Algo se muere en el alma cuando una amiga llamada Confianza se va

Con la confianza es mejor no jugar.

¿Alguna vez has tenido en las manos el juego de cartas El valor de los valores, de Simon Dolan?

Se trata de un juego de naipes que representa toda una serie de valores que son fundamentales para la vida humana en sociedad. De todos esos naipes sólo hay uno que se extrae de la baraja antes de jugar, porque representa algo que debería ser siempre respetado y estable en la vida de las personas: la confianza.

La confianza es el valor de los valores.

Simon Dolan.

La confianza es un concepto social (constructo) que nos permite cohesionarnos con otros, desde una dimensión que compromete de manera directa nuestra afectividad y nuestro deseo de comunidad y arraigo. La confianza supone tener una expectativa de seguridad y certeza sobre el comportamiento y actitud de otras personas hacia nosotras, y nos permite construir un relato interno positivo sobre esa relación y la importancia que tiene en nuestra vida.

Algo se muere en el alma cuando un amigo se va. Y va dejando una huella que no se puede borrar. No te vayas todavía, no te vayas, por favor. No te vayas todavía, que hasta la guitarra mía llora cuando dice adiós.

Estas sevillanas de Los del Río muestran lo mucho que duele perder a alguien a quien se quiere, un amigo o una amiga, un padre, una madre o una hermana…, incluso un mediano o gran amor.

Pero hay otras pérdidas que también duelen mucho y que no se relacionan con un vínculo o persona concreta, sino con un valor que sentimos traicionado y nos llena de dolor…, y no es otro que el valor de la confianza.

La con-fianza es algo así como dar tu fianza a otra persona, y en una relación con-fianza nos sentimos cómodas con esas personas en las que confiamos, pues entendemos que nuestro tesoro (nuestra fianza) está a salvo con ellas.

Esto elimina cualquier incertidumbre relacionada con nuestra vinculación con el entorno, y nos permite pisar un suelo firme, sin fisuras.

Normalmente las personas no dan su fianza a cualquiera, sino que, conforme se profundiza y se avanza en las relaciones, se van dejando llevar y van construyendo una estructura de unión que permite un sano intercambio, siempre forjado sobre los cimientos de la con-fianza dada.

Si una persona traiciona nuestra confianza en un grado más o menos de importancia, nos sentimos heridos y desasistidos en ese aspecto concreto que sentimos violentado. Nuestra relación con ella se ve afectada por ese golpe inesperado, y puede resultar difícil reparar la situación, ya que de algún modo se produce un roto… y esa relación cambia, aunque quizás no termine completamente rota.

¿Podemos volver a confiar en una persona que ha puesto en riesgo nuestra sensación de seguridad? Difícil, pero no podemos decir que sea imposible, ya que va a depender en gran medida del valor de esa fianza y sus consecuencias para nosotras: el tamaño de la herida causada con esta traición, el nivel de importancia que tenga esa relación para nosotras, y también de lo desprendida que sea la persona de sus ofensas y de sus juicios sobre el resto.

Lo que sí es un hecho, es que si la confianza se pierde y no se inicia un camino hacia su reparación, desde la conciencia del daño causado y desde un profundo y honesto interés en solucionar las cosas… esa relación caerá en desgracia, y será más que difícil volver a experimentar esa sensación de seguridad que representa la confianza en las relaciones.

Sin la confianza no se puede construir nada.

Simon Dolan.

Por este motivo muchos refraneros y dichos populares informan y advierten que con la confianza no se juega, porque sus efectos pueden ser irreversibles. Conviene, por tanto, prestar especial atención y cuidado en el privilegio que supone que otra persona nos entregue su fianza, ya sea en una relación personal o profesional, ya que esta cualidad permite profundizar a un nivel en las relaciones que no es posible conseguir si no es teniéndola a buen recaudo.

Inmaculada Asensio Fernández

Imagen tomada de: https://sp.depositphotos.com/stock-photos/confianza-de-la-ilustraci%C3%B3n.html

Haz algo bueno con todo el daño que te han hecho

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Imagen tomada de: https://goo.gl/Hae6ei

Transformar el barro en oro no debería ser una cualidad limitada al Rey Midas, sino que este mundo sería mucho mejor si pudiéramos limpiar de barro algunos de nuestros recuerdos, así como algunos vínculos con aquellas personas que han sido importantes en nuestra vida y que nos han dañado.

Midas fue el rey de Frigia entre el año 740 y el 696 antes de Cristo, y -según la mitología griega- tenía la habilidad de convertir en oro todo lo que tocaba. Esta sorprendente cualidad le provocó la muerte por inanición, pues desgraciadamente no podía elegir en qué momentos convertir lo que tocaba en oro o no, y absolutamente todo lo que rozaba su cuerpo tomaba una tonalidad dorada y se volvía duro como una piedra, y hasta la fecha sabemos que el oro no se puede comer.

Lo que para Midas supuso el fin, para cualquier otra persona podría suponer el fin del sufrimiento, siempre que esa cualidad sea bien encauzada y elaborada, y además desde la convicción de que si logramos transformar todo el dolor que hemos sentido, en algo positivo o simplemente útil para otras personas… nuestra virtud estará muy por encima de la del propio Midas.

Las decepciones, los desengaños y los rechazos no se eligen, sin embargo hay veces en las que vivimos en una jaula virtual que ocupa gran espacio en nuestra mente: nuestros recuerdos. Nadie nos ha enseñado qué hacer con todo eso que hemos vivido y que sigue ocupando mucho espacio, demasiado espacio… tanto que ya no somos capaces de distinguir si pasó, o si nos está sucediendo en este preciso momento. Revivimos una y otra vez conversaciones y ausencias, lo que pudo ser y no fue… Esto -no sólo no contribuye a nuestro bienestar y a construir un puente hacia la esperanza- sino que nos puede alejar del amor y de las buenas sensaciones en el presente. Aunque no lo creas, el pasado puede pesar más de la cuenta, y sin darnos cuenta podemos acabar perdiendo nuevas oportunidades de reescribir nuestra historia. En medio de nuestra impotencia, podemos culpar a quién no debemos por nuestra amargura, e ir dejando un reguero de nuevas despedidas o desavenencias con las personas que hoy día forman parte de nuestra vida y de nuestros afectos.

Yo propongo barrer todos esos recuerdos: abramos las ventanas, ventilemos de punta a punta cada rincón de nuestra casa, gritemos al viento, al mar o al mismo sol que ¡se acabó! y que ya no vamos a seguir recitando todas esas frases del pasado; que no vamos a seguir proyectando esa película mental en blanco y negro. Que los recuerdos de la infancia o de la adolescencia,  los de la entrada a la vida adulta o bien avanzada la madurez… ya no tienen sentido si yo estoy en otro momento, en otro presente, en otra situación mucho más amable y que nada tiene que ver con eso que pasó.

Toma tus recuerdos y guárdalos en una caja. Reflexiona sobre qué puedes hacer con ello. Hay quienes construyen un método para ayudar a otras personas a superar determinadas situaciones y de manera casual se convierten en mentoras para otros y otras que se encuentran en medio de una situación dolorosa. Incluso hay quienes componen extraordinarias melodías; o quiénes escriben obras teatrales, libros, guiones de película de nominación a Goya. Otras personas pintan hermosos cuadros, o utilizan sus vivencias y su carrera profesional para enseñar a otras personas nuevas estrategias para enfrentarse a determinadas situaciones conflictivas.

Esto es oro, ¿acaso pensáis que no estaría más que orgulloso Midas de esta maravillosa y mejorada cualidad?

Inmaculada Asensio Fernández.

Empatía vs Simpatía: dos cosas bien distintas

La empatía y la simpatía son dos palabras que suenan de manera muy similar, pero no guardan la misma similitud respecto a su significado en las relaciones humanas, aunque en la práctica se suele confundir un termino con el otro.

EL PODER LA EMPATIA

La EMPATÍA se concreta en ‘la habilidad de entender la perspectiva de otra persona’. Esta competencia es necesaria para un buen número de profesiones que trabajan en atención directa con personas, sobre todo quienes se dedican a labores de ayuda (trabajo social, psicología, medicina, etc).

Desde la empatía…

  • reconocemos la perspectiva del otro como su verdad
  • sentimos con la otra persona
  • reconocemos sus emociones
  • conectamos con ella a través de la conexión con algo nuestro que reconoce ese sentimiento
  • la acompañamos
  • sin hacer nada por cambiar su estado
  • sin juzgar nada

La SIMPATÍA también reconoce las dificultades de la persona interlocutora, pero en este caso quién simpatiza con el dolor ajeno trata por todos sus medios de proporcionar un sentimiento de confort, es decir, intenta que vea el lado bueno de las cosas y sacarla -por tanto- de ese estado.

Desde la simpatía…

  • una parte de nosotros se siente incómoda con la mala noticia o el problema y trata de salir de ahí
  • trata de mejorar las cosas aunque sea artificialmente
  • trata de poner algo positivo en todo el asunto que nos están compartiendo

Mientras la simpatía descubre que la persona sufre, la empatía puede sentir de algún modo ese dolor del otro, por tanto es más profunda que la anterior. La compasión se relaciona con la empatía, en la medida que reconoce una parte de uno mismo en el relato doloroso del otro: siente.

Obvio, hay ocasiones en las que nos comparten un problema y no sabemos qué decir. En estos casos, también se puede hacer un ejercicio de honestidad y agradecer al otro su confianza y señalarle que no sabemos muy bien qué decirle en ese preciso momento, pero queremos acompañarle en el proceso.

Una respuesta difícilmente mejora las cosas, lo que las mejora es la CONEXIÓN con el otro, el sentirnos acompañados en el proceso.

Te aconsejo ver este vídeo, de donde he sacado la mayor parte de la información para esta entrada de blog: EL PODER DE LA EMPATÍA

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

Una propuesta para combatir la tendencia a la maldad en el ser humano

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Ilustración de Catrin Welz Stein tomada de: https://goo.gl/zK8xZ

Como ya adelanté en otra entrada de blog, el Dr. Philip Zimbardo llevó a cabo una de las investigaciones psicosociales más famosas de la historia, en los sótanos de la Universidad de Stanford, y a la luz de los resultados obtenidos se establecieron las bases de la maldad en el ser humano…(https://goo.gl/ly56EI)

la capacidad del ser humano para hacer daño a otras personas existe y ha existido siempre, de hecho las personas aparentemente buenas, o que siempre han tenido un comportamiento intachable, bondadoso y solidario pueden volverse completamente malvadas si se dan las condiciones adecuadas”

En lugar de sentirnos victimas de la maldad de otros, o de nuestras propias maldades, propongo que tomemos conciencia de lo que podemos hacer al respecto, para crear un entorno lo más ecológico posible y nutritivo para todos. Vamos a recoger una serie de consejos que proporciona el propio investigador para contrarrestar los efectos de esa inercia natural hacia la maldad, y que se resúmen en este decálogo que se presenta a continuación.

El decálogo «antimaldad» -según Zimbardo

Todas las actuaciones se concretan en acciones en primera persona:

1. Me he equivocado. Es conveniente reconocer los propios errores. Tratar de justificarlos es el primer paso hacia las conductas negativas. Frases como «lo siento» permiten, en cambio, seguir adelante, y evitan disonancias cognitivas.

2. Estoy atento. No dudemos en dar un toque de atención a nuestra corteza cerebral: los detalles importan. Sobre todo en situaciones nuevas que nos hacen especialmente vulnerables a influencias externas. Es importante desarrollar un poco el pensamiento crítico.

3. Soy responsable. Nada de eludir la responsabilidad de nuestros actos entre los miembros del grupo (amigos, trabajo…). Tú eres responsable de lo tuyo. Date cuenta que en un ‘juicio’ posterior no sirven pretextos como «sólo seguía órdenes» o «todo el mundo lo hacía».

4. Afirmaré mi identidad. El anonimato y el secretismo encubren la maldad y debilitan los lazos con los demás. Cuidado con los estereotipos, las bromas y las etiquetas: hacen desaparecer la identidad individual.

5. Respeto a la autoridad justa. Atención a los pseudolíderes y falsos profetas. Hay que distinguir entre la autoridad que merece respeto y la que no (aquí es importante echar mano de los valores). Y son los padres, los profesores y las autoridades quienes deben educar en valores y enseñar a diferenciar entre lo que es respetable y lo que no.

6. ¿Aceptado o independiente? Somos animales sociales: las relaciones nos benefician. Hay entornos, como la empresa o la escuela, donde la presión para actuar en equipo puede llevar a acatar normas que van contra del bien social. Sin embargo, para ser aceptado no hay que sobrepasar ciertos límites. En este aspecto, es necesario tener una buena educación en valores. El cuerpo siempre avisa sobre lo que es bueno y hace bien, y lo que es malo y hace mal. Eso siempre se sabe.

7. Atento a las formulaciones. No nos gusta tener un 40% de posibilidades de perder, pero sí un 60% de ganar. Ambas cosas significan lo mismo, pero la manera de percibirlo cambia en función de la formulación elegida. Cuidado.

8. No pensaré sólo en el presente. Vivir en el presente es importante, qué duda cabe, pero no hay que perder de vista los compromisos pasados (forman parte de la historia, condicionan) ni el futuro hacia el que nos encaminamos, y que no se debe perder de vista pues es de todos y para todos.

9. Seguridad sí, pero ¿a qué precio? Cuidado con la fórmula de Fausto: ante una supuesta amenaza, nos podemos ver tentados a sacrificar parte de nuestra libertad –personal o civil– a cambio de seguridad. Desconfiemos de quien la ofrece.

10. Puedo oponerme a la injusticia. Hay distintas maneras de hacerlo: por ejemplo, retirarse físicamente de una situación donde otro controle por completo la información, la recompensa o los castigos. Si es con ayuda, mejor: pidamos a otros que se unan a la causa.

Hasta aquí el decálogo antimaldad propuesto por Zimbardo. Si te interesa el tema, puedes ampliar información directamente en su web: http://elefectolucifer.blogspot.com.es

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

Lidiar con la frustración no es fácil

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Imagen tomada de: https://goo.gl/HZJhAH

Dicen algunas teorías que tratan de explicar el origen de la violencia que la escasa tolerancia a la frustración puede ser un factor desencadenante de este tipo de conductas (véanse los estudios clásicos de la Universidad de Yale en 1938, realizados por Dollard, Miller y colaboradores). Sentir frustración puede llegar a ser muy desagradable, hasta el punto de poner en jaque nuestro bienestar y autoestima… y todo por un deseo que no se logra satisfacer. Puede estar relacionado con algo de tipo material, o con un afecto que no logramos alcanzar, o con la necesidad de que nos vean, de que nos reconozcan, etc. Puede vestir muchos ropajes, pero al final la sensación es la misma: no puedo. Y no siempre las causas de esta imposibilidad están bajo nuestro control, sino que no queda más remedio que aceptar que no todo está a nuestro alcance, y la vida sigue siendo perfectamente aceptable, aún con estas limitaciones.

Yo personalmente estoy convencida de que la frustración llama a todas las puertas, en diferentes momentos de la vida. Por tanto, en ese momento exacto en el que estamos contrariados… ¿qué podemos hacer con la frustración?, ¿meterla en una botella y lanzarla al mar en espera de una respuesta?, ¿o sencillamente nos la comemos con patatas? A veces es cuestión de practicar un poco la paciencia.

No existe una respuesta ideal, pero lo que está claro es que nos interesa aprender a gestionarla para que no gobierne nuestra vida. En ocasiones, el sólo hecho de compartir nuestro pesar con alguien cercano, mitiga en cierto modo ese desasosiego interno, esa rabia, esa desazón por lo que no es o no está.

No se puede tener todo lo que se desea, y además no siempre lo que deseamos es conveniente o saludable para nosotros, aunque en esto no se suele reparar demasiado.  De hecho, la escultura de nuestro carácter alberga muchos ‘noes’ y muchos ‘no puedo’ que muchas veces fueron pensados, aunque no siempre pronunciados. La sencillez y la humildad de una persona, incluso su generosidad están bañadas en las cálidas aguas de la frustración ya resuelta, ya madurada… a la que podemos llamar ‘frustración amiga’, pues nos ha enseñado a contemplar las circunstancias desde el ángulo más amable.

Una buena pregunta en estos casos…

“¿puede ser verdad que hay algo fuera de mi que puede hacerme feliz… aunque quizá ni lo tengo ni lo conozco?»

Como simples humanos atravesando una experiencia de piel, sentimientos y huesos… añoramos tener lo que creemos que otros tienen y les hace felices, lo que observamos e imaginamos –de cerca y de lejos- lo que esperamos que la vida venga a darnos, aún a pesar de todas las dificultades y sinsabores previos… y atribuimos un valor desmesurado a todas esas cosas que –en teoría- vienen a llenar nuestra vida.

La próxima vez que te pilles en un sentimiento de desánimo o desaire porque las cosas no salieron como tú querías, pregúntate qué esperas que te den las circunstancias, personas o situaciones que añoras, que tú no te sientes capaz de darte. Puede que a raíz de esta nueva pregunta, la frustración te suene a estación pasajera. Puede que a raíz de esta nueva pregunta, dejes de lamentarte. Puede que a raíz de esta nueva pregunta, el miedo desaparezca.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

La pendiente resbaladiza de la maldad

Imagen tomada de: http://fucientom.deviantart.com/art/Maldad-191692872

Imagen tomada de: http://goo.gl/2XJhF4

Hoy comienzo esta entrada de blog utilizando el título del programa número 54 de Redes, que dirige Eduardo Punset.  En este programa se analizan las bases de la maldad en el ser humano, así como se exponen los resultados de una de las investigaciones psicosociales más relevantes en esta materia, llevada a cabo por el Dr. Philip Zimbardo en los sótanos de la Universidad de Stanford.

Uno de los resultados más evidentes del experimento de Zimbardo, es que la capacidad del ser humano para hacer daño a otras personas existe y ha existido siempre, y hay muchas lecturas respecto a este fenómeno. Las personas aparentemente buenas, o que siempre han tenido un comportamiento intachable, bondadoso, solidario, etc… pueden volverse completamente malvadas si se dan las condiciones adecuadas.

Si quieres ver el programa nº 54 de Redes  pincha aquí: http://goo.gl/1VWU1B

EL EXPERIMENTO

¿Hay personas buenas y personas malas? ¿Es la maldad parte de nuestra naturaleza humana?  ¿Qué vuelve malvadas a las personas?

Hace más de 34 años se llevó a cabo «El experimento de la cárcel de Stanford» (1971) que extrajo importantes resultados acerca de cómo el impacto del entorno puede influir en la conducta de una persona, llegando incluso a adoptar conductas verdaderamente malvadas; y no por azar, sino porque en el fondo todas las personas tenemos una parte oculta y perversa que puede aflorar según qué condiciones.

La investigación del Dr. Zimbardo tenía una duración prevista de 2 semanas, pero fue interrumpida a los 6 días de su comienzo, debido a las primeras consecuencias que comenzaron a apreciarse en los participantes y en el propio Zimbardo.

Para  el experimento se escogió a un número de personas que tomarían el papel de carceleros, y otro número de personas que tomarían el papel de presos. El investigador principal tomaría el papel de Director de la prisión. El resultado más inmediato fue que conforme fueron avanzando los días, los presos comenzaron a adoptar conductas cada vez más sádicas hacia los prisioneros (sin haber registrado previamente en su historia personal  ese tipo de comportamiento). Los prisioneros, por el contrario, desarrollaron comportamientos de extrema sumisión hacia sus carceleros. Y respecto al Director de la prisión, Zimbardo, se hizo completamente insensible a las conductas de sus sujetos de estudio, no advirtiendo -en principio- riesgo alguno en continuar con la investigación.

Si quieres leer más sobre el experimento:

http://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_la_c%C3%A1rcel_de_Stanford

¿QUÉ NOS HACE «SER MALVADOS»? 

Hay varios aspectos que favorecen que tengamos comportamientos indeseables o malvados, y el primero de ellos fue expuesto por Zimbardo tras su experimento: la influencia del entorno. Un entorno estresante, agresivo e inadecuado favorece la activación de nuestras capacidades más perversas o dañinas. Sin embargo aún hay más factores condicionantes del desarrollo de estas conductas, como vemos a continuación.

El sentimiento de ODIO

La inercia del odio es corrosiva. Puede arrasar los parajes más bellos de nuestro intorno o interior, enfermarnos y conducirnos involuntariamente por caminos inhóspitos y descarpados.

El odio no entiende de vínculos, respeto, orden, e incluso de equilibrio familiar. Cuando llega intenta anidar en el sujeto, y destrozarlo todo. Una de sus mayores características es que -al que lo porta- lo hace insensible al dolor ajeno.

Cuando el odio se apropia de ti dejas de sentirte libre. Estás poseído por algo que es más fuerte que tú y que anula tu intelecto, tu capacidad de autocuidado y de respeto a los demás. Cuando se odia se entra en un estado que podemos denominar de Discapacidad Emocional, en la medida en que la persona que lo padece tiene serias limitaciones para ver lo bueno que hay en los demás, e incluso en ella misma.

El núcleo de las personas humanas  está compuesto de buenos y malos sentimientos. El amor nos cura y el odio nos enferma. “Es mejor morir de pena que morir odiando a un semejante”. La vida es demasiado corta para quedarte enganchado a una persona o situación a través de ese sentimiento.

Sentirnos VICTIMAS

De víctima a verdugo hay un solo paso. Si me siento víctima, automáticamente me siento legitimada para hacer o decir lo que me plazca, por muy lesivo que sea para otra persona.  Lo paradójico de todo esto es que la postura de victima también nos debilita, pero además nos llena de malos sentimientos y de deseos de venganza o necesidad de resarcirnos respecto al daño que sentimos nos han causado.

El sentirnos dañados o dolidos por cualquier contingencia “ajena” (una decepción, una traición, un engaño, abandono, ruptura…), parece legitimar a quién lo sufre para albergar malos sentimientos en su corazón, y además la acerca a lo que el psicólogo e investigador Philip Zimbardo denomina el Efecto Lucifer.

El efecto Lucifer es tan poderoso que su inercia puede arrastrar a una persona aparentemente sana, incluso dadivosa y con una inclinación clara a ayudar a los demás, a cometer actos terribles, dolosos, vengativos y ruines, en un momento dado de su vida.

Si quieres saber más sobre el efecto Lucifer, pincha aquí: http://www.lucifereffect.com/

La INSCONSCIENCIA

Una persona insconsciente no se da cuenta del alcance de sus actos. Desde una posición de inconsciencia estás privado de sentido para interpretar adecuadamente la realidad de lo que acontece a tu alrededor.

Es como si tuvieras el GPS de tu vida totalmente desorientado, llevándote a destinos erróneos; siendo lo peor de todo esto el hecho de que no ser capaz de darte cuenta de que el destino al que has llegado no es el deseado. Es un estar perdido por la vida.

Si no aprendo de algún modo a hacerme consciente de mis pensamientos y sentimientos, sobre todo en los momentos difíciles o de tensión… puedo caer en la trampa de dejarme llevar por las emociones más destructivas que hay a mi alcance, y cometer actos errados, injustos y lesivos para otra persona.

La conciencia es una luz que permite ver el camino por el que transitamos en cada momento, así como nos permite reconocer a las personas con las que nos vamos cruzando. Da luz a los propios comportamientos, a la interpretación de hechos y recuerdos, a la lectura de lo que aconteció en nuestro pasado, a la toma de decisiones… También nos otorga la posibilidad de reconocer el valor inherente de cada ser humano, por el hecho ser un ser vivo y de estar aquí.

La OBEDIENCIA

Otro aspecto importante que favorece el desarrollo de la maldad es la obediencia. La obediencia ciega a algo o alguien que para la persona represente una autoridad, que la anula para hacerse sus  propios juicios acerca de lo que sucedido. Esto fue estudiado por el psicólogo Milgram (1963), mediante un experimento cuyo fin era medir la disposición de una persona a obedecer las órdenes de una autoridad, aún cuando éstas pudieran entrar en conflicto con su conciencia personal. Obedecer órdenes despóticas e injustas, nos convierte en personas malvadas… lo queramos o no. Y no sólo obedecerlas, sino mirar hacia otro lado cuando otras personas cometan esos actos injustos en nuestra presencia, haciendo daño a otras personas.

Si quieres leer más sobre este experimento de Milgram: https://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_Milgram

A pesar de todo lo dicho, aunque una de las capacidades naturales de las personas humanas puede ser la maldad, mi hipótesis es que tampoco somos ansia pura. Si trabajamos suficientemente nuestra conciencia personal y nuestros valores, podremos decidir qué tipo de persona queremos ser, lo que nos servirá de brújula cuando haya algún tipo de tentación a la vista…  Hay que tener en cuenta que somos cuerpos sacudidos por una historia y un sistema creencias y de emociones, que muchas veces nos juega malas pasadas.

Según señala Zimbardo, hay un momento clave en el que una persona azotada y zarandeada por todo ese conjunto de sentimientos negativos, puede decidir pararse y no hacer nada, no actuar desde esa fuerza destructiva. Hay una centésima de segundo en la que decides si tomas un camino o tomas otro. Estos momentos son decisivos, y marcan nuestro talante e ethos en la vida.

La reflexión sobre nuestros actos tiene justamente la función de autoregular nuestro comportamiento.

Esto fue otro de los resultados del experimento de la cárcel de Stanford. Algunas de las personas que tomaron el papel de carceleros, no tenían ningún tipo de conciencia sobre el daño que habían hecho a los que adoptaron el papel de presos, pero una vez interrumpido el experimento, y en un entorno tranquilo y seguro, fueron capaces de reflexionar y darse cuenta de lo que habían hecho. Esto generaría un antes y un después en sus vidas, de eso no cabe duda.

Reflexionar produce un cambio importante en las personas, y se constituye como un ejercicio imprescindible si queremos ser personas íntegras.

En palabras del propio Zimbardo,

“Cada uno de nosotros tiene tres posibilidades:

Ser pasivo y no hacer nada,

Ser malvado,

o convertirse en un héroe”

(Philip Zimbardo)

La misma mente empuja a unos a convertirse en villanos, y a otros en héroes.

Los héroes no piensan en YO, sino que piensan en NOSOTROS.

Los héroes no son superhéroes, sino gente corriente.

Los héroes no son egocéntricos, son sociocéntricos. Su profundo sentido de la responsabilidad les hace actuar para ayudar a otros. Son personas compasivas e integras. Sus acciones luchan o contrarrestan los efectos de las injusticias o de las maldades que observan a su alrededor.

Según Zimbardo, los héroes son personas que actúan cuando la mayor parte de la gente no hace nada (…)  Y la buena noticia –añado yo, es que todos tenemos un héroe o heroína  dentro esperando salir cuando así lo decidamos.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández.

Más referencias utilizadas:

http://www.redesparalaciencia.com/wp-content/uploads/2010/04/entrev54.pdf

http://elpais.com/diario/2007/09/03/internacional/1188770409_850215.html

http://www.rtve.es/alacarta/videos/redes/redes-pendiente-resbaladiza-maldad/736047/

http://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_la_c%C3%A1rcel_de_Stanford

http://www.lucifereffect.com/

https://es.wikipedia.org/wiki/Experimento_de_Milgram

La sombra de la duda

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Hoy escribo sobre una sombra que a veces acecha en silencio, tras la cortina de la enorme sala de las decisiones en la vida: LA DUDA.

La RAE define dudar de la siguiente manera:
dudar (Del lat. dubitāre).
1. intr. Tener el ánimo perplejo y suspenso entre resoluciones y juicios contradictorios, sin decidirse por unos o por otros. U. t. c. tr. Después de dudarlo mucho, aceptó la oferta.
2. intr. Desconfiar, sospechar de alguien o algo. Todos dudábamos de él.
3. tr. Dar poco crédito a una información que se oye. Lo dudo.
4. tr. ant. temer.

Está claro que la toma de decisiones no siempre es un proceso ágil y fácil, en el que se cuenta con la fuerza suficiente para expresar y mantener lo que se dice. La sombra aparece porque la realidad ofrece múltiples versiones sobre un mismo acontecimiento, persona,  relación… y dependiendo del momento en el que nos encontremos, situación personal, estado de ánimo, grado de apoyos y demás,  esa realidad se interpreta de una manera o de otra.

Hay momentos en los que nos vemos abocados a tomar decisiones sobre cuestiones en las que tenemos miedo a equivocarnos, o incluso a arrepentirnos al tomar una opción u otra. En estos momentos la persona está literalmente bajo la sombra de una duda que le impide avanzar, que la congela colapsando todas sus funciones intelectuales, cognitivas y volitivas.

Casi todos los humanos tenemos miedo por anticipado, pues el miedo a equivocarnos es propio a nuestra especie. Los animales actúan movidos por el instinto de supervivencia (o intuición), y no se cuestionan ni se preguntan por las posibles alternativas, o qué sería lo mejor para ellos en cada situación, ni mucho menos se quedan mirando aquello que dejaron atrás. No repasan pros y contras, no culpan a nadie, del mismo modo que tampoco se sienten culpables por los movimientos que realizan. Digamos que esa mente parlante con la que cuentan los humanos que repasa datos, cifras y recuerdos, no está inmersa en sus procesos de supervivencia, por tanto se ahorran multitud de quebraderos de cabeza, de las famosas vueltas y vueltas a las diferentes opciones, a «lo que habría pasado si…», a las consecuencias y a las pérdidas que a veces supone el decidir un camino entre otros tantos disponibles. Simplemente sienten y actúan. Sin más.

Los humanos somos seres vivos más complejos. Aparte de todas las funciones vitales que nos permiten autoabastecernos, además pensamos, sentimos, expresamos… Lo que no está tan claro es que a la hora de actuar se tenga en cuenta o se siga la línea del pensamiento, del sentimiento y de lo que se ha expresado. Esto se presta a diferentes interpretaciones y a veces se cae en un estado de ambivalencia que vuelve a ensombrecer a la persona ante posibles caminos u opciones.

*(Llegados a este punto recomiendo la lectura del libro «Quién se ha llevado mi queso», escrito por Spencer Johnson:   https://es.wikipedia.org/wiki/%C2%BFQui%C3%A9n_se_ha_llevado_mi_queso%3F).

La RAE define ambivalencia de la siguiente manera:
1. f. Condición de lo que se presta a dos interpretaciones opuestas.
2. f. Psicol. Estado de ánimo, transitorio o permanente, en el que coexisten dos emociones o sentimientos opuestos, como el amor y el odio.
Encontrarse en un estado de ambivalencia, dependiendo del grado de importancia de la decisión a tomar, puede dejar a la persona en una situación de mucha ansiedad y tristeza a la hora de asumir sus decisiones, llegando incluso a requerir de apoyo externo para salir de esa situación, bien por parte de amistades o familiares, o bien apoyo más profesional.

Las personas no somos productos finales o acabados, sino que vamos cambiando y evolucionando constantemente. En este camino, podemos aprender a desarrollar aquellas conductas virtuosas que nos ayuden a superar nuestras limitaciones o defectos, si es que es nuestro interés.

¿Y cuál es la conducta virtuosa a desarrollar frente a la sombra de la duda?

Actuar desde una posición de coherencia interna, lo que se traduce en tomar decisiones desde la base de la no- contrariedad o sin contradicción; y además, actuar siguiendo la línea de lo que se piensa, siente y expresa, es decir, atendiendo a los propios valores, la forma de ser, así como las aspiraciones o el qué es lo que la vida espera de mí.

La RAE define coherencia de la siguiente manera:
1. f. Conexión, relación o unión de unas cosas con otras.
2. f. Actitud lógica y consecuente con una posición anterior. Lo hago por coherencia con mis principios

Alcanzar ese estado de coherencia interna y mantenerlo, es -por así decirlo- el ideal para todo ser humano. Lo que no se puede afirmar tajantemente es que en todas nuestras decisiones, sobre todo aquellas que conciernen a la administración de los afectos y las relaciones, se pueda decidir atendiendo a esa coherencia interna, sin el menoscabo de las contradicciones y de la disparidad de pensamientos, sentimientos y expresiones. O dicho de otro modo: quizá lo difícil no es hacerlo, sino mantenerlo.

La coherencia es una herramienta que nos permite comprobar si estamos bien alineados, es decir, si nuestras acciones, palabras y pensamientos están de acuerdo, si están regidos por nuestros miedos o, al contrario, conectados a algo más importante. La coherencia consigo mismo se acompaña, a menudo, por una sensación de bienestar físico; el cuerpo está relajado y los temores intelectuales apartados. Cuando somos coherentes no hay pérdida de energía, las sensaciones son agradables y positivas. Y estas sensaciones se dan aunque se eche de menos el camino por el que NO se optó. Ten en cuenta que se puede echar de menos sin ansiedad. Se puede echar de menos aceptando que lo que hemos escogido es lo mejor o más adecuado para nosotros en este momento de nuestra vida.

Las olas en los oceános están a merced de los vientos, no gozan de la independencia de una existencia propia.

Tomar conciencia de lo que es importante para mi vida ahora supone la clave para vivir en armonía conmigo misma, para no estar a merced de los vientos que soplen en cada momento.  Esa es la verdadera intuición: LA CERTEZA.

A ésto yo lo llamo dicha.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández.

Los que se entienden bailan juntos

Botero

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Tener sintonía con una persona no es algo tan fácil como nos muestran los anuncios de refrescos o cerveza, donde abundan los colores, las canciones de moda y las risas de fondo.

La relación de pareja es un baile de a dos, en el que es necesario estar en la misma frecuencia y tener feeling, y esto se traduce en hablar un mismo lenguaje, tener gestos muy similares, un mismo estilo afectivo, así como una misma orientación en la vida.

Se nos ha insistido hasta la saciedad que los polos opuestos se atraen, sin embargo esta generalización conviene cuestionarla. Lo mismo descubres que no es del todo cierta, o no para todo el mundo.

Las personas evolucionamos constantemente, y dentro del marco de una relación de pareja, esta evolución a veces conlleva afianzar posturas, y otras a distanciarlas, a tomar otro sendero de vida diferente al compartido hasta la fecha.

¿De qué depende que se dé una circunstancia u otra?

Para responder a esta pregunta, fíjate en lo que sucede cuando bailas con otra persona:

Hay momentos en los que tomas delicadamente la mano de tu acompañante, giras al mismo son, o te abrazas a su cuerpo … con deseo, atención, alegría, o incluso a veces con paciencia, pues siempre te puede caer algún que otro pisotón y esto no tiene porqué significar que se termine el baile, pues las posibilidades de reconducir tus pasos son infinitas, sólo hace falta intención y ganas.

Tras los primeros pasos vas tomando conciencia de cuán agusto te sientes, y espontáneamente -casi sin proponértelo- vas decidiendo cómo serán tus próximos pasos…

Si estás un rato largo bailando con la misma persona, descubrirás que puede llegar un momento en que uno de los dos se canse, y desee llevar otro ritmo, o directamente le apetezca sentarse solo o sola un rato, para replantearse si quiere continuar bailando esa misma pieza contigo. El otro en consecuencia, puede que decida aminorar su paso, para ajustarlo al de su acompañante, o incluso resuelva tomar asiento junto a él y esperar; o puede que no le apetezca hacer ni una cosa ni otra, bien por aburrimiento, porque ya no le guste esa melodía o porque directamente le apetezca bailar solo, o encontrar otra pareja de baile.

¿Qué elementos son importantes para un buen baile?

La instrumentación importa… y la instrumentación es la melodía, el dejarse acariciar por lo que el otro nos aporta, «valorando lo bueno que hay en tí, que además puedo ver en mí».

La coreografía importa… y la coreografía se traduce en el buen gusto, en los detalles de la relación, en lo que se comparte, en el interés por la otra persona, los momentos que se viven día a día. La confianza de dejarse caer en el otro, y viceversa.

El movimiento importa… el ritmo, que es la empatía, la escucha, la complicidad y la atención consciente a las propias necesidades, y a las del otro: el compartir.

La expresión corporal importa… los sentimientos se trasdalan al otro a través de nuestro cuerpo, de nuestros gestos y de nuestro lenguaje, hablado o no hablado. Este elemento es bastante importante, pues gran parte del feedback que recibimos se debe a cómo nos estamos comunicando con el otro, a través de nuestras expresiones corporales y de nuestra conducta.

El color importa… y el color es el coqueteo, la risa; la alegría que se experimenta en muchos momentos con la otra persona, el ocio compartido. El interés por engalanarse para compartir momentos especiales, por gustar a tu pareja y despertar su deseo, el placer sexual.

El espacio importa… el escenario donde se comparte la vida, el calor del hogar, los nuevos paisajes visitados, los viajes, el respeto del espacio vital de cada uno.

Etc.

Las relaciones afectivas con los demás nos permiten conectar con el AMOR, que es un alimento tan vital como el aire, el agua y la comida. Concede mucho valor y sentido a la vida de quién lo porta, y de quién es capaz de reconocerlo, dentro y fuera de sí.

Luego, cuando la pareja de bailarines además tiene hijos, siempre se produce un esfuerzo mayor por sincronizar el paso con la persona amada, para mantener unida a la manada. Para ello hay que estar despiertos, y ser conscientes en cada momento del ritmo que está llevando uno y otro, vaya a ser que te sorprendas pasado un tiempo con que cada vez os cuesta más poneros de acuerdo en cuál será el próximo paso…

¿A qué ritmo estás bailando ahora… sólo o en pareja? – Buena pregunta.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández.

¿Qué titulo le pondrías a tu vida en este momento?

Ilustración de Irisz Agocs

Ilustración de Irisz Agocs

Responder a esta pregunta no es moco de pavo, pues aunque no te des cuenta, diariamente te estás dejando llevar por una inercia que más tarde o más temprano te llevará a algún lugar… ¿Te lo has planteado?

Una vida sin propósito, sin dirección, dicen muchos autores que no merece la pena ser vivida. Y aunque esto parezca exagerado, desde luego sí podemos afirmar que vivir con conciencia y con actitud, es mucho más de lo que han hecho muchos de los que nos precedieron, con lo que tenían en ese momento histórico que les tocó vivir.

Hoy día la información es abierta y abunda por doquier. Las personas se cuestionan cómo evolucionar, no sólo en ámbitos prácticos y rutinarios de la vida, sino que se plantean la autorrealización como una aspiración más de la propia existencia.

En este sentido, es conveniente recordar que aquello en lo que pones tu ATENCIÓN, va determinando tu vida, aunque la mayor parte del tiempo esto pase desapercibido. Si te enfocas en el dolor y el sufrimiento, eso encontrarás. Si te enfocas en tus frustraciones y fracasos, más de eso seguirás encontrando. Si te enfocas en el amor que sientes por las personas que te rodean, más amor vas a sentir, pues no puede ser de otra manera.

Coloquialmente hablando, se puede decir que la ATENCIÓN es como los focos de un coche, guían el camino:

  •  Si está DISPERSA, muy abierta, apenas alumbra a lo lejos, con lo cual se pierde intensidad y perspectiva.
  • Si está CENTRADA, la luz es más estrecha, pero se puede ver el camino a lo lejos. Y este aspecto es crucial para asegurar un buen y seguro viaje en carretera.

Conviene enfocarse bien. Tener la atención puesta en todos lados, y a la vez en ningún sitio, es un déficit.

Te invito a poner un título a tu vida actual, y que lo hagas sin pensar mucho, para no dejarte engatusar por la mente juguetona que habita en tod@s nosotr@s. Escríbelo y léelo en voz alta. Asimilalo, pues lo creas o no, ese título ya estaba dentro de ti, aunque de manera no consciente, y está determinando tus pasos y tus decisiones de vida AHORA.

Los objetivos personales son importantes, pues en ellos vamos a poner toda nuestra energía, y ellos van a surgir fácilmente en cuanto tengas claro tu título de vida aquí y ahora. Sin embargo hay algo que quiero compartir con vosotros, y es que no todos los objetivos son útiles para avanzar en la vida, y conviene tener muy clara esta diferenciación que te presento cuando te estés planteando cambios cruciales, a estos niveles que estamos comentando:

  1. Hay objetivos por compensación, que se encargan de equilibrar una carencia en nuestra vida, por ejemplo por algún suceso de nuestro pasado, por tanto se manifiestan en forma de carencia. Suelen expresarse en negativo (por ejemplo: no quiero volver a tener problemas económicos).
  2. Luego hay objetivos por realización personal, que no se basan en las carencias que han marcado nuestra vida pasada, sino en nuestros deseos. Estos deseos se pueden formular llamando al genio de la lámpara.
  3. Y luego hay una tercera categoría, que yo denomino objetivos por convicción, que son los que responden a nuestra verdadera esencia y naturaleza, además de que no se basan ni en carencias ni en deseos, sino que nacen de la quietud y la paz de un estado sosegado, de esa seguridad interna que se va desarrollando con el paso de los años, y que poco tiene que ver con alimentar al ego, sino más bien con nuestros principios más profundos, con nuestras raíces. Suelen ser objetivos que no implican tener más, ni acumular más, sino que se centran en desarrollar lo más íntimo y  valioso de las personas: su interior, y que indudablemente mejora la calidad de sus relaciones personales, y el bienestar de otros colectivos con los que se relaciona.  Estos objetivos suelen ser ECOLÓGICOS, no comprometen en modo alguno ni afectan negativamente al medio o a las personas que rodean a quién los tiene, sino todo lo contrario, son beneficiosos para toda la gente que les rodea.

Si tus objetivos son realistas, y responden –al menos- a las dos últimas categorías expuestas (según el momento de evolución en el que te encuentres) seguramente tu atención se posará en ellos, y de algún modo llegarás a puerto.

Y ahora respóndete, sé honest@: ¿Qué título le pondrías a tu vida justo en este momento?

Autora: Inmaculada Asensio Fernández.

Ensayo sobre la Dignidad

La dignidad, esa flor que debes aprender a reconocer, como amiga y compañera.

La dignidad, esa flor que debes aprender a reconocer, como amiga y compañera.

El concepto de dignidad hace referencia al valor inherente al Ser Humano, aceptando la diversidad y la contradicción o dualidad que caracteriza a la especie.

El Ser Humano está dotado de libertad y de poder creador para dibujar y desdibujar su propia historia,  y hace uso de esta libertad y poder creador a través de la toma de decisiones.

“Una persona es libre en la medida en que toma decisiones, en la medida en que regula su comportamiento según normas propias”.

Una persona con conciencia es capaz de ver su propio valor, sus cualidades, así como las de las personas que la rodean. Y siendo consciente de este valor, no se daña a sí misma, ni daña a los demás, al menos no voluntariamente. Se respeta, se escucha, está presente en el eterno diálogo entre ella y el mundo, estableciendo los límites necesarios para responder a sus necesidades, y haciendo esto de manera asertiva, sin lucha.

“No es necesario luchar por algo que nos ha sido dado de manera natural”.

El respeto es otro concepto que se relaciona muy estrechamente con el de dignidad, ya que se basa en la idea de que algo o alguien tiene un valor por sí mismo, por tanto implica aceptar las diferencias; comprender y aceptar la forma de pensar y de Ser de las demás personas, aunque no sea igual a la nuestra.

La dignidad y el respeto son dos valores que aportan mucha fuerza a la persona, la nutren desde dentro, proporcionándole vigorosas raíces.

Ahora bien, ¿Por qué es tan frecuente, entonces, que las personas adolezcan de falta de amor propio, si la dignidad está presente en el Ser Humano de manera natural, sin proponérselo?

Una de las explicaciones podría ser que esa persona haya sufrido humillaciones, o haya visto sufrir humillaciones a personas cercanas y amadas de su entorno.

Y… ¿En qué consiste humillar a una persona?

Humillar es hacer sentir a otro  que es inferior, rebajarlo, apocarlo o  deprimirlo. Aunque esto es algo que se le puede hacer a otro y a uno a uno mismo también.

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Las humillaciones con historia, esto es, dadas en el marco de una relación de afecto y sostenidas en el tiempo, pueden adoptar diferentes formas, y sus consecuencias psicológicas y sociales pueden ser devastadoras para la persona que las sufre, sobre todo si se experimentan a edades tempranas.

Mi hipótesis es que ayudan a la conformación del carácter de la persona, y posteriormente determinan la calidad de las relaciones durante la vida adulta.

“Si sufriste humillaciones siendo niño o niña, sin poder defenderte, siendo la única estrategia de supervivencia el sometimiento,  lo más probable es que hayas desarrollado dificultades para reconocer los actos de humillación en el marco de tus relaciones adultas, pues tu capacidad de tolerancia probablemente sea muy holgada. O paradójicamente puede suceder justo lo contrario, que detectes la humillación en cualquier acto de desagravio o contradicción con otra persona, alterando por completo el significado real de estar en desacuerdo con otro, e interpretando cualquier gesto de oposición a una idea u opinión como una humillación, sin verdaderamente serlo”.

Puede que la sumisión haya sido útil a la persona como estrategia de supervivencia durante su infancia, pero ya de adulto se pueden explorar otras opciones, así como la persona puede aprender a legitimarse, sin sentirse una víctima, y sin adoptar el papel de agresor, para ser finalmente reconocido o escuchado. La persona puede aprender a  darse valor, amor y cuidados… propios de quiénes reconocen su dignidad y su auto respeto, sin juicios, y del mismo modo pueden reconocer y proporcionar todo eso a los demás.

Hay una frase que siempre digo y es que “nunca es tarde para tener una infancia feliz”. Y del mismo modo, “nunca es tarde para emprender el camino de regreso a lo que eres, al valor que nadie puede arrebatarte y que sólo tú frente al espejo puedes darte: el espejo de tu alcoba, y el espejo del mundo.

¿A qué esperas?

Hoy es el primer día de tu vida.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández.