Necesitamos que las políticas públicas sitúen en el centro a las personas, no al poder

Politica

Ilustración de Osho sobre la Política

La profesión de trabajo social es muy necesaria, y refundar los valores de este sistema capitalista también.

He tenido una conversación con una señora que me ha hecho plantearme la capacidad de sufrimiento que tiene el ser humano, llegando a situaciones de auténticos callejones sin salida.

Cuando trabajas en una profesión como el trabajo social te conviertes en depositaria de informaciones altamente confidenciales para las personas atendidas. Ciertamente, hay ocasiones en las que el relato es tan doloroso, tan cruel, tan absolutamente despiadado con la vida de una persona, que todos los huesos de tu conciencia crujen al mismo tiempo.

En momentos como este es inevitable preguntarse…

¿cómo es posible que haya personas con esas vivencias desde la más tierna infancia?, ¿cómo es posible que hayan llegado hasta aquí?

Muchas de ellas padecen un sinfín de enfermedades somáticas y se consideran incapaces de pedir ayuda, así como de poner límites saludables a los demás. Sin embargo, hay otras personas que se convierten en apoyo y sostén para sus familias de origen… aunque no recibieron de aquellas ni atención ni cuidados, o al menos no con el necesario esmero y consideración.

Las personas que ejercemos la profesión de trabajo social sabemos que hay personas que viven al límite de sus posibilidades -y no por encima de ellas, como nos quisieron hacer creer hace años- y que no reciben el soporte necesario por parte de los poderes públicos.

Obvio, la familia es el principal núcleo de convivencia y apoyo entre los miembros de una sociedad, pero ya tenemos claro que la familia es la mayor fuente de amor en unos casos, y la mayor fuente de conflicto en otros. Esa red de apoyo a veces es una madeja enredada que sólo provoca tropiezos y caídas en los que se sienten unidos a ella, y tenemos que ayudar a sus miembros a soltarse de quiénes lo llevan al fondo, para tener la oportunidad de recuperar la calidad de vida.

La profesión de trabajo social permite a las personas la necesaria ventilación emocional para poder contemplar la situación que están atravesando de otra manera, desde la aceptación de lo que no tiene remedio posible, o al menos no con la imagen que la persona guarda dentro de sí sobre lo que sería una solución. De igual modo, acompaña a las personas para que puedan barajar diferentes opciones de mejora de su situación de partida, sobre la base de la realidad, pero a la vez sobre la base de lo que sí podemos hacer o controlar en nuestro entorno.

No se puede dejar la solución de los problemas familiares y sociales únicamente al amparo de la propia familia. A menudo las familias dan muestras de su incapacidad para manejar las situaciones de conflicto, aunque hacen lo posible y lo imposible por aguantar sus vía crucis en silencio.

Ahora más que nunca el trabajo social debe luchar para que las personas sean sujetos activos de derechos, de manera que no tengan que verse en la terrible situación de encontrarse en la calle, o con poquísimos ingresos, dependiendo del consumo de sustancias o esperando interminables listas de espera para acceder a recursos públicos de toda índole. El estado no ofrece el soporte que las personas necesitadas de ayuda requieren, y lamentablemente esta afirmación es de dominio público.

Los recursos públicos podrían permitir a las personas y familias que se encuentran en situación de vulnerabilidad abrir el abanico de posibilidades y reconstruir dignamente su proyecto de vida. Sin embargo, hay pocos recursos institucionales para las familias que se encuentran en desventaja o sufren situaciones de enfermedad o dependencia, y muchas -interminables- listas de espera para acceder a ellos.

Por tanto, ahora más que nunca debemos luchar para que estos recursos se conviertan en derechos, y no en limosna por parte de las Administraciones Públicas. Ninguna persona debería dormir en la calle por falta de medios; ningún niño o niña debería ser privado de una infancia feliz por encontrarse en una situación de acusada pobreza (y todas las personas que trabajamos en servicios sociales sabemos que la infancia sigue sufriendo hoy día las graves consecuencias de la pobreza) y en algunas regiones de España más que en otras, aún estando en el siglo XXI. ¿Y qué sucede con los meses e incluso años que se tarda en poder acceder a un recurso residencial para personas mayores, con problemas de salud mental o discapacidad? Eso del Estado de Bienestar es una entelequia, pues podemos leerlo en el papel (artículos, preámbulos de algunas leyes…) pero en la realidad brilla por su ausencia.

