Se necesita un poco de tiempo para superar una ruptura inesperada de pareja

Fuente: https://www.danielcolombo.com/por-que-perdemos-la-esperanza-y-8-formas-de-recobrarla-por-daniel-colombo/

Las rupturas de pareja están incluidas en la Escala de Acontecimientos Vitales Estresantes de Holmes y Rahe, 1976. De hecho, constituyen un proceso que puede resultar muy doloroso, e incluso incapacitante para la persona que lo padece, pero en circunstancias normales sólo durante un tiempo. La buena noticia es que una vez superada la fase critica inicial -de no aceptación y rechazo- este proceso puede conducirnos a una nueva versión de nosotras mismas (personas) más fuertes y con más auto-apoyo en la vida. 

LA VIDA NI COMIENZA NI TERMINA CON LA QUE HA SIDO TU PAREJA DURANTE TODO ESTE TIEMPO. LA VIDA COMIENZA Y TERMINA EN TI.

Sobre el desamor y las separaciones se ha escrito mucho, además de que hay un sinfín de vídeos de crecimiento personal sobre este tema en internet. Esto muestra dos cosas claras: se consume mucho este tipo de material, y suceden muchas rupturas, de manera que nada de lo humano nos es ajeno, como decía el filósofo.

El desamor es un tema, por tanto, que nunca pasa de moda y que cada día afecta a un buen número de personas. Es cierto que no todo el mundo lo vive de la misma manera, pues todas las personas no tenemos el mismo temperamento, las mismas experiencias, ni los mismos recursos personales y social, pero:

doler, duele, eso es seguro.

Por este motivo, las consultas de psicología se llenan y se vacían todos los días: entran quiénes recién se separan y requieren de ayuda para afrontarlo…, y salen quiénes ya han sido capaces de elaborar el duelo y soltar la rabia y la tristeza, para retomar su proyecto de vida. 

Una ruptura sentimental quiebra muchas de nuestras expectativas, es cierto, pero un mensaje  importante y sobre el que hay que tejer con empeño cada suspiro y cada lágrima derramada, es:

  • Ten por seguro, que lo vas a superar.
  • Ten por seguro, que no estás sola o solo. 
  • Ten por seguro, que la vida te regalará cosas muy bellas, si te preparas para continuar con el viaje. 
  • Ten por seguro, que de pena no se muere nadie. 

Me apetece mucho compartir un cuento que a mi me ha sido útil en algunas situaciones de dificultad. Todas las emociones viven en cada ser humano, y todas -cuando están revueltas- nos hacen sentir desasosiego y malestar. Has de saber que sus efectos en ti son transitorios  y que forman parte de la misma vida… jugando sus cartas.

Una vez superada una crisis, ni te imaginas la cantidad de recursos personales y la sabiduría que adquieres. No dudes ni un segundo de ti y de tu capacidad para salir fortalecida de todo este proceso.

Si hay tantas personas que cuentan abiertamente lo mal que lo han pasado y cómo lo han superado, y no sólo en internet, sino tus amistades, gente en los bares, compañeros y compañeras del trabajo…, ¿por qué tu caso va a ser una excepción?

Hay un cuento que aparece en el libro “Todo (no) terminó”, de Silvia Salinas y Jorge Bucay que creo te gustará leer para entender cómo funcionan las emociones en un momento complicado como es una ruptura de pareja. A continuación lo comparto.

LA ISLA DE LAS EMOCIONES

Erase una vez una isla donde habitaban todos los sentimientos: la Alegría, la Tristeza y muchos más, incluyendo el Amor. Todos los sentimientos estaban allí. A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila, hasta previsible. A veces, la Rutina hacía que el Aburrimiento se quedara dormido, o el Impulso armaba algún escándalo; otras veces, la Constancia y la Convivencia lograban aquietar al Descontento.
Un día, inesperadamente para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento convocó una reunión. Cuando por fin la Distracción se dio por enterada y la Pereza llegó al lugar de encuentro, todos estuvieron presentes. Entonces, el Conocimiento dijo:
– “Tengo una mala noticia para darles: la isla se hunde».
Todas las emociones que vivían en la isla dijeron:
– “¡No! … ¿como puede ser? …¡Si nosotros vivimos aquí desde siempre!!!!”
Pero el Conocimiento repitió:
– “La isla se hunde”.
– ¡Pero no puede ser!!! Quizás estás equivocado!!!”
– “El Conocimiento nunca se equivoca -dijo la Conciencia, dándose cuenta de la verdad-. Si él dice que se hunde, debe ser porque se hunde”.
– “Pero… ¿Qué vamos a hacer ahora????” -preguntaron los demás-.
Entonces el Conocimiento contestó:
– “Por supuesto, cada uno puede hacer lo que quiera, pero yo les sugiero que busquen la manera de abandonar la isla…. Construyan un barco, un bote, una balsa o algo que les permita irse, porque el que permanezca en la isla desaparecerá con ella”.
-“¿No podrías ayudarnos?”, preguntaron todos, porque confiaban en su capacidad.
– “¡No ! -dijo el Conocimiento-, la Previsión y yo hemos construido un avión y en cuanto termine de decirles esto, volaremos hacia la isla más cercana…”.
Las emociones dijeron:
– “¡No! ¡Pero no! ¿Qué será de nosotros???”
Dicho esto, el Conocimiento se subió al avión con su socia Previsión y, llevando de polizón al Miedo, que no es tonto y ya se había escondido en el motor, dejaron la isla.
Todas las emociones, en efecto, se dedicaron a construir un bote, un barco, un velero…Todas… Salvo el Amor.
Porque el amor estaba tan relacionado con cada cosa de la isla que dijo:
– “Dejar esta isla… después de todo lo que viví aquí… ¿Cómo podría yo dejar este arbolito, por ejemplo? Ayyyy…. Compartimos tantas cosas…”.
Y mientras las emociones se dedicaban a fabricar el medio para irse, el Amor se subía a cada árbol, olía cada rosa, se fue hasta la playa y se revolcó en la arena como solía hacer en otros tiempos. Tocó cada piedra…y acarició cada rama…
Al llegar a la playa, exactamente al lugar desde donde el sol salía, su lugar favorito, quiso pensar con esa ingenuidad que tiene el amor:
-«Quizás la isla se hunda un ratito… y después resurja…. porqué no???»
Y se quedó días y días midiendo la altura de la marca, para revisar si el proceso de hundimiento no era reversible… Pero la isla se hundía cada vez más…
Sin embargo, el Amor no podía pensar en construir nada, porque estaba tan dolorido que sólo era capaz de llorar y gemir por lo que perdería.

Se le ocurrió entonces que la isla era muy grande y que, aún cuando se hundiera un poco, él siempre podría refugiarse en la zona más alta…. Cualquier cosa era mejor que tener que irse. Una pequeña renuncia nunca había sido un problema para él…
Así que una vez más, tocó las piedrecitas de la orilla … y se arrastró por la arena… y  se mojó los pies en la pequeña playa… que en otros tiempos era enorme…
Luego, sin darse cuenta demasiado de su renuncia, caminó hacia la parte norte de la isla, que si bien no era la que más le agradaba, era la más elevada…
Y la isla se hundía cada día un poco más…. Y el Amor se refugiaba cada día en un lugar más pequeño…
– “Después de tantas cosas que pasamos juntos!!!!- le reprochó a la isla.
Hasta que, finalmente, solo quedó una minúscula porción de suelo firme; el resto había sido tapado completamente por el agua.
Recién en ese momento, el amor se dio cuenta de que la isla se estaba hundiendo de verdad. Comprendió que, si no dejaba la isla, el amor desaparecería para siempre de la faz de la tierra…

Entonces, caminando entre senderos anegados y saltando enormes charcos de agua, el amor se dirigió a la bahía. Ya no había posibilidades de construirse una salida como la de todos; había perdido demasiado tiempo en negar lo que perdía y en llorar lo que desaparecía poco a poco ante sus ojos…
Desde allí podría ver pasar a sus compañeras en las embarcaciones. Tenía la esperanza de explicar su situación y de que alguna de ellas lo comprendiera y lo llevara.
Buscando con los ojos en el mar, vio venir el barco de la Riqueza y le hizo señas. Se acercó la Riqueza que pasaba en un lujoso yate, y el Amor dijo:
– «Riqueza llévame contigo! … Yo sufrí tanto la desaparición de la isla que no tuve tiempo de construirme un barco».
La Riqueza contestó:
– «No puedo, hay mucho oro y plata en mi barco, no tengo espacio para ti, lo siento» y siguió su camino, sin mirar atrás…
Le pidió ayuda a la Vanidad, a la que vio venir en un barco hermoso, lleno de adornos, caireles, mármoles y florecitas de todos los colores, que también venia pasando:
– «Vanidad» por favor ayúdame»…., y la Vanidad le respondió:
– «Imposible Amor, es que tienes un aspecto!!!!…¡ Estás tan desagradable!!! tan sucio, y tan desaliñado!!!!… perdón pero afearías mi barco…”- y se fue.
Pasó la Soberbia, que al pedido de ayuda contestó:
– «Quítate de mi camino o te paso por encima!».
Como pudo, el Amor se acerco al yate del Orgullo y, una vez mas, solicitó ayuda.
La respuesta fue una mirada despectiva y una ola casi lo asfixia.
Entonces, el Amor pidió ayuda a la Tristeza:
– «¿Me dejas ir contigo?».
La Tristeza le dijo:
– «Ay Amor, tu sabes que estoy taaaan triste que cuando estoy así prefiero estar sola»
Pasó la Alegría y estaba tan contenta que ni siquiera oyó al Amor llamarla.

