Es preferible venir de un hogar roto, que vivir en uno

Tomada de https://cutt.ly/0HMG0iG Ilustración de Philippa Rice

En mi calidad de mediadora familiar, en esta ocasión quiero abordar el tema de la separación y divorcio cuando la pareja tiene hijos. Y comienzo con una frase que no es mía, pero que me parece tremendamente ilustrativa de lo que voy a contar:

Es preferible venir de un hogar roto, que vivir en uno.

La he tomado de una entrevista al psicólogo Juan Pablo Arredondo, en el que cita a una tal Marta como artífice de la misma. En la entrevista aborda una serie de claves para separarse/divorciarse sin provocar un daño adicional e innecesario a los hijos e hijas.

Afrontar una crisis de pareja es muy duro, y si se tienen hijos la situación de dolor se multiplica exponencialmente. Pero, si además la pareja contempla la posibilidad de romper esa relación… hay un sinfín de pensamientos y sentimientos que producen mucho estrés y negatividad, y se relacionan con “qué va a pasar ahora con los niños”.

¿Cómo nos llevaremos siendo padres, cuando no hemos sabido entendernos como pareja?

Este es un tema peliagudo porque la cultura en la que hemos crecido ha fomentado el valor de las familias, como núcleo de convivencia y soporte para todos sus miembros, en aras a conseguir una estabilidad y bienestar común, sobre todo mirando hacia los hijos e hijas.

Sin embargo, la sociedad ha cambiado a toda prisa y no nos sirven los remedios de hace 40, 30 o 20 años…  Hoy día sabemos que esta armoniosidad familiar no siempre es posible, y que actualmente hay más separaciones que inicios de convivencia en pareja… de manera que los esquemas en los que crecimos no aportan respuestas a cómo conseguir ese bienestar cuando la pareja se rompe, pero no la parentalidad. Los hijos e hijas lo son para toda la vida.

Una pareja que convive con unos egos muy marcados, o directamente sin amor, puede generar situaciones muy difíciles de convivencia… faltas de respeto, discusiones repetitivas y desagradables (de esas en las que se levanta la voz, aunque uno de los dos advierta que los hijos están delante) y es que no es fácil sujetar el temperamento cuando la comunicación en la relación se va tornando conflictiva y tóxica.

Hay personas que logran reconducir sus crisis de pareja, muchas veces con ayuda de especialistas, y creo de veras que merece la pena intentarlo… recurriendo a ayuda profesional, pues una pareja que va mal no sólo tiene diferencias o conflictos, sino que tiene a sus espaldas un buen número de intentos fallidos de resolución, y eso también pesa mucho y forma parte del problema, de esa sensación de desamor.

Ahora bien, hay otras parejas que no dejan de confirmar el deterioro, y se instalan en la pasividad (dejar morir no es lo mismo que matar) o en la rabia y la pelea eterna (la culpa es tuya, y tú me has traído a este lugar en el que no quiero estar).

Si el desamor se hace presente y no se vislumbra una salida, conviene tomar nota de aquellas situaciones de separación que conocemos en las que ha habido buena comunicación y buen entendimiento por el bien común más preciado: los hijos e hijas.

Hay algunos consejos muy sabios para afrontar una separación o divorcio 3.0, y con las mayores garantías, pero va a suponer un gran esfuerzo para esos padres y esas madres que ya no encuentran puentes para llegar hasta la orilla en la que se encuentra el otro, aquel que fue su pareja.  

Comencemos con una pregunta, tal como la formula Juan Pablo Arredondo en ese video:

¿Harías cualquier cosa por tu hijo? ¿Darías la vida por tu hija? ¿De verdad lo harías?

Todo el mundo (o casi) va a decir que si, que darían la vida por sus hijos…, sin embargo, pocos son los capaces de parar una pelea o discusión y de quedarse con las ganas de decir la última palabra para demostrar que tienen razón…, mucho menos paran cuando sienten el impulso de criticar al otro progenitor (estén o no delante los hijos).

