Reconoce bien a los haters: campan a sus anchas en los entornos virtuales

14 de septiembre de 2021

Desde que se popularizó el uso de internet y las redes sociales, han surgido muchas personas que lanzan hate (odio) a cada persona que no les gusta o con la que no están de acuerdo. Estas personas son conocidas como haters, y se caracterizan por odiar sin control y sin importar el contexto.

Has de saber que cuando una persona expresa odio a otra, es porque en algún otro aspecto de su vida está viviendo violencia y ha llegado a normalizarla, de manera que se convierte en un gran problema de cara a la sociedad. Curiosamente, los haters terminan replicando los mismos patrones de comportamiento de aquellas personas que los lastimaron en algún momento, pero sin analizar las consecuencias emocionales que esto puede tener.

Una persona adulta que recibe comentarios de un hater puede sentirse incómoda o molesta por esa actitud… pero no olvidemos que muchos y muchas adolescentes pueden llegar a quitarse la vida por su incapacidad de gestionar esas situaciones en los entornos virtuales.

Por mi parte, en mi interacción con los demás en las redes sociales he experimentado situaciones diversas, pero siempre han abundado -y con diferencia- las experiencias positivas.

Sí que he observado en los últimos dos o tres años que cada vez que escribo en este blog sobre temas de feminismo, machismo o violencia de género, hay personas que me dejan comentarios irrespetuosos, violentos y desprovistos de educación. La verdad, sólo me ha sucedido con entradas de blog que versaban sobre los temas enunciados, y afortunadamente no han sido muchos los comentarios, pero los suficientes como para plantearme qué puede llevar a una persona a agredir a otra sin siquiera conocerla.

Cuando eres una persona generadora de opinión te expones a la crítica ajena. Entiendo que las personas que disienten lo expresen abiertamente, de hecho, eso es lo esperable para enriquecer la comunicación, ya que ayuda a observar los temas u opiniones desde otro punto de vista, pero siempre con unos límites: respeto.

En alguna ocasión he participado en conversaciones sobre este asunto con otras personas que también escriben en un blog, o que tienen una gran actividad en las redes sociales. Una de ellas es el conocido nutricionista Julio Basulto, que antes de la pandemia estuvo de visita en mi ciudad para ofrecer una charla sobre nutrición, y justo estuvimos hablando sobre los haters. Él me confesó que ya había superado esto de sentirse molesto con comentarios irrespetuosos y desagradables, y que directamente borra esos comentarios y bloquea al hater en cuestión. No pierde el tiempo con personas que sólo saben vociferar y tratar mal a los demás.

“lo elimino y lo bloqueo, así de claro y sin contemplaciones… no se puede razonar con un hater, es una pérdida de tiempo”.

Ciertamente, conforme se van cumpliendo años va desapareciendo esa inquietud o preocupación por encajar en todos los ambientes y grupos, ya que la vida nos enseña que esto no es posible. Con los años vamos conociendo muchas personas que no están en sintonía con nosotros, incluso que nos molestan o a las que no caemos nada bien…, y no tenemos que buscar a toda costa la aprobación del resto.

Si disentimos, pero –como se suele decir- “no nos faltamos”, todavía podemos construir algo valioso: se llama diálogo. Pero si ese respeto no se hace visible o presente, lo único que nos queda, máxime con personas desconocidas y agresivas, es –como dice el gran Julio Basulto, ignorar, eliminar y bloquear.

No tomes nada como algo personal, cada cual está librando sus propias batallas.

ANTE LOS HATERS: IGNORAR + ELIMINAR + BLOQUEAR.

Además, no le puedes gustar a todo el mundo, no eres un sábado.

Inmaculada Asensio Fernández.

Abrazar los cambios, aunque al principio no sean fáciles

Imagen tomada de: https://www.pikist.com/free-photo-savqs/es

Dentro del listado de situaciones estresantes de la vida, encontramos -por ejemplo- hacer una mudanza, afrontar una enfermedad o la muerte de un ser querido, un divorcio… y cambiar de empleo. Me apetece romper mi silencio de estos meses con una entrada de blog bastante personal, en la que quiero compartir que hace seis meses he cambiado de trabajo, pasando de trabajar en el ámbito de la atención a la dependencia, a trabajar en el ámbito de las drogodependencias y adicciones.

Las personas que me conocen saben que llevo 18 años trabajando como Trabajadora Social, pero los últimos 13 años de mi carrera he estado ubicada en la Agencia de Servicios Sociales y Dependencia de Andalucía (Equipo de Salud Mental). Ciertamente, nada hacía pensar que en medio de una pandemia tendría una oferta interesante para cambiar de empleo, concretamente para ejercer en el Servicio Provincial de Drogodependencias y Adicciones de Almería, en el Poniente. Yo no lo esperaba, desde luego, pero en mi cuarto día de vacaciones del año pasado, me llamaron de Personal de Diputación, y, sin preverlo de ninguna manera, me ofrecieron este nuevo trabajo y me escuché diciendo un sonoro: SI, acepto.

En ese momento no imaginaba que no iba a ser tan fácil adaptarme al nuevo escenario, pues tras varios años haciendo prácticamente lo mismo en mi puesto de trabajo, salir de la zona de confort es un reto, sobre todo si te enfrentas a un ámbito completamente desconocido, como en mi caso es el mundo de las drogodependencias y adicciones. Sentí inseguridad en los primeros momentos, pues estaba bastante acostumbrada a “controlar”, e incluso a ser un referente en mi trabajo anterior, y esto de situarte en un rol de “no saber” no siempre es fácil; de hecho, a los pocos días de trabajar en el nuevo Servicio, ya quería “dominar” la materia (risas)… pero la realidad siempre te pone en el sitio que tienes que estar, para que avances paso a paso y sin atajos.

Abrazar los cambios es una forma dulce de nombrar la necesidad de adaptación a las nuevas circunstancias que nos brinda la vida, ya que es la forma más inteligente de afrontar una situación envuelta en la incertidumbre.

Además de lo anterior, no podemos perder de vista la importancia que el equipo de trabajo tiene en la facilidad o dureza del proceso de adaptación de las nuevas personas que pasan a formar parte del mismo. La calidad del equipo de trabajo en el que te desarrollas juega un papel central en tu bienestar como profesional en un centro de trabajo, y hay equipos profesionales que son más integradores que otros, así como hay equipos que relegan un papel completamente diferente a cada figura profesional. En el caso de trabajo social, muchas veces goza de una especie de sub-alternidad a la cual muchas profesionales no estamos acostumbradas, y creo que esto se da mucho más en los espacios socio-sanitanios. Pero este asunto merece reflexión aparte, pues forma parte de la propia cultura organizacional… y esta es más difícil de cambiar (…). Hay veces, de hecho, que te quedan dos opciones: o adaptarte a como dé lugar, o marcharte por donde has venido. Pase una cosa o la otra, de todo se aprende, y no es incierta esta afirmación.

Por otra parte, el componente humano y relacional es determinante a la hora de abrirte a la posibilidad de sentir bienestar en un espacio de trabajo. En mi caso, he echado mucho de menos a todos mis compañeros y a todas mis compañeras de la Agencia de Servicios Sociales y Dependencia de Andalucía (ASSDA), ya que entramos un buen número de personas en 2008, todas más o menos de la misma edad. Hemos ido creciendo juntas, nos hemos acompañado en cumpleaños, bodas, comidas de navidad, funerales, etc., y de algún modo llevo en mi corazoncito a muchas de estas personas.