Ojalá en breves años las personas, el medio ambiente y la paz sean los motores que muevan el mundo e impulsen el leitmotiv de todas las fuerzas económicas y políticas.

Ya lo dijo Sarkozy hace una década en un discurso económico pronunciado en Toulon: “Es necesario refundar el sistema capitalista sobre las bases de la ética del esfuerzo y del trabajo”. Y apuntó a algo importante que ahora está muy presente en la ciudadanía de todos los rincones del planeta:“Ha habido demasiados abusos. Ha habido demasiados escándalos. O bien los profesionales se ponen de acuerdo sobre prácticas aceptables, o bien el Gobierno regulará el problema por ley».

Sin embargo, todas estas líneas de fuego continúan abiertas… to be continued.

Inmaculada Asensio Fernández

Entrevista a la Trabajadora Social Zoraida Marín sobre el desahucio que quieren imponer a ella y su familia: no pierden la esperanza de que la justicia se ponga de su parte

Una familia almeriense puede perder su vivienda en escasas semanas, si el juzgado se pronuncia a favor de la entidad bancaria que ha solicitado el desahucio.

En esta ocasión he realizado una entrevista a una joven trabajadora social almeriense, a la que conocí hace unos años mientras se encontraba estudiando la carrera en el Centro Adscrito de Trabajo Social de Almería. Es una mujer muy activa en lo social, así como reivindicativa hacia los derechos de las personas más vulnerables. Cuando tuve conocimiento de la situación que tanto ella como su familia estaban atravesando, la llamé para interesarme por su situación, y le ofrecí este espacio para contar la amarga experiencia del posible desahucio.

Esta familia está sufriendo un problema social que sólo puede comprenderse si se ha atravesado una experiencia similar. En esta ocasión, gracias a la fortaleza, el valor personal y el conocimiento técnico de una trabajadora social como ella, hoy se puede compartir una experiencia como ésta, narrada en primera persona, y que pone de manifiesto la impotencia y el gran dolor que significa encontrarse ante el precipicio personal y social de perder el propio hogar.

Zoraida Marín ha relatado con bastante preocupación que «aún habiendo pagado ya casi la totalidad del valor actual del inmueble, según los cálculos realizados por mi familia y nuestros abogados, así como teniendo en cuenta las clausulas abusivas de las que hemos sido víctimas; nuestra casa está pagada sobre el valor real que tiene hoy día (aunque la entidad bancaria Cajamar no reconoce este hecho, pero sí la Audiencia Provincial de Almería, y lo tenemos por escrito)». 

Zoraida afirma que «sin techo no es posible ejercer otros derechos, y además el derecho a una vivienda digna es un precepto constitucional».

Inmaculada: Zoraida, ¿en qué situación está ahora vuestra vivienda?

Zoraida: La vivienda pertenece a fecha de hoy a Cajamar, se subastó y la entidad se quedó con ella. Actualmente piden el lanzamiento (desalojo) insistentemente en el juzgado: lanzamiento del demandado sin consideración de clase alguna, descerrajamiento de la puerta y cambio de cerradura para que nos echen de nuestra vivienda.

Inmaculada: ¿Cuánto habéis pagado y cuanto os queda por pagar de la hipoteca de vuestra casa?

Zoraida: A ver, el valor actual del inmueble sería similar o incluso inferior a todo el dinero que mi familia ya ha invertido en el mismo, y que se concreta en el dinero ahorrado durante toda una vida de esfuerzo y trabajo. Si quieres cantidades concretas te puedo decir, para dejar este tema bien claro, todo lo que mi familia ya ha pagado por el inmueble:

