Tu valor te lo das tú

CHRISTIAN SCHLOE

Imagen tomada de: https://www.artisticmoods.com/christian-schloe/

Imagina una niña cuyos padres andan ocupados en menesteres varios y jamás hallan hueco para dedicar palabras dulces y de aprobación a su pequeña. No hay momentos para los halagos ni las felicitaciones por las cosas bien hechas; tampoco para la atención plena y cómplice hacia su niña… Sus vidas están dominadas por otras fuerzas, inconscientes, pero mucho más poderosas y desgastantes, de manera que relegan su cariño a la mera cobertura de sus necesidades. Pasan los años y, como esta chiquita nunca lo ha escuchado ni lo percibido de las personas adultas con las que ha convivido, crece con la idea de que alguien tiene que disipar sus dudas…, ¿cuál es mi valor?
Debido a esa carencia latente durante toda su infancia, es desprovista de la capacidad de darse cuenta de todo lo bueno que hay en ella, de su amor propio. Y de este modo, aunque es una joven muy hermosa, camina sin radar -a ciegas- deseando encontrar personas que le devuelvan una imagen positiva de sí misma. Conforme va creciendo, se fija en los demás, no por una cualidad especial… ella posa sus ojos sobre aquellos que piensa le revelarán ese gran secreto; incluso se conforma con un cálculo aproximado, con la idea original de darse permiso para amarse o despreciarse en función del resultado.

Y así pasó los años. Tropezando con unos y con otros… siempre intentando que la vieran y que la apreciaran…

Sobre esta base de carencia se construyen muchas relaciones, tanto de pareja, como de amistad y laborales. Hay personas que aguantan lo indecible porque desconocen cuál es su valor, porque no recibieron el amor que merecían por el simple hecho de ser personas. Si, recibieron amor, pero a cambio de sumisión y obediencia, a cambio de cuidados, a cambio de fidelidad, a cambio de silencio y una baja demanda de atención, e incluso a cambio de aguantar situaciones inadecuadas.
Lo que tú vales, tu autoestima y tus virtudes, sólo pueden ser advertidas por ti misma. Mala suerte es que tus padres no hayan tenido la habilidad de transmitirte tus enormes dones y cualidades, pero si ellos no lo hacen y te cansas de buscar personas que lo hagan por ellos… tendrás que aprender a darte cuenta de cuál es tu valor por ti misma.

He aquí un cuento en el que muchas niñas, hoy mujeres y madres -e incluso abuelas…y también niños, hombres y abuelos, se han sentido reflejados… «¿Lo has escrito para mi, Inma?» Me dijo una amiga. -No, no es para una persona específica, es para todas las que alguna vez han puesto en duda su valor. A ellas con toda mi admiración.

Escrito por Inmaculada Asensio Fernández

La mente humana no siempre distingue entre la verdad y lo que nos contamos sobre ella

NO TE CREAS TODO LO QUE TE DICES (1)

Hay pensamientos que nutren, que nos ayudan a avanzar en nuestros propósitos, relaciones y en la vida. También hay pensamientos que estresan y producen sufrimiento, y si nos dejamos arrastrar por ellos eliminan todo rastro de claridad: nuestra fuerza para actuar y tomar decisiones.

Por esta razón es conveniente parar y reflexionar cuando algo nos mantiene en una situación de estrés o desasosiego… nuestra propia visión sobre los hechos, nuestras experiencias personales y nuestros valores pueden afectar a la forma de interpretar lo que está sucediendo, y cuanto más aturdidos o aturdidas nos encontramos, mayor es la posibilidad de errar.

La autora estadounidense Byron Katie (2012) dice que es necesario cuestionar nuestros pensamientos para no dejarnos arrastrar por ellos -al menos no por todos ellos- ya que movilizan de manera instantánea nuestras emociones, que son las que nos pueden precipitar a actuar sin pensar.

Si te molesta, duele o te mantiene en situación de alerta… aléjate de la situación para retomarla y reflexionar sobre ella, o cuestiona tus propios pensamientos. Byron Katie propone hacerlo con su método: The Work. Cada cual ha de encontrar el suyo.

Reflexión para el día de hoy, por Inmaculada Asensio Fernández.

 

Se llama resiliencia

Hay niños y niñas que soportan una pesada carga durante su infancia, y cuando llegan a la edad adulta no tienen más remedio que hacer lo posible por dejarlo atrás, por superarlo. A través de la literatura y de (1)

Hay niños y niñas que soportan una pesada carga durante su infancia, y cuando llegan a la edad adulta no tienen más remedio que hacer lo posible por dejarlo atrás, por superarlo. A través de la literatura y de los medios de comunicación se sabe que hay muchas personas que lo han conseguido, por tanto, podemos afirmar -sin lugar a dudas -que es posible. Se llama resiliencia.

Inmaculada Asensio Fernández

La maldad existe al margen de la patología

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Fuente: https://psicologiayemociones.com/psicologia/como-reconocer-una-mentira

A lo largo de mi vida, siempre que he conversado con alguna persona o en grupo sobre algún acontecimiento delictivo y dramático como lo es un asesinato -o intento de asesinato- de estos que de vez en cuando saltan a los medios de comunicación… siempre escucho a alguien calificar a la persona que lo ha cometido como «loco o loca».

«Hay que estar muy mal de la cabeza para hacer algo así, seguramente esa persona tiene una enfermedad mental sin diagnosticar».

Muchas de las personas que trabajamos en el ámbito de la salud mental estamos muy cansadas de escuchar comentarios de este tipo, pues con frecuencia se confunde el trastorno mental con la delincuencia, y aquí hay un sesgo cultural importante que provoca que el estigma por parte de la sociedad hacia las personas con problemas mentales aumente, y en consecuencia el rechazo hacia las mismas.

Precisamente hace poco escuché a un psiquiatra y forense decir que «la maldad existe al margen de la patología», y lo hacía describiendo a José Bretones, el asesino que acabó con la vida de sus propios hijos para hacer daño a su madre que no quería continuar la relación de pareja con él.

«Malos, no locos». Esta es otra frase de Esther Esteban para referirse al que conocemos como asesino de Pioz. En su articulo de opinión comparte cómo siempre que un profesional de la abogacía trata de defender a una persona de un cruel y atroz asesinato (o de una serie de ellos) intenta convencer al fiscal, al jurado y al propio juez o jueza de que esta persona padece algún tipo de enfermedad mental, ya que para una persona con una moral normalizada y que respeta la integridad y vida del resto de personas es muy complicado aceptar  que puedan llevar a cabo un acto tan deleznable sin estar enajenados o locos.

No, las personas con trastorno mental grave no tienen porqué ser malas, son personas como el resto; y los casos en los que -fruto de una alteración de la realidad- puedan cursar con episodios graves de violencia, son bastante más aislados de lo que la gente comúnmente cree.

No se puede patologizar todo en una sociedad, por mucho que nos cueste vivir sin poner etiquetas. Es necesario aceptar que cualquier persona con la que te cruzas por la calle puede cometer un acto verdaderamente vil y malvado, si la maldad ha anidado en su conciencia. No debemos catalogarlos como enfermos… o al menos no como enfermos mentales. En todo caso, y tampoco me parece del todo acertado, los podríamos denominar  enfermos morales.

Que la asesina confesa Ana Julia Quezada acabara con la vida de un niño de 8 años no nos lleva al manual DSM-5® para comprobar qué tipo de trastorno mental padece. Ana Julia sabía lo que hacía y urdió un plan para llevarlo a cabo sin ser descubierta. Esto no es una característica de la enfermedad mental, esto es maldad.

Tengamos en cuenta lo que es y no es enfermedad mental pues con estas clasificaciones (heredadas de nuestro sistema cultural) podemos hacer daño a personas que verdaderamente si están enfermas, pero que jamás harían daño a nadie.

#Cero Estigma Mental.

Inmaculada Asensio Fernández

 

Verónica decide morir, y la culpa es de ella…

 

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Imagen tomada de: https://cronicaglobal.elespanol.com/vida/mejores-lugares-bienestar-maximo-barcelona_166454_102.html

Verónica decide morir es el título de un libro de Paulo Coelho que ilustra muy bien el tipo de sentimientos que acompañan a una situación de suicidio. Por desgracia para quién se suicida, el resto de personas que conserva su vida intacta puede caer en la tentación de responsabilizar en exclusiva por este hecho a la persona que ha tomado esta determinación, sin tener en cuenta los pasos – a veces muy pesados y cubiertos de barro- que la han empujado hasta allí.

En estos días he comprendido de una manera muy clara y contundente lo que significa una intromisión grave en la intimidad de una persona y la de su familia, así como la violación de un derecho que preserva la dignidad de una persona y que nadie debería obviar: la divulgación de secretos sin previo consentimiento.

El derecho de toda persona a mantener un ámbito de privacidad personal y familiar está dispuesto en el artículo 18.1 de la Constitución Española:

Se garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. El domicilio es inviolable. Ninguna entrada o registro podrá hacerse en él sin consentimiento del titular o resolución judicial, salvo en caso de flagrante delito. Se garantiza el secreto de las comunicaciones y, en especial, de las postales, telegráficas y telefónicas, salvo resolución judicial. La ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos”.

El honor de una persona es un aspecto de suma importancia para tener un desarrollo en sociedad adecuado y libre, de la autonomía que nos proporciona el anonimato y el hacer y ser conforme a nuestras aspiraciones, necesidades y deseos.

Según el artículo 178 del Código Penal, cualquier individuo que descubra, retenga, difunda o acceda a los datos personales de otra persona sin su consentimiento, podrá ser sancionado con pena de cárcel de uno a tres años.

La trabajadora de IVECO Verónica y su familia bien merecen que se explique claramente lo lesivo que puede llegar a ser Invadir la intimidad de una persona sin su consentimiento; este es un acto muy grave y que limita gravemente su bienestar y su autonomía… tanto que puede costarle la vida.

Verónica, trabajadora de una empresa de producción de vehículos, ha tenido que sufrir lo indecible por la difusión de un video personal con contenido sexual (de más de 5 años de antigüedad) que le ha provocado tal colapso emocional que la ha empujado a quitarse la vida.

He leído -en el muro de Facebook de una amiga que compartió la noticia con algunos comentarios de indignación- a una persona comentar que tampoco se puede responsabilizar a las personas que compartieron ese material por la muerte de esta chica. Continua señalando que las personas maduramos y que tenemos que aprender a relativizar y hacer frente a las contigencias de la vida… no le parece bien culpabilizar facilona-mente o tener una postura de victimismo que –según él- está presente hoy en dia ante cualquier suceso…

Al leer este comentario, siento que de algún modo está del lado de exonerar a las personas que ‘INOCENTEMENTE» COMPARTIERON ESE MATERIAL SEXUAL EN EL QUE APARECÍA UNA VERÓNICA  5 AÑOS MÁS JOVEN, soltera y sin hijos. Ellos lo compartieron, pero ella sola se suicidó. 

 ¿Debemos juzgar como positivo o negativo el compartir un vídeo con contenido explícito sexual en el que aparece una compañera de trabajo (hace 5 años de la grabación de ese vídeo) y difundidos entre el personal de una empresa de más de 3000 personas, en su mayoría de género masculino?

¿Se puede culpar a la persona que tenía ese vídeo y lo compartió sin escrúpulo alguno tras conocer –según he leído en las notas de prensa- que había intentado reanudar su relación con ella, recibiendo una negativa por toda respuesta?

Si no queremos hablar del término cristiano, apostólico y romano de CULPA, al menos hablaremos del término civil RESPONSABILIDAD. Ese hombre, y todas las personas que compartieron ese vídeo, son responsables de algún modo por la muerte de Verónica, pues si no la indujeron abiertamente, desde luego si la empujaron, a través de la enorme presión social que supone saltar los límites del honor y la vergüenza… que ya sabemos que no todas las personas tienen la espalda lo suficientemente ancha como para soportar un GOLPE así.

Y ahora, ¿a quién defendemos… a Verónica o al pobre hombre que no tuvo otra cosa que hacer que compartir un vídeo de Verónica de hace más de 5 años, al parecer porque ella no deseaba estar con él…?

Hay una máxima por todo el mundo conocida: no hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti.

Inmaculada Asensio Fernández.

Este mundo roto necesita muchos amarillos

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Hay personas verdaderamente sensibles que con su dedicación y su esfuerzo logran cambiar un poquito el mundo, al menos el de las personas que las rodean.

Hace unos años mi amiga Laura Quintana me dio a leer un libro que la había conmovido mucho, llamado “El mundo amarillo” de Albert Espinosa. Este libro trata sobre aquellas personas que tocan la vida de otras y les transmiten esperanza y fuerza para afrontar los reveses de la vida: esas personas amarillas.

Espinosa estuvo enfermo de cáncer durante 10 años y, a través de su libro, comparte reflexiones profundas y vivenciales sobre las personas con las que se topó durante su enfermedad y que le infundieron vitalidad y esperanza. Esta devolución positiva es precisamente lo que más necesita una persona cuando se encuentra en una situación límite y sin (aparente) salida, en la que su vida está entre gigantescas interrogaciones.

Él habla de su descubrimiento de estas personas especiales -a las que denomina amarillos– que tocan tu realidad y la cambian para siempre, bien a través de sus palabras tranquilizadoras y amables, bien a través de su respeto y de su interés sincero.

En estos días hay una persona de mi entorno laboral que ha tocado de una manera especial mi sensibilidad, por su forma de tender la mano a aquellas personas que sufren y que tienen un pronóstico social muy negativo, rozando la exclusión. Esta persona enfoca la relación de ayuda desde una mirada altruista e infinitamente humana, tanto que choca con normas, definición de criterios y requisitos de ayuda previamente establecidos, y que sólo ve a la persona que hay detrás de cada situación problema y su DIGNIDAD.

Esta persona tan maravillosamente extraordinaria es Mª Pilar Ortega Ayala, trabajadora social vocacional y un ser humano excepcional. Pilar podría ser considerada, en palabras de la filósofa Adela Cortina, como una heroína en un entorno rígido que no se ajusta a cada situación individual–personal, sino que más bien es la persona -y sus circunstancias – la que tiene que adaptarse a él.

Mª Pilar Ortega trae a mi memoria todos esos sentimientos que me llevaron a estudiar  la carrera universitaria de trabajo social: la ayuda al otro, ese otro que sufre y que no encuentra respuesta ni camino porque no ha tenido las mismas oportunidades que el resto.

Ella, Mª Pilar, no mira a la persona desde los tropiezos y detalles ajados de su historia, es decir, desde sus límites y fracasos. Más bien mira al otro como si no supiera nada de su historia, como si no existieran las posturas estereotipadas… desde una actitud de NO JUICIO; de manera que con su sola presencia le devuelve la dignidad perdida.

Gracias Mª Pilar Ortega Ayala por pertenecer a ese mundo amarillo tan invisible y cuestionado por las normas.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

Odiar a los demás sale caro

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Odiar a otra persona es como tomar un bote de veneno tú, y esperar a que muera el otro.

Así es el rencor, corrosivo y verdaderamente dañino para nuestras emociones y para nuestra salud física, pues no sólo perjudica nuestro estado emocional, sino que se traslada a nuestros órganos internos y nos limita los años de vida.

No parece rentable ni útil odiar a otras personas, por más grande que sea nuestra afrenta. No nos otorga poder sobre otros ni nos devuelve la dignidad herida. El odio en sí nos perjudica gravemente y hay que saber gestionar sus efectos para buscar vías de escape a todo el dolor que puede provocarnos, perdonando al otro.