Cuando comencé a trabajar en ASSDA, la conocida como Ley de Dependencia estaba recién aprobada, y estaba TODO por hacer. Había que poner en marcha el Sistema de Promoción de la Autonomía y Atención a la Dependencia, y todas las personas trabajábamos desde la horizontalidad. Proponíamos, hacíamos lluvias de ideas, proyectábamos, nos formábamos unos a otros, resolvíamos problemas comunes, sin egos y sin superponernos a los demás… siempre desde posiciones de igualdad. Todo ese bagaje siempre viajará conmigo. Nunca me he sentido más valorada y respetada en un trabajo como en esta Agencia, aunque también hemos tenido que lidiar con las inconveniencias de pertenecer a un ente instrumental de la Junta de Andalucía (…) pero eso da para otra entrada de blog.

Ahora tengo nuevos compañeros y compañeras, y trabajo en un equipo más pequeño y muy jerarquizado. A diferencia del trabajo anterior, en el que todas las personas comenzamos a construir juntas, en este nuevo empleo está absolutamente todo diseñado y construido, más funcionando a pleno pulmón desde hace muchos años. En este caso, lo que necesitas para facilitar tu adaptación es hacerte con el clima organizacional, las normas, los usos y costumbres, las inercias, los esquemas de funcionamiento, los roles profesionales de cada cual… y con la parcela de trabajo que venía desarrollando la persona a la que sustituyes.

Lo bueno, es que sólo tienes que observar y aprender mucho de tus compañeros, leer y estudiar, y mostrar una decidida disposición a continuar con el desarrollo del trabajo. Lo no tan bueno, es que “todo” está hecho, los límites y las fronteras de tus funciones profesionales ya están diseñadas y forman parte del engranaje de una cadena que ya está girando, de manera que hay poco espacio para la aportación personal a toda esa maquinaria en funcionamiento. En este centro de trabajo en concreto, existe la exigencia no escrita de acatar una forma de trabajar muy sectorizada entre profesionales, y el papel del trabajo social es bastante administrativo (de hecho, no se espera mucho más de esta figura profesional, más que realizar trámites burocráticos… y para mi esto es limitante y poco constructivo para ser parte de un equipo).

En esta situación, y siendo la «recién llegada», esto implica que deberás darte un espacio mayor de tiempo para intentar adaptarte, pues de algún modo habrás de calzar un traje cosido a medida de otro, sin reventar las costuras, pero sin perderte en una o dos tallas por encima de la tuya…, ya que ambas situaciones generan incomodidad. Esto se traduce en el esfuerzo por acompasar tu forma de trabajar a lo que se espera del puesto en el nuevo equipo, pero creando poco a poco tu propio espacio, respetando tus convicciones profesionales y tu forma particular de hacer las cosas… Abriendo mentes, y abriendo caminos.

Ahora estoy completando el proceso de aprendizaje que inicié a finales de septiembre del año pasado en este Servicio. El trabajo está muy orientado hacia la intervención personal -familiar, lo que para mí es una bendición en este momento de mi vida. Me siento agradecida y estoy aprendiendo. Espero, con el tiempo, poder aportar un poco más mi visión particular sobre la forma más adecuada de abordar el trabajo y las intervenciones, desde esa visión social que forma parte mi identidad profesional, aunque presiento que no tiene demasiado protagonismo en este tipo de servicios, ya que la centralidad del tratamiento está más enfocado a la atención médica y psicológica, o al menos esto me transmiten mis compañeros. Creo que hay mucho por hacer en este ámbito, sobre todo para cambiar conciencias, lo cual me permite proyectar e ilusionarme.

BSO de esta entrada: https://youtu.be/oHb2kQuCEWw

Inmaculada Asensio Fernández.

Manifestaciones del Síndrome de Burnout según la profesora Christina Maslach, y algunos consejos para afrontarlo

La estadounidense Christina Maslach es psicóloga y profesora en la Universidad de California. A sus 74 años es una de las mayores investigadoras del síndrome clínico de Burnout, que nace en EE.UU., a mediados de los años 70, para describir las reacciones adversas caracterizadas por una sensación importante de agotamiento psíquico y estrés en el ámbito de los servicios sociales, más concretamente en profesionales de la salud mental. El Burnout tiene importantes implicaciones para las personas que lo padecen en cuanto a su identidad profesional y sus conductas en el trabajo.

Maslach es la autora del instrumento de investigación más utilizado para la evaluación de este síndrome, el Maslach Burnout Inventory (MBI). Ella es quién acuñó el término de Burnout para describir este fenómeno caracterizado por el agotamiento psíquico -por tanto con grandes implicaciones emocionales, y las tensiones laborales observadas entre los y las profesionales de la salud mental.

Según esta autora, el Síndrome de Burnout tiene 3 dimensiones sintomatológicas:

  1. Agotamiento Emocional.

Esta dimensión afecta individualmente a quién la padece, y hace referencia a la percepción que tienen las personas de quedarse sin recursos ni energías, manifestándose a través de síntomas físicos y emocionales como irritabilidad, ansiedad y cansancio.

  1. Despersonalización o Cinismo.

Esta dimensión afecta a las interacciones de la persona que la padece, es interpersonal, y se manifiesta a través del desarrollo de actitudes negativas e insensibilidad hacia las personas con las cuales el trabajador se relaciona laboralmente, derivando en conflictos y aislamiento. La presencia de esta dimensión representa, de manera especial, un impedimento para quienes ejercen profesiones de ayuda y servicio a personas, como puede ser el trabajo social, dada la necesidad de conexión, contacto y empatía que le son propias.

  1. Disminución del Desempeño Personal o Falta de Realización Personal.

Esta dimensión afecta a la auto-percepción de quién padece el síndrome y se relación con la falta de realización personal en el trabajo, y a la disminución de los sentimientos de competencia y éxito en el trabajo. Hay, por tanto, una tendencia a auto-evaluarse negativamente, por la cual disminuye el sentimiento de competencia personal y la sensación de progreso personal.

Algunas estrategias para manejar el Burnout pueden ser:

1. Buscar apoyo social

  • Mantener relaciones sociales es un antídoto natural que contribuye a la mejora del agotamiento emocional y el estrés por Burnout.
  • Trata de ser más sociable con los compañeros de trabajo. Entablar amistad con personas con las que trabajas te puede ayudar a amortiguar el agotamiento por el trabajo.
  • Si crees que tus amistades actuales, o bien son insuficientes, o no te llenan demasiado…, haz lo posible por conocer/construir nuevas amistades.

2. Cambiar hábitos personales

  • Intenta cambiar la queja por la realización de cosas que te aporten: cambia el Chip.
  • Agradece todo lo bueno que hay en tu vida y en tu trabajo, seguro hay cosas buenas.
  • Trata de dar valor a las cosas que haces.
  • Expresa lo que te sucede, ábrete con personas de confianza, pero no te regodees en ello, pues es tóxico para ti y para los demás.
  • Descansa diariamente de las rutinas y trabajo e incorpora el ocio.
  • Duerme bien.
  • Investiga para crear estrategias de autocuidado en tu trabajo; por ejemplo: no critiques, no te dejes llevar por pensamientos de desidia, incorpora pequeños cambios en el horario de trabajo como escuchar música suave, pide un cambio de funciones o de puesto, si puedes…, etc.
  • Si sientes que no logras hacer pequeños cambios, pide ayuda profesional: acude a terapia.