De este modo, lo primero es,

¡CÁLLATE LA BOCA!

Si, así de claro. Cierra de una vez el pico y deja de discutir con tu pareja frente a tus pequeños, o deja de hablar mal del otro u otra delante de tus hijos.

El desahogo baldío en oídos de todo el mundo no sirve más que para aumentar la sensación de impotencia y de ruina respecto a la situación.

Es muy importante anteponer a tus hijos por encima de lo que sientes, y no al contrario.

Si criticas al padre o a la madre de tu pequeño, estarás anteponiéndote tú a tu hijo.

Los hijos se desarrollan con salud si sus padres tienen una buena relación entre ellos, y desde ellos hacia sus hijos.

Lo segundo, es,

INTENTA TENER UNA RELACIÓN AMIGABLE Y RESPETUOSA CON TU EXPAREJA

Puede que ahora lo veas imposible, pero no lo es. Sólo es necesario tomar la decisión de proteger a vuestros hijos del golpe de la separación. Lucha por doblegar tu ego y tu necesidad de llevar la razón, o de demostrar que el otro está equivocado.

Los hijos son observadores silenciosos de papá y mamá, sobre cómo se llevan, cómo se hablan, qué tipo de trato se tienen… y de ahí aprenden. Cuanto más respeto exista entre ambos, y mejor relación cordial… más calidad tendrá la parentalidad común.

Lo tercero, es,

VIVE TU PROCESO Y TRABAJA TUS ESTADOS EMOCIONALES PARA NO CARGAR NI CULPAR AL OTRO, Y PARA RESOLVER EL DAÑO CON APOYOS

Si te cuesta lidiar con emociones incómodas o desagradables sobre la situación, pide ayuda. Acude a terapia, habla con algún amigo o amiga de confianza, o con algún familiar cercano, pero no te dejes arrastrar por tus detonadores emocionales. Trabaja para que la razón (y las razones) se impongan. El bienestar de tus hijos e hijas es la mayor de las razones, ellos son tu obra y tu legado.

Lo cuarto, es,

TRATA DE LLEGAR A ACUERDOS SOBRE CUSTODIA, VISITAS Y DEMÁS TEMAS DE INTERÉS RESPECTO A LOS HIJOS, SIN NECESIDAD DE LA INTERVENCIÓN DE UN JUZGADO

Traten de llegar a acuerdos, dejando al margen las opiniones o comentarios críticos de terceras personas, por ejemplo por parte de otros miembros de las familias extensas. El mejor acuerdo de partida es no ir a juicio, para que nadie tenga que decidir por vosotros cómo organizaros en la crianza de vuestros hijos.

Los pleitos judiciales son conflicto.

Alternativas extrajudiciales como la mediación familiar aportan más humanidad al proceso, y son los propios padres y madres los que llegan a los acuerdos básicos, y acomodan sus rutinas a las necesidades de sus hijas y sus hijos: ellos vienen para quedarse, lógicamente no se pueden (y no se quieren) devolver.

Estos son 4 sencillos consejos que, de conseguirse, van a multiplicar las posibilidades de construir una separación pacífica y positiva. Muchas veces es sólo cuestión de actitud.

Inmaculada Asensio Fernández.

Aplicaciones de la mediación familiar a los conflictos derivados de la atención a situaciones de dependencia

Portada17

Por Inmaculada Asensio Fernández y Francisco Góngora Gómez

Publicado en Revista de Mediación.  Volumen 9 Nº 1

Resumen:

A lo largo de este artículo se presentan los profundos cambios sociales que se han producido en las últimas décadas y que están afectando a la gestión familiar de los cuidados a las personas en situación de dependencia. Esta circunstancia está provocando importantes conflictos y desavenencias en las redes naturales de apoyo, necesarias para la normalización de los cauces de ayuda fundados en los vínculos de afecto que caracterizan a las sociedades. Se exponen, así mismo, los beneficios de la mediación a través de la ejemplificación de situaciones de conflicto habituales relacionadas con el ámbito de la dependencia, poniendo especial hincapié en las herramientas y técnicas que la persona mediadora ha de emplear para la resolución pacífica de las mismas.

Palabras clave: Dependencia, mediación familiar, conflictos, familia, ética.

Si quieres leer el artículo completo pincha este enlace directo al artículo en la revista: https://revistademediacion.com/articulos/aplicaciones-la-mediacion-familiar-los-conflictos-derivados-la-atencion-situaciones-dependencia/

Conversar conversamos, pero… ¿cómo lo hacemos?

descarga (1)

Imagen tomada de: http://bernijarpa.blogspot.com.es/2011/03/prosimanente.html

 

Señala Amparo Tusón Valls (Universitat Autònoma de Barcelona) que “la conversación es una de las actividades más típicamente humana”, y es que conversar es algo que las personas hacemos casi todo el tiempo, constituyendo el vehículo de unión de las relaciones, ya sean de amistad, afectivas, profesionales o de cualquier otro tipo. De hecho, es frecuente en nuestra cultura charlar –incluso animosamente- con personas desconocidas… en la parada del bus, en el taxi, a la salida del cine, en la cola del súper o donde venga bien, y es que es un bien valioso al que recurrimos a la mínima oportunidad.

Conversar conversamos, pero ¿Cómo lo hacemos?

El arte de conversar no se basa en tener todas las respuestas a la mano, y mucho menos todas las preguntas. Conversar es hablar con otra persona alternando los turnos de palabra, de manera que cada parte tenga su momento y su lugar para expresar lo que piensa o siente. Entendemos, por tanto, que hay un intercambio entre ambas partes, y esto es un aspecto fundamental que marca la diferencia entre soportar una chapa -permitidme la expresión coloquial- y compartir honestamente y de manera enriquecedora con el otro.

Vamos a explorar tres posibles escenarios en los que pueden surgir problemas durante el transcurso de un diálogo, y de qué manera podemos afrontarlos:

Escenario 1: No te gusta lo que estoy diciendo

En lugar de reprenderme, escúchame. Dame tus argumentos, pero no trates de ridiculizarme o de restar importancia a mis palabras, no le quites valor a lo que estoy diciendo alzando tu voz sobre la mía, por mucho que no estés de acuerdo.

¿No te das cuenta que eso no es intercambiar?

Hay ocasiones en las que puedes estar convencida de que la persona que tienes delante está equivocada, no tiene razón o incluso no es capaz de entender claramente tu punto de vista. Seguro que sientes que no tiene ni idea y que tienes que mostrarle las cuatro verdades del barquero ¡Tú sí que sabes!

Pues si esto es así, ten cuidado no vaya a ser que te conviertas en pequeño ogro, y tú sin enterarte, pensando que estás haciendo brillante justicia a este tema o al otro, y desde fuera convertida en un monstruíto nacido para convencer a todos de tu sensatez y superioridad.

*Ogro

  1. 1. Ser fantástico y gigantesco parecido al hombre que se alimenta de carne humana.
  2. 2. Persona insociable, cruel o de mal carácter.

                Ej. «no se puede razonar con él porque es un ogro»

Si todos pensamos, decimos y hacemos lo mismo, no se pueden enriquecer las conversaciones. La diversidad de pensamiento y palabra es positiva, siempre que no atente contra los derechos más fundamentales de las personas, entre los cuales se incluye el respeto, y su consecuencia más directa: las buenas formas.

Escenario 2: Te mueres de ganas por exponer tu punto de vista

Cuando hago una ligera pausa para respirar, no es para que aproveches el hueco para colocar tu frase y que tomes un eterno turno de palabra. De nuevo lo necesario es escuchar, aún no estando de acuerdo con el interlocutor. Más tarde habrá tiempo para intercambiar las ideas oportunas sobre el tema en cuestión.

