Yo también sufrí bullying en el colegio: el caso de Blanca Giménez

Tras la publicación de mi última entrada de blog sobre el bullying, relatando mi propia experiencia durante la etapa escolar, quedó inaugurado el movimiento “YO TAMBIÉN SUFRÍ BULLYING EN EL COLEGIO”. A través de este movimiento se pretende dar a conocer a la comunidad -social, política y educativa- la presencia de este problema social que afecta hoy día a un gran número de personas, y sobre el que no hay criterios claros y uniformes de actuación, a juzgar por los casos que aparecen en los diarios. El Bullying existe y hay que visibilizarlo.

Estoy muy agradecida porque algunas personas me han escrito emails para contarme su historia y publicarla en mi blog, y aquí va la primera: el caso de Blanca, hoy una mujer fuerte, risueña y con mucho autoapoyo, capaz de compartir lo que para ella fue un martirio en su época escolar. No he cambiado ni un punto ni una coma de su relato, pues me parece absolutamente genuíno y de corazón, que es lo que importa.

Blank peke

Blanca Giménez de pequeñita

El texto de Blanca dice así:

En primer lugar agradecer a Inmaculada  la iniciativa tan constructiva, liberadora y sanadora.

Es cierto que somos much@s  l@s que hemos sufrido bullying en el colegio,pero que quizás nunca lo hemos manifestado públicamente por miedo o vergüenza.

Aquello marcó mi personalidad y dejó grandes cicatrices que han costado sanar.

Es duro observar cómo va en aumento con una crueldad y violencia que me deja perpleja, y que refresca aquellas situaciones de mi niñez tan dolorosas.

Hay crí@s que se suicidan de la angustia y miedo tan inmenso que tienen en la época que vivimos. Hay que abrir los ojos y actuar para que no siga sucediendo.

He sido alumna de muchos colegios por el trabajo que ejercía mi madre. Donde le salía trabajo allí nos mudábamos, en consecuencia también estrenaba colegio, mofas y martirio.

Recuerdo claramente el miedo que sentía al saber que tendría que pasar una vez más por situaciones similares a las anteriores, el cuerpo temblaba y el aire parecía no querer entrar por las fosas nasales….sensación de asfixia.

Desde que era un mico fui inquieta (no hiperactiva). Siempre me ha costado bastante pasar una hora sentada inmóvil escuchando atenta una clase, solía necesitar levantarme aunque fuese para sacar punta, tirar una goma o lápiz al suelo para poder levantarme por tener que recogerlo….. “culillo de mal asiento” se me llamaba.

(Aún de adulta hay veces que me sigue ocurriendo)

Ya en parvulitos la profesora me amarraba a la silla con la cinta de su bata…las mofas, risas y cachondeo eran de todo tipo y colores. El estómago se me encogía produciéndome un gran dolor, también sentía mucha vergüenza. No me gustaba ser el centro de mira para el cachondeo del grupo.

Al poco rato de estar amarrada a la silla…me inclinaba y levantaba con la silla pegada al trasero, e iba a sacar punta o a recoger un papel que había dejado caer a posta para tener excusa por haberme levantado.

La profesora entraba en cólera y recibía gritos, más mofas, castigada quieta en la esquina mirando hacia la pared, amenazas de quedarme sin recreo, etc… (algunas veces cumplía sus amenazas)

La clase se cachondeaba llamándome “culillo de mal asiento” repetidas veces, como cantando el patio de mi casa es particular (ya sabes). En el recreo o bus escolar se repetía la coral…

Parecen tonterías sin importancia, pero nadie está en el cuerpo del otro para saber las combustiones que siente.

Ya de más mayor, cuando me llamaban para hacer un ejercicio en la pizarra, al escuchar mi nombre hasta las pestañas me temblaban, el miedo se apoderaba de mí y no era capaz de resolver lo que se me indicaba. En consecuencia también surgían múltiples mofas de todos los colores y gustos.

Lógicamente siendo el centro del cachondeo, nadie te quiere en su grupo como alguien deseado…al contrario, te dejan de lado en una soledad dolorosa donde no comprendes  qué es lo que hiciste mal,  o qué hay de malo en ti.

Nací con heridas profundas en la córnea del ojo izquierdo, por una paliza que mi padre dio a mi madre estando embarazada.

Mis gafas no eran de culo de vaso…eran lo siguiente! Añadiendo un lindo parche que me hacía la pirata del lugar. No sé el motivo, pero mi madre me las compró de color negro….eran horrorosas!! Las gafas me acompañaron hasta los 16 años, cuando ya decidí no ponérmelas más, al saber que lo que tenía en el ojo era incurable. A día de hoy sólo veo con el ojo derecho….pero este ve por tres jajajajaja.

Las gafas, el no ser guapa/cuerpazo, el nombre y apellido, no tener padre, no ser una eminencia en los estudios etc… fueron causas de muchas humillaciones psíquicas y físicas que causaron grandes heridas.

En el recreo me daban de lado en las pandillas de la gente guapa y exitosa…me sentía como la apestada, no era del interés de nadie excepto para ser centro de las burlas.