Desesperado, el Amor comenzó a suspirar, con lágrimas en sus ojos. Se sentó en el pedacito de isla que quedaba, a esperar el final… De pronto, el Amor sintió que alguien chistaba:
– » Chst- Chst- Chst…»
Era un desconocido viejito que le hacía señas desde un bote a remos. El Amor se sorprendió:
– «¿Es a mi?»- preguntó, llevándose una mano al pecho.
– “Sí, sí -dijo el viejito-, es a ti. Ven, sube a mi bote, rema conmigo que yo te salvo”.
El Amor lo miró y le quiso explicar…
– lo que pasó, es que yo me quedé…
– «Ya entiendo» -dijo el viejito sin dejarlo terminar la frase- “¡Sube!”.
El amor subió al bote y juntos empezaron a remar para alejarse de la isla. No pasó mucho tiempo antes de poder ver cómo el último centímetro de la isla se hundía y desaparecía para siempre…
– “Nunca volverá a existir una isla como esta – murmuró el amor, quizás esperando que el viejito lo contradijera y le diera alguna esperanza.
– “No -dijo el viejo- como ésta, nunca; en todo caso, diferentes …!

Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor se sentía tan aliviado que olvidó preguntarle su nombre. Cuando se dio cuenta y quiso agradecerle, el viejito había desaparecido. Entonces el Amor, muy intrigado, fue en busca de la Sabiduría para preguntarle:
– “¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco y él me salvó… Todos los demás no comprendían que hubiera quedado sin embarcación, pero él me salvó, me ayudó y yo ahora no sé ni siquiera quién es…”
Entonces la Sabiduría lo miró largamente a los ojos, y le dijo:

-«Es el único capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una pérdida le hace creer que es imposible seguir. Es el único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es El Tiempo….”.

Por Inmaculada Asensio Fernández.

La ruptura es un nuevo comienzo

Imagen mujer

Benjamín Lacombe (Edelvives) Imagen extraída de: https://goo.gl/YBN3Ki

La despedida es un nuevo comienzo.

Hay una frase célebre de Paulo Coelho que viaja de punta a punta en las redes sociales y que dice: “quédate con un amor que te dé respuestas y no problemas. Seguridad y no temor. Confianza y no más dudas”. Y es que cuando las heridas son más grandes que las alegrías compartidas en una relación de pareja, hay que plantearse decir adiós, por más doloroso que pueda parecernos.

Es triste dejar ir a la persona con la que hemos compartido experiencias, cariño, sexo, confidencias e ilusiones… pero más triste es ver cómo todo aquello que sentiste se va desmoronando, y la imagen interior que guardas de la otra persona se aleja muy mucho  del ideal que habías generado cuando decidiste apostar por esa relación.

Para decir adiós a una persona a la que se ha amado hay que ser valiente, y sobre todo tener los pies en la tierra –como se suele decir. Hay ocasiones en las que el deseo de separarse está muy claro, y otras en las que sentimos que algo dentro de nosotros no quiere dejar marchar al otro, o algún rastro de lo vivido. Y en estas situaciones no conviene tomar decisiones precipitadas, pues si hay algo verdaderamente tóxico en las relaciones es terminar, para más adelante volver a intentarlo, y volver a dejarlo, y volver a intentarlo (…) en un bucle sin fin de incertidumbre y de apego que destruye la autoestima y la confianza por completo.

Decíamos, pues, que es necesario ser valiente, pero no sólo eso, además se requiere honestidad para aceptar que las alegrías ya no son tantas, y las dudas, los conflictos y las discusiones afloran por doquier. Ya no hay posibilidad de crear un futuro en común y lo único que hacemos en la relación es pasarlo mal y aguantar sinsabores. A este respecto 1Jorge Bucay y Silvia Salinas lo tienen claro:

Las relaciones duran lo que tienen que durar, es decir, mientras impliquen crecimiento para ambos: a veces unas semanas, otras, toda una vida”.

El desgaste es la antesala del desamor

Desde el ángulo del aprendizaje y crecimiento mutuo, cuando dos personas duran toda una vida es porque tienen claro que su compromiso y su amor está por encima de las diferencias que hayan podido surgir, máxime si han creado una familia a la que sostener y nutrir.

Hay relaciones en las que las tensiones están por encima del compromiso y del amor, propiciando el surgimiento de situaciones negativas que llevan a las personas a entrar en una discusión –cuando aún no han superado la anterior. Los problemas no se resuelven, se enquistan. Se acuestan a dormir y cada uno ocupa un rincón lejano en la cama… apagan la luz y los ojos permanecen abiertos, ahogados en un sinfín de preocupaciones e interrogantes sin respuesta: ¿hasta cuándo va a durar esta situación?

Este tipo de situaciones provocan un importante desgaste en las personas que comparten esa relación, de manera que sus intercambios se van viciando, con la consiguiente pérdida de deseo,  paz interior,  autoestima y de una dirección clara en esa relación.