3. Trabajar el cuerpo para mantener a raya la mente

  • Haz deporte, al menos durante 30 minutos al día.
  • Puedes ir a un gimnasio o a la piscina.
  • Puedes caminar diariamente media hora.
  • Puedes bailar, bien en una academia o grupo de baile, o puedes ponerte música en casa y bailar.
  • Puedes practicar Biodanza, que es expresión de emociones en movimiento a través de la música.

Inmaculada Asensio Fernández.

Referencias:

Olivares, V. (2017) Laudatio: Dra. Christina Maslach, Comprendiendo el Burnout. Consultado en:

https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-24492017000100059

Guerri, M (2020) El Síndrome de Burnout: prevención y tratamiento. Consultado en: https://www.psicoactiva.com/blog/sindrome-burnout-prevencion-tratamiento/

La sonrisa de la mujer ante la ofensa

lisa simson

Lisa Simpson

Estuve en una conferencia de una compañera psicóloga que trabaja en un equipo de salud mental comunitaria en Granada, que expuso durante su intervención que hay bastante bibliografía dedicada a las ofensas que soportan las mujeres, en forma de bromas soeces y machistas, a las cuales responden con una simple sonrisa. Sin embargo, en realidad esa sonrisa no hace la función de sonrisa que todas las personas conocemos, sino que es una respuesta social aprendida para tragarse algo muy molesto, y a la par mantener una falsa calma, para no dar la nota en una situación social.

Las mujeres adultas de este momento histórico hemos recibido una educación patriarcal desde niñas, y durante muchos años hemos tolerado comentarios y expresiones soeces, maleducadas y machistas, incluso en contextos profesionales, pero en todas las situaciones completamente fuera de lugar. A muchas nos han educado para reprimir acciones y emociones (sí, sí, incluso los estornudos nos han enseñado a refrenar, poniendo un dedo debajo de la nariz justo antes de la expulsión violenta e involuntaria de aire de los pulmones). Toda esta negación de la expresión supone una vulneración de nuestra autonomía y del ejercicio de la asertividad.

Justo ahora me llega un recuerdo muy gráfico alusivo a la sonrisa de una mujer ante una agresión, y se sitúa en un lapso de tiempo de unos 8 años atrás aproximadamente:

Una mujer, dedicada profesionalmente a la práctica médica, se encuentra en presencia de un colega profesional de mayor edad -ella unos 45 y él unos 60 años- ambos con el mismo nivel de responsabilidad. Están desayunando sentados a la misma mesa, yo también estoy presente, así como dos compañeros más de trabajo. Las únicas mujeres en la escena somos esta médica y yo.

De repente, el colega profesional de 60 años se dirige a los dos hombres que hay en la mesa para hacer un comentario sobre el físico espectacular de otra compañera que está en el mismo departamento, una mujer de unos treintaypocos años… Y dice, literalmente: “mejorando lo presente, esta mujer está buenísima, es que es espectacular, es que dan ganas de…”. En ese momento, mira a su homónima compañera de puesto y añade algo así como: “ya sabes que yo de ti no digo nada, porque tú para mí eres como una hija, nos conocemos desde hace muchos años”.

Fue vulgar, soez, baboso, infinitamente desagradable e inapropiado. Le faltó decir que quería meterse en la cama con ella. 

Yo observé la escena en silencio. Sentí vergüenza ajena y me tragué un sapo enorme, pues no dije nada para evitar una discusión o una situación incómoda. Puntos suspensivos.

Esta médica, por su parte, tampoco dijo absolutamente nada, sólo lo miró fijamente en silencio, con una sonrisa inexpresiva, tipo Gioconda. Yo percibí claramente la tensión de la escena. Esa sonrisa escondía muchas palabras tragadas, seguramente para no desentonar socialmente, muchos sapos de gran tamaño, envueltos en esa curvatura hacia arriba de la boca, en un gesto auto- envenenado.

Espontáneamente se cambió de conversación y se corrió un tupido velo. Ese día me fui a casa sintiéndome mal y nunca lo he olvidado.

Es muy lesivo sentirse violentada en una situación social y encima sonreír para lidiar con elegancia (o eso nos han enseñado) con esa situación ofensiva, para no quedar mal nosotras.

¿En serio? De verdad es demencial.

Conforme voy cumpliendo años me resulta más fácil mostrar mi desagrado en contextos sociales, pero sobre todo desde que decidí incorporar la perspectiva de género en mis inquietudes formativas y en mis lecturas. Erróneamente, muchas veces se piensa que siendo mujer y “modernilla o guay” (puntos suspensivos), no es necesario adquirir este tipo de conocimientos, pero una vez empiezas a interpretar el mundo con otro marco, desde un enfoque de género, te das cuenta de que no sólo es conveniente, sino que es insoslayable para alcanzar cotas saludables de bienestar, autonomía y autoestima.

Lo creamos o no la discriminación social hacia las mujeres está viva, en diferente grado, aunque muchos colectivos organizados quieran convencer a la sociedad de lo contrario.

Inmaculada Asensio Fernández.

De malospadres, malasmadres y otras hierbas

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Ilustración de Paula Bonet, tomada de: https://images.app.goo.gl/N8YzbwJZ8M3GDiyX8


Recientemente he leído un artículo que habla sobre los padres y las madres que son tóxicos para sus hijos e hijas, en el sentido de egoístas, poco generosos, manipuladores emocionales que chantajean y humillan a estos hijos e hijas, por el mero hecho de encontrar una relación de subordinación por parte de aquellos que nacieron a través de ellos: en definitiva, malospadres y malasmadres desde que sus descendientes son bien pequeñitos.

Vaya por delante que no existe una madre o un padre perfecto, y que entiendo que la labor parental no es ni mucho menos sencilla; igualmente, es bastante más fácil juzgar una mala acción que no tenerla. Es por eso que admiro mucho a quienes cometen errores, los reconocen y piden disculpas, además de preocuparse por hacer una reparación, si hay daños.

No tenemos una vida para ensayar y otra para actuar, sólo tenemos una… y la vivimos y punto; esto implica admitir que vamos a equivocarnos algunas veces, por lo que conviene practicar la reflexión para asumir nuestras responsabilidades. Una cosa es cometer errores de manera inconsciente, y la otra es tratar mal o mal cuidar a nuestros hijos e hijas, sin preocuparnos lo más mínimo por su bienestar y sólo pensando en el nuestro.

A nivel social, de la figura de un padre o una madre siempre se espera lo mejor, como mínimo, que sean los que sostengan el entramado familiar y que nunca renuncien a proteger, apoyar y amar a sus descendientes, por encima de todas las cosas. Sin embargo, la realidad muestra una y otra vez que, aunque esta es la función social que se espera de ambas figuras de apego, son muchas las veces en las que no se dan ni ese apego, ni esa protección, ni ese apoyo, ni ese amor incondicional hacia los hijos e hijas, con las consiguientes consecuencias emocionales para esas generaciones futuras.

