
Diseño propio.
En nombre del amor y de la lealtad a la familia se han permitido verdaderas atrocidades. Se han ocultado situaciones de malos tratos y abusos; se han limitado las posibilidades de tener una buena vida a muchos de sus miembros, sobre todo los más jóvenes e indefensos; y se ha condenado a algunos de ellos a vivir de un modo no acorde a sus gustos e intereses, con una sensación de frustración permanente de por vida. Esto son sólo algunos ejemplos de que hay situaciones de elevada conflictividad entre los miembros de una familia que verdaderamente superan la ficción.
Está muy bien defender la familia, o mejor dicho, los diferentes modelos de familia, pero si el grupo familiar no funciona y proporciona más mal que bien a sus miembros, hay que poner distancia entre todos ellos, y aprender las habilidades y recursos necesarios para hacerse cargo de la propia vida en solitario, o con la compañía de nuevos afectos: nueva familia, por ejemplo. No digo yo que esa persona no vaya a caminar sin “taras” emocionales, pero desde luego tendrá alguna opción de liberarse del yugo de la tradición impuesto, y de una buena parte de conflictos y problemas no creados, sino asumidos desde el mismo momento de su concepción.
Si la familia nutre, ampara, enseña, cuida y defiende a los suyos: es útil y cumple una buena función para la sociedad que somos todos y todas. Pero si esta familia funciona bajo las reglas del desorden y del caos, no es de recibo pedir a sus miembros que se sometan y renuncien a tener una buena vida.
Ni esclavos del fracaso –bajo esquemas repetidos de generación en generación-, ni crueles insensibles que desprecian a sus antecesores, pues cuando una familia no funciona hay poderosas razones que operan tras la compleja trama que los enreda y los condena a todos, y la inconsciencia suele ser la que impide la resolución del entuerto, de cara a futuras generaciones.
La cuestión está en encontrar el término medio. Si la familia no es nutritiva y daña, bien se puede hacer un trabajo para tomar consciencia de ello y poder revertir la situación –en la medida de lo posible-, o bien se pueden liberar cadenas para que se salve quién pueda (cuantos más mejor).
Una buena manera de eliminar cadenas opresoras es el acceso a la educación y a una buena formación reglada. Tener ingresos y posibilidades de sostenerse de manera autónoma. También se pueden eliminar cadenas con la ayuda de la terapia, o con el sostén de los buenos amigos, o incluso otros miembros de la familia extensa. A veces la ayuda llega de la mano de un buen maestro o una buena profesora, o de un profesional del trabajo social. Cualquier persona puede ayudar al que sufre, y proporcionar un leve grano de arena que alivie su malestar y lo impulse hacia adelante.
Lo que tampoco es lícito es que un grupo de personas (llamadas FAMILIA) se sientan forzadas a permanecer unidas, cuando individualmente sus miembros funcionan bien y con calidad de vida, pero cuando se unen sufren y enferman. No creo yo necesario que las personas tengan que estar unidas en la desgracia, en nombre de la tradición y de la FAMILIA.
Aunque claro, esto es sólo una reflexión más en el océano insondable de las familias, ¿cuál es la tuya?
Inmaculada Asensio Fernández