Cuando había que hacer un trabajo grupal, habitualmente me quedaba fuera de los grupos, la profesora era la encargada de colocarme en alguno, con las consecuentes caras y gestos de “uff” del grupo al que se le había impuesto mi participación.

Podría escribir un libro de anécdotas y vivencias de otras agresiones/acoso de las que he sido testigo hacia otras criaturas,  pero mejor lo dejo aquí….creo que con esto de momento es suficiente.

Hoy comprendo que somos víctimas de víctimas, normalmente no calibramos el daño tan grande que podemos causar con un gesto, grito, descalificación, insulto, palabra, refrán etc…

Te deja marcad@ de por vida. Lloré mucho y el dolor por épocas era intenso, pero a día de hoy estoy muy orgullosa de haber superado todo aquello, haber perdonado y comprendido que aquello también formó parte del Ser que a día de hoy Soy.

También confieso que si me dieran la oportunidad de volver atrás…divina juventud…NO la querría jajaja,no me gusta la experiencia del colegio y no quisiera volver a pasar por aquello de nuevo ni loca.

Blanca Giménez.

Gracias Blanca, por compartir tu experiencia.

Separación de pareja e hijos

Hoy comparto un relato que he escrito con el objetivo de ilustrar la realidad de much@s hij@s tras el divorcio o separación de sus padres, de manera que se tome conciencia de lo importante que es mantener una relación lo más cercana posible con aquell@s, haciendo lo posible por lidiar con las propias dificultades, o las que en ocasiones pueda proporcionar la ex-pareja. Buscar ayuda puede ser una opción muy útil en la mayoría de estos casos, sobre todo si se opta por la fórmula de la mediación familiar para el proceso de separación.

Los hijos son hijos para toda la vida, independientemente de que la relación entre papá y mamá haya terminado. Comprender esto y respetarlo es absolutamente liberador para los hijos.

Vivir con la ausencia de «…» marca la vida. Más luego, al crecer, siempre se puede rescatar a los propios padres internos para arropar a ese niño o niña que un día fuimos. Con todo mi cariño.

Un domingo con papa

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Abro los ojitos a primera hora de la mañana y me acuerdo de papá. Hoy es domingo y le toca venir a buscarme para llevarme al parque.

Mientras me lavo la cara, me llega desde la cocina el olorcito a churros de los domingos, que es el único día que los fabrican, por lo menos eso dice mi madre. Me da mucha rabia porque me encanta desayunar con churros, pero bueno, el plan que tengo para hoy es mucho mejor; estoy deseando ver a papá que los últimos fines de semana ha tenido mucho trabajo y no ha podido venir, pero ya de hoy no pasa, que me lo prometió.

Corro a la habitación y con la ayuda de mama me pruebo varios vestidos, hasta que al final me quedo con el que más me gusta, el vestido blanco de raso, el que tiene el lazo más largo de todos… hoy quiero parecer una princesa.

Enciendo el cassette para escuchar música… -¿Me concede este baile señorita?- susurro frente al espejo mientras mama busca un cepillo para acomodarme el pelo… doy vueltas y vueltas sin parar cantando como una loca. Siento una revolución de mariposas en el estómago porque ya casi no veo a papa. Siempre está trabajando y apenas tiene tiempo para venir a verme como antes. A menudo le surge algo a última hora que le impide venir, pero hoy no, que me prometió que hoy estaría aquí puntual para pasar todas las horas del mundo conmigo, su princesa.

Luego de peinarme me voy corriendo al baño, otra vez, que de tanto nervio que tengo no paro de hacer pis.

-¿Qué hora es mamá? No entiendo porqué tarda tanto papá. Tengo ganas de salir ya a la calle y de echarme muchas fotos en el parque.

– Las diez y media – responde mamá. Seguro que hay mucho tráfico y por eso no le ha dado tiempo a llegar a las nueve. Espéralo en tu habitación vaya a ser que te manches tu vestido.

Cada vez que mi madre dice que hay tráfico pasa algo malo, ¿por qué será? Vuelvo a la habitación y comienzo a vestir y a desvestir todas mis muñecas, a pintarles la cara, cortarles el pelo… Juego mucho rato, el máximo que puedo, pues quiero dar tiempo a papa para luchar contra todos los monstruos que lo retienen contra su voluntad y que no lo dejan venir por mi; mi padre es fuerte y valiente y se pega con quién haga falta para llegar pronto a verme…eso seguro.

Me miro al espejo y veo que el pasador se me ha movido un poco y ha dejado tres o cuatro mechones de flequillo al aire. Ya estoy despeinada otra vez. Me detengo en la luz que entra por la ventana y veo que el color es distinto al de hace un rato. Salgo a buscar a mamá para preguntarle la hora y me la encuentro preparando la mesa para almorzar. No digo nada, doy la vuelta sobre mis pasos y me tumbo en la cama. Papá está trabajando seguro, y eso es bueno… pero yo tengo ganas de llorar.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández