¿Alguna vez has tenido en las manos el juego de cartas El valor de los valores, de Simon Dolan?
Se trata de un juego de naipes que representa toda una serie de valores que son fundamentales para la vida humana en sociedad. De todos esos naipes sólo hay uno que se extrae de la baraja antes de jugar, porque representa algo que debería ser siempre respetado y estable en la vida de las personas: la confianza.
La confianza es el valor de los valores.
Simon Dolan.
La confianza es un concepto social (constructo) que nos permite cohesionarnos con otros, desde una dimensión que compromete de manera directa nuestra afectividad y nuestro deseo de comunidad y arraigo. La confianza supone tener una expectativa de seguridad y certeza sobre el comportamiento y actitud de otras personas hacia nosotras, y nos permite construir un relato interno positivo sobre esa relación y la importancia que tiene en nuestra vida.
Algo se muere en el alma cuando un amigo se va. Y va dejando una huella que no se puede borrar. No te vayas todavía, no te vayas, por favor. No te vayas todavía, que hasta la guitarra mía llora cuando dice adiós.
Estas sevillanas de Los del Río muestran lo mucho que duele perder a alguien a quien se quiere, un amigo o una amiga, un padre, una madre o una hermana…, incluso un mediano o gran amor.
Pero hay otras pérdidas que también duelen mucho y que no se relacionan con un vínculo o persona concreta, sino con un valor que sentimos traicionado y nos llena de dolor…, y no es otro que el valor de la confianza.
La con-fianza es algo así como dar tu fianza a otra persona, y en una relación con-fianza nos sentimos cómodas con esas personas en las que confiamos, pues entendemos que nuestro tesoro (nuestra fianza) está a salvo con ellas.
Esto elimina cualquier incertidumbre relacionada con nuestra vinculación con el entorno, y nos permite pisar un suelo firme, sin fisuras.
Normalmente las personas no dan su fianza a cualquiera, sino que, conforme se profundiza y se avanza en las relaciones, se van dejando llevar y van construyendo una estructura de unión que permite un sano intercambio, siempre forjado sobre los cimientos de la con-fianza dada.
Si una persona traiciona nuestra confianza en un grado más o menos de importancia, nos sentimos heridos y desasistidos en ese aspecto concreto que sentimos violentado. Nuestra relación con ella se ve afectada por ese golpe inesperado, y puede resultar difícil reparar la situación, ya que de algún modo se produce un roto… y esa relación cambia, aunque quizás no termine completamente rota.
¿Podemos volver a confiar en una persona que ha puesto en riesgo nuestra sensación de seguridad? Difícil, pero no podemos decir que sea imposible, ya que va a depender en gran medida del valor de esa fianza y sus consecuencias para nosotras: el tamaño de la herida causada con esta traición, el nivel de importancia que tenga esa relación para nosotras, y también de lo desprendida que sea la persona de sus ofensas y de sus juicios sobre el resto.
Lo que sí es un hecho, es que si la confianza se pierde y no se inicia un camino hacia su reparación, desde la conciencia del daño causado y desde un profundo y honesto interés en solucionar las cosas… esa relación caerá en desgracia, y será más que difícil volver a experimentar esa sensación de seguridad que representa la confianza en las relaciones.
Sin la confianza no se puede construir nada.
Simon Dolan.
Por este motivo muchos refraneros y dichos populares informan y advierten que con la confianza no se juega, porque sus efectos pueden ser irreversibles. Conviene, por tanto, prestar especial atención y cuidado en el privilegio que supone que otra persona nos entregue su fianza, ya sea en una relación personal o profesional, ya que esta cualidad permite profundizar a un nivel en las relaciones que no es posible conseguir si no es teniéndola a buen recaudo.
Inmaculada Asensio Fernández
Imagen tomada de: https://sp.depositphotos.com/stock-photos/confianza-de-la-ilustraci%C3%B3n.html
La hostilidad es una actitud personal vinculada a las expresiones de ira hacia las personas que tenemos cerca, como por ejemplo la familia, las amistades o los compañeros y compañeras del trabajo. Dada su repercusión en la calidad de vida profesional, en esta entrada de blog nos vamos a centrar en la hostilidad en los contextos profesionales.
Las personas hostiles suelen estar en actitud de defensa y ataque casi todo el tiempo –pura pelea– lo cual es bastante molesto y desgastante para las personas que están a su alrededor. Suelen ser tercas e intransigentes, desconfiadas y negativas, y por este motivo generan mucho rechazo en las personas con las que se relacionan.
A menudo se muestran poco conscientes de lo lesiva que es su conducta, y puede que esa inconsciencia se relacione con la falta de sinceridad de las personas que tiene a su alrededor, ya que nadie desea comunicar las verdades del barquero a quién estará posicionado en la ofensa eterna, ¿a quién le gusta un sincericidio? Además, las reacciones de estas personas pueden ser difícilmente controlables a través de un diálogo pausado y respetuoso.
La jefa o el compañero que nos aborda con una actitud desafiante o agresiva, quizá por algún contratiempo que surge…, porque necesita una información que no tiene a mano o por alguna mala interpretación… quizá de un gesto o una palabra tuya … Estas personas contaminan los espacios de trabajo y son difíciles de soportar. Nos pueden llevar, en los casos más graves, a promover un cambio de actividad o de servicio, para ponernos a salvo.
Quedarse y luchar, tiene un coste. Huir y ponerse a salvo, también.
Si te quedas y luchas, corres el riesgo de verte violentada a superar tus límites de tolerancia a la agresividad una y otra vez, incluso puede que, en más de una ocasión, te sientas tentada a defenderte con contundencia -¡hasta aquí he llegado!-, recurriendo a conductas agresivas: lucha cuerpo a cuerpo, o lucha intelecto a intelecto.
Si huyes y te pones a salvo, corres el riesgo de reprocharte el no haber tomado el control de la situación, incluso puede que te reproches haber actuado como una o un cobardica.
Puedo permitirme el lujo de compartir que yo misma he padecido este tipo de comportamientos hostiles en alguna experiencia profesional, y el recuerdo de estas personas se te queda grabado por lo desagradable que puede llegar a ser. Sin embargo, con la perspectiva del tiempo te das cuenta de que hostilidad y desgaste muchas veces van de la mano.
Estas personas están tan quemadas y amargadas que suelen complicar a todos los que tienen a su alrededor.
Esto lo describe muy bien el psicólogo Fidel Delgado en algunos de sus videos de youtube (en los que se hace llamar titiripeuta):
«el que está quemado es el último en darse cuenta, pero para el resto es muy evidente el olor a chamusquina que desprende».
Él recuerda lo dramático que puede llegar a ser esto, porque estas personas no sólo no aportan casi nada o nada a su trabajo, sino que arremeten contra las iniciativas e ilusiones del resto de compañeras y compañeros.
Las personas con actitudes hostiles modifican el clima laboral y lo enrarecen, y es bueno armarse de estrategias y recursos para que, en nuestro encuentro con ellos o ellas, no tengamos que salir mal parados, como vemos a diario (cada vez hay más acciones formativas para abordar situaciones de acoso laboral en la administración pública, por ejemplo).