Lo peor es que la mayor parte de los intentos por resolver el conflicto y que todo vuelva a ser como antes enturbian aún más la comunicación entre ambos, y llega un momento en el que el más mínimo contacto íntimo puede resultar incómodo, y hasta forzado.

Ese momento en el que ya no puedes generar una imagen positiva de la relación o de tu pareja, a través de la imaginación, la cosa está clara: la fractura ya está hecha.

A estas situaciones las llamo estar de resaca continua. No te llegas a recuperar de los síntomas del malentendido reciente y se inicia un nuevo ciclo de desavenencias que poco a poco nos van desgastando, hasta terminar por completo con nuestra ilusión y ganas de estar en esa relación, de manera que se va construyendo un muro invisible que separa a los supuestos enamorados.

Si ya no se confía en la posibilidad de un futuro en común o el proyecto de vida ha caído en mil pedazos, sólo queda una cosa y es soltar al otro, y soltarnos nosotros. Sin duda será un poco duro al principio, pero de ahí se sale, con el apoyo de la familia y/o amigos, o incluso con el apoyo extra de una ayuda profesional.

¿Para qué hacerse más daño alimentando algo que no va? ¿Para qué insistir en meter la cabeza por donde no cabe? Acepta que esa persona y tú ya os habéis mostrado lo necesario. Ya se puede dar carpetazo a esa historia de amor.

Si las personas se han hecho mucho daño a través de faltas de respeto, tocando las heridas del otro o incluso jugando con el valor que no se debe jugar nunca en una relación como es la confianza, hay que soltar el vínculo desde la gratitud de lo que fue, aún a pesar toda esa gama de sentimientos que acompañan a una despedida, donde no suelen faltar ni la rabia ni la tristeza.

La relación ha terminado

Dependiendo de la calidad del vínculo y del tiempo invertido en la relación, ésta puede generar un vacío mayor o menor en las personas. La buena noticia es que esta sensación de vacío no dura para siempre -ni mucho menos- y es una oportunidad para trabajar tus zonas vulnerables, tus carencias y tu amor propio.

Mantenerse en la idea de aprender de la experiencia y centrarse en la autorecuperación, es seguir con el propio camino.

Cuando se produce una ruptura de pareja, se dan –al menos- dos procesos diferenciados, y cuyo tratamiento por parte de la persona padeciente es completamente distinto. Por una parte está la decisión y el acto de poner fin a la unión, y por el otro el acto de atravesar el proceso de duelo que acompaña a esa ruptura que, bien elaborado, nos prepara para abrirnos a la posibilidad de enamorarnos de nuevo.

Poner fin a la relación es una decisión que nos empuja a un camino que, en primer lugar no suele ser agradable, sino más bien todo lo contrario. Puede que incluso al inicio de este camino puedan surgir sentimientos de arrepentimiento que nos lleven a dar pasos atrás, pero merece la pena mantenerse en este lugar para quedarte con el aprendizaje necesario de la experiencia, comenzando con el convencimiento personal de que “de pena no se muere nadie”, y salir se sale; incluso pasado un tiempo prudencial podemos volver a enamorarnos incluso con una intensidad mayor que la anterior. Sobre todo porque la experiencia es un grado, y a la hora de elegir pareja se tiene mucho en cuenta lo vivido en la anterior.

* Hasta aquí la versión reducida… si te interesa el tema puedes seguir leyendo.

Tu calle ya no es tu calle

Dice un poema de 2Manuel Machado “tu calle ya no es tu calle, es una calle cualquiera camino de cualquier parte”. El poema de Machado me sirve para destacar lo que sucede  cuando se inicia el camino de retorno a nosotros mismos al dejar una relación de pareja, y es que la otra persona pierde progresivamente protagonismo en nuestras vidas, hasta que llega un momento en que su calle es una calle cualquiera para nosotros, y camino a cualquier parte, ya que nuestra mirada ha de estar fijada en el nuevo camino que se inicia ante nosotros: la recuperación.

En los primeros momentos de la ruptura conviene recordar muy de cerca los motivos que nos han llevado a dejar esa relación, si la decisión la hemos tomado nosotros; o recordar los momentos desagradables y dolorosos que nos recordaban una y otra vez que esa relación no era sana, que nunca seríamos dichosos al lado de esta persona.

Recuerdo este punto porque suele ser frecuente que tras sentir los primeros síntomas de la pérdida del otro, comencemos a disfrazar y dulcificar lo acontecido, de manera que busquemos todas las pruebas que nos lleven a pensar que esa relación es lo mejor que nos ha pasado en la vida. Ojo, el autoengaño es un recurso macabro de la mente para que retrocedas, para que no asumas tu parte de responsabilidad y no atravesar la pérdida.

