese viaje no es la misma que a su partida. Por algo se dice que la palabra crisis etimológicamente significa cambio. Esa persona se ha visto obligada a mirar hacia dentro, hacia lo oscuro de su propio ser o hacia lo más ingrato que guarda dentro de sí, que bien puede adoptar la forma de defectos, miedos,  complejos no superados, recuerdos y memorias de experiencias vividas, de personas o de situaciones que aquí y ahora no están, o la estela dejada por las desilusiones de los sueños rotos.

La buena noticia es que de las crisis se sale, a veces en solitario, y otras veces buscando apoyo en personas de nuestro entorno, o en profesionales que se dedican a la labor de ayuda; y esto sólo lo saben las personas que han hecho este viaje y que han regresado para contarlo.

Si te encuentras ante una situación crítica, pregúntate qué has de aprender de toda esa experiencia, y esfuérzate por mudar las uñas y el pico cuanto antes, no trates de huir del proceso, pues es toda una vida llena de experiencias y de reencuentros la que te espera, cuando estés preparada y empoderada para arrojarte nuevamente al mundo. Y como he mencionado más arriba, recuerda que pedir ayuda también es un recurso, y muy importante –por cierto.

Salir se sale, eso seguro. La naturaleza lo ha dispuesto así.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández.

Cultivar la paciencia

semilla

La paciencia es un músculo como cualquier otro que conviene ejercitar, porque vivimos en una sociedad donde se cultiva justamente lo contrario: ser el más rápido, el más competitivo, el mejor, atesorar más…  con lo que trabajarla tiene que ver con derribar ciertos cimientos culturales sólidamente arraigados.

Si hay algo que caracteriza al ser humano es el deseo, y este deseo puede entrañar tanto sentimientos positivos derivados de sentirse vivo o viva, como un sentimiento de frustración o sufrimiento cuando la “cosa” que se desea no parece estar a nuestro alcance, aquí y ahora. Eso acelera todos nuestros mecanismos físicos y psíquicos para intentar conseguir lo deseado, y no caer en el pozo de la desilusión.

La paciencia es necesaria para afrontar los diferentes retos y cambios que nos plantea la vida, para hacerlo de manera reflexiva, ordenada y pacífica, y con el  menor coste emocional posible –el justo para poder aprender y crecer, pero sin entrar en el *sufrimiento (http://es.wikipedia.org/wiki/Sufrimiento).

Poner el foco de atención en tu paciencia, equivale a una apuesta por ti mismo o misma, por acercarte a la idea del No Hacer, ya expuesta y desarrollada por Emilio Carrillo (http://emiliocarrillobenito.blogspot.com.es/). Trabajar la paciencia significa estar en el aquí y ahora, enraizarte todo lo que puedas a tierra,  pisar suelo firme, sin ansiedad, sin prisas… desde la idea original de que si algo tiene que suceder, sucederá.

Desde la paciencia no se experimenta el miedo. Todo lo contrario, se experimenta el amor…  la escucha, la entrega a la propia vida, el gozo y el agradecimiento por estar aquí.

Trabajar la paciencia es aceptar la ansiedad cuando aparezca; sentarte a respirar y esperar que pase.

Esperar que pase.

Las cosas más hermosas de la vida, las más duraderas o sólidas, no se consiguen en un segundo. Requieren su tiempo.

Deja espacio para que sea, lo que tenga que ser. No te apresures. No permitas que tus pies se eleven del suelo, pues el contacto con la tierra te proporciona el equilibrio que necesitas para caminar por la vida.  Abre los ojos, es todo un mundo lo que tienes ante ti: el cielo, las nubes, las personas que te rodean…

Observa con conciencia: eso es la espera. Eso es dejar espacio para que sea, y bendito sea si ES, y si no ES, pues también.

Inmaculada Asensio Fernández.

Fragmentos de vida contemplando el mar. 

Actos de Autoafirmación

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Son muchas las oportunidades que nos da la vida para darnos valor, para autoafirmar nuestras ideas, habilidades y decisiones, siendo esto muy necesario para que ocupemos el lugar que nos corresponde en el mundo, que no es ni más ni menos que el que nosotros queramos o estemos en disposición de darnos.