El enfurecimiento destruye las relaciones entre las personas y empeora cualquier situación de tensión, estrés o malestar. La hostilidad sólo pretende ejercer control sobre otras personas, por tanto, sus fundamentos irracionales se relacionan con el deseo de poder sobre otros, desde la falsa creencia de que podemos manejar todas las situaciones según nuestro –digamos- punto de vista experto.
¿Cómo podemos afrontar esa actitud de hostilidad hacia nosotras en el momento en que se produce?
Lo principal es reducir la intensidad de la reacción emocional, pero sin hacer nada por reducirla. Escuchar, sin más, sin dar muestras de que estamos asustadas. Mantener la calma en lugar de pedir a la persona que se calme. Si queremos hacerle ver lo mal que nos ha hecho sentir (las consecuencias de su actitud), deberemos esperar a que esté calmado, nunca antes.
Hacer ver a la persona, según vaya cediendo la intensidad de su estado emocional, que la comprendemos y que sabemos cómo se puede estar sintiendo, puede hacer que sus actitudes vayan aplacándose.
Como veis, me da igual si hablamos de compañeros o de jefas, no me importa porque hablamos de PERSONAS… seres normales, no superiores ni iluminados.
Nadie tiene más valor que otros. La dignidad es inherente al ser humano.
Si la situación no cede de ninguna forma, o si la persona nos amenaza con agredirnos a nosotras, a sí misma o a otros, pediremos ayuda inmediatamente.
Si la situación es insostenible y no queremos entrar en pelea, quizá lo mejor sea establecer un cordón sanitario con esa persona, o incluso abandonar ese espacio de trabajo.
Tampoco viene nada mal ponerlo en conocimiento de nuestros superiores jerárquicos por escrito, pidiendo que se tomen medidas concretas, incluso si quien ejerce ese control es nuestra jefa o jefe. No estaría de más confontarla con esta visión personal sobre su comportamiento. Si se lo plantea, puede que cambie de actitud, y, si no lo hace, nosotras tendríamos alguna evidencia de lo que está sucediendo, por si tenemos que tomar acciones judiciales.
El tema planteado da para mucha reflexión. Si te apetece, puedes compartir alguna experiencia. Seguro que sirve de inspiración al resto.
¿Te animas?
Inmaculada Asensio Fernández.
Imagen tomada de: https://es.123rf.com/photo_32935869_un-grupo-de-personas-de-dibujos-animados-lucha-con-pasteles-de-crema-.html?vti=n975z50ji1ef910myk-1-2
Dentro de los estilos de comunicación profesional vamos a hacer referencia a dos que son completamente antagónicos, pero especialmente significativos en el ámbito de los servicios sociales y, más aún, en el ámbito de la salud: la relación centrada en el profesional y la relación centrada en el paciente.
Relación centrada en el profesional:
Este estilo comunicativo suele ser predominante por parte de aquellos profesionales que ejercen desde un rol de autoridad, considerando que tienen la solución al problema que trae la persona, a la cual consideran un agente pasivo… sin voz y sin voto.
En un estilo relacional centrado en el profesional, es este quién indaga –a través de sus preguntas- sobre la situación problema que trae la persona con el ánimo de establecer una conexión entre el citado problema, el diagnóstico y la posible solución.
Problema – Diagnóstico – Solución
Investiga las causas y las consecuencias generadas por el problema, así como valora las posibilidades de la persona y su entorno para hacer frente al mismo.
Valora para la persona, pero sin la persona, ya que su visión se considera “experta”. Por este motivo sus preguntas son mayormente cerradas, para obtener información lo más específica y concreta posible, incluso de esas que pueden ser respondidas con una o dos palabras. Cuando se dirige a la persona atendida, lo hace para hacer preguntas o transmitir información, de manera que la comunicación es unidireccional desde el profesional a quién atiende.
Desde este estilo comunicativo no hay espacio para la ventilación emocional, ni para abordar cómo la persona está vivenciando su problema. El profesional ignorará los intentos de la persona usuaria por desviar el foco del problema hacia detalles que se sitúen en los márgenes de la situación que padece, considerados accesorios y prescindibles al no estar vinculados con el tema principal. Esto limitará mucho el tiempo dedicado a la relación de ayuda y el enfoque será en exceso pragmático y con las palabras justas y precisas.
Relación centrada en la persona:
Este estilo comunicativo es bastante más flexible que el anterior, y se amplían un poco más los márgenes de la atención y la escucha por parte del profesional de referencia para la persona en este momento.
La profesional tratará de indagar en el problema que presenta la persona atendida y permitirá que esta lo exprese con sus palabras y emociones, respetando su necesidad de detenerse en ciertos detalles que favorezcan la expresión de emociones negativas asociadas a su estado de confusión, preocupación o sufrimiento, siempre desde una actitud de escucha activa.
La escucha activa permanece siempre atenta y favorece el desahogo de la persona, poniéndose en su lugar y viendo las cosas desde su óptica, pero sin identificarse con lo que le sucede. Además, la profesional también sabe mostrar a la persona que se hace cargo de cómo su problema debe estar afectando a su vida y a su bienestar, con lo cual valida la expresión de las emociones de la persona.
Suele ser más fácil saber hablar bien, que saber escuchar bien, pero desde este enfoque nos interesa más escuchar que hablar. Por este motivo, una técnica que nos puede ayudar a entrenar esta atención es utilizar la técnica del cambio de silla, que se basa en imaginar cómo nos sentiríamos nosotras si estuviésemos en su lugar, qué dificultades experimentaríamos y cómo nos gustaría que nos escuchasen.
Además, la profesional deberá ser hábil conjugando tiempos e interés por escuchar genuinamente, de manera que el resultado de la gestión del tiempo sea proporcionado a la naturaleza y objeto del servicio en el que trabaja, de manera que los tiempos de espera entre persona y persona sean razonables, pero no inflexibles. Por ejemplo, si tenemos el tiempo de atención limitado, es conveniente tratar de escuchar sin interrupciones, para aprovechar mucho más el tiempo y hacer que la persona se sienta recogida en sus manifestaciones y peticiones. Es importante dejar claro que esta escucha siempre precede a la clarificación de las diferentes partes del problema y el planteamiento de las posibles alternativas de solución.
Desde este estilo, la relación de ayuda se caracteriza por una tendencia clara a realizar preguntas exploratorias abiertas, lo que permite a la persona usuaria ofrecer una información más completa sobre su situación problema y sobre cómo lo está viviendo, así como permite a esta persona participar en la medida de lo posible en el proceso de toma de decisiones, desde la práctica del consentimiento informado.
Inmaculada Asensio Fernández.
Imagen tomada de: https://felixmaocho.wordpress.com/2016/11/03/rebecca-dautremer-la-mas-valorada-ilustradora-del-momento/
Esta es la tercera entrega de la saga “¿Por qué no me escuchas?”, en este caso dedicada a los aspectos que mejoran la comunicación entre las personas. Aprovecho para enlazar las entradas de blog precedentes: ¿por qué no me escuchas? (I) y ¿por qué no me escuchas? (II).
