Este mundo roto necesita muchos amarillos

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Hay personas verdaderamente sensibles que con su dedicación y su esfuerzo logran cambiar un poquito el mundo, al menos el de las personas que las rodean.

Hace unos años mi amiga Laura Quintana me dio a leer un libro que la había conmovido mucho, llamado “El mundo amarillo” de Albert Espinosa. Este libro trata sobre aquellas personas que tocan la vida de otras y les transmiten esperanza y fuerza para afrontar los reveses de la vida: esas personas amarillas.

Espinosa estuvo enfermo de cáncer durante 10 años y, a través de su libro, comparte reflexiones profundas y vivenciales sobre las personas con las que se topó durante su enfermedad y que le infundieron vitalidad y esperanza. Esta devolución positiva es precisamente lo que más necesita una persona cuando se encuentra en una situación límite y sin (aparente) salida, en la que su vida está entre gigantescas interrogaciones.

Él habla de su descubrimiento de estas personas especiales -a las que denomina amarillos– que tocan tu realidad y la cambian para siempre, bien a través de sus palabras tranquilizadoras y amables, bien a través de su respeto y de su interés sincero.

En estos días hay una persona de mi entorno laboral que ha tocado de una manera especial mi sensibilidad, por su forma de tender la mano a aquellas personas que sufren y que tienen un pronóstico social muy negativo, rozando la exclusión. Esta persona enfoca la relación de ayuda desde una mirada altruista e infinitamente humana, tanto que choca con normas, definición de criterios y requisitos de ayuda previamente establecidos, y que sólo ve a la persona que hay detrás de cada situación problema y su DIGNIDAD.

Esta persona tan maravillosamente extraordinaria es Mª Pilar Ortega Ayala, trabajadora social vocacional y un ser humano excepcional. Pilar podría ser considerada, en palabras de la filósofa Adela Cortina, como una heroína en un entorno rígido que no se ajusta a cada situación individual–personal, sino que más bien es la persona -y sus circunstancias – la que tiene que adaptarse a él.

Mª Pilar Ortega trae a mi memoria todos esos sentimientos que me llevaron a estudiar  la carrera universitaria de trabajo social: la ayuda al otro, ese otro que sufre y que no encuentra respuesta ni camino porque no ha tenido las mismas oportunidades que el resto.

Ella, Mª Pilar, no mira a la persona desde los tropiezos y detalles ajados de su historia, es decir, desde sus límites y fracasos. Más bien mira al otro como si no supiera nada de su historia, como si no existieran las posturas estereotipadas… desde una actitud de NO JUICIO; de manera que con su sola presencia le devuelve la dignidad perdida.

Gracias Mª Pilar Ortega Ayala por pertenecer a ese mundo amarillo tan invisible y cuestionado por las normas.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

El Amor tiene un límite y se llama Dignidad

eL Amor tiene un limite se llama Dignidad

Imagen de fondo tomada de http://goo.gl/OlzPfK

El amor no tiene límites, rezan algunos…  y claro, desde ese lugar «todo el monte es orégano«…  El amor es ilimitado,  en tanto no conoce de trajes ni formas, mucho menos tallas… se puede sentir con toda la fuerza de la naturaleza y de la ilusión; pero también se puede marchitar, igual que se marchita un geranio si le da mucho el sol y no se le riega. Una cosa es que el amor tenga una capacidad de expresión ilimitada, y la otra es que no tenga límite.

El amor si tiene límite, y se llama DIGNIDAD.

El amor de pareja se recoge en poemas, novelas, cuentos y canciones de todas las épocas, sociedades y culturas; sin embargo el amor propio sólo se recoge en los libros de autoayuda y en los materiales sobre autoestima y superación personal. Y es desde ese amor propio que comienza todo, desde esa llama que es valorarse a uno o una misma sobre todas las cosas.

Si una persona tiene conciencia de cuál es su valor, por encima de todas las cosas, sabrá cuidar de sí misma, protegerse ante situaciones inadecuadas o dañinas y darse el lugar que le corresponde en cualquier situación que le presente la vida.

¿Cómo te hace sentir esa relación de pareja en la que te encuentras?

Si te sientes una persona confiada, amada, valorada y respetada, la cosa tiene buena pinta. Una relación es para compartir, para crecer juntos, para tener una buena vida, un proyecto en común.

Ahora bien, si tus pensamientos y sentimientos sobre esa relación son negativos, te sientes una persona temerosa e insegura… sufres, por no mencionar sentimientos aún más dolorosos como la infravaloración, la humillación o las faltas de respeto… quizá sea hora de practicar el amor propio -como única alternativa posible- y cortar por lo sano.

