Algo se muere en el alma cuando una amiga llamada Confianza se va

Con la confianza es mejor no jugar.

¿Alguna vez has tenido en las manos el juego de cartas El valor de los valores, de Simon Dolan?

Se trata de un juego de naipes que representa toda una serie de valores que son fundamentales para la vida humana en sociedad. De todos esos naipes sólo hay uno que se extrae de la baraja antes de jugar, porque representa algo que debería ser siempre respetado y estable en la vida de las personas: la confianza.

La confianza es el valor de los valores.

Simon Dolan.

La confianza es un concepto social (constructo) que nos permite cohesionarnos con otros, desde una dimensión que compromete de manera directa nuestra afectividad y nuestro deseo de comunidad y arraigo. La confianza supone tener una expectativa de seguridad y certeza sobre el comportamiento y actitud de otras personas hacia nosotras, y nos permite construir un relato interno positivo sobre esa relación y la importancia que tiene en nuestra vida.

Algo se muere en el alma cuando un amigo se va. Y va dejando una huella que no se puede borrar. No te vayas todavía, no te vayas, por favor. No te vayas todavía, que hasta la guitarra mía llora cuando dice adiós.

Estas sevillanas de Los del Río muestran lo mucho que duele perder a alguien a quien se quiere, un amigo o una amiga, un padre, una madre o una hermana…, incluso un mediano o gran amor.

Pero hay otras pérdidas que también duelen mucho y que no se relacionan con un vínculo o persona concreta, sino con un valor que sentimos traicionado y nos llena de dolor…, y no es otro que el valor de la confianza.

La con-fianza es algo así como dar tu fianza a otra persona, y en una relación con-fianza nos sentimos cómodas con esas personas en las que confiamos, pues entendemos que nuestro tesoro (nuestra fianza) está a salvo con ellas.

Esto elimina cualquier incertidumbre relacionada con nuestra vinculación con el entorno, y nos permite pisar un suelo firme, sin fisuras.

Normalmente las personas no dan su fianza a cualquiera, sino que, conforme se profundiza y se avanza en las relaciones, se van dejando llevar y van construyendo una estructura de unión que permite un sano intercambio, siempre forjado sobre los cimientos de la con-fianza dada.

Si una persona traiciona nuestra confianza en un grado más o menos de importancia, nos sentimos heridos y desasistidos en ese aspecto concreto que sentimos violentado. Nuestra relación con ella se ve afectada por ese golpe inesperado, y puede resultar difícil reparar la situación, ya que de algún modo se produce un roto… y esa relación cambia, aunque quizás no termine completamente rota.

¿Podemos volver a confiar en una persona que ha puesto en riesgo nuestra sensación de seguridad? Difícil, pero no podemos decir que sea imposible, ya que va a depender en gran medida del valor de esa fianza y sus consecuencias para nosotras: el tamaño de la herida causada con esta traición, el nivel de importancia que tenga esa relación para nosotras, y también de lo desprendida que sea la persona de sus ofensas y de sus juicios sobre el resto.

Lo que sí es un hecho, es que si la confianza se pierde y no se inicia un camino hacia su reparación, desde la conciencia del daño causado y desde un profundo y honesto interés en solucionar las cosas… esa relación caerá en desgracia, y será más que difícil volver a experimentar esa sensación de seguridad que representa la confianza en las relaciones.

Sin la confianza no se puede construir nada.

Simon Dolan.

Por este motivo muchos refraneros y dichos populares informan y advierten que con la confianza no se juega, porque sus efectos pueden ser irreversibles. Conviene, por tanto, prestar especial atención y cuidado en el privilegio que supone que otra persona nos entregue su fianza, ya sea en una relación personal o profesional, ya que esta cualidad permite profundizar a un nivel en las relaciones que no es posible conseguir si no es teniéndola a buen recaudo.

Inmaculada Asensio Fernández

Imagen tomada de: https://sp.depositphotos.com/stock-photos/confianza-de-la-ilustraci%C3%B3n.html

Estos son mis límites, si no te gustan no tengo otros

Groucho Marx, tomado de lasprovincias.es
Audio de la entrada de blog, por su autora.

Inmaculada Asensio Fernández.

Esta entrada de blog es una continuación de la anterior (AQUÍ), pues me quedó bastante extensa y decidí dividirla. Está dedicada a la importancia de poner límites en nuestras relaciones con los demás, lo que es sumamente importante para vivir en sociedad.

Cuando no hay respeto, hay abuso. Cuando hay abuso, se puede convertir en violencia y en acoso.

Fernando Leiva.