A continuación, presento una serie de consejos para mejorar la comunicación entre seres humanos, quizá puedan serte de ayuda:
Cuando discutas con otra persona sobre algún aspecto que te molesta relativo a ella, lo mejor es hablar de lo que hace y te molesta, pero no de lo que es. Cuando tomas un defecto o un mal comportamiento de una persona como si fuera una definición de sí misma, esa persona se dispone a estar en defensa y la fractura entre ambas se produce de manera inmediata.
Aborda los temas de uno en uno, no te amontones con el listado de cosas que echar en cara. Muchas veces se toma carrerilla y en medio de una discusión acalorada se verbalizan una a una todas las cosas que nos molestan de la otra persona, aunque no tengan nada que ver entre ellas ni con la situación actual. Esto es nefasto para que el otro pueda abrirse a escucharte y a intentar llegar a algún tipo de comunicación, acuerdo o solución.
Si sacamos a relucir el pasado, que sea para rememorar momentos buenos o positivos, con la intención de utilizarlo de modelo y para poner en marcha conductas positivas olvidadas. Lo que no es recomendable es poner el disco de los temas dedicados relativos al pasado…, sacar a relucir los “trapos sucios” de hace uno, cinco o veinte años, no sólo no aporta nada provechoso, sino que despierta emociones muy negativas. El levantamiento de un muro infranqueable entre ambos está asegurado.
No es bueno marear la perdiz con nuestras palabras, si queremos que la persona siga conectada a nuestra conversación. Para ello es necesario huir de subterfugios y enredos e ir al grano, ser específicos y concretos. Tras una comunicación específica, hay cambios; es una forma concreta de avanzar. Cuando se es inespecífico, rara vez se moviliza nada.
Evita por todos los medios hablar haciendo uso de generalizaciones. Los términos «siempre» y «nunca» raras veces son ciertos y tienden a formar etiquetas. En cambio, es más positivo utilizar expresiones como “a veces”, “con frecuencia”, “alguna vez”, “en ocasiones”… .
Por último, es importante poner especial atención a la comunicación no verbal, esa que no se oye, pero que habla a gritos sobre nosotras y nuestra forma de comunicarnos… parece invisible pero no lo es. Me refiero al contacto visual, que debe ser frecuente, pero no incisivo o exagerado. De igual modo, es importante regular el tono de voz, la expresión facial y el volumen de voz, para mostrar los afectos que consideremos convenientes a la situación (transmitir tranquilidad generalmente ayuda mucho). Y, por supuesto, es fundamental elegir cuidadosamente el lugar y el momento adecuados para mantener esa conversación.
En la entrada de blog anterior he abordado las dificultades que subyacen al proceso de comunicación, entre las que destacan el no saber escuchar a nuestro interlocutor. Vimos que escuchar no es un proceso automático ni tampoco pasivo, sino que requiere de una actitud diligente para prestar atención a lo que la otra persona nos está contando, por tanto, requiere interpretar el mensaje y observar los elementos no verbales que la persona nos muestra cuando se expresa. Además, hicimos un repaso sobre los elementos que favorecen la escucha activa y que puedes leer AQUÍ.
En esta segunda parte nos vamos a centrar en las habilidades para desarrollar la escucha activa, y que se emplean mucho en la práctica de la mediación familiar. Estas habilidades son:
Mostrar empatía: es necesario entender desde donde nos habla la otra persona, entender sus motivos y escuchar sus sentimientos. Es necesario colocarnos los zapatos del otro para entender todo el camino que ha andado, y cómo ha sido su vivencia. Esto no significa aceptar ni estar de acuerdo con la posición del otro, sino entenderlo y mostrarle que lo entiendes, sin juicios.
Parafrasear: en el transcurso de una conversación, puede resultar útil mostrarle al otro que lo estamos escuchando verificando con nuestras palabras el mensaje recibido, incluso retomando sus palabras y devolviéndoselas reduciendo la carga emocional; de este modo la persona puede tomar conciencia de otros ángulos o puntos de vista menos viscerales, y además puede darse cuenta de que la seguimos… , sin tener que suponer nada y sin malinterpretar, que es tan nocivo para comunicarse positivamente con los demás. Un ejemplo de parafrasear puede ser: «entiendo…, cuando dices que no lo soportas te refieres a que te hace daño que se vaya de la habitación y te deje con la palabra en la boca, como si no le importaras… «.
Resumir: a veces es conveniente introducir un pequeño resumen, cuando el otro nos cede la palabra, para mostrarle que hemos comprendido el mensaje, o incluso para pedirle aclaración sobre algún aspecto concreto… “según entiendo, tu jefe te levantó la voz y decidiste plantarle cara mostrándole claramente que te estaba faltando al respeto, y por eso te fuiste de la reunión”.
Reforzar al otro: puede resultar positivo emitir refuerzos o cumplidos a la otra para transmitir que de algún modo estamos aprobando lo que nos dice, estamos de acuerdo y comprendemos lo que nos dice. Un ejemplo sería: «Hiciste muy bien en hablarle claro”… «Debes ser muy buena poniendo limites».
Todas estas son habilidades que mejoran el proceso de la comunicación con los demás, y que se pueden emplear alternativamente para mostrar al otro que lo estamos siguiendo y que nos interesa lo que dice, que validamos su mensaje y cómo lo está viviendo.
Escuchando con interés mejoran mucho las relaciones con los demás, en todos los ámbitos y esferas de la vida personal y profesional.
Imagen tomada de: https://www.istockphoto.com/es/ilustraciones/oreja-humana
Uno de los principios más difíciles de respetar en el proceso de la comunicación es saber escuchar, y precisamente es lo más importante para que verdaderamente se produzca ese fenómeno de la comunicación.
Escuchar no es un proceso automático, aunque muchas personas lo consideran así, sino que requiere de toda nuestra atención por ser requerir un esfuerzo superior al que se hace al hablar, y también al que se hace cuando se escucha sin interpretar la información que vamos recibiendo. Escuchar sin interpretar es oír, por tanto, percibir vibraciones de sonido.
Hay personas que están compartiendo un espacio de tiempo con otras y que en la conversación sólo oyen sonidos, no escuchan atentamente, y lo podemos percibir claramente porque están perdidos en la conversación: preguntan por algo que ya se ha dicho, introducen elementos en referencia a lo que se ha dicho que no tiene nada que ver, o preguntan constantemente qué hemos dicho… como despistados en medio del océano de nuestras palabras.
Escuchar es entender, comprender, y dar sentido a toda la comunicación que mantenemos con una persona, a su mensaje. Y para comprender no nos quedamos sólo con las palabras, sino que también observamos e interpretamos los sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen a lo que está diciendo la persona con la que conversamos.
Hay quienes comparten tiempo con otros, pero están más pendientes de lo que quieren decir ellos, de lucirse o desahogarse, que de interesarse realmente por lo que la otra persona quiere compartir con ellos. Estos casos no son aislados…, yo conozco unos pocos, incluso entre mis propias “amistades”.
En esa necesidad de comunicar lo propio se pierde la esencia de la comunicación.
Vamos a ver algunos elementos que favorecen la escucha activa:
Interés: el interés es una disposición que nos invita a prepararnos interiormente para escuchar a la otra persona.
Atención: la curva de la atención se inicia en un punto muy alto, disminuye a medida que el mensaje continúa dado que es fácil distraerse en determinados momentos, y vuelve a ascender hacia el final del mensaje. Hay que tratar de hacer un esfuerzo especial hacia la mitad del mensaje con objeto de que nuestra atención no decaiga.
Feedback: es fundamental expresar a la otra persona que la estamos escuchando, tanto con comunicación verbal (entiendo, ah, si…), como con comunicación no verbal (contacto visual, inclinación del cuerpo, etc.).
Respeto: el respeto implica escuchar el mensaje sin atribuir características o etiquetas a la persona que lo emite, así como también implica no juzgar, no rechazar lo que el otro nos dice y no interrumpir a quién habla.
No hables de tu libro: no debes aprovechar para meter la cuña en los momentos en los que la persona para un segundo para tomar aire. Por ejemplo, supongamos que la persona con la que estás reunida te cuenta que está mal porque no le va bien con su pareja, y tú le respondes que a ti tampoco te va bien con la tuya; en este caso no es positivo contra-argumentar lo que te ha comentado con lo que te está ocurriendo a ti, pues lo que ella necesita es ser escuchada. También es importante tener bajo control a ese personaje experto que se preocupa por dar soluciones prematuras al problema del otro, sin dejarle terminar de hablar.
Estos tips sólo son útiles si dedicamos nuestra atención a ellos y practicamos la escucha auténtica, por tanto, activa hacia el otro. Recuerda que no estamos diseñados para escuchar activamente, sino todo lo contrario, sobre todo desde que nos sumergimos de lleno en este mundo digital que ensordece todos nuestros sentidos.
Actualmente tenemos todo en contra para estar en el silencio y sostener el espacio con las personas con las que nos vinculamos. Si queremos marcar la diferencia en la calidad de nuestras relaciones, debemos esforzarnos un poco para desarrollar el músculo de la intención.
Groucho Marx, tomado de lasprovincias.esAudio de la entrada de blog, por su autora.
Inmaculada Asensio Fernández.
Esta entrada de blog es una continuación de la anterior (AQUÍ), pues me quedó bastante extensa y decidí dividirla. Está dedicada a la importancia de poner límites en nuestras relaciones con los demás, lo que es sumamente importante para vivir en sociedad.
Cuando no hay respeto, hay abuso. Cuando hay abuso, se puede convertir en violencia y en acoso.
Fernando Leiva.
Como sociedad que somos, es necesario aprender desde nuestra infancia a prestar atención hacia los demás, y a mantener, por tanto, relaciones de sujeto a sujeto. Esto implica tener conciencia de que la otra persona es tan valiosa como nosotros. Esta es la manera más saludable de construir una convivencia sana y mantener los vínculos sociales. Tener consideración hacia los demás implica ser amables, pero también mostrar atención a las normas sociales, y dentro de estas normas encontramos los límites que nos ponen los demás. Relacionarse es muy positivo, pero es importante auto-regular nuestras interacciones hasta donde nos sintamos cómodas y cómodos. Cuando dejamos de sentirnos de este modo, cómodas, porque otra persona nos falta al respeto, es necesario limitar su comportamiento en ese aspecto concreto que nos ha molestado. Es importante destacar que cuando respetamos al otro también nos cuidamos nosotros, ya que de algún modo interiorizamos que esa conducta es la apropiada para vivir integrados en la comunidad. En la infancia, los niños y las niñas son esponjas que perciben cómo se relacionan sus cuidadores, tanto con él, como entre ellos. Esta etapa es muy importante para aprender determinadas reglas sociales, pero no todas las familias enseñan a sus hijos e hijas el valor del respeto, tanto propio como ajeno. En este sentido, y como siempre nos recuerda el psicólogo Álvaro Pallamares en sus redes sociales (Instagram), si a un niño o a una niña no se les ha dado un buen ejemplo en su casa, el proceso de socialización queda gravemente afectado. Si no te han respetado, o en tu familia no se practicaba la comunicación asertiva… esto va a dificultar, entre otras cosas, que cuando se llegue a la edad adulta se pueda reaccionar a tiempo ante una ofensa.
Tus padres no te entregaron normas, te entregaron complejos.
Fernando Leiva.
Si ese niño ha sido humillado en su familia, cuando sea adulto necesitará, en el mejor de los casos, un mayor nivel de exposición (en intensidad o en repetición de número de veces) de esas conductas abusivas; es decir, le será más difícil darse cuenta de que no se le está tratando bien. Muchas personas llaman a esto tener capacidad de aguante.
Entonces, si le ofenden y no se defiende, ¿qué puede ocurrir? Si no sabe poner límites y la otra persona se sobrepasa, entonces tendrá que entrar en defensa de una manera más contundente, tal como dice Fernando Leiva, a través de su razón, y esto va a provocar que la otra persona se defenderá también con su razón, y a esto se le llama conflicto. Si ese conflicto no se soluciona, porque los dos son tercos, vamos hacia la violencia. Y si esa violencia no se soluciona, se va hacia el acoso, que no es otra cosa que la ilusión y la fantasía de vengarse de la otra persona, de aniquilar al otro. Este tema no es fácil, de hecho, vivimos en una cultura de la confrontación y de la falta de acuerdo… no hay nada más que observar a las personas que toman todas las decisiones políticas globales, lo que presupone que en comunicación asertiva probablemente no lleguemos ni a un cinco, en una escala de uno a diez.
Cuando no hemos sido educados en el diálogo, la práctica de la asertividad se nos atraviesa, y podemos reaccionar de manera pasiva, agresiva, o pasivo-agresiva. De adultos vamos a necesitar un entrenamiento en habilidades de comunicación asertiva. No respetarse es no defenderse, y la ausencia de respeto genera conflicto entre los seres humanos. Si decidimos comenzar la casa por los cimientos, en lugar de por el tejado, la pregunta que tenemos que plantearnos es: ¿Cómo podemos aprender a respetar-nos? • Lo principal, es poner atención en nuestras relaciones con los demás, a cómo se dirigen a nosotros y cómo nos sentimos. Debemos intentar reaccionar desde el principio, hacernos sensibles a la ofensa justo en el momento que se produce. En ese momento exacto hay que expresar directamente la incomodidad, de la mejor manera posible. • Si no reaccionaste a tiempo, existe la posibilidad de que, en un próximo encuentro, la persona en cuestión vuelva a sobrepasarse y te verás forzada a enfrentarte a la situación. El silencio te debilitará cada vez más y más. Cuanto antes reacciones menores serán las consecuencias. • Trátate con respeto a ti misma, no te falles. Hazlo todo por ti y demuestra que tienes claridad y coherencia en tus decisiones.
Cada día nuevo que comienza, es una oportunidad para ser la persona que quieres ser. Observa bien tu entorno, y si identificas una conducta que te genera malestar (lo puedes percibir claramente en tu cuerpo) expresa a esa persona que te molesta su comportamiento, hazlo de algún modo, aunque sea recurriendo al humor, que -como dicen Francesc Miralles y Álex Rovira en el Laberinto de la felicidad- es el disolvente universal de las preocupaciones.
• Ensaya en casa, recrea esa situación en la que te has sentido mal y te has callado, y trata de responder de manera asertiva, por ejemplo ante un espejo.
