La sociedad es obligatoria para todas las personas, pero los cuidados siguen siendo una asignatura pendiente

A propósito del sistema de cuidados del que viene hablando el Gobierno de España en los últimos meses, tras la crisis sanitaria generada por el Covid19, la colega de profesión Belén Navarro ha propuesto a las personas que componen la BlogoTSfera -entre las que me incluyo- debatir sobre este tema, ya que es una cuestión de primer orden en estos momentos de pandemia, aunque continúe siendo una asignatura suspensa desde el surgimiento de la civilización.

Belén Navarro ha dado el pistoletazo de salida al debate con una reflexión –primera parte- que deja entrever las costuras del Sistema en relación al desarrollo de la filosófica idea del cuidado, siempre invisibilizado, rebajado y relegado a la habitación del fondo de la casa. Navarro critica la falta de diálogo por parte del Gobierno de España con la ciudadanía para diseñar –de manera compartida y equilibrada- un sistema de cuidados que sea verdaderamente significativo y suponga un cambio de paradigma en el desarrollo de la sociedad. A su vez, el consultor social Fernando Fantova (ella lo menciona) ha escrito sobre el mismo tema en su propio blog, y sobre el agudo dardo que sigue sacudiendo al sistema de cuidados en nuestro país. Del mismo modo, algunas semanas atrás, la colega María José Aguilar Idáñez ha criticado y reivindicado la necesidad de que los cuidados se consideren de una vez por todas un asunto de ámbito público, no privado, para que cuenten con el estatus y la importancia que merecen en la sociedad igualitaria que – al menos en teoría- estamos construyendo. Incluso -yo misma- compartí en este blog hace unos meses, durante la Declaración del Estado de Alarma, la firme convicción de que «Si todas las personas cuidadoras hicieran huelga de brazos caídos, habría más muertes por desatención que por Covid19«.

A la hora de concebir el establecimiento de medidas de cuidado a la población en situación de dependencia, las personas con responsabilidades políticas toman muy en consideración la disposición de cuidadoras y cuidadores informales (es decir, aquellos que no perciben ningún tipo de retribución económica por estas labores). Este tipo de cuidado se suele dispensar dentro de la propia familia y suelen ser en su mayoría mujeres –y lo han sido a lo largo de la historia- las que generalmente lo asumen, sin ningún tipo de reconocimiento ni retribución por ello.

La disponibilidad de estas cuidadoras informales (en muchos casos se autodenominan esclavas) que ejercen con total gratuidad, genera un efecto ceguera en una buena parte de la sociedad: parece que nadie repara en el impacto del cuidado en la calidad de vida de quién lo ejerce, en la posibilidad de acceder y mantener un empleo –y no morir en el intento- y los efectos económicos, sociales y emocionales que genera este desempeño en las personas o grupos de personas que se hacen cargo de esta importante labor.

Esta función de cuidado de las personas más vulnerables (dependientes) es una consecuencia de la cultura civilizada, entendiendo civilización en este contexto como el dominio de lo masculino, siempre considerado como un progreso y no como una injusticia, tal como ya apuntalara el psiquiatra chileno Claudio Naranjo. De hecho, el debate sobre los cuidados es un tema central en el movimiento feminista, y que lamentablemente sigue constituyendo una asignatura pendiente o, como decía al inicio de esta entrada de blog, más bien suspensa.

Todas las personas nos hacemos cómplices de un modo u otro de la mentalidad del Sistema del que provenimos, a través de la cultura aprendida, pero algunas personas se rebelan y denuncian lo inaceptable, lo que permite que se generen pequeños cambios a lo largo de generaciones.

En este sentido, hay culturas que están desarrollando la idea de que el cuidado es una buena inversión con gran rentabilidad social, de manera que en Europa encontramos diferentes modelos de atención a la dependencia, con significativas diferencias entre ellos.

Modelos de cuidados de larga duración en Europa

Siguiendo a Zalakain (2017) tradicionalmente se han distinguido 4 modelos de atención a la dependencia en Europa:

Zalakain, J. (2017). Atención a la dependencia en la UE: Modelos, tendencias y retos. Derecho Social y Empresa, 8, 19-39.