Como sociedad que somos, es necesario aprender desde nuestra infancia a prestar atención hacia los demás, y a mantener, por tanto, relaciones de sujeto a sujeto. Esto implica tener conciencia de que la otra persona es tan valiosa como nosotros. Esta es la manera más saludable de construir una convivencia sana y mantener los vínculos sociales.
Tener consideración hacia los demás implica ser amables, pero también mostrar atención a las normas sociales, y dentro de estas normas encontramos los límites que nos ponen los demás. Relacionarse es muy positivo, pero es importante auto-regular nuestras interacciones hasta donde nos sintamos cómodas y cómodos.
Cuando dejamos de sentirnos de este modo, cómodas, porque otra persona nos falta al respeto, es necesario limitar su comportamiento en ese aspecto concreto que nos ha molestado. Es importante destacar que cuando respetamos al otro también nos cuidamos nosotros, ya que de algún modo interiorizamos que esa conducta es la apropiada para vivir integrados en la comunidad.
En la infancia, los niños y las niñas son esponjas que perciben cómo se relacionan sus cuidadores, tanto con él, como entre ellos. Esta etapa es muy importante para aprender determinadas reglas sociales, pero no todas las familias enseñan a sus hijos e hijas el valor del respeto, tanto propio como ajeno.
En este sentido, y como siempre nos recuerda el psicólogo Álvaro Pallamares en sus redes sociales (Instagram), si a un niño o a una niña no se les ha dado un buen ejemplo en su casa, el proceso de socialización queda gravemente afectado. Si no te han respetado, o en tu familia no se practicaba la comunicación asertiva… esto va a dificultar, entre otras cosas, que cuando se llegue a la edad adulta se pueda reaccionar a tiempo ante una ofensa.

Tus padres no te entregaron normas, te entregaron complejos.

Fernando Leiva.


Si ese niño ha sido humillado en su familia, cuando sea adulto necesitará, en el mejor de los casos, un mayor nivel de exposición (en intensidad o en repetición de número de veces) de esas conductas abusivas; es decir, le será más difícil darse cuenta de que no se le está tratando bien. Muchas personas llaman a esto tener capacidad de aguante.

Entonces, si le ofenden y no se defiende, ¿qué puede ocurrir? Si no sabe poner límites y la otra persona se sobrepasa, entonces tendrá que entrar en defensa de una manera más contundente, tal como dice Fernando Leiva, a través de su razón, y esto va a provocar que la otra persona se defenderá también con su razón, y a esto se le llama conflicto. Si ese conflicto no se soluciona, porque los dos son tercos, vamos hacia la violencia. Y si esa violencia no se soluciona, se va hacia el acoso, que no es otra cosa que la ilusión y la fantasía de vengarse de la otra persona, de aniquilar al otro.
Este tema no es fácil, de hecho, vivimos en una cultura de la confrontación y de la falta de acuerdo… no hay nada más que observar a las personas que toman todas las decisiones políticas globales, lo que presupone que en comunicación asertiva probablemente no lleguemos ni a un cinco, en una escala de uno a diez.

Cuando no hemos sido educados en el diálogo, la práctica de la asertividad se nos atraviesa, y podemos reaccionar de manera pasiva, agresiva, o pasivo-agresiva. De adultos vamos a necesitar un entrenamiento en habilidades de comunicación asertiva.
No respetarse es no defenderse, y la ausencia de respeto genera conflicto entre los seres humanos.
Si decidimos comenzar la casa por los cimientos, en lugar de por el tejado, la pregunta que tenemos que plantearnos es:
¿Cómo podemos aprender a respetar-nos?
• Lo principal, es poner atención en nuestras relaciones con los demás, a cómo se dirigen a nosotros y cómo nos sentimos. Debemos intentar reaccionar desde el principio, hacernos sensibles a la ofensa justo en el momento que se produce. En ese momento exacto hay que expresar directamente la incomodidad, de la mejor manera posible.
• Si no reaccionaste a tiempo, existe la posibilidad de que, en un próximo encuentro, la persona en cuestión vuelva a sobrepasarse y te verás forzada a enfrentarte a la situación. El silencio te debilitará cada vez más y más. Cuanto antes reacciones menores serán las consecuencias.
• Trátate con respeto a ti misma, no te falles. Hazlo todo por ti y demuestra que tienes claridad y coherencia en tus decisiones.

Cada día nuevo que comienza, es una oportunidad para ser la persona que quieres ser. Observa bien tu entorno, y si identificas una conducta que te genera malestar (lo puedes percibir claramente en tu cuerpo) expresa a esa persona que te molesta su comportamiento, hazlo de algún modo, aunque sea recurriendo al humor, que -como dicen Francesc Miralles y Álex Rovira en el Laberinto de la felicidad- es el disolvente universal de las preocupaciones.

• Ensaya en casa, recrea esa situación en la que te has sentido mal y te has callado, y trata de responder de manera asertiva, por ejemplo ante un espejo.

Practica, pues como dicen algunas culturas ancestrales, la práctica hace al maestro.

Sólo propóntelo. Prevenir, es reducir los factores de riesgo de un problema mayor.

Imagen tomada de:

https://www.lasprovincias.es/culturas/cine/groucho-marx-mejores-frases-20190819101256-nt.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F

El Test de Vacío de Poder o Test del Acosador

Inmaculada Asensio Fernández

Antes de llegar a la violencia o al acoso, las personas van probando tus límites e interiorizando hasta donde serías capaz de llegar en tu sumisión.