Practica, pues como dicen algunas culturas ancestrales, la práctica hace al maestro.
Sólo propóntelo. Prevenir, es reducir los factores de riesgo de un problema mayor.
Antes de llegar a la violencia o al acoso, las personas van probando tus límites e interiorizando hasta donde serías capaz de llegar en tu sumisión.
Performance Rythm 0
En la década de los años 70 se llevó a cabo un experimento denominado “Rhythm 0″, ideado y protagonizado por la artista conceptual y performer Marina Abramović. Gracias a este experimento social se pudo comprobar que cuando las personas no se defienden ante una agresión, quién sobrepasa los límites y agrede es capaz de llegar hasta límites mucho mayores en su capacidad de hacer daño.
Cuando no sabemos poner límites a tiempo en nuestras relaciones con los demás, podemos pasar de situaciones en las que otra persona nos hace sentir incómodas, pero no reaccionamos, a sufrir auténticas situaciones de violencia o incluso de acoso, y estas últimas ya requieren de acciones de defensa más contundentes. Por este motivo, como a la violencia se llega poco a poco, mediante nuestra tolerancia a las faltas de respeto reiteradas… lo mejor es reaccionar la primera vez que una persona nos molesta de algún modo (un comentario, una broma pesada, una pregunta o respuesta inapropiada, etc.), mostrando que eso nos ha molestado y que no queremos que vuelva a suceder. Si no lo hacemos, conforme se intensifique el comportamiento necesitaremos un mayor esfuerzo para hacernos respetar, y sólo conseguiremos acciones que traten de reparar un daño ya hecho.
Cuanto antes aprendas a defenderte de las ofensas, mucho mejor para tu bienestar.
Hay un experimento del que os quiero hablar un poco más detenidamente, que se denomina -en español-Ritmo 0.
Este experimento se llevó a cabo en la ciudad italiana de Nápoles, en 1974.
Consistió en una performance en la que la actriz y directora Marina Abramović, debía estar de pie al lado de una mesa sin moverse durante unas 6 horas. La consigna durante ese espacio de tiempo era que cualquier persona que pasara por allí podría hacer lo que quisiera con ella: eso rezaba en un cartel. Ella no se defendería, no gritaría, no pediría ayuda, no demandaría absolutamente nada… permanecería callada e inmóvil, en situación de sumisión.
Esta performance la llevó a su libro autobiográfico, titulado Derribando muros, y la describió de este modo:
Cuando se reunió un gran público a las ocho de la noche hallaron una serie de instrucciones en la mesa. Mi plan consistía en ir a la galería, y simplemente quedarme allí de pie, vestida con pantalones negros y una blusa negra, tras una mesa que contuviera 72 objetos: un martillo, una sierra, unas plumas, un tenedor, un látigo, un libro, unos zapatos, vino, pan, un peine, uvas, clavos, azúcar, agua, un abrigo, un sombrero, una vela, cadenas, flores, alcohol, jabón, un hacha, un plato, un vaso, pintura, alfileres… y otras muchas cosas, como una pistola y una bala junto a ella. Las instrucciones que había en la mesa eran: yacen sobre la mesa 72 objetos que cada persona puede utilizar sobre mi como desee.
Performance «Yo soy el objeto«: durante las próximas 6 horas seguidas puedes hacer conmigo lo que quieras, yo asumo la responsabilidad absoluta por tus actos sobre mi.
Durante las primeras 3 horas no sucedió mucho. Yo estaba como ausente y hubo escasos gestos sobre mí: darme un beso, taparme con un chal o acariciarme con una rosa. Pero, posteriormente, al cabo de esas tres horas, un hombre cortó mi blusa con una tijera y me dejó el pecho al descubierto. Me movían de posición una y otra vez, como si fuera un muñeco, me clavaron alfileres, me escribieron mensajes en el cuerpo como END (FINAL). Me abrieron las piernas y clavaron el cuchillo entre ellas (en gesto claro intimidatorio, intentando averiguar hasta donde podía aguantar). No me defendí en ningún momento. Si me bajaban la cabeza o me la subían, yo no hacía nada. Alguien me hizo un corte en el cuello y me chupó la sangre. Un hombre bajito se acercó a mi oreja e hizo un gemido muy desagradable, amenazante, metió la bala en la pistola y me la puso en la mano y me apuntó la mano contra la cabeza… luego puso el dedo en el gatillo, pero alguien lo detuvo. A las 02.00 de la madrugada la performance terminó. Yo tenía un aspecto horrible. Estaba medio desnuda, sangrando y mojada por los vasos de agua que también me lanzaron encima. Una cosa que me sorprendió es que al terminar la performance yo me levanté y me dirigí a algunas personas, que huyeron inmediatamente. Mientras estuve como una marioneta para ellos, no hubo problema, pero cuando adopté un papel más activo todos escaparon, evitando así un enfrentamiento real.
Pienso que al final, la razón por la que no me violaron fue porque las personas que asistieron estaban acompañadas por sus parejas… y esto las retuvo.
En este experimento se puso de manifiesto hasta donde es capaz de llegar la condición humana, desde el punto de vista moral. Ella buscaba explorar los límites del público si no hacía nada absolutamente por defenderse, y concluyó que -si dejas que el público decida sin defenderte- te pueden matar.
Según el psicólogo Fernando Leiva hay un test que todo acosador utiliza antes de acosarte, un test que él llama el Test del Vacío de Poder o Test del Acosador, que se describe del siguiente modo:
Las personas que están acostumbradas a sobrepasar los límites de los demás, tienden a testear previamente cuál es el índice de poder que tiene la persona, en función de los límites que es capaz de poner ante una ofensa. Su forma de poner en práctica este test puede ser, por ejemplo, del siguiente modo:
La persona en cuestión te dice algo que sobrepasa tus límites y tú te callas… esta persona ya ha medido que tú guardas silencio y te sometes. Ojo con esto, cuando te callas mandas el mensaje a tu posible agresor de que no tienes autoestima. Estas personas tratarán de provocarte, con bromas pesadas o con comentarios que te incomodan. ¿Qué debes hacer en estas situaciones? Lo que debes hacer es poner un límite, minimizar esa posible astucia que quiso tener esa persona con su comentario. Lo miras con compasión y le preguntas, «¿oye, es un chiste?» «¿Qué dijiste? habla bien, no te entiendo». Si además, luego lo minimizas sin reaccionar, por ejemplo, con una broma o diciéndoles que es broma, «no te molestes chica…» esa persona sabrá que no puede sobrepasarse contigo. Fin del test.
Previo a la violencia, en las relaciones se van produciendo gestos de incomodidad, palabras desagradables que van en aumento… hasta que la situación se puede volver insostenible. Por este motivo, lo importante es defenderse lo antes posible y que la situación no llegue a tal nivel de degradación, como sucedió de manera alegórica con la performance de Marina Abramović.
Imagen tomada de: https://www.enfoquederecho.com/2021/12/02/rhythm-0-una-obra-teatral-que-expone-el-lado-inhumano-de-las-personas/
Nevenka luchó para demostrar la verdad sobre el acoso sexual que sufrió a manos del Alcalde de Ponferrada, Ismael Álvarez (1999), y pagó un precio muy alto: el escarnio público por parte de su vecindad y también el «exilio» lejos de su comunidad y familia.