  1. Modelo Nórdico

Suecia, Finlandia y Dinamarca.

En el modelo nórdico se produce un elevado gasto público en políticas sociales de cuidados de larga duración, a través de impuestos y sistemas de copago por los servicios. El acceso a los cuidados es un derecho universal, y el apoyo que proporciona el Sistema a las familias cuidadoras se basa en un apoyo intenso y sustitutivo del papel de cuidado informal que proporcionan las personas cuidadoras en las familias, a través de una atención formal amplia, asequible y accesible.

  • Modelo Corporativo

Alemania, Francia, Austria, Holanda, Bélgica.

En el modelo corporativo se produce un gasto público medio en políticas sociales de cuidados de larga duración, y se financia a través de cotizaciones obligatorias (nivel contributivo) y a través de impuestos y fórmulas de copago. El acceso a los cuidados es un derecho universal, y se da una alta utilización de apoyos informales (cuidadoras familiares) a la vez que se brinda un amplio apoyo a estas personas cuidadoras.

  • Modelo Liberal

Reino Unido e Irlanda.

En el modelo liberal también se produce un gasto público medio en cuidados de larga duración, financiada mediante impuestos y fórmulas de copago. El acceso a los cuidados no es universal, sino que se trata de un acceso selectivo y asistencial. El apoyo a las personas cuidadoras informales es limitado, por tanto, se produce una elevada responsabilidad individual frente a los cuidados que se necesitan.

  • Modelo Mediterráneo

España, Italia y Portugal.

En el modelo mediterráneo se produce un gasto público medio, pero sujeto a disponibilidad presupuestaria; de este modo el aseguramiento de la cobertura de los servicios y atenciones puede ser media-débil. El acceso a los cuidados es de orientación asistencial, en “supuesta” evolución hacia orientación universal, pero no sin graves dificultades presupuestarias. La financiación de los cuidados se basa en impuestos generales y el establecimiento de fórmulas de copago. El sistema de cuidados se basa en una elevada utilización de cuidadoras y cuidadores informales, con apoyos escasos y limitados.

Como se observa, estos 4 modelos guardan diferencias importantes respecto a la consideración e importancia que se otorga a los cuidados en el ámbito político, y es una realidad que cuanto más al sur de Europa, más intensamente asumen los cuidados las familias (en su mayoría mujeres); aunque también se da bastante la economía sumergida en la prestación privada de cuidados en el domicilio, y con elevadas tasas de mujeres inmigrantes.

En el caso que nos ocupa, el sistema de cuidados mediterráneo que tenemos en España se encuentra en la encrucijada: el sistema público de servicios sociales presenta importantes déficits para hacer frente a la atención a la dependencia, ya que la crisis económica originada en 2008 golpeó especialmente a nuestro país. De este modo, la Ley de Promoción de la Autonomía y Atención a la Dependencia se ha quedado bastante estancada, en su aplicación y desarrollo, casi desde su aprobación.

Obligatoriamente debe aumentar el gasto público en políticas sociales, pero a la vez se debe cambiar la orientación de los valores que sustentan el modelo de cuidados, para evitar que se sigan perpetuando las injusticias que hoy día continuamos observando.

El actual sistema de cuidados supone una mordaza psicológica para las mujeres, y con toda seguridad, si no se invierten más recursos económicos en servicios sociales, difícilmente se podrá diseñar un sistema de cuidados que aporte algo nuevo al panorama social que ya conocemos. Los servicios sociales, junto con el sistema de salud, son los que van a proteger las necesidades más básicas de las personas y los que van a posibilitar que podamos avanzar como sociedad en términos de igualdad, justicia y autonomía.

Inmaculada Asensio Fernández.

Si todas las personas cuidadoras hicieran huelga de brazos caídos, habría más muertes por desatención que por el covid19

Durante esta temporada de confinamiento por el covid19 estoy realizando apoyo al Servicio Andaluz de Teleasistencia, y estoy comprobando lo valorado que está por aquellas personas que se encuentran en situación de dependencia y viven solas.

Llevo más de 500 llamadas telefónicas en estas semanas, y la nota característica de todas ellas es que los cuidados son asumidos por mujeres, en exclusividad. Si las personas en situación de dependencia son mayores y tienen hijos e hijas, las cuidadoras son las hijas. Si las personas en situación de dependencia tienen hijos, estos contratan a una mujer que atienda a sus padres. La labor de cuidado está completamente feminizada y relegada al ámbito privado, es decir, sigue en el armario, y está en situación permanente de crisis.

Es necesario exigir a los poderes públicos que pongan en valor estas labores, sin cuidados las sociedades se extinguen. Si todas las personas cuidadoras hicieran huelga de brazos caídos… habría más muertes por desatención que por el covid19.

El machismo sigue presente en la asignación de roles a hombres y mujeres, y esto es una realidad que no se puede tapar, sobre todo en esta situación de pandemia.

Dado que hay personas que aún hoy día niegan estas diferencias discriminatorias y estructurales entre hombres y mujeres, voy a compartir un relato de confinamiento –así lo voy a llamar- sobre una persona anónima que aún hoy se estremece recordando la convivencia en la que se ha desarrollado como persona, apoyada en valores patriarcales.

#Relato de confinamiento: la señora de 82 años a la que nunca dejaron jugar ni ir a la escuela. 

Una mañana mantuve conversación con una señora octogenaria que vive sola y tiene reconocido un grado de dependencia severo (GII). Al preguntarle cómo está, hizo repaso de todos sus huesos y dolencias, y además me confesó que ya no tiene ganas de vivir, que de hecho no debería estar viva porque siente mucha tristeza a diario; y no sólo por la situación del covid19, sino porque desde que era niña siempre se ha sentido muy infeliz.

Entre sollozos confiesa que desde pequeña su madre ha sido muy severa con ella y con su hermana. Sin embargo, era atenta a las necesidades de sus hijos varones. Ellas trabajaban de lunes a domingo desde muy temprano… limpiando, encalando, cocinando…, pero ellos permanecían en la cama hasta que querían, y eso era lo normal.

“Recuerdo que a mi hermana y a mí no nos dejaban jugar ni ir al colegio, para que pudiéramos atender la finca y a mis hermanos. Ayudábamos a mi madre con la matanza, pero no nos dejaban tocar ni los restos de esa matanza, pero mis hermanos podían picar de ahí sin problemas. Jamás se les prohibía nada, y a nosotras se nos prohibía todo. Era muy injusto y sufríamos porque nos sentíamos muy inferiores a nuestros hermanos. Daba igual el esfuerzo, hiciéramos lo que hiciéramos, nunca nos sentíamos valoradas por nadie en la familia. ¿Por qué no podía tener los mismos privilegios que mis hermanos? ¿Por qué yo no podía estudiar y mis hermanos sí? ¿Por qué yo no podía comer lo que quería cuando tenía hambre, porque era para los hombres de la casa primero, y lo que sobraba para nosotras?”

Esta mujer está atrapada en su relato como si de una celda carcelaria se tratase. Intenté hacerle ver que los pensamientos crean nuestra realidad en el presente, para tratar de aliviarla un poco, insistiendo en que eso fue muy injusto, pero hace muchos años que sucedió… Sin embargo, mis esfuerzos fueron infructuosos.

Hay personas que no son conscientes de lo que significa crecer y ser educadas como seres inferiores, y de manera totalmente ligera y despreocupada expresan que qué queremos ya las mujeres, que no hay ningún machismo y nunca lo ha habido.

Me pregunto a qué se debe tanta ceguera.

 

Imagen tomada de: http://iemocionalmg.blogspot.com/2012/03/el-poder-de-los-paradigmas-de-stephen.html 

 

 

 

Inmaculada Asensio Fernández.

Personas que se desviven por cuidar a sus familiares y no reciben el más mínimo reconocimiento por ello

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Ilustración de Aykut Aydogdu. Tomada de: https://culturacolectiva.com/diseno/ilustraciones-de-desamor-aykut-aydogdu

Trabajo en la Agencia de Servicios Sociales y Dependencia de Andalucía desde el 6 de febrero de 2008 (casi 12 años) y he realizado multitud de visitas domiciliarias por motivos de trabajo. Me he entrevistado con personas en situación de dependencia y personas cuidadoras (en su mayoría mujeres), más en ocasiones he escuchado relatos verdaderamente dolorosos sobre familias en conflicto, desestructuradas y mal avenidas.

Hay personas en situación de dependencia que no están bien cuidadas y no se quejan, soportan su situación en silencio como si de una condena se tratara… y ahí es donde intervenimos los y las profesionales de los servicios sociales.

Sin embargo, también hay personas que reciben unos cuidados exquisitos que se evidencian en atenciones y aprecios de todo tipo -incluso excesivas- pero que debido a una compleja y extraña especie de maldición (…) son incapaces de agradecer o dar muestras de valoración a quiénes se desviven por ellos o ellas, por lo general sus hijas e hijos, y pasan todo el tiempo exigiendo más y más atención, recurriendo al chantaje emocional para ganar más espacio en la vida de las personas que están entregadas a sus cuidados, sin valorar en lo más mínimo sus esfuerzos y dedicación.

En esta entrada de blog me voy a referir exclusivamente a las personas que se desviven por cuidar a estos familiares y que no reciben el más mínimo reconocimiento por ello.

El sabio refranero popular reza -y lo expreso con total literalidad y previa disculpa por lo malsonante que pueda parecer, que “cuanto más te agachas más se te ve el culo” Este refrán viene a significar que cuanto más buena es una persona y más concesiones hace hacia los demás, más se aprovecharán de ella.

Un perfil típico que encuentro en mis visitas:

Mujer joven o de mediana edad -cuyos padres son mayores- y que se encarga de las labores de cuidado de uno de ellos o de ambos. Desde muy joven siempre ha tenido muchas responsabilidades y pocas situaciones de reconocimiento a su esfuerzo; sus padres han estado más pendientes de sus propias preocupaciones y avatares de vida que de las necesidades y deseos de su hija. Ella ha crecido con carencias emocionales importantes, y ha llegado a la edad adulta con la sensación de que tiene la obligación moral de hacerse cargo de su familia. Sin darse cuenta se coloca a ella en un último lugar, ya que su propio proyecto de vida no es más que una sombra al lado de todas estas obligaciones que siendo adulta se auto-impone y de las que no sabe escapar, por más amargura que sienta. Sí, se considera buena persona y entregada a los demás, pero no está satisfecha con su vida y tampoco logra la valoración que espera de sus progenitores, lo que la lleva a realizar un sinfín de esfuerzos que la terminan enfermando. En los casos más graves, su pareja o marido termina abandonando emocionalmente esa relación… y permanecen unidos o separados… pero a la deriva.

     Siempre intentando colocarte en el papel de hija  y sólo has conseguido estar en el de víctima.

Juan Ramón Molina Gil.

Ella cree que su vida es un callejón sin salida porque no conoce otra cosa y no se siente capaz de cambiar de rumbo, y todo esto… ¿por qué? Porque ella es buena y no sabe ser persona…, sólo sabe ser buena y buscar la aprobación de papá y mamá… y así hasta el infinito, porque estas dinámicas no las puede frenar nadie, salvo una misma.

¿Hasta cuando?

Está bien, todo podría haber sido de otro modo y podrías haber sido educada en la libertad y en el amor incondicional, pero no ha sucedido, por tanto te toca darte la vida que mereces y concederte todos esos permisos…, ¡la libertad!

Si tú cambias, todo cambia.

Dedicado a todas las mujeres cuidadoras que no saben cuidar de sí mismas, pero que son excelentes cuidadoras de los demás. Ellas desean el cambio y,  ¿quién sabe si no es este su año?

Inmaculada Asensio Fernández.