El dolor de estos primeros momentos puede llevarnos a buscar a la otra persona y a pedirle que vuelva con nosotros. Si una relación que ha terminado se da una oportunidad, desde luego es prudente dejar pasar un poco de tiempo para descubrir si ha sido fruto de la desesperación del momento de la despedida, o si realmente es una decisión razonada y no improvisada, basada en el convencimiento real de que puede funcionar, aún a pesar de la trayectoria y de los acontecimientos vividos.

Un límite tan importante y decisivo como es poner fin a una relación exige plantearse mucho las cosas, adoptar nuevos acuerdos y límites en la relación, si se opta por intentarlo de nuevo.

La función de los atajos

Luego también hay situaciones en las que las personas que comienzan a sufrir todos los síntomas de la despedida y del duelo intentan buscar atajos que los saquen de ese estado y de esa situación de dolor.

Un atajo es una senda o lugar por donde se abrevia el camino, y en temas de ruptura bien parece que hay personas que prefieren tomar atajos para no afrontar la parte más difícil del desamor: encajar y elaborar bien el fin de esta historia, el duelo.

¿Cuáles son los atajos más comunes en estas situaciones?

El más comúnmente aceptado sería el que sigue al refrán “una mancha de mora, con otra mancha se quita”, que no es ni más ni menos que buscar la manera de sustituir la relación que ya ha terminado por otra. Este tipo de comportamientos privan a la persona de la posibilidad de aprender de la relación que ha terminado, y por tanto no volver a repetir esa misma historia con la siguiente persona de la que se enamore.

Los momentos de tristeza son fundamentales para entrar en uno mismo y reflexionar, sin bien hay que reconocer que están más que denostados en nuestra cultura y por la sociedad, ya que hemos creado una especie de pánico social al dolor y a la soledad, provocando que muchas personas opten por una huída inmediata respecto a ambas cosas: la soledad y el dolor, como si de enfermedades terminales o terriblemente incapacitantes se tratara.

El temor de vernos atravesar un periodo de soledad puede llevarnos a pensar que nos vamos a quedar en esa situación para siempre, motivando forzar el proceso de recuperación cuanto antes, y de la mano de otra persona. Pero has de saber que cuando inicias una relación de pareja sin haber elaborado el duelo de la anterior “estarías sustituyendo el afecto que falta y esto podría generar una cierta dependencia”, tal como se recoge en un artículo de Beatriz G. Portalatín publicado en el 3Diario El Mundo el 15 de Abril de 2015.

Lo mejor es comenzar una relación de pareja cuando nos encontremos en una situación libre de cargas del pasado, pero sobre todo libre de resentimientos y rencores respecto a nuestra pareja anterior. Hay que reconocer que estos sentimientos no son campo abonado para que surja y florezca el verdadero amor, despojado de toda sensación de necesidad y angustia, por tanto un amor maduro y basado en la autonomía de dos personas que se encuentran y se funden en el abrazo del respeto y de la apertura a la persona que llega a nuestra vida.

Aprendiendo a decir adiós, a soltar lo que ya no está

La cuestión es que la relación ha terminado, no quiero coger ningún atajo pero el dolor que siento se me hace insoportable. Todo me recuerda a la persona de la que me he separado y el llanto hace acto de presencia una y otra vez.

Lo que conviene en estos momentos es apoyarse en las personas que nos quieren y con las que tenemos una buena relación, como puede ser nuestra familia o nuestros amigos. No es conveniente pasar todo el día encerrado en casa, ni lamentándose. Tiene que haber un momento para cada cosa, también para la distracción.

En un primer momento es importante hablar y desahogarnos con aquellos miembros de la familia o amigos en los que encontramos un mayor apoyo, pues el propio relato de lo sucedido y de cómo nos sentimos, nos ayuda a reelaborar lo sucedido, y a colocarnos donde nos corresponde en toda historia; pero al mismo tiempo nos ayuda a orientarnos en el maremagnun de sentimientos que nos dominan y a ordenarlo todo.

La decisión de la ruptura, sea tomada por una persona o por otra, hay que aceptarla como un acto de libertad de quién ha decidido, y en muchos casos como un acto de sentatez ante lo que no se sostiene. Siguiendo a 4Jorge Bucay “la propuesta es que yo me responsabilice, que me haga cargo de mí, que yo termine adueñándome para siempre de mi vida”. Y esto es un acto de voluntad y de auto convencimiento diario, acerca de las razones que han provocado la ruptura de esta relación, en la que yo puedo tener mi parte de responsabilidad, pero no toda la responsabilidad.

Uno de los aspectos más difíciles de encajar en la ruptura es la sensación de dependencia respecto de la persona amada. Surgen momentos de angustia y de negatividad que nos empujan a mirar atrás una y otra vez, obviando lo que nos separa y magnificando lo que nos acerca.