Hoy día 8 de marzo es necesario rememorar su historia, el acoso y maltrato psicológico que sufrió por parte del único condenado: Ismael Álvarez.
Hablamos de finales de los noventa, momento en que Nevenka era muy joven y quería hacer carrera política en el Ayuntamiento de su localidad, ya que además contaba con toda la preparación académica para ello, pero el hombre más poderoso del Ayuntamiento se lo impidió. ¿El motivo? Negarse a mantener una relación (relaciones) con él, un depredador en toda regla (algunas personas lo llamaban conquistador y «donjuan») .
Como la mayor parte de las relaciones tortuosas y tóxicas (de pareja, laborales o de otro tipo) los comportamientos inadecuados, humillantes y/o agresivos se fraguan poco a poco, a fuego lento, de manera que se va tejiendo una tela de araña que no se ve a simple vista…, hasta que la víctima está envuelta por completo en ella. No te das cuenta de lo que estás viviendo hasta que «estás hecha una piltrafa«, dice Nevenka en el documental que lleva su nombre y cuenta su historia.
Pasó de sentirse cortejada por un hombre con aparente poder y seguridad en sí mismo, a sentirse culpable y responsable porque a ella no le gustaba y no quería estar con él… No quería intimar con él.
Ella se sentía responsable por haber tenido una relación con él al principio de conocerlo (una relación muy corta y que finalizó casi al momento de comenzar, pues ella se dio cuenta en seguida que no le gustaba). También sentía vergüenza de sí misma cuando se le pasaba por la cabeza contar lo que estaba viviendo en su Ayuntamiento, por el fuerte componente cultural que suponía trabajar como concejal. No quería señalarse, pero además pensaba que nadie la creería y que seria considerada una «trepa» por poner en el foco a su Alcalde… sería culpabilizada socialmente.
Desgraciadamente no se equivocaba Nevenka, pues justamente fue eso lo que sucedió.
Ella intentaba llevarse bien con Ismael, normalizar la relación laboral, pero esto no era posible por el comportamiento del Alcalde con la Edil. Él insistía en tener algo juntos -lo que sea- y ella lo rechazaba con los argumentos más amables posibles. A veces él se mostraba comprensivo hacia su rechazo, otras veces se victimizaba y le decía que se iba a suicidar; y otras montaba en cólera, la trataba con desprecio en público, la ridiculizaba y vejaba con agresividad en situaciones laborales, la insultaba (la llamaba hija de puta)…
La denostaba en su trabajo conforme ella se aposentaba en el NO ES NO.
La trataba mal en público, pero luego se disculpaba con ella a solas. La joven Nevenka lo iba dejando pasar, lo justificaba… y él fue ganando terreno. Poco a poco y casi sin darse cuenta fue entrando en depresión.
Esa fue la puerta abierta de par en par al acoso: no pararlo en seco, no ponerle límites.
Los depredadores sexuales tienen un comportamiento perverso, e incluso se sienten absolutamente impunes con su actitud hacia su víctima. Ellos sienten que las víctimas son ellos porque no pueden tener aquello que desean.
La estrategia de Ismael Álvarez, condenado por acoso, fue la invasión a Nevenka, asfixiarla, aislarla y dejarla sin espacio y sin capacidad de reacción, por su actitud ambivalente y contradictoria. Una de cal y otra de arena. Ella, además, era muy joven e inexperta, pero qué mujer no se siente identificada con comportamientos pesados -entre paréntesis, insistentes- y babosos por parte de hombres en diferentes contextos de vida: en la calle, en los locales de ocio nocturno, en las relaciones profesionales, en la Facultad, y en situaciones varias… Cuanto más joven, más posibilidades de sufrir acoso siendo mujer. Esto lo atestiguo con mi propia experiencia como mujer.
Y finalmente te das cuenta que la supervivencia está en huir, luchar o morir, y esto lo describe muy bien Nevenka en el documental que lleva su nombre.
Ella pasó por la huida, la lucha y casi la muerte, pero los ataques de pánico la hicieron reaccionar y PEDIR AYUDA.
Bendita ansiedad que te zarandea y te obliga a encarar la situación pidiendo ayuda, el cuerpo es sabio y, como dice la psicoterapeuta alemana Alice Miller en uno de sus manuales, nunca miente.
«Contó a alguien su infierno y la creyó. Esto la legitimó».
En su defensa, sufrió toda clase de injusticias y humillaciones, hasta por los servidores públicos: el primer fiscal en su juicio contra el Alcalde es un buen ejemplo de ello: José Luis García Ancos. Nevenka se mantuvo en la lucha, y ahí también se recuperó un poco a sí misma, pero las secuelas fueron inmensas. Ahora con el documental que lleva su nombre se está haciendo justicia, por ella y por todas las que lo han padecido y las que hemos padecido otras situaciones machistas e inapropiadas
En la actualidad es fácil indignarse al conocer los detalles de la historia de Nevenka, pero la sociedad de los noventa no es la misma que la de ahora; aunque también es cierto que las famosas «Manadas» y el movimiento «Me too» han mostrado que el machismo sigue latiendo bien fuerte y que aún hay mucho por lo que luchar. Algunas personas prefieren negar esto e insisten, por ejemplo, en que las Leyes contra la Violencia de Género sólo pretenden dividir a la sociedad y culpabilizar a los hombres… ¡Machistas!
La localidad de Ponferrada está en deuda con Nevenka, pues se alzaron en su contra a golpe de manifestación, ¿quién era ella para enfrentarse al Alcalde?… «A mi no me acosa nadie si no me dejo» – decía una vecina entre gritos ciegos y mezquinos, a la par que vítoreaba a su Alcalde.
Ahora, todas esas personas sólo pueden pedir disculpas por su mal hacer, o guardar un silencio vergonzante para siempre.
Nevenka, la sociedad hoy te rinde homenaje y la jaula de cristal desaparece. Por fin puedes sentirte libre y digna, como siempre has sido.
Por favor, reclamen la humanización de los protocolos de nacimiento por cesárea.
Muchas veces la ciudadanía es sumisa ante las injusticias y los comportamientos deshumanizados que se brindan desde los servicios públicos. Un buen ejemplo de estas situaciones es la invisibilización de numerosas prácticas no humanizadas vinculadas a la gestación, el parto y el nacimiento de los miembros de nuestra comunidad.
Dar vida es importante para que la sociedad funcione, pero, curiosamente, es un asunto que se gestiona dentro del ámbito de lo estrictamente privado, como todo lo que concierne a lo femenino, es decir, desprovisto de protagonismo y capacidad de decisión por parte de quienes dan vida: las mujeres y madres…, más aún si este nacimiento se realiza por cesárea.
Todas las personas sabemos que el parto natural es la vía adecuada para el nacimiento de una hija o un hijo, pero desafortunadamente no siempre es posible y las opciones pueden variar entre un parto ligera o moderadamente intervenido (instrumentalizado), hasta la necesidad de recurrir a una cesárea en sus tres vertientes: (1) programada, (2) en curso de parto o (3) urgente, según el caso.
A través de este escrito pretendo compartir mi experiencia de cesárea en curso de parto, recientemente practicada desde los servicios públicos de salud, y por cuyas prácticas deshumanizadas he presentado una reclamación por escrito. La petición que realizo al Hospital que me atendió es que emprendan mejoras en los protocolos de nacimiento por cesárea, ya que los beneficios para las mujeres y sus bebés son impagables, sin olvidar igualmente a sus parejas.
Las cesáreas respetadas se centran en obtener el máximo confort del recién nacido, favorecer el contacto «piel con piel» con la madre, y también que estén juntos la parturienta y su pareja con el bebé. Además, la idea es que en el momento que se abra el útero se extraiga al bebe de una manera respetuosa, sin prisas, así como que se realice un clampaje tardío del cordón umbilical –si puede ser hasta que deja de latir– o al menos un par de minutos, siempre y cuando el bebé tenga una buena adaptación. Incluso contemplan que la pareja de la madre pueda estar presente durante la realización de la propia cesárea, ocupando un respetuoso lugar de acompañamiento a la misma durante la intervención.
Proteger el vínculo entre madre e hijo desde el mismo momento del nacimiento, es de vital importancia para promover la lactancia materna, así como para favorecer la integración emocional de esta experiencia, con las mínimas secuelas emocionales posibles.
Mi experiencia
Durante el mes de enero de 2022 ingresé en el Hospital para inducción de parto, estando de 41 semanas más dos días (41+2), pero mi hijo estaba en posición oblicua y tenía la cabeza muy alejada de la pelvis; se valoró por este motivo realizar una cesárea, por tanto, perfectamente indicada en mi caso.
En la tarde del día 14 de enero nació mi hijo a las 17:45 horas a través de cesárea, y -la verdad- esperaba una atención más humanizada con las madres que recién damos a luz a nuestros hijos en un momento tan importante para nuestras vidas, y tan vital para asegurar que se produzca una vinculación adecuada y saludable con nuestros hijos desde esas primeras horas de vida.
Lo único que hizo que el nacimiento de mi hijo fuese más amable fue el excelente trato recibido por parte del anestesista que me acompañó en el quirófano, al que me referiré en los últimos párrafos de este texto, ya que nada tiene que ver con las quejas que expongo en este relato. Admiro a este profesional por su buen hacer y sus habilidades interpersonales para tratar con sus pacientes: muy humano.
Para comenzar, no se respetó en absoluto el Plan de Parto y Nacimiento que elaboré y deposité en la Secretaría del Hospital Materno Infantil (Torrecárdenas) durante el mes de diciembre de 2021, con bastantes indicaciones importantes para mí y para mi pareja relacionadas con el nacimiento de nuestro hijo; tanto en caso de parto natural, como en caso de cesárea, ya que ambas opciones eran posibles…, por si acaso.
En mi experiencia, me condujeron a un quirófano muy frío y lleno de gente (sentí un poco de pudor porque casi todos eran hombres), y me manipulaban físicamente de un lado a otro para prepararme (quitarme ropa, rasurarme, cambiar de mesa para la operación, monitorizarme, atarme las manos antes de la operación, etc.); y, aunque esto es completamente normal en este tipo de intervenciones, para una persona que no está acostumbrada impresiona un poco.
Por este motivo, se valora mucho que la matrona que se encargue de estar presente en la intervención se identifique y se comunique contigo, mostrando cercanía y empatía, aunque sea para comentar aspectos básicos del nacimiento del bebé a través de la cesárea. Por ejemplo, conversar sobre la posibilidad de colocar sobre mi pecho a mi hijo al nacer directamente, o darme la opción de hacer piel con piel en la propia Reanimación (yo lo pedí en el plan de parto y nacimiento). Pero no supe quién era mi matrona, de hecho, no sabía que había una matrona a mi lado, me enteré al regresar a la habitación tras la Reanimación, porque me lo refirió mi pareja.
Pedí una cesárea humanizada y no la tuve.
Sacaron a mi hijo de mí y se lo llevaron a reconocerlo directamente, sin colocármelo encima, sin esperar un par de minutos para cortar el cordón umbilical como pedí…, fue todo súper rápido. Una vez lavado y reconocido el bebé por parte del personal facultativo, una mujer desconocida para mí asomó su cabeza, casi girando sobre sus pasos porque ya se iba del quirófano, y me dijo:
“mami, todo bien, ¿vale? El niño ha pesado 3.743 kg y está muy bien”.
Al momento me acercaron el niño a la mejilla, sin verle la carita, sólo unos segundos, y salió a escape del quirófano para mostrar el niño al padre. Yo me quedé llorando mientras me cosían…, y entre lágrimas comenté que deseaba que alguien me llevara mi hijo a Reanimación, que por favor me lo llevaran. Pregunté al anestesista si esto era posible y él contestó que por su parte no había ningún problema.
Una vez en la Reanimación estuve acompañada por una enfermera y una auxiliar. Ambas fueron amables en el trato conmigo, pero les pedí varias veces que me dejaran ver a mi hijo, que me lo llevaran a la Reanimación, pero la enfermera me dijo que no era posible porque no lo permitía el protocolo, que lamentablemente no era un protocolo humanizado. Además –comentó- el bebé tenía que estar con la matrona todo el tiempo, ella era la responsable.
Quiero destacar que el bebé no estuvo con la matrona en toda la tarde, sino con el padre. De hecho, lo dejaron en el box número 5 y ya nadie volvió a acercarse para ver si estaban bien o necesitaban algo, por ejemplo, agua. El papá estuvo solo y con la luz apagada hasta que fueron a buscarlo sobre las 22.00 horas para comunicarle que ya me habían trasladado a la habitación.
Un hecho especialmente llamativo fue que estuve toda la tarde sola en Reanimación, es decir, no hubo más pacientes, yo fui la única paciente. Mi pareja estuvo a escasos metros de Reanimación con nuestro bebé sobre su pecho, en la misma planta. Pero, aunque rogué a la enfermera que me trajeran a mi hijo un momento, verlo, intentar que se me agarrara al pecho…, no se hizo nada por tratar de favorecer que el bebé pudiera estar cerca de mí, que habría sido lo más natural y humano, ni tan siquiera esta enfermera consultó con nadie si esto era posible (…). Como dije, el protocolo no lo permitía y nadie tuvo dudas.
Esto es verdaderamente frustrante para una madre, estar separada de tu hijo recién nacido, y creo que fue un daño totalmente gratuito. Nadie ganó nada, sólo se perdieron oportunidades maravillosas para dispensar un trato más digno y benefactor. Me arrebataron un momento irrepetible y una posibilidad magnífica de favorecer que mi hijo comenzara la lactancia de una forma natural.
Ya podéis imaginar lo lamentable de esta experiencia, pero no mejoró mucho al llegar a la habitación. Ya era tarde y cuando llegué tuve que esperar a que llamaran a mi pareja (abandonado en un box) para que subiera con el niño.
El primer día no tuve a nadie que me ayudara (a esas horas) a que se me enganchara el niño al pecho (habían pasado más de 4 horas sin contacto conmigo) y no se enganchó. La matrona de planta terminó su turno a las 22.00horas. Comenzamos a darle de comer con dedo-jeringa, como nos habían aconsejado, para que no se acostumbrara a la tetina del biberón. Pasaron los días y las matronas me mostraron posturas de enganche, pero no funcionaban en mi caso. Pronto entré en frustración con la lactancia, no entendía qué pasaba si este proceso es tan natural. Me indigna que en el informe de alta hospitalaria contempla “se inicia lactancia materna”, pero jamás se inició la lactancia, sólo que una mañana pude extraer con el sacaleches de la sala de lactancia unos 50 ml de leche. Esta es toda la lactancia materna que tuvo mi bebé.
Durante mis días de ingreso en planta tuve algunos episodios que me disgustaron, entre los que destaco que, tras pasarse el efecto de la anestesia, comenté al personal médico que sentía entumecimiento en la pierna izquierda, así como cierto dolor estando tumbada sobre esa pierna en la cama (de lado). Sólo el penúltimo día (quinto de ingreso) me reconocieron y me informaron que era una consecuencia de la postura que adopta el cuerpo como consecuencia de la forma de la mesa de operación, que está ligeramente curvada para facilitar la intervención y algunas personas se contracturan… Por lo visto ese era mi caso. Sin embargo, en el informe de alta se obvió este síntoma, aunque sigo con él aún hoy en la actualidad, y aunque lo dije por activa y por pasiva al personal médico que me visitó cada mañana en planta, también a las enfermeras. No entiendo cómo se puede actuar de esta manera desde la sanidad pública en la que todos confiamos, no reflejando toda la realidad de síntomas en los informes clínicos. Deberían indicarlo y, si necesitara algunas sesiones de fisioterapia, proporcionármelas para liberar el posible pinzamiento que debo tener.
Además, pasé el dolor de la cesárea sólo con paracetamol, por el tema de la lactancia… aunque mi hijo no lactaba y el dolor se me hacía insoportable: a mí el paracetamol no me funciona ni para las cefaleas, pero no quisieron darme otra cosa. Sólo el penúltimo día una de las ginecólogas se tomó interés en mi situación y me recetó ibuprofeno (llevaba 4 días dolorida). Y yo me pregunto: ¿por qué nadie lo hizo antes? El ibuprofeno es compatible con la lactancia, y yo necesitaba una analgesia específica para mi situación. El “café solo para todos”, como dice el refrán, no suele ser la mejor fórmula, hay que tomarse un poco más de interés en los pacientes. Me dejaron rabiando gratuitamente.
Está claro que nadie se compadece por un dolor que no siente… sino se me habría escuchado.
Y para rematar, habiendo dejado constar que no comía carne, uno de los días (no sé si el tercero o el cuarto de ingreso) me trajeron pollo. Mi pareja fue a devolver la bandeja inmediatamente para que me trajeran otra cosa… y la auxiliar le contestó que no había otra cosa, que pollo o nada. Él insistió en que me cambiaran el pollo por otra cosa porque no comía nada de carne, y esto se comunicó nada más ingresar; de hecho, mi menú siempre venía con una etiqueta identificativa que decía: “dieta blanda sin carne”, pero esta persona se negó. Fue tremendo. Yo estaba demasiado dolorida por la intervención quirugica como para salir al pasillo a hablar con esa persona tan poco educada. Mi pareja acudió al mostrador de enfermería para confirmar si estaba registrado en el programa informático que yo no comía carne, y le confirmaron que si. Pero se ve que debido a un fallo humano me trajeron pollo, y se negaron a cambiarlo. Mi pareja bajó a la tienda que está en la planta de abajo, en el exterior del hospital, y me compró unos sándwiches vegetales, siendo paciente de un hospital y recién operada de una cirugía mayor. De verdad, es tremendo e indignante.
Para finalizar mi escrito, también quiero dejar constar que el último día de ingreso (salí del hospital al sexto día) una matrona nos comentó: “es posible que el bebé tenga frenillo, consúltalo con la pediatra antes de marchar a casa…”. La pediatra pasó por la habitación y lo reconoció, y me dijo que ella no veía ningún frenillo. No obstante, me recomendó acudir a la consulta de Bienestar Materno del mismo Hospital a la semana siguiente (sólo atienden los miércoles). Y así lo hicimos, una semana después fuimos con el bebé y nos atendió una ginecóloga amable y con bastante humanidad. Se lo agradezco mucho. El bebé resultó tener un frenillo submucoso que no le intervinieron estando ingresados (que habría sido lo suyo) así como que se me apoyara en esos primeros días de ingreso con la lactancia, una vez hecha la frenotomía, ¡sin dejar pasar dos semanas!
Tengo que reconocer que el Sistema me ha puesto todas las posibilidades de la lactancia en contra.
La citada ginecóloga practicó una frenotomía a nuestro hijo, pero no sabemos si será suficiente con ese corte o será necesario realizar alguno más, por ser submucoso. Siguiendo recomendaciones tras la frenotomía, lo estamos llevando a una fisioterapeuta de bebés (por nuestra cuenta) para trabajar la anquiloglosia propia de este tipo de frenillos. Yo no me atrevo a pensar en una nueva frenotomía, si fuera necesario, ya que es muy doloroso para los padres presenciar ese tipo de intervención ambulatoria sin anestesia, y suponemos debe ser traumático para el bebé. Como recomendación si quiero señalar que hemos visto que hay clínicas en las que aplican un tipo de anestesia inhalatoria (gas Sevofluorano) sin pinchazos, y muy breve (15 segundos). El bebé en todo momento respira «de manera natural», sin intubación, y con un alta a los 30 minutos. Veáse la web del cirujano pediátrico Dr. Briz: https://drbriz.com/
Todo esto ha sido duro para nosotros, y no hemos querido dejar pasar la oportunidad de comunicarlo a la Dirección de Hospital por escrito, para solicitar que revisen sus protocolos de atención y mejoren la calidad de la asistencia.
Mi solicitud, tras la exposición de motivos, ha sido que me respondan por escrito para darme algún feedback sobre lo sucedido, y para explicarme si harán algo para cambiar los protocolos de asistencia a las mujeres que dan a luz, bien por parto natural o por cesárea, sea o no programada. Las consecuencias de que un parto o cesárea no sea humanizado repercuten mucho en la salud de la madre y del bebé, así como pone “palos en las ruedas” a las posibilidades de la lactancia.
Espero poder compartir más adelante el resultado de esta petición.
Antes de dar por finalizado este relato, quiero destacar el excelente trato humano que recibí por parte del anestesista que lideró la intervención quirúrgica de mi cesárea, un profesional que habló conmigo antes y durante la intervención quirúrgica, me informó de todo lo necesario respecto a la anestesia y la intervención, me transmitió mucha tranquilidad ante una intervención en la que yo iba a estar despierta, y lo hizo con una habilidad en el trato humano que me redujo la sensación de temor normal ante una situación nueva y desconocida.
No tengo palabras suficientes para agradecer la humanidad y profesionalidad del Dr. Francisco Dugarte Capecchi (Francisco el Venezolano, lo llaman afectuosamente sus colegas profesionales en el Hospital). Es el mejor recuerdo que me llevo de mi cesárea. Espero que la vida le devuelva con creces su actitud hacia mí durante la intervención; o, como se suele decir, que Dios lo bendiga mil veces.