El manejo de los turnos de palabra no es una cuestión baladí, de hecho hay literatura abundante sobre ello. Con carácter general, cuando se da una conversación espontánea, la alternancia de los turnos de palabra no se puede planificar, pero si podemos estar pendientes (más o menos) del tiempo que llevamos hablando para no dilatarnos en exceso y al cabo de unos minutos de disertación, guardar silencio para que pueda intervenir la otra persona, sobre todo si con su gesto nos están mostrando su necesidad de expresar algo.

Esta habilidad hay que aprenderla y el primer paso para ello es ponerle toda nuestra conciencia.

Escenario 3: Lo que yo digo es una verdad absoluta y punto

No trates de adoctrinarme con verdades absolutas, más bien respeta mi libertad de pensamiento y mis ideales, más concédeme el permiso de tener una opinión contraria a la tuya.

Los hechos son hechos, y cada persona los observa desde su objetividad. En casi todo encontramos argumentos a favor y argumentos en contra… yo puedo conformar mi propia opinión, aunque no se parezca nada a la tuya.

Puedes expresar, obviamente, que no coincides conmigo, y esto está genial y es más que recomendable. Pero no trates de convencerme de tu postura.

Conclusiones:

Fórmulas hay muchas para mejorar la calidad de nuestras conversaciones, pero tras lo visto en esta entrada de blog podemos concluir que una de las premisas más efectivas para hacerlo correctamente es practicar la escucha activa, es decir, guardar silencio mientras la otra persona está hablando, pero siguiendo cerca su relato, sin perder detalle y haciéndole saber que le sigues; por ejemplo mediante tus cambios de expresión facial según lo que te están contando, mostrando asombro, risa o tristeza, según lo relatado, y asintiendo con cabeza en determinados momentos para hacerte ver que estoy contigo.

El respeto es la base de todas las relaciones, aunque no siempre se contempla este matiz. Considero que –más que una cuestión de mala fe– se trata de un comportamiento automático (incluso viciado), por tanto inconsciente, que se adquiere con el uso y abuso, pero que merece la pena observar de cerca para corregirlo.

Inmaculada Asensio Fernández

Separación de pareja e hijos

Hoy comparto un relato que he escrito con el objetivo de ilustrar la realidad de much@s hij@s tras el divorcio o separación de sus padres, de manera que se tome conciencia de lo importante que es mantener una relación lo más cercana posible con aquell@s, haciendo lo posible por lidiar con las propias dificultades, o las que en ocasiones pueda proporcionar la ex-pareja. Buscar ayuda puede ser una opción muy útil en la mayoría de estos casos, sobre todo si se opta por la fórmula de la mediación familiar para el proceso de separación.

Los hijos son hijos para toda la vida, independientemente de que la relación entre papá y mamá haya terminado. Comprender esto y respetarlo es absolutamente liberador para los hijos.

Vivir con la ausencia de «…» marca la vida. Más luego, al crecer, siempre se puede rescatar a los propios padres internos para arropar a ese niño o niña que un día fuimos. Con todo mi cariño.

Un domingo con papa

Imagen

Abro los ojitos a primera hora de la mañana y me acuerdo de papá. Hoy es domingo y le toca venir a buscarme para llevarme al parque.

Mientras me lavo la cara, me llega desde la cocina el olorcito a churros de los domingos, que es el único día que los fabrican, por lo menos eso dice mi madre. Me da mucha rabia porque me encanta desayunar con churros, pero bueno, el plan que tengo para hoy es mucho mejor; estoy deseando ver a papá que los últimos fines de semana ha tenido mucho trabajo y no ha podido venir, pero ya de hoy no pasa, que me lo prometió.

Corro a la habitación y con la ayuda de mama me pruebo varios vestidos, hasta que al final me quedo con el que más me gusta, el vestido blanco de raso, el que tiene el lazo más largo de todos… hoy quiero parecer una princesa.

Enciendo el cassette para escuchar música… -¿Me concede este baile señorita?- susurro frente al espejo mientras mama busca un cepillo para acomodarme el pelo… doy vueltas y vueltas sin parar cantando como una loca. Siento una revolución de mariposas en el estómago porque ya casi no veo a papa. Siempre está trabajando y apenas tiene tiempo para venir a verme como antes. A menudo le surge algo a última hora que le impide venir, pero hoy no, que me prometió que hoy estaría aquí puntual para pasar todas las horas del mundo conmigo, su princesa.