Esta semana he decidido escribir sobre la importancia de poner sobre la mesa aquello que queremos sacar de nuestro corazón (o de nuestra cabeza), bien porque nos hace daño, bien porque nos hace sentir pequeños, indefensos o malheridos. Y decido escribir sobre ello echando mano de la caja de herramientas que viaja conmigo, con experiencias en las cuales me he visto enfrentada a situaciones que han requerido poner voz a mis necesidades y recordar a otras personas que el respeto ha de estar siempre presente a la hora de comunicarnos, independientemente de si estamos o no de acuerdo respecto a un tema, o de si estamos o no enfadados por su causa.

Nunca sabes en qué parte del camino puedes toparte con un maestro Zen:

DIÁLOGO ZEN: Maestro, ¿qué es lo más importante cuando se trata de mantener y fortalecer una relación entre dos personas, sea del tipo que sea? Hijo, la materia prima de toda relación humana, sea de amistad o de amores o de negocios o lo que sea, es el espacio personal. Una relación es una construcción, una fabricación, por lo que lo más importante para que el producto salga firme y duradero es saber manejar sabiamente esa materia prima: el espacio personal de cada uno.

(cuento tomado de: http://4grandesverdades.wordpress.com/cuentos-zen/)

Y de espacio personal se trata casi siempre, de respetar el tuyo y mostrárselo al resto de personas; pues una cosa está clara, y es que las discusiones son necesarias en muchos momentos de nuestra vida, pues ¿De qué otro modo podemos crecer mediante el intercambio de opiniones? ¿Cómo podemos aprender a poner límites a los demás, si no es discutiendo… practicando? o ¿De qué otro modo podemos aprender a pedir lo que nos corresponde por el simple hecho de ser personas? Una buena respuesta aquí sería: EXPRESANDO, por mucho que nos cueste.

Lo que no se dice no desaparece.

¿Has tenido algún problema con una compañera del trabajo? ¿Tu jefe te ha levantado la voz? ¿Se te ha colado una señora en la cola del supermercado con un carro a tope? ¿Estabas intentando contar algo que era importante para ti y no han parado de interrumpirte? EXPRESALO. No es necesario atacar a nadie para hacer valer nuestros derechos u opiniones, simplemente hablar de ti en primera persona, acerca de cómo te sientes en esa situación, con ese comportamiento o conducta, y lo que esperas de la persona en concreto para la próxima vez.

Poner palabras a lo que hemos sentido es necesario, y además aporta beneficios inmediatos a la persona que se ha lanzado a hacerlo; pero más aún lo es mantenernos en el proceso que eso conlleva. Esto quiere decir, que -muchas veces- al expresar aquello que necesitamos (aunque lo hagamos de manera adecuada y asertiva) nos topamos con sentimientos de culpabilidad, miedo o incluso vergüenza, generalmente heredados de nuestra cultura o de nuestra infancia, a los cuales no podemos ceder en primera instancia, máxime si nuestra conducta ha sido adecuada. Hay que estar en el proceso, aprendiendo y absorbiendo todo lo que nos vaya llegando, teniendo claro lo que nos ha movido a actuar y a expresarnos para parar los pies a esa situación o persona.

Lo creas o no, cuando te haces valer mostrando quién eres y cuál es tu espacio, además de estar dando la oportunidad a la otra persona de aprender algo importante para su vida (otra cosa es que sea capaz de aprovecharlo), estás tomando una postura activa en tus propios conflictos, los estás afrontando, y estás mostrando a esa persona quién eres, y qué es lo que estás dispuesto a tolerar o no en tus interacciones, pues todos tenemos límites, y éstos variarán en función de la persona con la que nos estemos relacionando.

Hay un asunto que me parece el eje central de todo el articulo, y es que a pesar del valor que tiene para autoafirmarnos el expresarnos hacia el resto de personas, lo más importante es que a la primera persona que se lo muestras es a ti misma, y ese es el valor principal de la autoafirmación, el cómo nos sentimos y nos percibimos a nosotros mismos. Es muy necesario que en este camino llamado vida tengamos claro que el compañero o compañera de viaje con el que pasaremos el resto de nuestros días es con nosotros mismos. Y esta realidad es la única que nos permite darnos nuestro sitio. Si yo me voy a acompañar, lo mejor será que me sienta bien, satisfecha o incluso orgullosa de la forma de afrontar las situaciones que me van surgiendo, con el único afán de amar aquella imagen que me devuelva el espejo (entendiendo aquí el espejo como el reflejo del alma). El respeto comienza por ti, y desde ese lugar va al mundo.