Perdonar no significa que el otro no ha hecho nada, o que está absuelto o libre de responsabilidad… NO. Perdonar significa soltar la necesidad de resarcirnos, soltar la necesidad de que el otro cambie y reconozca todos los errores que ha cometido y que nos han causado daños.

Un artículo de El País Semanal abordó el tema del resentimiento alertando de sus nefastas consecuencias para la vida de las personas, y en concreto señaló que «Fred Luskin, director del departamento de estudios relacionados con el perdón de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, aconseja que es bueno olvidarse de las expectativas sobre cómo deben actuar los demás para que ese laberinto del rencor se desplome por sí solo«.

Por otro lado, el Dr. Everett Worthington ha demostrado científicamente que el rencor nos quita años de vida. Odiar nos predispone al riesgo de infarto y debilita el sistema inmune, ¿merece la pena?

Él habla de dos tipos de perdón: el racional, que se basa más en una decisión personal que en una comprensión amplia de lo sucedido; y el perdón emocional, que implica cambiar las emociones hacia la otra persona y comprender sus motivaciones. El segundo es el que, de verdad, sana a una persona, aunque no debemos desdeñar ni uno ni otro. A veces –de hecho- es la decisión la que da paso a la comprensión.

Inmaculada Asensio Fernández

La familia puede ser la mayor fuente de amor y la mayor fuente de conflicto

La familia

Diseño propio.

En nombre del amor y de la lealtad a la familia se han permitido verdaderas atrocidades. Se han ocultado situaciones de malos tratos y abusos; se han limitado las posibilidades de tener una buena vida a muchos de sus miembros, sobre todo los más jóvenes e indefensos; y se ha condenado a algunos de ellos a vivir de un modo no acorde a sus gustos e intereses, con una sensación de frustración permanente de por vida. Esto son sólo algunos ejemplos de que hay situaciones de elevada conflictividad entre los miembros de una familia que verdaderamente superan la ficción.

Está muy bien defender la familia, o mejor dicho, los diferentes modelos de familia, pero si el grupo familiar no funciona y proporciona más mal que bien a sus miembros, hay que poner distancia entre todos ellos, y aprender las habilidades y recursos necesarios para hacerse cargo de la propia vida en solitario, o con la compañía de nuevos afectos: nueva familia, por ejemplo. No digo yo que esa persona no vaya a caminar sin “taras” emocionales, pero desde luego tendrá alguna opción de liberarse del yugo de la tradición impuesto, y de una buena parte de conflictos y problemas no creados, sino asumidos desde el mismo momento de su concepción.

Si la familia nutre, ampara, enseña, cuida y defiende a los suyos: es útil y cumple una buena función para la sociedad que somos todos y todas. Pero si esta familia funciona bajo las reglas del desorden y del caos, no es de recibo pedir a sus miembros que se sometan y renuncien a tener una buena vida.

Ni esclavos del fracaso –bajo esquemas repetidos de generación en generación-, ni crueles insensibles que desprecian a sus antecesores, pues cuando una familia no funciona hay poderosas razones que operan tras la compleja trama que los enreda y los condena a todos, y la inconsciencia suele ser la que impide la resolución del entuerto, de cara a futuras generaciones.

La cuestión está en encontrar el término medio. Si la familia no es nutritiva y daña, bien se puede hacer un trabajo para tomar consciencia de ello y poder revertir la situación –en la medida de lo posible-, o bien se pueden liberar cadenas para que se salve quién pueda (cuantos más mejor).

Una buena manera de eliminar cadenas opresoras es el acceso a la educación y a una buena formación reglada. Tener ingresos y posibilidades de sostenerse de manera autónoma. También se pueden eliminar cadenas con la ayuda de la terapia, o con el sostén de los buenos amigos, o incluso otros miembros de la familia extensa. A veces la ayuda llega de la mano de un buen maestro o una buena profesora, o de un profesional del trabajo social. Cualquier persona puede ayudar al que sufre, y proporcionar un leve grano de arena que alivie su malestar y lo impulse hacia adelante.