Luego de peinarme me voy corriendo al baño, otra vez, que de tanto nervio que tengo no paro de hacer pis.

-¿Qué hora es mamá? No entiendo porqué tarda tanto papá. Tengo ganas de salir ya a la calle y de echarme muchas fotos en el parque.

– Las diez y media – responde mamá. Seguro que hay mucho tráfico y por eso no le ha dado tiempo a llegar a las nueve. Espéralo en tu habitación vaya a ser que te manches tu vestido.

Cada vez que mi madre dice que hay tráfico pasa algo malo, ¿por qué será? Vuelvo a la habitación y comienzo a vestir y a desvestir todas mis muñecas, a pintarles la cara, cortarles el pelo… Juego mucho rato, el máximo que puedo, pues quiero dar tiempo a papa para luchar contra todos los monstruos que lo retienen contra su voluntad y que no lo dejan venir por mi; mi padre es fuerte y valiente y se pega con quién haga falta para llegar pronto a verme…eso seguro.

Me miro al espejo y veo que el pasador se me ha movido un poco y ha dejado tres o cuatro mechones de flequillo al aire. Ya estoy despeinada otra vez. Me detengo en la luz que entra por la ventana y veo que el color es distinto al de hace un rato. Salgo a buscar a mamá para preguntarle la hora y me la encuentro preparando la mesa para almorzar. No digo nada, doy la vuelta sobre mis pasos y me tumbo en la cama. Papá está trabajando seguro, y eso es bueno… pero yo tengo ganas de llorar.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

En todas las familias hay problemas sociales

Imagen

Dicen por ahí que «en todas las casas se cuecen habas, pero no en todas del mismo tamaño». Este dicho refleja muy bien la realidad social de gran parte de las familias, del mundo mundial -como diría el gran amigo Manolito Gafotas. La aventura de estar vivo implica justo eso, enfrentarse a situaciones difíciles y cambiantes a lo largo de la vida.

Esta frase que hoy da titulo a esta entrada de blog la escuché hace años de la mano de una colega profesional argentina: Adriana, trabajadora social y mediadora familiar. Asistimos juntas a un Congreso de Trabajo Social en Zaragoza y compartimos avatares y vivencias varias. En algún momento que conversábamos sobre la vida, los compromisos, los valores, el amor, el trabajo… ella me dijo: «Inmaculada, en todas las familias hay problemas sociales, – y sentenció: en todas«. Los problemas son inherentes a la raza humana, lo suyo es aprender lo que nos muestran, encararlos y tratar de resolver. Ser conscientes de esta premisa nos ayuda a ser más humildes y a no ir con el cuento de que los profesionales de lo social trabajamos con familias multiproblemáticas. Trabajamos   con familias, sin más. Familias atravesando alguna dificultad.

Esta frase quedó en mi, resonando y dando vueltas, como banda sonora de fondo de las experiencias que voy encontrando a cada paso. en mi camino profesional.

Imagen

Los problemas son obstaculos que hallamos en distintos momentos de nuestro desarrollo evolutivo, que tienen en común el tratarse de situaciones que no sabemos cómo manejar y que por lo general están ligadas a la dinámica social y relacional establecida en nuestro entorno más próximo, que es en definitiva en el que nos desenvolvemos y del que, para bien o para mal, nos nutrimos.

Estos problemas pueden relacionarse con situaciones de enfermedad, muerte, conflictos graves en las relaciones, separaciones traumaticas, adicciones, situaciones de maltrato, la necesidad de sustento económico, etc. El caso es que todas las personas, independientemente de la situación social o económica, conocemos de cerca lo que significa atravesar un proceso doloroso o estresante, y las repercusiones que ello puede tener en nuestro día a día, y en nuestra particular visión del mundo.