A este aspecto hay que ponerle mucha atención, ya que se trata de un engaño bien urdido y con los mismos síntomas físicos que provoca la abstinencia a una droga al principio de dejar de consumirla. Dicho así puede parecer exagerado, pero dentro del contexto de lo que significa ese doloroso momento, y desde el valor que supone dejar atrás algo que nos hace daño y nos atrae a partes iguales, conviene tenerlo en cuenta para –al menos- saber que lo que nos ocurre no es una especie de locura transitoria (en plan “ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio, contigo porque me matas y sin ti porque me muero”), sino que puede entrar dentro de la normalidad.

Leyendo a Eduardo Punset y su viaje al amor descubrí que los efectos físicos y psicológicos que acompañan al proceso de duelo o desamor tienen una fecha de caducidad, es decir, estamos programados para pasarlo mal durante un tiempo, pero no para quedarnos en ese lugar de manera indefinida.

Acepta que el desapego duele y que sólo se supera atravesándolo. Que no es el lugar de destino, sino sólo una estación por la que muchas personas atravesamos en algún momento de nuestra vida.

Duele el desapego

Duele el desapego

es una lucha, una gran desazon.

Grita como la droga

por la unión de dos.

Duele pensar en el otro

sentirlo en las entrañas.

Duele la imposibilidad de un futuro en común,

ni en hechos… ni en palabras.

Duele el desapego

por miles de fantasías despiertas,

obviando lo que nos separa

y magnificando lo que nos acerca.

Duele el desapego,

por la falta de coherencia,

por el peso de la obsesión,

por la rabia de la despedida

y por el maltrecho corazón.

Duele el desapego

no nos enseñan a afrontar,

que las despedidas no siempre encajan

y nos llevan a la baja,

más es cuestión de tiempo,

encontrar un mar en calma.

Duele y aún así está la conciencia

para poner todo en su sitio,

para tratarse a una misma con amor,

y avanzar sin cárceles ni condenas,

hacia la libertad.

 (Poema de elaboración propia)

Autora: Inmaculada Asensio Fernández.

Referencias:

1 Bucay, J., Salinas, S. (2003) “Amarse con los ojos abiertos”. R.B.A. Libros, S.A. Barcelona

2 http://www.poetasandaluces.com/poema.asp?idPoema=1570

3 http://www.elmundo.es/salud/2014/04/09/53443ef7ca474165428b4585.html

4 Bucay, J. (2003) “El camino de la autodependencia”. Editorial Grijalbo. Barcelona

5. Punset, E. (2007) «El viaje al amor». Editorial Destino. Barcelona

Construye tu fuerza interna

fuerza interna

Cuando las cosas se tuercen en la vida, cuando atravesamos un problema  o cuando nos enfrentamos al duelo de una pérdida o de una despedida… hay ciertos recursos internos a los que merece la pena echar mano para salir adelante con el menor coste posible, y con un buen aprendizaje.

Según Jorge Bucay, en su libro El camino de la autodependencia,

“Un recurso es toda herramienta de la cual uno es capaz de valerse para hacer otra cosa; para enfrentar, allanar o resolver las contingencias que se nos puedan presentar”.

Hay muchas maneras de obtener recursos personales, pero una de las más  efectivas supone atravesar por estas situaciones -digamos poco gratas- venciendo todas nuestras resistencias a pasarlo mal o peor;  no en vano hay una frase que dice “el dolor que sientes hoy, será tu fuerza de mañana”. Y es cierto que hay determinadas fortalezas que sólo se pueden adquirir atravesando nuestras zonas más oscuras e inhóspitas, pues enfrentando una situación difícil, todo nuestro ser se pone a prueba, y exprimimos al máximo nuestro potencial de supervivencia. Ahí te das cuenta, en primer lugar,  que tienes muchas herramientas que no tenías localizadas, y es que en una situación de alerta se agudizan todos los sentidos. También te das cuenta de que hay otras herramientas que se pueden fabricar, bien contemplando cómo lo hicieron otros que ya pasaron por situaciones similares;   bien tomando como referencia los comentarios de un buen amigo o amiga que te aporte puntos de luz sobre los aspectos que te producen mayor confusión. Incluso también puedes recurrir a un o una ayudadora profesional que te ofrezca la posibilidad de rescatar nuevas formas de hacer frente a lo que tanto te preocupa.

Algunos puntos que puedes tener en cuenta en el no fácil proceso de convertirte -como diría el humanista Carl Rogers- en persona, pueden ser:

Define el problema REAL que te preocupa. 

Muchas veces nos lamentamos y sufrimos porque en nuestra cabeza nos situamos en el peor escenario posible (la mayor parte de las veces totalmente lejano de la realidad). Por eso es conveniente que sólo o con ayuda, definas de la manera más objetiva posible cuál es tu verdadero problema aquí y ahora.

Definir un problema también implica tener claro de quién es la responsabilidad de su resolución. Y esto te lo recuerdo para que te hagas responsable sólo de la parte que te corresponda, y no cargues ciegamente con las obligaciones de otros, lo tengan claro ellos o no. Cada persona ha de cargar sólo con lo suyo.