Desde luego, cuando hablamos de consecuencias tenemos que tener en cuenta que -respecto al maltrato o trato malo- hay grados, y en los casos más graves el daño aumenta y requiere de una reparación mayor, y la mayor parte de las veces nunca llega, aunque hay excepciones. . .


Él tenía tres hijos. Provenía de una familia desestructurada y fue maltratado duramente de niño. Con la edad de 21 años se casó, y al poco comenzó a beber en exceso (…) . Siendo sus tres hijos muy pequeños comenzó a pegar a su esposa, en presencia de los hijos… Y fueron naciendo más, hasta llegar a 8. Un día uno de estos hijos -ya adolescente- le plantó cara en un momento que estaba agrediendo a su madre. Él se fue y no regresó. Jamás los ayudó económicamente, ni contactó con ellos, marchó a vivir a otra ciudad. Sin embargo, al envejecer volvió y encontró a sus hijos ya mayores, con sus vidas hechas. Él comenzó a requerir cuidados y a exigir a sus hijos que lo atendieran, pero ellos se negaron. Fue huraño y agresivo toda su vida, pero en su lecho de muerte pidió llamar a sus hijos e hizo algo que ninguno hubiera esperado: les pidió perdón, y murió. Ellos se sintieron muy reconfortados con este gesto, aunque no cambió lo que habían vivido, pero les ayudó bastante.


No es necesario llamar a la puerta de Freud o de Piaget, para darse cuenta del enorme daño que este tipo de crianza y de conductas autoritarias o negligentes genera en los hijos e hijas, sin dejarles mucha salida para la gestión emocional, en esas fases de vida tan tempranas. Y claro está, surgen los sentimientos de culpa perpetua, o los traumas y las heridas que forman parte de la mochila de esas infancias robadas, por quiénes no supieron estar a la altura, quizá por estar saturados de problemas y de carencias, o por pura ceguera… cada caso es un mundo.

Los cuidados parentales son necesarios para asegurar un buen desarrollo psicológico y emocional de los hijos, por eso es tan importante trabajar los «tratos buenos” o “buenos tratos” de padres y de madres hacia hijos e hijas, para prevenir males mayores, o simplemente para tratar de no sobrecargarlos con responsabilidades, culpas y sufrimientos que no les corresponden…, y en consecuencia promover su amor propio y autoestima.

En mis 17 años de ejercicio profesional como trabajadora social, me he topado con personas que han maltratado -o que no han tratado bien- a sus hijos e hijas –siendo estos infantes- y ahora que son adultos les exigen atención y cuidados, y les culpan por sus problemas emocionales o de salud, generando un enorme malestar y tejiendo un hilo invisible y pegajoso que mantiene enganchados a esos hijos e hijas a dinámicas de relación tóxicas y enfermizas…, sin posibilidad de liberarse de ellos.

La vida sería un lugar mucho más amable y ecológico –emocionalmente hablando- si los padres y las madres dejaran a sus hijos e hijas tomar la vida e iniciar su propio proyecto, sin cargas ni condenas, simplemente para ser libres y buscar su propio sentido a todo lo que les rodea. De hecho, desde el punto de vista de la sensatez y de la protección al medio ambiente, si no se piensa hacer nada para reparar el daño causado al entorno, lo mejor siempre sería no seguir dañando, retirarse y no lanzar más basura allá donde no la vamos a recoger, y de este modo, permitir que ese entorno sea limpiado por otras personas e instancias.

Los hijos y las hijas deberían ser libres, máxime cuando revelan pasados perversos de manos de sus padres; pero debido a exigencias sociales y civiles sobre una base moral incuestionable, muchas veces se ven obligados y obligadas –incluso por los servicios sociales o sanitarios- a hacerse responsables de sus progenitores cuando caen en una situación de dependencia…: (¡lo exige el Código Civil, vociferan algunos y algunas profesionales!) sin reparar en toda la clase de ordalías que esos hijos –hoy adultos- han vivido en sus infancias de manos de sus progenitores, por los que no fueron protegidos, cuidados ni amados.

Yo me suelo rebelar ante este tipo de comentarios en reuniones técnicas o en contextos profesionales, en los que se toman decisiones sobre el tipo de recurso social más conveniente para una persona en situación de dependencia, por ejemplo. Siempre digo: “si el padre o la madre no la cuidó, ¿por qué tenemos que forzar a ese hijo o hija a cuidar a sus padres; por qué tenemos que pedirles que paguen un recurso privado, o que se los lleven a su domicilio a vivir, si manifiestamente no quieren hacerlo? Apelar a los artículos que van del 142 al 153 del Código Civil, sobre la obligación de alimentos entre parientes, sin valorar el menoscabo y el dolor que puede provocar nuevamente a esos hijos el exigirles ser proveedores de lo que no recibieron: cuidados y amor…, me parece que vuelve a lesionarlos”.

Lógicamente, como trabajadora social, siempre me empeño en trabajar nuevos roles de cuidado en las familias, cuando surgen situaciones de dependencia, pues siempre hay un tiempo de reajuste ante la nueva situación, y generalmente los hijos deben asumir nuevas responsabilidades. Pero una cosa es apoyar para alcanzar acuerdos y gestionar la cronicidad de los cuidados, y otra cosa es forzar, por ejemplo, a una hija, a ejercer de cuidadora cuando te mira a los ojos y te dice: “mi padre me maltrató, o mi madre no me cuidó, se fue de casa cuando yo era pequeña y me dejó al cuidado de un familiar (…), yo no quiero hacerme cargo de él o de ella”.


Llega a mi cabeza otra situación, un caso que tuve hace años: visité a un señor de edad avanzada y con gran dependencia (grado III). Vivía con su nieta y la relación parecía normalizada. Ella decidió, impulsada por su madre y por la familia extensa, cuidar de su abuelo para evitar que ingresara en una residencia.  Sin embargo, a los meses viene a verme muy agitada y me comenta que tenemos que ingresar a su abuelo cuanto antes, que no puede seguir con ella y tiene que ser ¡ya! Hablamos a solas y me traslada que ese señor no es su abuelo, es su padre…, bueno, más bien me dice que ella es su hija-nieta. Por resumir el tema: el supuesto abuelo abusaba de su hija adolescente (madre de la supuesta nieta), y la tuvo a ella (…). La historia es muy larga y con muchos detalles escabrosos, pero ella se sentía obligada moralmente a cuidar de su padre-abuelo; sin embargo, él tenía conductas sexualizadas hacia ella que no soportaba, incluso con sus hijos (…). Ante una situación de este calado, no se puede exigir a la víctima que siga cuidando a su perpetrador, creo que está muy claro. 


Lo siento, yo no tengo ninguna fuerza moral para incitar a la obligación a estas personas, en virtud de lo que establece el Código Civil. Ese tipo de declaraciones, tan fuertes y duras, no te las dice todo el mundo, no es una estrategia común para que los padres sean atendidos con mayor premura que el resto… Esto te lo dice quién ya fue roto en algo verdaderamente importante de su vida: su confianza e integridad.