Cuando nos vemos avocados a hacer frente a situaciones nuevas, imprevistas, negativas… la incertidumbre, la duda y el estrés pueden nublarlo todo. Las nubes no nos dejan ver “el camino” a seguir, incluso nos impiden ver los diferentes caminos que tenemos ante nosotros (lo que se traduce en opciones), pues posibilidades siempre hay, la cuestión está en verlas. La ayuda de un tercero en esos casos puede ser muy buena, y éste tercero bien puede ser un familiar, un amigo.. o un profesional.

Hay un recurso fundamental cuando se atraviesa cualquier tipo de problema y es el pedir ayuda. Este recurso es el primero y el que verdaderamente puede facilitarnos el salir del hoyo, y no es broma. Pedir ayuda implica tomar las riendas, movilizarnos, y comenzar a estudiar la mejor manera de solucionar la situación que tanto nos preocupa. Siguiendo la metáfora del camino, aquella tercera persona que nos ayuda cuando estamos mal, nos facilita la labor de quitar la broza y apartar las ramas que restan visibilidad para encontrar la mejor ruta aquí y ahora.

Si tenemos alguna persona de valor para nosotros en nuestro entorno para solicitar la oportuna visión objetiva sobre la situación en sí, esto nos aportará claridad, así como nos ayudará a situarnos y a dilucidar lo que es manejable para mi ahora y lo que no. Una persona ajena al problema es capaz de ver opciones, cosa que la persona afectada por toda la vorágine de emociones no tanto.

Otra opción, si eres una persona abierta y te lo puedes permitir, puede ser solicitar ayuda a un profesional (psicólogo, trabajador social, mediador, coach…), pues éstos profesionales tienen una especialización clara a la hora de abordar problemas y pueden proporcionarte herramientas nuevas, así como mostrarte las que ya tienes y que no puedes ver (por el estado de confusión), lo cual va a forjar aún más tus posibilidades de salir de ese estado lo antes posible.

En mi profesión como trabajadora social en ocasiones he recibido llamadas y consultas de diferentes colegas profesionales, de lo social y de lo humano, quiénes necesitaban desahogar un problema de tipo personal y/o familiar con el cual llevaban tiempo lidiando, pero sin resultados (por lo menos no a la vista). El caso es que en todos los casos siempre he percibido una especie de pudor o vergüenza a la hora de relatar sus preocupaciones o problemas, de hecho suelen comentar:

Compañera, no quiero que te hagas una visión equivocada de mi, pero de pequeña… «tal o cual cosa», o mi padre siempre ha sido un hombre (…), o mi madre (…),  mi marido (…); en fin, ejemplos varios.

Y hay algo que siempre me ha gustado decirles y es que “nada de lo humano me es ajeno». Y no es simplemente una frase hecha, sino que es la verdad. Yo misma me he enfrentado a dificultades de todo tipo, algunas de las cuales he resuelto con éxito, y otras que ha resuelto el tiempo, el caso es que nada me es ajeno, y la empatía que siento en cada uno de los relatos me hace confiar en las capacidades de cada persona para salir de sus historias y de sus dificultades, con o sin ayuda, aunque a veces un empujoncito hace mucho.

En todas las familias hay problemas sociales, sí, y esto es algo que nos acerca bastante a los demás, independientemente de su vida y circunstancias. El sufrimiento humano vive en la mente, y se alimenta de los pensamientos. Si los pensamientos no se cuestionan, puedes tirarte toda la vida viviendo de tu historia: la historia de donde naciste; la historia de donde te criaste, la historia de que lo has pasado mal, la historia de que tu pareja te abandonó, o la historia de que no vales lo suficiente… Y como todo son historias y las creemos, esto puede no tener fin. Sin embargo hay una pregunta que también resuena en mi, esta vez de la mano de la autora estadounidense Byron Katie:

¿QUIÉN SERÍAS TÚ SIN TU HISTORIA?

Yo quizá un poco más libre: y TU?

Autora: Inmaculada Asensio Fernández