Performance Rythm 0

En la década de los años 70 se llevó a cabo un experimento denominado “Rhythm 0″, ideado y protagonizado por la artista conceptual y performer Marina Abramović. Gracias a este experimento social se pudo comprobar que cuando las personas no se defienden ante una agresión, quién sobrepasa los límites y agrede es capaz de llegar hasta límites mucho mayores en su capacidad de hacer daño.

Cuando no sabemos poner límites a tiempo en nuestras relaciones con los demás, podemos pasar de situaciones en las que otra persona nos hace sentir incómodas, pero no reaccionamos, a sufrir auténticas situaciones de violencia o incluso de acoso, y estas últimas ya requieren de acciones de defensa más contundentes. Por este motivo, como a la violencia se llega poco a poco, mediante nuestra tolerancia a las faltas de respeto reiteradas… lo mejor es reaccionar la primera vez que una persona nos molesta de algún modo (un comentario, una broma pesada, una pregunta o respuesta inapropiada, etc.), mostrando que eso nos ha molestado y que no queremos que vuelva a suceder. Si no lo hacemos, conforme se intensifique el comportamiento necesitaremos un mayor esfuerzo para hacernos respetar, y sólo conseguiremos acciones que traten de reparar un daño ya hecho.

Cuanto antes aprendas a defenderte de las ofensas, mucho mejor para tu bienestar.

Hay un experimento del que os quiero hablar un poco más detenidamente, que se denomina -en español- Ritmo 0.

Este experimento se llevó a cabo en la ciudad italiana de Nápoles, en 1974.

Consistió en una performance en la que la actriz y directora Marina Abramović, debía estar de pie al lado de una mesa sin moverse durante unas 6 horas. La consigna durante ese espacio de tiempo era que cualquier persona que pasara por allí podría hacer lo que quisiera con ella: eso rezaba en un cartel. Ella no se defendería, no gritaría, no pediría ayuda, no demandaría absolutamente nada… permanecería callada e inmóvil, en situación de sumisión.

Esta performance la llevó a su libro autobiográfico, titulado Derribando muros, y la describió de este modo:

Cuando se reunió un gran público a las ocho de la noche hallaron una serie de instrucciones en la mesa. Mi plan consistía en ir a la galería, y simplemente quedarme allí de pie, vestida con pantalones negros y una blusa negra, tras una mesa que contuviera 72 objetos: un martillo, una sierra, unas plumas, un tenedor, un látigo, un libro, unos zapatos, vino, pan, un peine, uvas, clavos, azúcar, agua, un abrigo, un sombrero, una vela, cadenas, flores, alcohol, jabón, un hacha, un plato, un vaso, pintura, alfileres… y otras muchas cosas, como una pistola y una bala junto a ella. Las instrucciones que había en la mesa eran: yacen sobre la mesa 72 objetos que cada persona puede utilizar sobre mi como desee.

Performance «Yo soy el objeto«: durante las próximas 6 horas seguidas puedes hacer conmigo lo que quieras, yo asumo la responsabilidad absoluta por tus actos sobre mi.

Durante las primeras 3 horas no sucedió mucho. Yo estaba como ausente y hubo escasos gestos sobre mí: darme un beso, taparme con un chal o acariciarme con una rosa. Pero, posteriormente, al cabo de esas tres horas, un hombre cortó mi blusa con una tijera y me dejó el pecho al descubierto. Me movían de posición una y otra vez, como si fuera un muñeco, me clavaron alfileres, me escribieron mensajes en el cuerpo como END (FINAL). Me abrieron las piernas y clavaron el cuchillo entre ellas (en gesto claro intimidatorio, intentando averiguar hasta donde podía aguantar). No me defendí en ningún momento. Si me bajaban la cabeza o me la subían, yo no hacía nada. Alguien me hizo un corte en el cuello y me chupó la sangre. Un hombre bajito se acercó a mi oreja e hizo un gemido muy desagradable, amenazante, metió la bala en la pistola y me la puso en la mano y me apuntó la mano contra la cabeza… luego puso el dedo en el gatillo, pero alguien lo detuvo. A las 02.00 de la madrugada la performance terminó. Yo tenía un aspecto horrible. Estaba medio desnuda, sangrando y mojada por los vasos de agua que también me lanzaron encima. Una cosa que me sorprendió es que al terminar la performance yo me levanté y me dirigí a algunas personas, que huyeron inmediatamente. Mientras estuve como una marioneta para ellos, no hubo problema, pero cuando adopté un papel más activo todos escaparon, evitando así un enfrentamiento real.

Pienso que al final, la razón por la que no me violaron fue porque las personas que asistieron estaban acompañadas por sus parejas… y esto las retuvo.