  • En el momento de la compra, mis padres regresaban a Almería procedentes de Madrid y acaban de vender el inmueble de Madrid, por tanto aportaron una cantidad inicial de 120.000 euros *(20 millones de las antiguas pesetas).
  • Luego, comenzaron a hacer frente a la cantidad de 750 euros al mes (que debían abonar durante 15 años) en concepto de hipoteca.
  • En ese momento el negocio de hostelería de mis padres funcionaba muy bien, y podían hacer frente a esa cantidad. Pero en el año 2006, con los primeros síntomas de la crisis, el negocio empezó a ir mal y finalmente lo perdimos.
  • A raíz de esta quiebra, nuestra situación económica también también quebró, y no pudimos hacer frente al pago de esa cantidad mensual.
  • Cuando no pudimos pagar (habían pasado un par de años) mis padres trataron de ampliar la hipoteca a 30 años, para que la cantidad mensual fuera más asequible a nuestra situación económica, pero Cajamar se negó.
  • Mis padres han parado la subasta de mi casa en 2 ocasiones, pagando las cantidades correspondientes, pero aún a pesar de todos estos esfuerzos, Cajamar siguió con la ejecución del desahucio.
  • Además, la Audiencia Provincial de Almería ha reconocido que hemos pagado indebidamente a Cajamar los intereses de demora, casi 30.000 euros, pero por el momento la única reacción de Cajamar ha sido solicitar nuestro desahucio.
  • Si hoy en día tasaran el valor de la casa de mi familia, estamos convencidos de que con lo que ya hemos invertido en ella estaría más que pagada, pero realizar esta nueva tasación no les interesa y es preferible expulsar a una familia de la única vivienda que tienen, agravando hasta extremos inconcebibles las dificultades sociales que presenta la familia para seguir adelante.

¿Hay algún tipo de ética en esta sociedad? ¿De verdad no se pueden alcanzar soluciones que beneficien a todas las partes, es sólo el desahucio, la humillación y la vergüenza la única solución a este problema que estamos sufriendo? -se pregunta en voz alta la entrevistada Zoraida Marín.

Zoraida reconoce cómo el peso de la edad de sus padres a ella misma le produce malestar, pues ellos ahora viven la impotencia de quedar relegados a una existencia dominada por el miedo y la carencia. El miedo, sí, miedo a un futuro incierto, que viene de la mano de haber perdido lo único que nos proporciona estabilidad y seguridad en la vida, que es la capacidad de construir y mantener el propio hogar, máxime cuando tu edad supera los 65 años, como es el caso de mi padre, por tanto con escasas posibilidades de mejorar su situación económica, salvo que nos toque el cupón.

Zoraida Marín también ha reconocido con cierto tono de tristeza como a ella misma la situación la ha forzado a compartir su propia historia personal (incluso algunos detalles que hubiera preferido mantener con ella) en las redes sociales, ante la desesperación de un desahucio que tanto ella como sus padres valoran ‘sin sentido’ y absolutamente cruel.

Marín señala que «mis padres han luchado durante toda su vida, se han dejado la piel junto a mis problemas de salud que arrastro desde la infancia, han pagado mis estudios de trabajo social con todo su esfuerzo y han tenido la mala suerte de que su negocio se fue a la quiebra, habiendo invertido todos sus ahorros en el mismo y en la vivienda en la que vivimos aún hoy día, pues como te dije pagaron una cantidad inicial de 120.000 euros. Nunca se resistieron a pagar únicamente siempre reclamaron algo que consideramos de justicia, que es pagar según nuestros ingresos».

Añade Zoraida que «por el momento nos iban a desahuciar el 10 de marzo a las 11.30 horas, pero finalmente no se pudo hacer efectiva por paralización temporal de las instancias judiciales (audiencia provincial), pero Cajamar ha pedido nuevamente la expulsión de nuestro hogar y estamos haciendo todo lo posible para que nuestra causa no caiga en el olvido, pues consideramos totalmente injusto que habiendo pagado la mayor parte de nuestra vivienda, nos echen a la calle sin remordimientos, ¿acaso no tenemos derechos?».

Durante el transcurso de esta entrevista, recogida con la mayor literalidad posible, Zoraida Marín Del Rey se ha emocionado en varias ocasiones ante lo que para ella y su familia está siendo la mayor pesadilla de sus vidas… una fuente de mucho dolor. Sin embargo, juntos siguen luchando y lo seguirán haciendo hasta el final. Tantas historias de desahucio quedan relatadas como tragedia… que en el caso de Zoraida y su familia sólo desean que sea recordado como una experiencia de lucha, resiliencia y conquista de derechos sociales por parte de la ciudadanía.

Gracias Zoraida Marín, por tu sinceridad y valentía. Confiemos en que vuestro relato pueda sensibilizar a quién corresponda para que no tengáis que lamentar caer en una situación de grave necesidad, por no encontrar un cauce de diálogo real (sin imposición) y desde las posibilidades de resolución también reales y realistas, para encontrar vías de resolución pacífica.

Entrevista realizada por Inmaculada Asensio Fernández a Zoraida Marín del Rey.