Llegados a este punto, hago un paréntesis para recomendar un par de libros de la psicóloga alemana Alice Miller (reconocida por su trabajo en maltrato infantil): “El origen del odio”, o “El cuerpo nunca miente”. Ella aborda los abusos, el maltrato y la negligencia en la infancia de una manera respetuosa y magistral, más recomienda alejarse de los progenitores que arruinaron las vidas de sus hijos e hijas, para tratar de iniciar y sostener la propia vida, tomando otras referencias más saludables que aquellas.

La vida adulta de una persona que ha sido maltratada en la infancia, requiere de un importante trabajo personal (terapia), y también requiere de un adecuado entrenamiento para adquirir habilidades personales y sociales que le ayuden a generar vínculos sanos con el medio, para trabajar el valor más importante de todos –aquel con el que no se juega- LA CONFIANZA. A través de la toma de conciencia sobre sus carencias y traumas, deberá luchar para tener una adecuada calidad de vida y para aprender a relacionarse desde la óptica de los buenos tratos y las relaciones positivas. Y, aun así, su proyecto de vida siempre estará en construcción, en el sentido de que tendrá que ser rehecho periódicamente, a través de la adquisición de nuevas herramientas y de auto-protectoras decisiones.

Sin embargo, también encontramos a los hijos e hijas que, a pesar de todo lo descrito, desean cuidar a sus padres porque encuentran en esta nueva etapa (en la vejez o en la enfermedad de sus progenitores) una posibilidad de acercarse a ellos desde otro lugar, para tratar de generar experiencias positivas y de cariño, y así poder contrarrestar los malos recuerdos (…). A este respecto, si se hace desde la óptica del uso de la libertad de elegir, no tengo nada que objetar.

Para finalizar, si quiero añadir que entiendo que las cosas no son blancas o negras, pero todas las personas tenemos tesis que tratamos de argumentar y defender, y respecto a este tema, esta es la mía: si no dieron amor, ni protección, ni cuidados a sus hijos…, poco o nada pueden exigir de ellos. 

Precisamente, antes de publicar esta entrada de blog se la he dado a leer a una persona a la que aprecio muchísimo, y me ha dicho: “Inma, me gusta mucho lo que has escrito, es muy auténtico, pero seguro que hay personas que se ´escuecen´ al leerlo y dicen: los padres son los padres, y las madres son las madres… y hay que cuidarles a pesar de todo”.

Bueno, es una opinión y para mí todas son valiosas. De hecho, estoy abierta a recibir comentarios y entiendo que pueda haber opiniones discrepantes. Si están bien argumentadas pueden tener cabida, claro que sí.

Inmaculada Asensio Fernández.

 

 

Se necesita un poco de tiempo para superar una ruptura inesperada de pareja

Fuente: https://www.danielcolombo.com/por-que-perdemos-la-esperanza-y-8-formas-de-recobrarla-por-daniel-colombo/

Las rupturas de pareja están incluidas en la Escala de Acontecimientos Vitales Estresantes de Holmes y Rahe, 1976. De hecho, constituyen un proceso que puede resultar muy doloroso, e incluso incapacitante para la persona que lo padece, pero en circunstancias normales sólo durante un tiempo. La buena noticia es que una vez superada la fase critica inicial -de no aceptación y rechazo- este proceso puede conducirnos a una nueva versión de nosotras mismas (personas) más fuertes y con más auto-apoyo en la vida. 

LA VIDA NI COMIENZA NI TERMINA CON LA QUE HA SIDO TU PAREJA DURANTE TODO ESTE TIEMPO. LA VIDA COMIENZA Y TERMINA EN TI.

Sobre el desamor y las separaciones se ha escrito mucho, además de que hay un sinfín de vídeos de crecimiento personal sobre este tema en internet. Esto muestra dos cosas claras: se consume mucho este tipo de material, y suceden muchas rupturas, de manera que nada de lo humano nos es ajeno, como decía el filósofo.

El desamor es un tema, por tanto, que nunca pasa de moda y que cada día afecta a un buen número de personas. Es cierto que no todo el mundo lo vive de la misma manera, pues todas las personas no tenemos el mismo temperamento, las mismas experiencias, ni los mismos recursos personales y social, pero:

doler, duele, eso es seguro.

Por este motivo, las consultas de psicología se llenan y se vacían todos los días: entran quiénes recién se separan y requieren de ayuda para afrontarlo…, y salen quiénes ya han sido capaces de elaborar el duelo y soltar la rabia y la tristeza, para retomar su proyecto de vida. 

Una ruptura sentimental quiebra muchas de nuestras expectativas, es cierto, pero un mensaje  importante y sobre el que hay que tejer con empeño cada suspiro y cada lágrima derramada, es:

  • Ten por seguro, que lo vas a superar.
  • Ten por seguro, que no estás sola o solo. 
  • Ten por seguro, que la vida te regalará cosas muy bellas, si te preparas para continuar con el viaje. 
  • Ten por seguro, que de pena no se muere nadie. 

Me apetece mucho compartir un cuento que a mi me ha sido útil en algunas situaciones de dificultad. Todas las emociones viven en cada ser humano, y todas -cuando están revueltas- nos hacen sentir desasosiego y malestar. Has de saber que sus efectos en ti son transitorios  y que forman parte de la misma vida… jugando sus cartas.

Una vez superada una crisis, ni te imaginas la cantidad de recursos personales y la sabiduría que adquieres. No dudes ni un segundo de ti y de tu capacidad para salir fortalecida de todo este proceso.

Si hay tantas personas que cuentan abiertamente lo mal que lo han pasado y cómo lo han superado, y no sólo en internet, sino tus amistades, gente en los bares, compañeros y compañeras del trabajo…, ¿por qué tu caso va a ser una excepción?

Hay un cuento que aparece en el libro “Todo (no) terminó”, de Silvia Salinas y Jorge Bucay que creo te gustará leer para entender cómo funcionan las emociones en un momento complicado como es una ruptura de pareja. A continuación lo comparto.

LA ISLA DE LAS EMOCIONES

Erase una vez una isla donde habitaban todos los sentimientos: la Alegría, la Tristeza y muchos más, incluyendo el Amor. Todos los sentimientos estaban allí. A pesar de los roces naturales de la convivencia, la vida era sumamente tranquila, hasta previsible. A veces, la Rutina hacía que el Aburrimiento se quedara dormido, o el Impulso armaba algún escándalo; otras veces, la Constancia y la Convivencia lograban aquietar al Descontento.
Un día, inesperadamente para todos los habitantes de la isla, el Conocimiento convocó una reunión. Cuando por fin la Distracción se dio por enterada y la Pereza llegó al lugar de encuentro, todos estuvieron presentes. Entonces, el Conocimiento dijo:
– “Tengo una mala noticia para darles: la isla se hunde».
Todas las emociones que vivían en la isla dijeron:
– “¡No! … ¿como puede ser? …¡Si nosotros vivimos aquí desde siempre!!!!”
Pero el Conocimiento repitió:
– “La isla se hunde”.
– ¡Pero no puede ser!!! Quizás estás equivocado!!!”
– “El Conocimiento nunca se equivoca -dijo la Conciencia, dándose cuenta de la verdad-. Si él dice que se hunde, debe ser porque se hunde”.
– “Pero… ¿Qué vamos a hacer ahora????” -preguntaron los demás-.
Entonces el Conocimiento contestó:
– “Por supuesto, cada uno puede hacer lo que quiera, pero yo les sugiero que busquen la manera de abandonar la isla…. Construyan un barco, un bote, una balsa o algo que les permita irse, porque el que permanezca en la isla desaparecerá con ella”.
-“¿No podrías ayudarnos?”, preguntaron todos, porque confiaban en su capacidad.
– “¡No ! -dijo el Conocimiento-, la Previsión y yo hemos construido un avión y en cuanto termine de decirles esto, volaremos hacia la isla más cercana…”.
Las emociones dijeron:
– “¡No! ¡Pero no! ¿Qué será de nosotros???”
Dicho esto, el Conocimiento se subió al avión con su socia Previsión y, llevando de polizón al Miedo, que no es tonto y ya se había escondido en el motor, dejaron la isla.
Todas las emociones, en efecto, se dedicaron a construir un bote, un barco, un velero…Todas… Salvo el Amor.
Porque el amor estaba tan relacionado con cada cosa de la isla que dijo:
– “Dejar esta isla… después de todo lo que viví aquí… ¿Cómo podría yo dejar este arbolito, por ejemplo? Ayyyy…. Compartimos tantas cosas…”.
Y mientras las emociones se dedicaban a fabricar el medio para irse, el Amor se subía a cada árbol, olía cada rosa, se fue hasta la playa y se revolcó en la arena como solía hacer en otros tiempos. Tocó cada piedra…y acarició cada rama…
Al llegar a la playa, exactamente al lugar desde donde el sol salía, su lugar favorito, quiso pensar con esa ingenuidad que tiene el amor:
-«Quizás la isla se hunda un ratito… y después resurja…. porqué no???»
Y se quedó días y días midiendo la altura de la marca, para revisar si el proceso de hundimiento no era reversible… Pero la isla se hundía cada vez más…
Sin embargo, el Amor no podía pensar en construir nada, porque estaba tan dolorido que sólo era capaz de llorar y gemir por lo que perdería.

Se le ocurrió entonces que la isla era muy grande y que, aún cuando se hundiera un poco, él siempre podría refugiarse en la zona más alta…. Cualquier cosa era mejor que tener que irse. Una pequeña renuncia nunca había sido un problema para él…
Así que una vez más, tocó las piedrecitas de la orilla … y se arrastró por la arena… y  se mojó los pies en la pequeña playa… que en otros tiempos era enorme…
Luego, sin darse cuenta demasiado de su renuncia, caminó hacia la parte norte de la isla, que si bien no era la que más le agradaba, era la más elevada…
Y la isla se hundía cada día un poco más…. Y el Amor se refugiaba cada día en un lugar más pequeño…
– “Después de tantas cosas que pasamos juntos!!!!- le reprochó a la isla.
Hasta que, finalmente, solo quedó una minúscula porción de suelo firme; el resto había sido tapado completamente por el agua.
Recién en ese momento, el amor se dio cuenta de que la isla se estaba hundiendo de verdad. Comprendió que, si no dejaba la isla, el amor desaparecería para siempre de la faz de la tierra…

Entonces, caminando entre senderos anegados y saltando enormes charcos de agua, el amor se dirigió a la bahía. Ya no había posibilidades de construirse una salida como la de todos; había perdido demasiado tiempo en negar lo que perdía y en llorar lo que desaparecía poco a poco ante sus ojos…
Desde allí podría ver pasar a sus compañeras en las embarcaciones. Tenía la esperanza de explicar su situación y de que alguna de ellas lo comprendiera y lo llevara.
Buscando con los ojos en el mar, vio venir el barco de la Riqueza y le hizo señas. Se acercó la Riqueza que pasaba en un lujoso yate, y el Amor dijo:
– «Riqueza llévame contigo! … Yo sufrí tanto la desaparición de la isla que no tuve tiempo de construirme un barco».
La Riqueza contestó:
– «No puedo, hay mucho oro y plata en mi barco, no tengo espacio para ti, lo siento» y siguió su camino, sin mirar atrás…
Le pidió ayuda a la Vanidad, a la que vio venir en un barco hermoso, lleno de adornos, caireles, mármoles y florecitas de todos los colores, que también venia pasando:
– «Vanidad» por favor ayúdame»…., y la Vanidad le respondió:
– «Imposible Amor, es que tienes un aspecto!!!!…¡ Estás tan desagradable!!! tan sucio, y tan desaliñado!!!!… perdón pero afearías mi barco…”- y se fue.
Pasó la Soberbia, que al pedido de ayuda contestó:
– «Quítate de mi camino o te paso por encima!».
Como pudo, el Amor se acerco al yate del Orgullo y, una vez mas, solicitó ayuda.
La respuesta fue una mirada despectiva y una ola casi lo asfixia.
Entonces, el Amor pidió ayuda a la Tristeza:
– «¿Me dejas ir contigo?».
La Tristeza le dijo:
– «Ay Amor, tu sabes que estoy taaaan triste que cuando estoy así prefiero estar sola»
Pasó la Alegría y estaba tan contenta que ni siquiera oyó al Amor llamarla.

Desesperado, el Amor comenzó a suspirar, con lágrimas en sus ojos. Se sentó en el pedacito de isla que quedaba, a esperar el final… De pronto, el Amor sintió que alguien chistaba:
– » Chst- Chst- Chst…»
Era un desconocido viejito que le hacía señas desde un bote a remos. El Amor se sorprendió:
– «¿Es a mi?»- preguntó, llevándose una mano al pecho.
– “Sí, sí -dijo el viejito-, es a ti. Ven, sube a mi bote, rema conmigo que yo te salvo”.
El Amor lo miró y le quiso explicar…
– lo que pasó, es que yo me quedé…
– «Ya entiendo» -dijo el viejito sin dejarlo terminar la frase- “¡Sube!”.
El amor subió al bote y juntos empezaron a remar para alejarse de la isla. No pasó mucho tiempo antes de poder ver cómo el último centímetro de la isla se hundía y desaparecía para siempre…
– “Nunca volverá a existir una isla como esta – murmuró el amor, quizás esperando que el viejito lo contradijera y le diera alguna esperanza.
– “No -dijo el viejo- como ésta, nunca; en todo caso, diferentes …!

Cuando llegaron a la isla vecina, el Amor se sentía tan aliviado que olvidó preguntarle su nombre. Cuando se dio cuenta y quiso agradecerle, el viejito había desaparecido. Entonces el Amor, muy intrigado, fue en busca de la Sabiduría para preguntarle:
– “¿Cómo puede ser? Yo no lo conozco y él me salvó… Todos los demás no comprendían que hubiera quedado sin embarcación, pero él me salvó, me ayudó y yo ahora no sé ni siquiera quién es…”
Entonces la Sabiduría lo miró largamente a los ojos, y le dijo:

-«Es el único capaz de conseguir que el amor sobreviva cuando el dolor de una pérdida le hace creer que es imposible seguir. Es el único capaz de darle una nueva oportunidad al amor cuando parece extinguirse. El que te salvó, Amor, es El Tiempo….”.

Por Inmaculada Asensio Fernández.

Personas que se desviven por cuidar a sus familiares y no reciben el más mínimo reconocimiento por ello

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Ilustración de Aykut Aydogdu. Tomada de: https://culturacolectiva.com/diseno/ilustraciones-de-desamor-aykut-aydogdu

Trabajo en la Agencia de Servicios Sociales y Dependencia de Andalucía desde el 6 de febrero de 2008 (casi 12 años) y he realizado multitud de visitas domiciliarias por motivos de trabajo. Me he entrevistado con personas en situación de dependencia y personas cuidadoras (en su mayoría mujeres), más en ocasiones he escuchado relatos verdaderamente dolorosos sobre familias en conflicto, desestructuradas y mal avenidas.

Hay personas en situación de dependencia que no están bien cuidadas y no se quejan, soportan su situación en silencio como si de una condena se tratara… y ahí es donde intervenimos los y las profesionales de los servicios sociales.

Sin embargo, también hay personas que reciben unos cuidados exquisitos que se evidencian en atenciones y aprecios de todo tipo -incluso excesivas- pero que debido a una compleja y extraña especie de maldición (…) son incapaces de agradecer o dar muestras de valoración a quiénes se desviven por ellos o ellas, por lo general sus hijas e hijos, y pasan todo el tiempo exigiendo más y más atención, recurriendo al chantaje emocional para ganar más espacio en la vida de las personas que están entregadas a sus cuidados, sin valorar en lo más mínimo sus esfuerzos y dedicación.

En esta entrada de blog me voy a referir exclusivamente a las personas que se desviven por cuidar a estos familiares y que no reciben el más mínimo reconocimiento por ello.

El sabio refranero popular reza -y lo expreso con total literalidad y previa disculpa por lo malsonante que pueda parecer, que “cuanto más te agachas más se te ve el culo” Este refrán viene a significar que cuanto más buena es una persona y más concesiones hace hacia los demás, más se aprovecharán de ella.

Un perfil típico que encuentro en mis visitas:

Mujer joven o de mediana edad -cuyos padres son mayores- y que se encarga de las labores de cuidado de uno de ellos o de ambos. Desde muy joven siempre ha tenido muchas responsabilidades y pocas situaciones de reconocimiento a su esfuerzo; sus padres han estado más pendientes de sus propias preocupaciones y avatares de vida que de las necesidades y deseos de su hija. Ella ha crecido con carencias emocionales importantes, y ha llegado a la edad adulta con la sensación de que tiene la obligación moral de hacerse cargo de su familia. Sin darse cuenta se coloca a ella en un último lugar, ya que su propio proyecto de vida no es más que una sombra al lado de todas estas obligaciones que siendo adulta se auto-impone y de las que no sabe escapar, por más amargura que sienta. Sí, se considera buena persona y entregada a los demás, pero no está satisfecha con su vida y tampoco logra la valoración que espera de sus progenitores, lo que la lleva a realizar un sinfín de esfuerzos que la terminan enfermando. En los casos más graves, su pareja o marido termina abandonando emocionalmente esa relación… y permanecen unidos o separados… pero a la deriva.

     Siempre intentando colocarte en el papel de hija  y sólo has conseguido estar en el de víctima.

Juan Ramón Molina Gil.

Ella cree que su vida es un callejón sin salida porque no conoce otra cosa y no se siente capaz de cambiar de rumbo, y todo esto… ¿por qué? Porque ella es buena y no sabe ser persona…, sólo sabe ser buena y buscar la aprobación de papá y mamá… y así hasta el infinito, porque estas dinámicas no las puede frenar nadie, salvo una misma.

¿Hasta cuando?

Está bien, todo podría haber sido de otro modo y podrías haber sido educada en la libertad y en el amor incondicional, pero no ha sucedido, por tanto te toca darte la vida que mereces y concederte todos esos permisos…, ¡la libertad!

Si tú cambias, todo cambia.

Dedicado a todas las mujeres cuidadoras que no saben cuidar de sí mismas, pero que son excelentes cuidadoras de los demás. Ellas desean el cambio y,  ¿quién sabe si no es este su año?

Inmaculada Asensio Fernández.

Terapia de contrabando: ¡arriba las manos, esto es un atraco!

Keep calm and the _terapia de contrabando_ pá tu casa (2)

Como algunas personas saben, soy trabajadora social y desempeño mi profesión en la Agencia de Servicios Sociales y Dependencia de Andalucía, desde hace 12 años. Previo a este trabajo, estuve casi un año en Servicios Sociales Comunitarios de la Diputación Provincial de Almería, además realicé alguna que otra sustitución en algún centro de salud y trabajé en el ámbito asociativo durante 5 años…, mi carrera profesional comenzó en el año 2003.

En todos estos años he trabajado con personas con necesidades (afectan a la supervivencia), con dificultades (relacionadas con encontrar estrategias de afrontamiento de determinadas situaciones), con problemas (situaciones que no parecen tener solución) y con conflictos (dos o más personas que presentan visiones divergentes ante una situación generadora de malestar), lo que en palabras de Cardona J. y Campos J.F, constituyen las cuatro grandes áreas de fuente de malestar psicosocial (2009).

Con el paso de los años he ido aprendiendo que la práctica del trabajo social de casos implica poner atención en la generación del contexto de intervención profesional. En este sentido, dejadme deciros que la relación de ayuda no se origina de manera espontánea, sino que hay elementos que propician el establecimiento de un vínculo adecuado para realizar un trabajo con una persona y una familia, permitiendo a quién recibe la ayuda poder ‘soltarse’ y ventilar sus preocupaciones e inquietudes íntimas, desde un clima de confianza.

El contexto se define por la RAE como el “conjunto de circunstancias que rodean una situación y sin las cuales dicha situación no se puede comprender correctamente”.

El contexto es muy importante, tanto en la comunicación, como para ejercer la relación de ayuda con unos criterios mínimos de dignidad, respeto y calidad. Si nos apresuramos demasiado en una intervención -sin haber generado un contexto adecuado- la relación puede quedar abocada a la improvisación, cuya consecuencia más directa puede ser que la persona se sienta invadida negativamente en su intimidad y en sus límites personales.

A través de esta entrada de blog quiero hablar de un concepto que he leído en un libro de terapia familiar sistémica, y que se llama TERAPIA DE CONTRABANDO. Cuando me he topado con el término, en seguida mi cabeza ha comenzado a generar imágenes de situaciones en las que yo misma he observado ese contrabando, al conversar con personas conocidas o amistades que han estudiado psicología, trabajo social, terapia Gestalt, o whatever (…), y en algún momento de la conversación han comenzado a psicoanalizar expresiones o comportamientos de alguna persona en el grupo y no se han cortado un pelo haciendo preguntas o comentarios que no vienen a cuento, totalmente invasivos y poco o nada respetuosos.

A ti lo que te pasa, es que como eres hijo único no sabes compartir… y seguro que tu padre o tu madre (bla, bla, bla…) y ahora te sientes de esta manera o de la otra”.

Hay veces en que la persona que recibe estos comentarios pone cara de póker y manda a la otra callar: ¡pero qué me estás contando, métete en tu vida! Pero en otras ocasiones, quién recibe estas supuestas devoluciones de desarrollo personal (…), se va a su casa jodido.

No se puede abordar a una persona, en medio de una conversación espontánea, en un bar, en la playa, en un encuentro de amigos y amigas… y comenzar a hacerle terapia por el simple hecho de que tienes esta o aquella formación.

Como bien señalan Concepción Nieto y Nuria Cordero, la terapia de contrabando se define como el intento de hacer terapia a toda costa, a cualquier precio y sin que el contexto esté definido claramente como terapéutico. Puede resultar tentador, en determinadas situaciones, lanzarse a poner en práctica esos conocimientos adquiridos, pues la seducción de querer influir en los demás es muy tentadora y la oportunidad de practicar muy sugerente. Y sin darnos cuenta, modificamos el contexto terapéutico, pudiendo causar más mal que bien (Nieto, C., Cordero, N., 2017: 305).

En estas semanas precisamente conversaba con una amiga sobre estas incómodas situaciones en las que alguien tiene la necesidad imperiosa de señalarte lo que te ocurre, tus problemas y dificultades…, en teoría para hacerte bien, para salvarte… y lo único que ha conseguido es molestarte o dañarte, desde un ejercicio de poder basado en unos supuestos conocimientos o intuiciones.

Muchas veces somos nosotras o nosotros quiénes pedimos el consejo de la otra persona, esperando una respuesta acorde al aprecio, sinceridad y el juicio o criterio particular de esta persona. Lógicamente, si dispone de formación y experiencia en temas terapéuticos, nos hablará desde ese lugar, lo cual nos puede reconfortar y ayudar en un momento dado…, o incluso nos puede confrontar con algún aspecto que no deseamos ver, pero siempre desde el respeto y con el objetivo de apoyarnos -en tanto amigos o amigas-.

Hay, pues, tres puntos clave en este tema:

  1. El contexto en el que se produce esa comunicación.
  2. Si la comunicación es horizontal (igual a igual) o se da cierta superioridad (desequilibrio de poder) en el trato.
  3. La demanda expresa de consejo u opinión por parte de la persona amiga, en una situación dada, en el marco de esa amistad.

Los amigos y las amigas no son nuestr@s terapeutas, aunque conversar con ellos desde una posición horizontal y mantener el contacto si es beneficioso para nuestra salud y estado de ánimo. 

Inmaculada Asensio Fernández.

Reflexión sobre la película Joker

La película Joker nos muestra que ante ser invisible y ser malvado (2)

La película de Joker muestra cómo el tipo de sociedad que envuelve a las personas de una comunidad, determina en gran medida cuál será la respuesta individual de cada una de ellas y su posible comportamiento hacia el resto.

Al conjunto de personas que habitan en un territorio y a sus instituciones y gobernantes se les denomina Sistema. Todo aquello que un Sistema no acoge y rechaza, tarde o temprano se le puede volver en contra, como sucede con la película de Joker.

Establecer mecanismos de ayuda al otro hace posible que afloren valores de bienestar y de cuidado hacia los demás, y esto pasa por condenar toda acción discriminatoria y apoyar siempre la convivencia de todas las personas.

La película de Joker nos cuenta cómo ciertos determinantes ambientales pueden destrozar la vida de una persona y sus posibilidades de optar por una vida normalizada, con la única opción posible de corromper su sistema de valores y destruir su ser moral, incluso en aquellos casos en los que se busca ayuda desesperadamente para ser un buen ciudadano.

Las sociedades que permiten aflorar la injusticia y la desigualdad, se arriesgan al aumento del vandalismo y de la barbarie. Cuando no tienes nada que perder porque no tienes ningún valor para la sociedad en la que te desenvuelves, puedes caer en un proceso de corrupción moral que te empuje a realizarte desde el delito y el daño a otros…, de algún modo tienen que salir las miserias de cada uno y las frustraciones por no encajar en el molde de éxito social establecido.

Arthur, el personaje protagonista, va pasando de ser un sujeto pobre, enfermo y vulnerable, una persona que se esfuerza por encajar y por tener autonomía en una sociedad de clases…, a una persona que se va transformando en un líder carismático del lado oscuro: ya no volverán a hacerme más daño, ya no me volverán a golpear, atacaré para defenderme de todo y de todos. En su versión vulnerable, despierta algunas compasiones y tristezas, en su versión malvada genera miedo por lo incontrolable de su conducta.

¿En qué rol dejas de sentirte vulnerable? Joker lo consiguió en el rol de malvado, de asesino. Ese es el molde que finalmente encuentra y en el que encaja.  Ya no tiene que mirar a la sociedad desde abajo, como si fuera un insignificante insecto. Desde este nuevo lugar él es alguien, es una persona a la que todos recordarán por su capacidad de destrucción y de maldad.

El trabajo está hecho, un nuevo ser humano no querido por un Sistema social no igualitario e injusto ha encontrado como única salida corromperse y destruir todo a su paso.

Ahora, tal como en la película de Joker, se avecinan tiempos oscuros dominados por fuerzas que tratan de expulsar al que no tiene nada, al que está al borde de la exclusión. El poder ha tomado la determinación de ensalzar lo patrio, y levantar infranqueables muros hacia quienes huyen del horror en sus países de origen. Se flexibilizan los despidos en las empresas, el trabajo cada vez es más precario… pero los privilegios siguen en manos de unos pocos que sólo se preocupan por vivir bien ellos, y que se ajusten el cinturón los demás.

«El bosque seguía muriendo, y los árboles seguían votando al hacha…».

Inmaculada Asensio Fernández

El Método The Work de la autora Byron Katie es útil para trabajar creencias que nos hacen sufrir

Los pensamientos pueden ser

En el año 2012 viajé a Los Ángeles (EE.UU) para realizar una formación intensiva en un método denominado THE WORK, creado y patentado por la autora estadounidense  Byron Katie.

Conocí este Método leyendo una publicación en una revista que recogía una entrevista a su autora que llamó mi atención. Decidí indagar y compré algunos libros de Byron Katie, así como acudí a un curso que impartieron en España otras personas formadas con ella en Estados Unidos. Este curso me pareció bastante beneficioso a nivel personal, de manera que no quise quedarme sólo con esta experiencia y tomé una importante decisión para mi: conocer a su autora.

Viajé, por tanto, a Los Ángeles y tras asistir a una formación intensiva de más de 100 horas, estuve durante un año practicando este Método The Work conmigo misma, de modo que usaba sus preguntas para cuestionar todo aquello que me generaba malestar, logrando siempre bastante alivio.

En el año 2013 repetí la experiencia, pero esta vez en Alemania, que es el único país de Europa en el que Byron Katie imparte su Escuela de Formación. Repetí como ayudante o staff de la Escuela, sin coste por mi asistencia a esta segunda formación, y a cambio de ofrecer mis servicios como asistente en todo aquello que pudiera ser útil a la organización (desde apoyar en las dinámicas facilitando el Método a nuevos y nuevas asistentes, hasta ayudar en la limpieza y orden de la sala de formación, o en la preparación de apuntes, fotocopias, etc…, un auténtico servicio a los demás). Aprendí tanto en esta Escuela como en la anterior, de tal forma que asimilé aún con más firmeza lo positivo del Método para mitigar el malestar que generan muchos pensamientos, de manera que hoy día se ha convertido en una poderosa herramienta para mi vida, e incluso para ayudar a alguna que otra persona que me lo ha pedido expresa y puntualmente.

Agradezco haber tomado la decisión de asistir a estas dos Escuelas con Byron Katie, y contar hoy día con este background para mi propio bienestar.

Inmaculada Asensio Fernández.