En este experimento se puso de manifiesto hasta donde es capaz de llegar la condición humana, desde el punto de vista moral. Ella buscaba explorar los límites del público si no hacía nada absolutamente por defenderse, y concluyó que -si dejas que el público decida sin defenderte- te pueden matar.

Según el psicólogo Fernando Leiva hay un test que todo acosador utiliza antes de acosarte, un test que él llama el Test del Vacío de Poder o Test del Acosador, que se describe del siguiente modo:

Las personas que están acostumbradas a sobrepasar los límites de los demás, tienden a testear previamente cuál es el índice de poder que tiene la persona, en función de los límites que es capaz de poner ante una ofensa. Su forma de poner en práctica este test puede ser, por ejemplo, del siguiente modo:

La persona en cuestión te dice algo que sobrepasa tus límites y tú te callas… esta persona ya ha medido que tú guardas silencio y te sometes. Ojo con esto, cuando te callas mandas el mensaje a tu posible agresor de que no tienes autoestima. Estas personas tratarán de provocarte, con bromas pesadas o con comentarios que te incomodan. ¿Qué debes hacer en estas situaciones? Lo que debes hacer es poner un límite, minimizar esa posible astucia que quiso tener esa persona con su comentario. Lo miras con compasión y le preguntas, «¿oye, es un chiste?» «¿Qué dijiste? habla bien, no te entiendo». Si además, luego lo minimizas sin reaccionar, por ejemplo, con una broma o diciéndoles que es broma, «no te molestes chica…» esa persona sabrá que no puede sobrepasarse contigo. Fin del test.

Previo a la violencia, en las relaciones se van produciendo gestos de incomodidad, palabras desagradables que van en aumento… hasta que la situación se puede volver insostenible. Por este motivo, lo importante es defenderse lo antes posible y que la situación no llegue a tal nivel de degradación, como sucedió de manera alegórica con la performance de Marina Abramović.

Imagen tomada de: https://www.enfoquederecho.com/2021/12/02/rhythm-0-una-obra-teatral-que-expone-el-lado-inhumano-de-las-personas/

La sonrisa de la mujer ante la ofensa

lisa simson

Lisa Simpson

Estuve en una conferencia de una compañera psicóloga que trabaja en un equipo de salud mental comunitaria en Granada, que expuso durante su intervención que hay bastante bibliografía dedicada a las ofensas que soportan las mujeres, en forma de bromas soeces y machistas, a las cuales responden con una simple sonrisa. Sin embargo, en realidad esa sonrisa no hace la función de sonrisa que todas las personas conocemos, sino que es una respuesta social aprendida para tragarse algo muy molesto, y a la par mantener una falsa calma, para no dar la nota en una situación social.

Las mujeres adultas de este momento histórico hemos recibido una educación patriarcal desde niñas, y durante muchos años hemos tolerado comentarios y expresiones soeces, maleducadas y machistas, incluso en contextos profesionales, pero en todas las situaciones completamente fuera de lugar. A muchas nos han educado para reprimir acciones y emociones (sí, sí, incluso los estornudos nos han enseñado a refrenar, poniendo un dedo debajo de la nariz justo antes de la expulsión violenta e involuntaria de aire de los pulmones). Toda esta negación de la expresión supone una vulneración de nuestra autonomía y del ejercicio de la asertividad.

Justo ahora me llega un recuerdo muy gráfico alusivo a la sonrisa de una mujer ante una agresión, y se sitúa en un lapso de tiempo de unos 8 años atrás aproximadamente:

Una mujer, dedicada profesionalmente a la práctica médica, se encuentra en presencia de un colega profesional de mayor edad -ella unos 45 y él unos 60 años- ambos con el mismo nivel de responsabilidad. Están desayunando sentados a la misma mesa, yo también estoy presente, así como dos compañeros más de trabajo. Las únicas mujeres en la escena somos esta médica y yo.

De repente, el colega profesional de 60 años se dirige a los dos hombres que hay en la mesa para hacer un comentario sobre el físico espectacular de otra compañera que está en el mismo departamento, una mujer de unos treintaypocos años… Y dice, literalmente: “mejorando lo presente, esta mujer está buenísima, es que es espectacular, es que dan ganas de…”. En ese momento, mira a su homónima compañera de puesto y añade algo así como: “ya sabes que yo de ti no digo nada, porque tú para mí eres como una hija, nos conocemos desde hace muchos años”.

Fue vulgar, soez, baboso, infinitamente desagradable e inapropiado. Le faltó decir que quería meterse en la cama con ella. 

Yo observé la escena en silencio. Sentí vergüenza ajena y me tragué un sapo enorme, pues no dije nada para evitar una discusión o una situación incómoda. Puntos suspensivos.

Esta médica, por su parte, tampoco dijo absolutamente nada, sólo lo miró fijamente en silencio, con una sonrisa inexpresiva, tipo Gioconda. Yo percibí claramente la tensión de la escena. Esa sonrisa escondía muchas palabras tragadas, seguramente para no desentonar socialmente, muchos sapos de gran tamaño, envueltos en esa curvatura hacia arriba de la boca, en un gesto auto- envenenado.

Espontáneamente se cambió de conversación y se corrió un tupido velo. Ese día me fui a casa sintiéndome mal y nunca lo he olvidado.

Es muy lesivo sentirse violentada en una situación social y encima sonreír para lidiar con elegancia (o eso nos han enseñado) con esa situación ofensiva, para no quedar mal nosotras.

¿En serio? De verdad es demencial.

Conforme voy cumpliendo años me resulta más fácil mostrar mi desagrado en contextos sociales, pero sobre todo desde que decidí incorporar la perspectiva de género en mis inquietudes formativas y en mis lecturas. Erróneamente, muchas veces se piensa que siendo mujer y “modernilla o guay” (puntos suspensivos), no es necesario adquirir este tipo de conocimientos, pero una vez empiezas a interpretar el mundo con otro marco, desde un enfoque de género, te das cuenta de que no sólo es conveniente, sino que es insoslayable para alcanzar cotas saludables de bienestar, autonomía y autoestima.

Lo creamos o no la discriminación social hacia las mujeres está viva, en diferente grado, aunque muchos colectivos organizados quieran convencer a la sociedad de lo contrario.

Inmaculada Asensio Fernández.

Tu valor te lo das tú

CHRISTIAN SCHLOE

Imagen tomada de: https://www.artisticmoods.com/christian-schloe/

Imagina una niña cuyos padres andan ocupados en menesteres varios y jamás hallan hueco para dedicar palabras dulces y de aprobación a su pequeña. No hay momentos para los halagos ni las felicitaciones por las cosas bien hechas; tampoco para la atención plena y cómplice hacia su niña… Sus vidas están dominadas por otras fuerzas, inconscientes, pero mucho más poderosas y desgastantes, de manera que relegan su cariño a la mera cobertura de sus necesidades. Pasan los años y, como esta chiquita nunca lo ha escuchado ni lo percibido de las personas adultas con las que ha convivido, crece con la idea de que alguien tiene que disipar sus dudas…, ¿cuál es mi valor?
Debido a esa carencia latente durante toda su infancia, es desprovista de la capacidad de darse cuenta de todo lo bueno que hay en ella, de su amor propio. Y de este modo, aunque es una joven muy hermosa, camina sin radar -a ciegas- deseando encontrar personas que le devuelvan una imagen positiva de sí misma. Conforme va creciendo, se fija en los demás, no por una cualidad especial… ella posa sus ojos sobre aquellos que piensa le revelarán ese gran secreto; incluso se conforma con un cálculo aproximado, con la idea original de darse permiso para amarse o despreciarse en función del resultado.

Y así pasó los años. Tropezando con unos y con otros… siempre intentando que la vieran y que la apreciaran…

Sobre esta base de carencia se construyen muchas relaciones, tanto de pareja, como de amistad y laborales. Hay personas que aguantan lo indecible porque desconocen cuál es su valor, porque no recibieron el amor que merecían por el simple hecho de ser personas. Si, recibieron amor, pero a cambio de sumisión y obediencia, a cambio de cuidados, a cambio de fidelidad, a cambio de silencio y una baja demanda de atención, e incluso a cambio de aguantar situaciones inadecuadas.
Lo que tú vales, tu autoestima y tus virtudes, sólo pueden ser advertidas por ti misma. Mala suerte es que tus padres no hayan tenido la habilidad de transmitirte tus enormes dones y cualidades, pero si ellos no lo hacen y te cansas de buscar personas que lo hagan por ellos… tendrás que aprender a darte cuenta de cuál es tu valor por ti misma.

He aquí un cuento en el que muchas niñas, hoy mujeres y madres -e incluso abuelas…y también niños, hombres y abuelos, se han sentido reflejados… «¿Lo has escrito para mi, Inma?» Me dijo una amiga. -No, no es para una persona específica, es para todas las que alguna vez han puesto en duda su valor. A ellas con toda mi admiración.

Escrito por Inmaculada Asensio Fernández

Muestra de Derechos Humanos básicos

kathrin-honesta (1)

Ilustración de Kathrin Honesta, tomada de: https://goo.gl/GBuWFV

A continuación comparto una muestra de Derechos Humanos básicos, con el deseo de que hagas gala de ellos cada vez que lo necesites. 

  1. El derecho a mantener tu dignidad y respeto comportándose de forma habilidosa o asertiva incluso si la otra persona se siente herida mientras no violes los derechos humanos básicos de los demás.

  2. El derecho a ser tratados con respeto y dignidad.

  3. El derecho a rechazar peticiones sin tener que sentirse culpable o egoísta.

  4. El derecho a experimentar y expresar tus propios sentimientos.

  5. El derecho a detenerte y pensar antes de actuar.

  6. El derecho a cambiar de opinión.

  7. El derecho a pedir lo que quieres (dándote cuenta que la otra persona tiene el derecho a decir que no)

  8. El derecho a hacer menos de lo que humanamente eres capaz de hacer.

  9. El derecho a ser independiente.

  10. El derecho a decidir qué hacer con tu propio cuerpo, tiempo y propiedad.

  11. El derecho a pedir información.

  12. El derecho a cometer errores y ser responsable de ellos.

  13. El derecho a sentirte a gusto contigo mismo.

  14. El derecho a tener tus propias necesidades y que esas necesidades sean tan importantes como las necesidades de los demás. Además, tenemos el derecho de pedir (no exigir) a los demás que respondan a nuestras necesidades y de decidir si satisfacemos las necesidades de los demás.

  15. El derecho a tener opiniones y expresarlas.

  16. El derecho a decidir si satisfaces las expectativas de otras personas o si te comportas siguiendo tus intereses, siempre que no violes los derechos de los demás.

  17. El derecho a hablar sobre el problema con la persona involucrada y aclararlo, en casos límite en que los derechos no están del todo claros.

  18. El derecho a obtener aquello por lo que pagas.

  19. El derecho a escoger no comportarte de manera asertiva o socialmente habilidosa.

  20. El derecho a tener derechos y defenderlos.

  21. El derecho a ser escuchado y a ser tomado en serio.

  22. El derecho a estar solo cuando así lo escojas.

  23. El derecho a hacer cualquier cosa mientras que no violes los derechos de alguna otra persona.

Fuente: Thompson, L. L. (1979). The assertive option: Your rights and responsibilities. Psyccritiques, (pp.80-81).

Inmaculada Asensio Fernández

‘Beso, atrevido o verdad’… Qué hay de cierto en la atracción que sentimos hacia otras personas

Ilustración de la artista Philippa Rice

Ilustración de Philippa Rice. Imágen tomada de: https://goo.gl/16iWP8

La atracción por una persona es un ‘estado’ mental que sigue sus propias reglas, y que por lo general se produce por una mezcla de sensaciones producidas por:

  • Ciertos rasgos -físicos que despiertan mis hormonas.

  • Ciertos rasgos emocionales- que veo en ti y despiertan ‘algo’ en mi, me ‘tocan’ la fibra sensible.

  • Alguna característica en tu funcionamiento personal o social, que me hace imaginar que voy a recibir un determinado trato que se me antoja necesario en este momento (podría ser que me cuides, que me apasiones o que me trates de una determinada manera que yo necesito).

  • Toda una serie de proyecciones y deseos que vuelco en tu persona, aunque no te conozca y no me hayas mostrado nada de eso, pero que nuevamente imagino que forman parte de tu carácter y que cumples con los requisitos del hombre o la mujer ideal para mi (o como se ha dicho siempre: de mi vida).

  • Cómo me siento cuando estoy a tu lado, qué me haces sentir, qué imagen me devuelves de mí misma, qué sensaciones despiertas en mi. Dicen por ahí que enamorarse es llegar a un súbito estado de amor propio, gracias a la mirada del otro.

Todos estas características no tienen que darse al mismo tiempo, e incluso -aún dándose- pueden cambiar de color blanco a negro, según evolucione la relación entre ambos-as… a veces podemos llegar a sorprendemos de la manera en la que comenzamos a ´ver´a una persona de nuestro entorno, tanto en positivo como en negativo. La influencia del pensamiento influye mucho en este sentido.

Lo que nunca debe estar presente en una relación afectiva o sexual con otra persona es

  • Sentirte obligado-a a renunciar a situaciones/ cosas/ personas que amas.
  • Sentirte limitado-a a salir o a relacionarte con tus amistades.
  • Sentirte forzado-a a tolerar situaciones que no deseas vivir.

Las personas nos sentimos atraídas unas por otras debido a muchos factores -propios y ajenos- siendo el peso de la propia historia personal un factor que nos predispone o inclina a sentir atracción o deseo por personas que nos hacen bien, o por personas que nos hacen mal. Y como estos mecanismos que nos conducen al buen o al mal amor suelen ser inconscientes, conviene interiorizar -a modo de brújula- que…

El amor no obliga, respeta. El amor no humilla, cuida. El Amor no acosa, se desarrolla en la libertad personal de elegir. El amor no nos impulsa a mentir, sino que sobrevive en medio de todas las verdades y realidades. El amor suma, no resta. El amor no duele.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

La verdad cura

La verdad cura

Imagen tomada de: https://www.pinterest.cl/pin/757449231050657632/

El temor a ser malinterpretado, juzgado o a herir los sentimientos de los demás, y que como consecuencia se alejen de nosotros, es algo que puede pasarnos en algún momento de nuestra vida, pues si hay algo que define a los seres humanos es que somos sensibles, y las reacciones y comportamientos de los demás nos afectan y nos importan.