Trata de ser coherente.

La coherencia nos proporciona seguridad y un lugar importante como protagonistas de nuestra propia vida. Ser coherentes significa actuar acorde a tus pensamientos y sentimientos, de manera que sigas una misma línea que te ayude a mantenerte en una posición de equilibrio, sin actuar en tu contra ni hacerte más daño (por las contradicciones internas que puede conllevar que pensamiento, emoción y acción no estén alineados).

Fortalece tu mente.

La mente suele jugarnos malas pasadas, sobre todo cuando las cosas se ponen feas. Es bueno que no concedas crédito a todo lo que se te pasa por la cabeza cuando atraviesas un momento difícil. De verdad, no te creas todo lo que te dices en ese diálogo interno incesante. Para el flujo de pensamientos. Sal a la calle, ponte a fregar los platos o sal a hacer algo de ejercicio físico. Este es sin duda un aspecto importante, pues el desgaste emocional que sigue al calentamiento de cabeza nos deja en una situación vulnerable, y eso es justo lo que menos nos conviene.

Expresa lo que necesitas.

Pedir ayuda siempre ha sido considerado como un recurso. Si tienes pareja, algún familiar o un buen amigo-a disponible para desahogarte, puedes recurrir a ellos, pero ojo, no utilices tus relaciones sociales únicamente para descargarte cuando te sientas mal. Las personas que te quieren estarán ahí para acompañarte, eso seguro. Pero ese desahogo tiene un principio y un fin, y eso hay que tenerlo muy presente. Además, aunque lo estés pasando mal, un día puedes quedar con alguien para hablar del tema, y otro simplemente para distraerte, por ejemplo dando un paseo en grata compañía.

Expresar lo que necesitas no sólo hace referencia a desahogarte; también se refiere a que tomes del entorno todo aquello que esté disponible y te pueda ayudar en ese momento difícil. Puede ser algo tan sencillo como darte un masaje para relajarte, irte a dar un baño a la playa, pasar un fin de semana en aquel cortijo de un buen amigo, o de tu tía de Cuenca… lo que sea que te pueda hacer sentir mejor.

Intenta mantener la compostura para salir adelante.

Si bien es cierto que cuando se está jodido bien puede apetecer meterse en la cama y no salir de ella, o encerrarnos en casa para no ver a nadie, eso no nos asegura que vayamos a salir antes de este trance; más bien lo contrario, puede agudizarlo y hacerlo más lento y pesado, con el consiguiente coste de sufrimiento.

Mantener la compostura se basaría en hacerse responsable de la situación que nos azota desde el enfoque de nuestra DIGNIDAD como personas. Tenemos dignidad, lo que se traduce en que somos valiosos pase lo que pase. Las posturas que refuercen nuestro sentimiento de victimas o de personas maltratadas por la vida nos restan fuerza y PODER sobre la situación, de manera que nos dejan más volubles a la opinión ajena, y más vulnerables para afrontar la situación.

Suelta aquello que te hace sufrir o ya no te aporta.

Nadie es responsable del dolor de nadie, simplemente cuando una relación no va o marcha con muchas dificultades y mucho esfuerzo, hay que plantearse seriamente decir adiós. No se puede vivir con miedo:   https://www.youtube.com/watch?v=sS8u1f7oyhA&feature=share

Tómate un descanso o cambia de escenario.

Diferentes estudios de psicología social han demostrado el impacto del entorno en la conducta de las personas (por ejemplo el experimento de la cárcel de Stanford -1971- por el Dr. Philip Zimbardo.

El mismo Zimbardo asegura que cuando una persona que está siendo sometida a presión cambia radicalmente de entorno, es decir, sale del escenario en el que se está produciendo la situación estresante, sus síntomas se atenúan de manera casi inmediata, comenzando a alcanzar importantes cotas de recuperación.  Por este motivo, en la medida de lo posible, puedes tratar de salir del escenario habitual, aunque sea por un lapso breve de tiempo, y tomar las fuerzas que necesitas para regresar y situarte de una manera más calmada y con aplomo frente al problema.

Recuerda que el camino de la vida se compone de un amplio abanico de situaciones, pasando desde las más dulces, las normales o rutinarias, hasta las dolorosas. Gracias a todas ellas el ser humano puede evolucionar como especie para sobrevivir y permanecer aquí, con el estilo de vida social y biológica que llevamos

Y bueno, hasta aquí mis reflexiones en la entrada de blog para hoy.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

Atravesar una ruptura puede ser difícil, y a la par nos hace crecer

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Ciertamente las rupturas de pareja suelen ser dolorosas, y por ello hay un tiempo de duelo que, bien elaborado, da paso a una fase de acomodación a la nueva situación. En estos momentos tan decisivos de cambio, es importante darse el espacio para que toda la gama de nuevos sentimientos cobren vida y recorran el sendero que conduce al nuevo lugar: la libertad.