Como dicen por ahí:  “No me quieras tanto y quiéreme mejor”.

Erase una vez una sirena que había recuperado la fe en sí misma, razón por la cual estaba muy contenta. Erase una vez la historia feliz de un corazón que, dichoso, bailaba la danza de la autenticidad, el coraje, el amor y la magia.

Así deberían comenzar todas las historias. Así debería sentirse toda mujer y todo hombre en el planeta tierra.

(Extracto tomado de «La danza de amor de las hadas», de Rosetta Forner).

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

Ensayo sobre la Dignidad

La dignidad, esa flor que debes aprender a reconocer, como amiga y compañera.

La dignidad, esa flor que debes aprender a reconocer, como amiga y compañera.

El concepto de dignidad hace referencia al valor inherente al Ser Humano, aceptando la diversidad y la contradicción o dualidad que caracteriza a la especie.

El Ser Humano está dotado de libertad y de poder creador para dibujar y desdibujar su propia historia,  y hace uso de esta libertad y poder creador a través de la toma de decisiones.

“Una persona es libre en la medida en que toma decisiones, en la medida en que regula su comportamiento según normas propias”.

Una persona con conciencia es capaz de ver su propio valor, sus cualidades, así como las de las personas que la rodean. Y siendo consciente de este valor, no se daña a sí misma, ni daña a los demás, al menos no voluntariamente. Se respeta, se escucha, está presente en el eterno diálogo entre ella y el mundo, estableciendo los límites necesarios para responder a sus necesidades, y haciendo esto de manera asertiva, sin lucha.

“No es necesario luchar por algo que nos ha sido dado de manera natural”.

El respeto es otro concepto que se relaciona muy estrechamente con el de dignidad, ya que se basa en la idea de que algo o alguien tiene un valor por sí mismo, por tanto implica aceptar las diferencias; comprender y aceptar la forma de pensar y de Ser de las demás personas, aunque no sea igual a la nuestra.

La dignidad y el respeto son dos valores que aportan mucha fuerza a la persona, la nutren desde dentro, proporcionándole vigorosas raíces.

Ahora bien, ¿Por qué es tan frecuente, entonces, que las personas adolezcan de falta de amor propio, si la dignidad está presente en el Ser Humano de manera natural, sin proponérselo?

Una de las explicaciones podría ser que esa persona haya sufrido humillaciones, o haya visto sufrir humillaciones a personas cercanas y amadas de su entorno.

Y… ¿En qué consiste humillar a una persona?

Humillar es hacer sentir a otro  que es inferior, rebajarlo, apocarlo o  deprimirlo. Aunque esto es algo que se le puede hacer a otro y a uno a uno mismo también.

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Las humillaciones con historia, esto es, dadas en el marco de una relación de afecto y sostenidas en el tiempo, pueden adoptar diferentes formas, y sus consecuencias psicológicas y sociales pueden ser devastadoras para la persona que las sufre, sobre todo si se experimentan a edades tempranas.

Mi hipótesis es que ayudan a la conformación del carácter de la persona, y posteriormente determinan la calidad de las relaciones durante la vida adulta.

“Si sufriste humillaciones siendo niño o niña, sin poder defenderte, siendo la única estrategia de supervivencia el sometimiento,  lo más probable es que hayas desarrollado dificultades para reconocer los actos de humillación en el marco de tus relaciones adultas, pues tu capacidad de tolerancia probablemente sea muy holgada. O paradójicamente puede suceder justo lo contrario, que detectes la humillación en cualquier acto de desagravio o contradicción con otra persona, alterando por completo el significado real de estar en desacuerdo con otro, e interpretando cualquier gesto de oposición a una idea u opinión como una humillación, sin verdaderamente serlo”.

Puede que la sumisión haya sido útil a la persona como estrategia de supervivencia durante su infancia, pero ya de adulto se pueden explorar otras opciones, así como la persona puede aprender a legitimarse, sin sentirse una víctima, y sin adoptar el papel de agresor, para ser finalmente reconocido o escuchado. La persona puede aprender a  darse valor, amor y cuidados… propios de quiénes reconocen su dignidad y su auto respeto, sin juicios, y del mismo modo pueden reconocer y proporcionar todo eso a los demás.

Hay una frase que siempre digo y es que “nunca es tarde para tener una infancia feliz”. Y del mismo modo, “nunca es tarde para emprender el camino de regreso a lo que eres, al valor que nadie puede arrebatarte y que sólo tú frente al espejo puedes darte: el espejo de tu alcoba, y el espejo del mundo.

¿A qué esperas?

Hoy es el primer día de tu vida.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández.