¿Por qué no me escuchas? (III)

Esta es la tercera entrega de la saga “¿Por qué no me escuchas?”, en este caso dedicada a los aspectos que mejoran la comunicación entre las personas. Aprovecho para enlazar las entradas de blog precedentes: ¿por qué no me escuchas? (I) y ¿por qué no me escuchas? (II).

A continuación, presento una serie de consejos para mejorar la comunicación entre seres humanos, quizá puedan serte de ayuda:

Cuando discutas con otra persona sobre algún aspecto que te molesta relativo a ella, lo mejor es hablar de lo que hace y te molesta, pero no de lo que es. Cuando tomas un defecto o un mal comportamiento de una persona como si fuera una definición de sí misma, esa persona se dispone a estar en defensa y la fractura entre ambas se produce de manera inmediata.

Aborda los temas de uno en uno, no te amontones con el listado de cosas que echar en cara. Muchas veces se toma carrerilla y en medio de una discusión acalorada se verbalizan una a una todas las cosas que nos molestan de la otra persona, aunque no tengan nada que ver entre ellas ni con la situación actual. Esto es nefasto para que el otro pueda abrirse a escucharte y a intentar llegar a algún tipo de comunicación, acuerdo o solución.

Si sacamos a relucir el pasado, que sea para rememorar momentos buenos o positivos, con la intención de utilizarlo de modelo y para poner en marcha conductas positivas olvidadas. Lo que no es recomendable es poner el disco de los temas dedicados relativos al pasado…, sacar a relucir los “trapos sucios” de hace uno, cinco o veinte años, no sólo no aporta nada provechoso, sino que despierta emociones muy negativas. El levantamiento de un muro infranqueable entre ambos está asegurado.

No es bueno marear la perdiz con nuestras palabras, si queremos que la persona siga conectada a nuestra conversación. Para ello es necesario huir de subterfugios y enredos e ir al grano, ser específicos y concretos. Tras una comunicación específica, hay cambios; es una forma concreta de avanzar. Cuando se es inespecífico, rara vez se moviliza nada.

Evita por todos los medios hablar haciendo uso de generalizaciones. Los términos «siempre» y «nunca» raras veces son ciertos y tienden a formar etiquetas. En cambio, es más positivo utilizar expresiones como “a veces”, “con frecuencia”, “alguna vez”, “en ocasiones”… .

Por último, es importante poner especial atención a la comunicación no verbal, esa que no se oye, pero que habla a gritos sobre nosotras y nuestra forma de comunicarnos… parece invisible pero no lo es. Me refiero al contacto visual, que debe ser frecuente, pero no incisivo o exagerado. De igual modo, es importante regular el tono de voz, la expresión facial y el volumen de voz, para mostrar los afectos que consideremos convenientes a la situación (transmitir tranquilidad generalmente ayuda mucho). Y, por supuesto, es fundamental elegir cuidadosamente el lugar y el momento adecuados para mantener esa conversación.

Inmaculada Asensio Fernández.

Empatía vs Simpatía: dos cosas bien distintas

La empatía y la simpatía son dos palabras que suenan de manera muy similar, pero no guardan la misma similitud respecto a su significado en las relaciones humanas, aunque en la práctica se suele confundir un termino con el otro.

EL PODER LA EMPATIA

La EMPATÍA se concreta en ‘la habilidad de entender la perspectiva de otra persona’. Esta competencia es necesaria para un buen número de profesiones que trabajan en atención directa con personas, sobre todo quienes se dedican a labores de ayuda (trabajo social, psicología, medicina, etc).

Desde la empatía…

  • reconocemos la perspectiva del otro como su verdad
  • sentimos con la otra persona
  • reconocemos sus emociones
  • conectamos con ella a través de la conexión con algo nuestro que reconoce ese sentimiento
  • la acompañamos
  • sin hacer nada por cambiar su estado
  • sin juzgar nada

La SIMPATÍA también reconoce las dificultades de la persona interlocutora, pero en este caso quién simpatiza con el dolor ajeno trata por todos sus medios de proporcionar un sentimiento de confort, es decir, intenta que vea el lado bueno de las cosas y sacarla -por tanto- de ese estado.

Desde la simpatía…

  • una parte de nosotros se siente incómoda con la mala noticia o el problema y trata de salir de ahí
  • trata de mejorar las cosas aunque sea artificialmente
  • trata de poner algo positivo en todo el asunto que nos están compartiendo

Mientras la simpatía descubre que la persona sufre, la empatía puede sentir de algún modo ese dolor del otro, por tanto es más profunda que la anterior. La compasión se relaciona con la empatía, en la medida que reconoce una parte de uno mismo en el relato doloroso del otro: siente.

Obvio, hay ocasiones en las que nos comparten un problema y no sabemos qué decir. En estos casos, también se puede hacer un ejercicio de honestidad y agradecer al otro su confianza y señalarle que no sabemos muy bien qué decirle en ese preciso momento, pero queremos acompañarle en el proceso.

Una respuesta difícilmente mejora las cosas, lo que las mejora es la CONEXIÓN con el otro, el sentirnos acompañados en el proceso.

Te aconsejo ver este vídeo, de donde he sacado la mayor parte de la información para esta entrada de blog: EL PODER DE LA EMPATÍA

Autora: Inmaculada Asensio Fernández