¿Cuantas veces has reprimido una necesidad o deseo por miedo a cómo «eso» iba a ser acogido -o encajado- por los demás? Merece la pena dar una vuelta por los propios recuerdos o experiencias cercanas, para valorar seriamente la conveniencia de aprender a gestionar estas situaciones que, aunque en un primer momento pueden parecer incómodas, una vez atravesadas nos muestran que no fue para tanto, y que la ganancia de expresarnos ha sido mucho mayor: hemos ganado en fuerza y ligereza.

Comparto con mucha tristeza una noticia que he leído hace unos días, en la que se informaba que un joven de veintipocos años había cavado un hoyo en la arena de la playa, y se había metido dentro. De repente, vio subir la marea e intentó salir de él, pero sus esfuerzos fueron en vano y falleció dentro del hoyo que él mismo había cavado (…). Cuando leí la noticia no podía creerlo y lógicamente me embargó un sentimiento de fatalidad y desazón, ¿cómo era posible una situación como ésta?

Lógicamente, en este caso nos encontramos ante lo que podríamos denominar accidente, pero no son pocas las veces que -en sentido figurado- somos nosotros los que morimos (emocionalmente hablando) ahogados en los hoyos que solitos cavamos, sin querer darnos cuenta.

Decía, al principio de esta entrada de blog, que las personas somos seres sensibles, por tanto nos duelen las cosas (una mala mirada, un mal gesto, un mal comentario, un mal pensamiento, etc…). Imagina que comienza a hacerse presente la idea de que «me siento mal contigo porque no me escuchas…, porque me siento invadida por ti…, porque no me respetas…, porque deseo más espacio…, porque vas demasiado rápido… o porque vas demasiado despacio…, porque me hablas con desagrado, o porque juzgas y comentas cada decisión o paso que doy…». Sólo puedo hacer una cosa: PONER PALABRAS a lo que me está pasando, de la manera más asertiva y amable posible. De no hacerlo, podría -sin darme cuenta- estar cavando un hoyo en el que meterme, con el riesgo de que -una vez dentro- no pueda salir de él, o salga con algún daño.

Todo el mundo sabe donde empieza y donde termina su autonomía porque se siente mal, por tanto ahí está la clave para discriminar cuando es necesario tomar la palabra y expresar lo que nos está sucediendo. Para el bien común, es bueno encontrar el camino para hacer valer nuestras necesidades en un marco de trato amable, no invasivo y no paternalista… tejiendo -por tanto- la tela de lo amable.

* Unos tips sencillos para estas situaciones, pueden ser:

  • Si estás muy alterado emocionalmente, toma un poco el fresco. Aléjate de la situación para tomar perspectiva de lo sucedido. Si contemplas un punto negro en medio de una pared blanca, el tamaño del punto depende de la distancia a la que te sitúes de él.
  • No reacciones de manera inmediata. Darnos un tiempo para reflexionar sobre lo que nos sucede, incluso para contrastarlo con alguien de nuestra confianza, en aras a desahogarnos, es un punto siempre a favor.
  • No hagas una montaña de un grano de arena. Por lo general, es mucho peor imaginar el camino hacia una montaña, que caminar hacia una montaña. En nuestra imaginación las situaciones se magnifican y exageran de manera exponencial, y -como dice Byron Katie, la realidad es mucho más amable que lo que pensamos de ella.
  • La verdad cura. Esta frase me la dijo una vez mi amigo José Méndez, y no la he olvidado. La verdad, la nuestra, es la que nos hace honestos, vulnerables y auténticos. Es positivo hacerla valer compartiéndola de manera apropiada. Cuando nos resistimos a hablar sobre lo que nos hace sentir mal, las cosas pueden complicarse… digamos que toda vez que te sientes mal y no lo atiendes, de alguna manera has comenzado a cavar un hoyo… con consecuencias impredecibles.
  • Hablando de lo que sientes tú, no estás atacando ni faltando el respeto a nadie. Es cierto que no es fácil comenzar las conversaciones difíciles, pero el único secreto para mantenerlas, es encontrarnos con la persona en cuestión en un lugar neutro y tranquilo, y comenzar con la primera palabra; esto es: comenzar a hablar. Crees que no vas a poder, que no te saldrán las palabras, que el otro no te entenderá. Incluso puede que pienses que el otro se enfadará y que negará tus razones… pero no es posible negar al otro lo que considera cierto, lo que siente.

Lo que sentimos es verdad para nosotros, y sólo desaparece cuando lo comunicamos y actuamos en consecuencia.

Luego, una vez enfrentado el momento, descubres que no ha sido para tanto, y que te sientes mucho mejor que antes. Nadie ha salido dañado – o no de forma grave, más bien se respira un aire de agradecimiento por la amable honestidad compartida. Y recalco lo de amable pues no se trata de acometer un «sincericidio«, palabro que nos sirve para ilustrar esos accesos de sinceridad grotescos, malintencionados y con todo lujo de detalles innecesarios que sólo conducen al malestar y a los malos entendidos.