Lo que tampoco es lícito es que un grupo de personas (llamadas FAMILIA) se sientan  forzadas a permanecer unidas, cuando individualmente sus miembros funcionan bien y con calidad de vida, pero cuando se unen sufren y enferman. No creo yo necesario que las personas tengan que estar unidas en la desgracia, en nombre de la tradición y de la FAMILIA.

Aunque claro, esto es sólo una reflexión más en el océano insondable de las familias, ¿cuál es la tuya?

Inmaculada Asensio Fernández

Aplicación del Mapa Mental

Un MAPA MENTAL es una representación gráfica de una serie de palabras, ideas, tareas… que se disponen en un folio alrededor de una frase o concepto central.

Mapa Mental

Imagen tomada de: https://www.mc-maps.com/?p=1660

Antes de que existieran los GPS, cuando queríamos llegar a algún sitio con el coche comprábamos un mapa y mirábamos en él hacía dónde queríamos dirigirnos, esto es: trazábamos una línea imaginaria entre un punto de salida y un punto de destino, y con el mapa nos conducíamos hasta él.

El mapa nos servía para tener claro el destino, para encontrarnos si nos perdíamos, y para tener claras todas las rutas posibles, de manera que nos ayudaba a diseñar de antemano el itinerario más adecuado a nuestros gustos y necesidades.

El mapa mental tiene una utilidad similar, pero no para conducir el coche, sino para conducir nuestra actuación, un proyecto o actividad hacia donde queremos dirigirla. Es una herramienta gráfica poderosa para organizar, planificar y tomar decisiones, pero sobre todo fomenta nuestra creatividad para generar ideas y soluciones ante los retos que se nos presentan.

El creador de la herramienta es el consultor inglés Tony Buzan, y te sirve igual para planificar un proyecto de trabajo, para hacer una lluvia de ideas sobre un tema concreto, para dirigir una reunión de equipo, para memorizar un tema de estudio o para diseñar una exposición en público, y su efectividad está demostrada en todas esas áreas señaladas.

¿Qué necesitamos para hacer un mapa mental?

  • Un folio en horizontal.
  • Un bolígrafo.
  • Un tema central sobre el que vamos a trabajar.
  • En el centro del folio se escribe la palabra o tema en cuestión, y se la rodea de un circulo o cualquier otra forma geométrica o figura.

Si utilizamos el mapa mental para realizar una exposición en público (una reunión, un juicio, una exposición en un seminario, jornadas, curso…) puedes atravesar estas fases para su elaboración:

  • Fase creativa: Esta fase es de búsqueda de información, por tanto se basa en realizar una lluvia de ideas o brainstorming. La idea es comenzar a extraer ideas desde un concepto central e ir añadiendo círculos y más círculos con todas las ideas que lleguen a nuestra cabeza, sin censura ninguna. Se necesita un folio.
  • Fase de ordenación: una vez tenemos el primer folio cargado de esa lluvia de ideas, sin orden ni concierto, ahora tomamos otro folio para organizar todas estas ideas, según orden de importancia. Nos quedaremos con las ideas que consideremos viables y necesarias para nuestra exposición, y dejaremos atrás todas las demás.
  • Fase de ensayo y revisión: ahora tomamos un nuevo folio, y tras hacer un ensayo general con el folio anterior, vamos viendo por ensayo y error qué nos conviene dejar y qué no. Para hacer una exposición el ensayo es absolutamente necesario, y seguro que hay pequeñas cosas que necesitamos reconducir o adaptar, por pequeñas que sean.
  • Fase de presentación real: una vez tienes claro lo que quieres y hacia donde quieres llegar (tu mapa) ahora puedes utilizar colores, dibujos, números para ordenar la secuencia de ideas en tu exposición… lo que va a contribuir a que memorices toda tu intervención en público.

En conclusión, el mapa mental es una herramienta práctica que facilita el aprendizaje y la creatividad mediante la visualización de ideas de forma esquematizada, todas ellas relacionadas entre sí con el objetivo de sintetizar una unidad de información a la mínima expresión posible.

Inmaculada Asensio Fernández

Haz algo bueno con todo el daño que te han hecho

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Imagen tomada de: https://goo.gl/Hae6ei

Transformar el barro en oro no debería ser una cualidad limitada al Rey Midas, sino que este mundo sería mucho mejor si pudiéramos limpiar de barro algunos de nuestros recuerdos, así como algunos vínculos con aquellas personas que han sido importantes en nuestra vida y que nos han dañado.

Midas fue el rey de Frigia entre el año 740 y el 696 antes de Cristo, y -según la mitología griega- tenía la habilidad de convertir en oro todo lo que tocaba. Esta sorprendente cualidad le provocó la muerte por inanición, pues desgraciadamente no podía elegir en qué momentos convertir lo que tocaba en oro o no, y absolutamente todo lo que rozaba su cuerpo tomaba una tonalidad dorada y se volvía duro como una piedra, y hasta la fecha sabemos que el oro no se puede comer.

Lo que para Midas supuso el fin, para cualquier otra persona podría suponer el fin del sufrimiento, siempre que esa cualidad sea bien encauzada y elaborada, y además desde la convicción de que si logramos transformar todo el dolor que hemos sentido, en algo positivo o simplemente útil para otras personas… nuestra virtud estará muy por encima de la del propio Midas.

Las decepciones, los desengaños y los rechazos no se eligen, sin embargo hay veces en las que vivimos en una jaula virtual que ocupa gran espacio en nuestra mente: nuestros recuerdos. Nadie nos ha enseñado qué hacer con todo eso que hemos vivido y que sigue ocupando mucho espacio, demasiado espacio… tanto que ya no somos capaces de distinguir si pasó, o si nos está sucediendo en este preciso momento. Revivimos una y otra vez conversaciones y ausencias, lo que pudo ser y no fue… Esto -no sólo no contribuye a nuestro bienestar y a construir un puente hacia la esperanza- sino que nos puede alejar del amor y de las buenas sensaciones en el presente. Aunque no lo creas, el pasado puede pesar más de la cuenta, y sin darnos cuenta podemos acabar perdiendo nuevas oportunidades de reescribir nuestra historia. En medio de nuestra impotencia, podemos culpar a quién no debemos por nuestra amargura, e ir dejando un reguero de nuevas despedidas o desavenencias con las personas que hoy día forman parte de nuestra vida y de nuestros afectos.

Yo propongo barrer todos esos recuerdos: abramos las ventanas, ventilemos de punta a punta cada rincón de nuestra casa, gritemos al viento, al mar o al mismo sol que ¡se acabó! y que ya no vamos a seguir recitando todas esas frases del pasado; que no vamos a seguir proyectando esa película mental en blanco y negro. Que los recuerdos de la infancia o de la adolescencia,  los de la entrada a la vida adulta o bien avanzada la madurez… ya no tienen sentido si yo estoy en otro momento, en otro presente, en otra situación mucho más amable y que nada tiene que ver con eso que pasó.

Toma tus recuerdos y guárdalos en una caja. Reflexiona sobre qué puedes hacer con ello. Hay quienes construyen un método para ayudar a otras personas a superar determinadas situaciones y de manera casual se convierten en mentoras para otros y otras que se encuentran en medio de una situación dolorosa. Incluso hay quienes componen extraordinarias melodías; o quiénes escriben obras teatrales, libros, guiones de película de nominación a Goya. Otras personas pintan hermosos cuadros, o utilizan sus vivencias y su carrera profesional para enseñar a otras personas nuevas estrategias para enfrentarse a determinadas situaciones conflictivas.

Esto es oro, ¿acaso pensáis que no estaría más que orgulloso Midas de esta maravillosa y mejorada cualidad?

Inmaculada Asensio Fernández.