Con frecuencia hablo con personas que me transmiten sentimientos de frustración o resentimiento por relaciones de amor pasadas “truncadas”, en las cuales se han sentido abandonadas, no valoradas, ninguneadas, engañadas (etcétera) y eso les ha dejado una profunda huella que, aunque ellos y ellas no sean conscientes, les está afectando en su manera de relacionarse con los demás hoy día, incluso en su manera de recibir y manifestar el amor, el que llevan dentro y el que pueden recibir de todo lo que les rodea.

Recordemos que el AMOR es una necesidad básica, de hecho Abraham Maslow (principal exponente de la psicología humanista) la recoge en su famosa pirámide sobre necesidades básicas del individuo, y la jerarquiza en un nivel importante para el desarrollo y satisfacción de la persona. Él lo llama «necesidad de amor y de pertenencia», y alude a que éstas necesidades tienden a satisfacerse cuando las necesidades fisiológicas y de seguridad se han completado.

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Jerarquización de necesidades básicas según Maslow (1908-1970)

A la dificultad o incapacidad de dar y recibir amor yo lo denomino discapacidad emocional, en el sentido de que hay una importante parte de la persona que queda limitada en un aspecto concreto de la vida: AMAR. Es curioso. El sufrimiento aísla el corazón, lo amordaza y lo silencia… con suerte sólo por un tiempo. Hay personas a las que este episodio les dura un suspiro; sin embargo a otras les puede durar toda la vida. Ahora bien ¿cuál es el punto de inflexión entre unas y otras? En mi opinión ese punto está en la percepción que se tiene del problema; la manera de explicarse lo sucedido y el lugar que decide ocupar la persona en toda esa constelación de sentimientos hacia el otro y hacia si mismo.

Si no cambias de dirección, llegarás al lugar al que te diriges. (Antiguo proverbio chino).

Vivimos en la cultura de la confrontación, en la que cuando una historia de amor acaba, se buscan culpables, o se culpa a las situaciones, compromisos, a lo que se dijo o no se dijo… o incluso al propio desamor. Este aspecto en muchas ocasiones viene reforzado por las propias familias de origen, pues es en el seno de la familia donde aprendemos lo más importante sobre el amor y sobre el AMAR. Sin embargo, la cuestión está en que hay trajes que se van tejiendo poco a poco, como se teje la misma vida, y una persona sola no es capaz de dilucidar qué vino antes o qué vino después… si me dejaste tú o te dejé yo, si me dañaste tú, o fui yo quién te dañó a ti… pues son muchas las puntadas de hilo que hay que dar para obtener como resultado dicho traje.

Lo nuestro ha terminado. Tú eres el malo, o yo soy la mala ¿Qué hacemos con ésto? ¿Dejamos que condicione nuestra manera de relacionarnos entre nosotros y con las demás personas en los próximos años? La respuesta a esta pregunta puede llevarte al cielo, o al infierno… aunque hay personas a las que un paso por el infierno no les viene nada mal para aceptar los cambios… pero no para hipotecarse de por vida, pues en cierto modo sería algo así como comprar una billete de tren hacia ninguna parte… y ¿quién quiere viajar hacia ninguna parte?

El amor es un elemento debatido y discutido por muchos… poetas, escritores, filósofos, compositores, cantautores… y todavía no hay consenso sobre el ingrediente preciso para detectarlo, dejarlo aflorar dentro de nosotros y permitir, en su caso, que anide a sus anchas, de manera que llegue allí donde más se necesite. En mi modesta opinión, el amor es algo que ha de experimentarse en primer lugar dentro de un@ mism@, de forma que desarrollemos las capacidades precisas para reconocerlo fuera: en cada persona, en cada rostro, en cada gesto de aquellos que se cruzan en nuestro camino. Y ese amor no está condicionado ni es exclusivo a personas, cosas y situaciones, sino que es un amor más grande que nosotr@s mism@s y que lo envuelve todo. Es una posición, es una actitud, es una decisión en la vida.

En pareja, en solitario o como quiera que sea… el amor no puede serte arrebatado. Y si no lo sientes o no eres capaz de conectar con él, quizá sea un buen momento para plantearte ciertas cosas. Puede que “la vida” se haga cargo de que despiertes… si es que es tu momento. Lo que no es tan seguro es que sea de la manera que consideres más dulce o apropiada para ti ahora.

No importa. Dice una buena amiga que “El amor siempre gana”, y yo me pregunto: ¿Porqué no?

Os dejo con una canción de Extremoduro que bañó gran parte de mi adolescencia, y que dice

«Ama, ama y ensancha el alma»

http://www.youtube.com/watch?v=ZNH6FcxQh_U

 Autora: Inmaculada Asensio Fernández

Más información sobre Abraham Maslow: http://es.wikipedia.org/wiki/Abraham_Maslow