Siempre hay un camino para expresarnos que es limpio y ecológico: es prudente, tiene en cuenta al otro y se reparte con cuidado, para evitar daños.

  • Nada de lo que te sucede es vivido por los demás en igual intensidad.
  • Nada es tan importante.
  • Nada permanece.
  • Nada puede hacer que dos personas entren en conflicto, si una no quiere.

LA HONESTIDAD ES EL PRIMER CAPÍTULO DEL LIBRO DE LA SABIDURÍA. Thomas Jefferson.

Inmaculada Asensio Fernández

Decálogo de autorespeto en las relaciones de pareja

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Imagen tomada de: https://goo.gl/oXiSXP

Son muchas las personas adolescentes que a veces acuden a mi en busca de consejos o respuestas, ante relaciones tóxicas o poco recomendables. Yo siempre les digo que cualquier persona puede pasar por una relación no saludable,  y que conviene reflexionar sobre ello para poner un foco de atención importante y no repetir lo que nos dañó.

En las relaciones sentimentales se entremezclan emociones, deseos, expectativas, patrones heredados de los padres, etc…, que condicionan en gran medida dos aspectos fundamentales para avanzar en la vida afectiva:

(1) La interpretación de lo que nos sucede.
(2) La toma de decisiones.

Hay relaciones en las que la rutina se basa en soportar situaciones incómodas, inadecuadas o dañinas… sin encontrar una fácil vía de escape. Muchas preguntas y pocas respuestas:  sinsabores, malosentendidos, discusiones, malosgestos, desplantes, engaños, desamores…, pero sin tener claro si el problema lo tiene el otro/a o lo tienes tú,  es decir, sin saber precisar quién «ha provocado» esa situación.

  • ¿Le estaré dando demasiada importancia a este comportamiento, o verdaderamente debo salir corriendo de esta relación?
  • ¿Me ha faltado al respeto, o lo que ocurre es que soy híper-sensible?
  • ¿Cómo termino con esta relación de una vez por todas?

Si la relación de pareja no te permite estar tranquila ni sentir bienestar la mayor parte del tiempo: NO FUNCIONA.

Mantener una relación de pareja con constantes subidas y bajadas, discusiones y enfados, o con la sensación de que nos están lesionando la autoestima… nos pone en el camino de soportar una pesada piedra que tarde o temprano nos aplastará.
Además, me parece que hay una serie de límites por los que no se debe pasar, y son los que reflejo a continuación:

Decálogo de Autorespeto

1. No permitas que tu pareja te infravalore (física, mental o emocionalmente), ni que te haga comentarios desagradables o machistas, sobre ti o sobre otras personas. Estás recogiendo basura sin posibilidad de reciclaje. No minimices aquello que te hace mal.
2. No permitas que tu pareja te compare negativamente con otras personas, asumiendo los celos como algo propio de tu carácter. Hay personas que se la pasan provocando celos para sentirse poderosas y para minar la voluntad del otro, para reafirmarse y mantener la sartén por el mango. Esto no es amor.
3. No mientas, no finjas ni te sobreesfuerces por agradar a tu pareja, por obtener su aprobación. Esto es tremendamente perjudicial para tu bienestar.
4. No te calles cuando algo te haga daño o te siente mal por guardar la compostura. Esto no es auténtico ni digno de ti. Toma un tiempo para analizar, incluso contrasta con una persona de tu confianza para tener todas las pruebas que necesitas para mantener una conversación tranquila con tu pareja, pero firme.
5. Escucha-te y respeta-te en todo momento; de este modo alejarás el rencor de tu vida. El rencor te hace daño y te une al otro de una manera tóxica y dramática.
6. No te relaciones con tu pareja desde el miedo. No te esfuerces para ser amado o amada. Tu autoestima puede quedar a la altura del betún.
7. No soportes comentarios que te hagan daño, ni en el desempeño diario, ni en momentos especialmente íntimos -como en el momento del acto sexual. Hay momentos y situaciones que requieren de un mayor respeto, desde la más absoluta y honesta confianza. Por eso: si duele no es amor.
8. No tengas comportamientos de terapeuta hacia tus parejas, y mucho menos de madre. No pretendas convertirte en la cuidadora del otro, sin más.
9. No camines delante, ni camines detrás de esa persona amada. Si es tu pareja, el lugar es justo a su lado.
10. Recuerda que el único valor con el que no se puede jugar es la CONFIANZA. Una vez perdida es muy difícil –aunque no imposible- recuperarla.

En general, la confusión, el dolor y el estrés permanente nos avisan de algo muy claro: esa relación no es para nosotros. Y te comento que por más difícil que pueda parecerte salir de esa historia, te recuperarás y crecerás como persona: sabiduría.

La despedida es un nuevo comienzo. 

La relación más importante de tu vida es contigo mismo/a. Eres la persona con la que pasarás el resto de tu vida. Estar en pareja es una opción, no una obligación. Si decides estar con él o ella, que sea porque te aporte, porque te genere bienestar y confianza.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández