La pregunta es: ¿cómo marca el acoso escolar o bullying en la vida adulta? ¿Cómo se sale de ahí?

stop-bullying-inmaculadasolCon esta pregunta comienza una entrevista de 12 minutos que me hicieron hace un par de semanas en Onda Cero Radio Almería, sobre la experiencia de acoso escolar que yo misma sufrí en mi etapa escolar. La verdad es que cuando eres pequeña el problema te parece un mundo, pero cuando creces te das cuenta de que no es sino una experiencia más de la vida, nada agradable -qué duda cabe- pero una experiencia como otras tantas que nos afectan, pero no nos definen por completo como personas, incluso algunas nos ayudan a  ”crecernos” para  afrontar la vida con más fuerza, si cabe.

Si quieres saber más sobre mi respuesta y mi punto de vista sobre el fenómeno social del Bullying puedes PINCHAR AQUÍ para escuchar la entrevista:

https://www.youtube.com/watch?v=G6kHaUF2yGI

Inmaculada Asensio Fernández

Las cosas que me avergüenzan

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http://goo.gl/MEX7DY

¿Te sientes incómoda con frecuencia por cosas que haces o no haces? ¿Te es familiar reprimir ciertas necesidades o gustos por el qué dirán? ¿Repasas una y otra vez diálogos, frases o situaciones ya vividas… pensando cómo te habrán visto otros…?

Puede que estés siendo víctima de la vergüenza y sus consecuencias no son para tomarlas a guasa, pues -por responder a las expectativas marcadas por el entorno- te puedes ver renunciando a tus deseos y necesidades, con el correspondiente coste personal y en una actitud absolutamente complaciente para los demás, pero decididamente castrante para ti.

Por definición encontramos que una de las acepciones de la vergüenza es: “sentimiento de pérdida de dignidad causado por una falta cometida, o por una humillación o insulto recibidos”. En este sentido, el sentimiento de falta de valoración e incomodidad que genera en quién lo porta, le impide actuar con resolución ante el hecho en cuestión que le ha llevado a avergonzarse.

Sentir vergüenza nos vuelve especialmente vulnerables a la opinión y juicios ajenos. Dificulta el acceso a la fuente de fortaleza y sabiduría que tenemos dentro, también llamada intuición; se trata pues, de una renuncia inconsciente a las propias capacidades para hacer lo que queremos, en pos de un sentimiento que nos devuelve al niño o niña que un día fuimos.

La vergüenza es bastante común -aunque no exclusiva- en las mujeres, de hecho la feminización de la vergüenza es un tema recurrente en las redes sociales y no son pocos los que han escrito sobre ello. A mi modo de ver, la vergüenza ha servido a lo largo de la historia como mecanismo de control y sometimiento de las mujeres al sistema dominante, el establecido por y para hombres, ya que a través de la  experimentación de este sentimiento se hace lo posible por adaptar el propio  comportamiento al marcado por el grupo, por la mayoría. Desde este punto de vista, la vergüenza se deposita en las mujeres para que tengan un comportamiento social más comedido, para que supriman la fuerza y el coraje para hacer valer sus propias necesidades y aspiraciones.

Además, parece que está grabado a fuego en el inconsciente colectivo que hay ciertas cosas por las que las mujeres deben avergonzarse… como expresar los propios deseos; finalizar una relación de pareja estable,  que un hombre la rechace  -o peor aún- la deje por otra mujer… no ser la más joven, las más bella o atractiva del grupo, etc.  El autorechazo y la culpa culminan en lo que conocemos como falta de amor propio, y es precisamente esa falta de amor la que produce una serie de síntomas como la desvalorización y autocensura ante todo aquello que pueda suponer una amenaza para la propia imagen, esa estructura construida a lo largo de los años y tras la que una persona puede decidir esconderse, a veces para siempre.

Aquí cada cual porta –al menos- una buena semilla para mejorar este planeta… y hay quiénes portan millones de ellas. Puede que tu vergüenza te impida plantar unas cuantas por tenerlas escondidas en no sé qué lugar dentro de ti, como si de ella fuese a brotar algo feo o monstruoso, algo de lo que los demás se puedan reír o puedan criticar de ti…

¡Pamplinas!

Soltémonos el pelo y mandemos la vergüenza a paseo aunque sea media hora al día… en pequeños detalles conscientes, en los propios pensamientos, en la comunicación con las personas más cercanas o como buenamente se te ocurra… de forma saludable y ecológica con tu entorno. Al cabo de 40 días haciéndolo ya habrás instaurado un nuevo software (también llamado hábito), el de la desvergüenza, aunque sea para contrarrestar el otro que lleva tantos años contigo.

Reflexiona sobre lo siguiente:

  • ¿Quién no ha cometido uno, dos, tres, cuarenta y tres… errores en su vida?
  • ¿Quién no ha asegurado algo de lo que no estaba del todo seguro?
  • ¿Quién no ha realizado promesas que no ha podido cumplir?
  • ¿Quién no ha tenido un mal pensamiento hacia algo o alguien, aunque haya sido de manera fugaz?
  • ¿Quién carece de una habilidad concreta para hacer algo? (y digo solamente una porque soy bienpensada).
  • ¿Quién no ha hecho el ridículo alguna vez en toda su vida? (aquí los y las valientes, o los que tienen sentido del humor.., seguro que pueden admitir más de una media de 20 veces).
  • ¿Quién no se ha sentido rechazado o no amado al menos un vez en su vida por alguna otra persona?

A ver… somos humanos y estas cosas pertenecen a los de nuestra especie, ¿lo tienes claro ya? En esto sí que coincido en que todos somos uno.

Inmaculada Asensio Fernández

Sobre el bien hablar

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Imagen tomada de: https://goo.gl/Og5sWh

Este año pasado he centrado gran parte de mi tiempo e intereses en estudiar los entresijos de la Comunicación Social, a través del Master que sobre estas materias imparte la Universidad de Almería. La mayor parte de mis profesores provienen de la disciplina de la filología hispánica, lo que me ha permitido acercarme un poco más a la importancia de emplear adecuadamente el lenguaje, para que cumpla de la mejor manera su función, que no es otra que la de comunicar eficazmente un mensaje.

Comunicarnos bien es importante para desenvolvernos en la vida pública y privada, pues la lengua es el vehículo de nuestro saber, de nuestros sentimientos, de nuestras habilidades y capacidades…, aunque –como es lógico- hay otras maneras de comunicarnos, y no todas se circunscriben al uso de la lengua. Sin embargo, hoy quiero centrarme en aquellos aspectos que favorecen la comunicación entre hablantes, o como diría el profesor Luis Cortés Rodríguez, Catedrático de Lengua Española de la Universidad de Almería, los llamados principios del bien hablar: corrección, claridad, adecuación y eficacia. Como suele decir el citado profesor, nosotros sabemos que el hablar mal o el hablar bien depende de esos cuatro principios, y no del acento, como suelen pensar algunas personas al referirse a quiénes hablamos con entonación o musicalidad andaluza. Por tanto, hablar bien no es cosa de acentuación, sino de riqueza y adecuación léxica, de la forma de conectar actos discursivos (hablamos mediante palabras y estas se unen y forman actos discursivos), de la manera de manejar las pausas y silencios, etc.

Veamos esos cuatro principios del bien hablar:

Principio de CORRECCIÓN. Hablar bien es ser correcto con el uso de las normas gramaticales, así como presentar una adecuada corrección fonética… una persona puede hablar bien, pero si dice “me se” cayó el lápiz, ya está atentando contra este importante principio.

Principio de CLARIDAD. Al hablar tenemos que ser claros, y somos claros cuando ordenamos nuestras ideas y cuando somos coherentes a la hora de expresarlas, procesando bien los actos discursivos, y empleando los conectores adecuados entre unos y otros, con porque, aunque, así que, además, etc.

Principio de ADECUACIÓN. Cada momento tiene su lengua. Esto quiere decir que tenemos que ser habilidosos para saber elegir el registro más adecuado al momento en el que nos encontremos, de manera que o bien optemos por uno más coloquial u otro más formal, pues cada uno tiene sus propios rasgos y mecanismos, y es importante diferenciarlos y emplearlos según el contexto y la situación.

Principio de EFICACIA. Ser eficaz es usar la lengua de manera que con ella digamos lo que realmente queremos decir. Para ello seleccionaremos aquellos mecanismos y formas que nos permitan ser corteses, irónicos, convincentes, o cualquier otra característica… cuando lo deseemos.

Lo dejamos aquí, mediante estas cuatro pinceladas sobre el bien hablar que se pueden ampliar con la lectura del libro: “El español que hablamos: malos usos y buenas soluciones”, del profesor Luis Cortés Rodríguez. Universidad de Almería. 2013.

LIBRO LUIS EL ESPAÑOL

Autora: Inmaculada Asensio Fernández.

Manos que no dais, ¿qué esperáis?

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Imagen tomada de: http://goo.gl/xVk35M

Dar y recibir es un ejercicio necesario para intercambiar los afectos entre las personas, además de que nos hace más felices y dignos ante los ojos de la madre naturaleza, en el sentido de que colabora con la supervivencia y desarrollo de la especie.

Los seres humanos somos sociales, aunque haya ocasiones en las que la autosuficiencia se alce como portavoz y protagonista de nuestras vidas -aunque sea por un lapso de tiempo- contribuyendo en la creación de una imagen personal interna de poder y fuerza, pero que se asemeja a un gigante con los pies de barro.

Todo el mundo necesita alguien a quién amar y alguien que lo ame, llámese familia, amigos, amores o amantes –como se les quiera llamar, pero la corriente del amor circula y se siente sólo cuando va y vuelve, es decir, lo depositamos en otro y lo recibimos de otro. Sin embargo, hay ocasiones en las que el dolor provocado por nuestras heridas (cada uno ha librado sus propias batallas) nos impide sentir el calor de ese amor que los demás pueden brindarnos y -lo que es más común- nos dificulta expresar nuestro amor a los demás, y mostrar un comportamiento y habilidades adecuados a las situaciones y a la confianza dada en el marco de una relación. Esta situación, sostenida en el tiempo, puede generar distanciamientos e incluso fracturas que nos hacen sentirnos aislados y no amados.

El rencor y el orgullo son peligrosos. Cuando nos sentimos profundamente ofendidos y somos incapaces de acercarnos a quién queremos, o incluso somos incapaces de perdonar a quién nos ha dañado, de algún modo nos estamos colocando en una posición de superioridad frente al otro que es muy difícil de abandonar. Si me enfado contigo y no te perdono la ofensa, es porque yo tengo la razón; y si tengo la razón es porque –aunque sea solo en ese asunto que nos ha enemistado- yo soy mejor que tú. Y desde la óptica del “yo soy mejor que tú, o lo hago mejor que tú” me siento en un lugar de poder frente a ti que no voy a soltar de manera sencilla, pues aunque me duela, aunque me queje, aunque me sienta la víctima… me ayuda a saberme fuerte, y eso es justamente lo que muchas personas necesitan: la legitimidad de sentirse mejores, aunque sólo sea a través de las ofensas que sufrieron de manos de otros.

Todo esto que te une o te separa de los demás está guardado en un cofre. Un cofre pequeño y simbólico que albergas dentro de ti y que va a condicionar en gran medida tu forma de relacionarte, y tu capacidad de atesorar amargura.

¿Estás enfadado con alguien? El tamaño de tu enfado puede ser proporcional al tamaño de la ofensa recibida, pero también al tamaño de tu orgullo; y ese orgullo es proporcional al tamaño de tu sensación de poder frente al otro. Y tu sensación de poder frente al otro, es proporcional al tamaño de tu amargura.

Manos que no dais, ¿qué esperáis?

Esperas que sea el otro el que te pida perdón. Esperas que sea el otro el que se acerque a ti. Esperas que sea el otro el que cambie y se ajuste a lo que tú quieres o necesitas… pero, ¿qué vas a hacer tú?

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

Papá, ¿de ti qué me llevo?

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Ilustración de Sonja Wimmer en «El baúl que no tenia mi abuela», tomada de http://goo.gl/YQqx2a 

 

Papá y mamá viven en el corazón del hijo para siempre.

Inmaculada Asensio.

La figura del padre y de la madre ha sido ampliamente estudiada y debatida dentro del ámbito del trabajo social y de la terapia familiar. Está claro que estas dos figuras representan un todo para la vida de los hijos, fundamentalmente hasta determinada edad y con independencia de la calidad de la relación entre ellos.

Ambos progenitores tienen un importante papel en el desarrollo del carácter y el temperamento de sus hijos, así como de su autonomía. Mi hipótesis de partida es que marcan gran parte de las decisiones que las personas toman en la vida adulta, dentro de un amplio espectro de posibilidades.

En esta entrada de blog me voy a centrar en lo que el padre aporta a los hijos, desde lo que he podido constatar en mis 14 años de carrera profesional (en los que he realizado muchas entrevistas a personas y familias); alimentada por mis estudios dentro de la visión sistémica -según Bert Hellinger, y la propia experiencia que me ha brindado la vida como persona, mujer e hija.

El padre ilumina gran parte del sendero de vida por el que caminará el hijo

El padre representa una figura que aporta a los hijos determinados roles y formas de comportarse hacia la comunidad. De nuestro arraigo a él, nos nutrimos para realizar ciertas elecciones personales respecto a compañías, preferencia de estudios o profesión, determinación del patrón de pareja por el que nos vamos a sentir atraídos, e incluso el nivel o tipo de vida que vamos a llevar.

El padre marca el cómo yo me veo hacia afuera, mi grupo, y todo ese mundo de “posibles” que me espera fuera del conocido hogar familiar. Señala el camino durante los primeros años de vida, bien con un papel activo -de cuidado, protección y amor-  bien desde una posición de ausencia, rechazo o abandono.

Muchas personas caminan por la vida divididas, por no haber obtenido el afecto, la valoración y la seguridad de los brazos de su padre.

Claro está nadie es perfecto, sin embargo cabe destacar que mil veces más vale un padre errado, con corazón y honestidad; que un padre distante, frío o ausente, por muchas normas que trate de inculcar a sus hijos para ser buenos, educados y estudiosos.

El aprendizaje se forja a través de unos brazos que arropan, no a través de palabras y promesas de un futuro mejor que nunca llega… no a través del frío cristal de la distancia que separa nuestros mundos.

Del padre se interiorizan las reglas del juego a la hora de relacionarnos. El estilo de comunicación, la claridad de los límites hacia los demás, lo abiertos o  cerrados que estaremos en la vida para explorar determinadas situaciones. De él se extrae el mapa que va a marcar el camino del encuentro con el mundo, y por ende los límites de uno mismo hacia los demás.

De una manera metafórica se puede decir que el padre presenta al hijo o hija al mundo, y le dice: “este es un lugar seguro, confía en las personas que te rodean y en las oportunidades que vayan surgiendo, yo estoy aquí” (…); o todo lo contrario: “este es un lugar hostil e inseguro, ten cuidado, nadie te puede sostener, ni quiera yo”.

El hijo, por amor, fidelidad, necesidad de aprobación y obediencia, responde: “papá, de ti tomo el mundo, y me formo una imagen de él gracias a lo que tú me estás mostrando… las ilusiones, los valores, los miedos, limitaciones y experiencias de superación que pones en mis manos”.

Igualmente el padre mira a su hijo o hija y le dice: “te paso lo que yo he aprendido, los restos de mi evolución, es todo lo que tengo, aprovéchalo”.

Todo esto se teje de manera silenciosa (…) Y el hijo sale al mundo con el paquete, de manera que  vive, sobrevive, malvive… o disfruta con plenitud de la vida, con sus luces y con sus sombras.

Personalmente considero que nuestra relación con el entorno, con los desafíos que plantea la vida (incluida la supervivencia) se forjan con más fuerza a través del padre, presente o ausente en la vida de los hijos.

Aún así no quiero decir con esto que todo lo enunciado lo aporte en exclusiva el padre, pues lógicamente hay otras variables a tener en cuenta y que giran alrededor de la estructura familiar que se haya creado, por no mencionar el papel que ocupa al 50% la madre, y que no está siendo abordado en esta entrada de blog.

El oficio de ser padres no es fácil, ya que cada persona carga su propia mochila –constatada por una biografía con recuerdos gratos e ingratos, y por este motivo no es adecuado juzgar a nadie.

Un aspecto importante es tener claro que con papá y mamá viviremos siempre en nuestro corazón, con su recuerdo o con lo que ellos representan en nuestro mundo: nuestra casa. Por este motivo has de poner especial atención en los huéspedes que metes en casa… a saber:

  • Si sientes rabia o resentimiento hacia tu padre, la rabia y el resentimiento serán tus huéspedes.
  • Si sientes amor hacia tu padre, a través de los buenos recuerdos de lo que fue un padre entregado, dulce y protector… la entrega, la dulzura y la protección se alojarán en ti.
  • Si sientes compasión hacia tu padre, desde la comprensión de lo que no pudo ofrecerte, o de lo que no puede ofrecerte hoy (por su vejez, por su muerte, o por la circunstancia que sea) desde el respeto y la aceptación de sus propias limitaciones… la compasión será tu huésped.

Una vez eres adulto, no es tan importante si tu padre te dio todo ese alimento que suponemos sería bueno para ti, o no te lo dio. Ya eres grande y a la vida no le importa lo que traes de serie. La vida sólo quiere perpetuarse a través de ti.

Lo que no te ha sido transmitido de manera natural a través de los lazos familiares, habrás de construirlo tú mismo, con creatividad, arrojo y –por qué no decirlo- cierta ayuda.

Merece la pena caminar hacia nuestra vejez con el objetivo de transformar la simiente que nos fue dada, sea entregada a nuestros hijos biológicos o no biológicos: a los hijos de la madre tierra.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

Cuando superas tus límites con una persona, lo que queda es el rechazo

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Imagen tomada de http://goo.gl/8EaaUZ

Es bien importante en la vida conocer donde tenemos los límites, sobre todo en lo que respecta a nuestra intimidad, nuestras relaciones con los demás y nuestras decisiones. Y cuando hablo de límites me refiero a aquello ante lo que no queremos ceder o por lo que no queremos pasar, esto es: esos valores propios con los que no queremos negociar.

Toda vez que cedes ante lo que no quieres, te sometes o incluso finges o aguantas una situación inadecuada durante un periodo de tiempo… te llenas de rabia y acabas experimentando una sensación de resentimiento que no mereces sufrir, y que te impide sentir la paz y el equilibrio normal de cada día. Y esto sucede porque de algún modo entras en deuda contigo.

Ames, quieras o desees lo mejor a las personas que te rodean (familiares, amigos, compañeros del trabajo, amores, amantes, vecinos…), si superas tus límites con cualquiera de estas personas, lo único que te quedará será el rechazo. Y probablemente durante un tiempo sea la única opción posible, hasta que puedas recuperarte nuevamente a ti mismo y continuar con tu vida.

La persona más importante de tu vida eres tú.

Pasado un tiempo y ya con la lección aprendida, es decir, siendo otra persona  -no completamente nueva, pero sí completamente otra- podrás volver a mirar a esa  persona de una manera tranquila, sin emociones negativas y sin reproches, pero esto va a depender del tiempo transcurrido desde el hecho que te ha llevado a alejarte, y de la afrenta recibida.

Lo mejor siempre: conocer tus límites en diferentes situaciones y poner atención en no rebasarlos. Quien te quiera o guste de tu compañia, que se acerque desde el conocimiento del ser que eres, y desde el respeto que implica no tratar cambiarte.

Si no quiero que seas como eres, o quiero que seas como yo deseo,  lo mejor es que te deje continuar con tu vida y que me agarre con fuerza a la mía, que es la que ha de importarme sobre todas las cosas.

No obstante lo dicho, considero que el rechazo es una estación, pero nunca el destino. Lo mejor es guardar en nuestro corazón el mejor recuerdo posible de cada una de las personas con las que nos hemos cruzado en la vida. Cada persona hace lo que puede con las circunstancias que le han tocado en suerte.

La vida es hermosa para vivirla con respeto, libertad y goce… y no sólo los fines de semana, sino los máximos días del año.

Inmaculada Asensio Fernández.

 

 

Los pensamientos generan salud o enfermedad

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Ilustración de Rebecca Dautremer

Los seres humanos tenemos millones de pensamientos cada día, y gran parte de ellos responden a patrones aprendidos en familia desde la infancia, así como a través de las normas culturales del entorno social y momento histórico en el que hemos crecido.
Se puede decir que hay muy pocos pensamientos novedosos en el día a día de cualquier persona de a pié; más bien se trata de una sucesión de imágenes, escenas, diálogos, recuerdos… almacenados y mezclados una y otra vez.
Podemos afirmar que estamos de algún modo atrapados en la trama de la famosa película El día de la Marmota, comedia norteamericana en la que el protagonista está condenado a repetir cada día las mismas situaciones, escenas, encuentros… atrapado en el tiempo.
Y así vivimos sin darnos cuenta: atrapados en el tiempo… en lo que escuchábamos y veíamos en casa, en las experiencias del colegio, en lo que nos marcó aquel verano, en las primeras decepciones amorosas, o de amistad… y así un largo etcétera de memorias que han quedado ancladas en nuestra manera de articular los pensamientos, marcando una senda por la que atravesamos cada día. En algunas personas esa senda está llena de grandes espinas, desconfianzas y desazones que desfiguran el enorme potencial de experiencias presentes, con todo lo que la vida está dispuesta a ofrecer, si abrimos las manos.
Tener esto presente es importante, pues supone aceptar la enorme responsabilidad que tenemos sobre nuestros pensamientos, pues de un modo u otro son los que marcan nuestra vida.

¿Quién serías tú sin tu historia?– Pregunta la célebre autora Byron Katie.

Imagina que no tuvieras recuerdos, que no tuvieras identidad, que no tuvieras conciencia de la familia a la que perteneces, de las personas con las que te has venido relacionando… Imagina que sólo estuvieses conectado al momento presente, a las sensaciones corporales que te indican que estás vivo… ¿Qué sería de tu día a día? ¿Cuáles serían tus pensamientos predominantes? ¿Cómo te orientarías en la vida?
Considerar todas esas interrogantes es importante, así como tener en cuenta que nuestros pensamientos están generando un medio en el que nuestras células se desarrollan; de nuestros pensamientos depende que ese medio sea más o menos tóxico, con la consiguiente repercusión para el desarrollo de la célula (a la luz de los resultados de las investigaciones del biólogo *Bruce Lipton). La célula es el ser viviente y la persona es una comunidad de todas ellas (unos 50 trillones de células).
El biólogo celular estadounidense Bruce Lipton realizó diferentes experimentos con células para demostrar el impacto que tiene el entorno en su desarrollo, y él mismo lo detalla así:

– Puse una célula madre en un plato petri y, como cada diez horas se divide en dos, al cabo de dos semanas, tenía miles de células, todas idénticas.

– Luego cogí algunas de ellas, las coloqué en otro plato y cambié el entorno celular (son más como peces porque viven en un entorno fluido). Cambié la química en ese plato y ahí formaron músculo.

– Después, cogí otras del primer plato y las puse en un entorno diferente, y se formó hueso, y otras se convirtieron en grasa al volver a cambiar el entorno.

Entonces, la pregunta es muy sencilla, ¿Qué controla el destino de las células? Todas eran idénticas, lo único que era diferente era el entorno.

(…) Si pongo al ser humano en un entorno nocivo, igual que la célula, también enferma. Si lo trasladas a un entorno sano, entonces también puede sanar.
La mente es energía -sostiene Lipton. Y cuando piensas, transmites energía, y los pensamientos son más poderosos que la química.
Bruce Lipton (http://goo.gl/xiox9H).
Merece la pena plantearse qué tipo de pensamientos gobiernan nuestra vida, dado que generan un entorno en nuestro interior que puede afectar a la evolución y salud de nuestras células, por no hablar del bienestar o malestar emocional al que pueden someternos.

¿Quién serías tú sin tu historia?

Inmaculada Asensio Fernández

Conversar conversamos, pero… ¿cómo lo hacemos?

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Imagen tomada de: http://bernijarpa.blogspot.com.es/2011/03/prosimanente.html

 

Señala Amparo Tusón Valls (Universitat Autònoma de Barcelona) que “la conversación es una de las actividades más típicamente humana”, y es que conversar es algo que las personas hacemos casi todo el tiempo, constituyendo el vehículo de unión de las relaciones, ya sean de amistad, afectivas, profesionales o de cualquier otro tipo. De hecho, es frecuente en nuestra cultura charlar –incluso animosamente- con personas desconocidas… en la parada del bus, en el taxi, a la salida del cine, en la cola del súper o donde venga bien, y es que es un bien valioso al que recurrimos a la mínima oportunidad.

Conversar conversamos, pero ¿Cómo lo hacemos?

El arte de conversar no se basa en tener todas las respuestas a la mano, y mucho menos todas las preguntas. Conversar es hablar con otra persona alternando los turnos de palabra, de manera que cada parte tenga su momento y su lugar para expresar lo que piensa o siente. Entendemos, por tanto, que hay un intercambio entre ambas partes, y esto es un aspecto fundamental que marca la diferencia entre soportar una chapa -permitidme la expresión coloquial- y compartir honestamente y de manera enriquecedora con el otro.

Vamos a explorar tres posibles escenarios en los que pueden surgir problemas durante el transcurso de un diálogo, y de qué manera podemos afrontarlos:

Escenario 1: No te gusta lo que estoy diciendo

En lugar de reprenderme, escúchame. Dame tus argumentos, pero no trates de ridiculizarme o de restar importancia a mis palabras, no le quites valor a lo que estoy diciendo alzando tu voz sobre la mía, por mucho que no estés de acuerdo.

¿No te das cuenta que eso no es intercambiar?

Hay ocasiones en las que puedes estar convencida de que la persona que tienes delante está equivocada, no tiene razón o incluso no es capaz de entender claramente tu punto de vista. Seguro que sientes que no tiene ni idea y que tienes que mostrarle las cuatro verdades del barquero ¡Tú sí que sabes!

Pues si esto es así, ten cuidado no vaya a ser que te conviertas en pequeño ogro, y tú sin enterarte, pensando que estás haciendo brillante justicia a este tema o al otro, y desde fuera convertida en un monstruíto nacido para convencer a todos de tu sensatez y superioridad.

*Ogro

  1. 1. Ser fantástico y gigantesco parecido al hombre que se alimenta de carne humana.
  2. 2. Persona insociable, cruel o de mal carácter.

                Ej. «no se puede razonar con él porque es un ogro»

Si todos pensamos, decimos y hacemos lo mismo, no se pueden enriquecer las conversaciones. La diversidad de pensamiento y palabra es positiva, siempre que no atente contra los derechos más fundamentales de las personas, entre los cuales se incluye el respeto, y su consecuencia más directa: las buenas formas.

Escenario 2: Te mueres de ganas por exponer tu punto de vista

Cuando hago una ligera pausa para respirar, no es para que aproveches el hueco para colocar tu frase y que tomes un eterno turno de palabra. De nuevo lo necesario es escuchar, aún no estando de acuerdo con el interlocutor. Más tarde habrá tiempo para intercambiar las ideas oportunas sobre el tema en cuestión.

El manejo de los turnos de palabra no es una cuestión baladí, de hecho hay literatura abundante sobre ello. Con carácter general, cuando se da una conversación espontánea, la alternancia de los turnos de palabra no se puede planificar, pero si podemos estar pendientes (más o menos) del tiempo que llevamos hablando para no dilatarnos en exceso y al cabo de unos minutos de disertación, guardar silencio para que pueda intervenir la otra persona, sobre todo si con su gesto nos están mostrando su necesidad de expresar algo.

Esta habilidad hay que aprenderla y el primer paso para ello es ponerle toda nuestra conciencia.

Escenario 3: Lo que yo digo es una verdad absoluta y punto

No trates de adoctrinarme con verdades absolutas, más bien respeta mi libertad de pensamiento y mis ideales, más concédeme el permiso de tener una opinión contraria a la tuya.

Los hechos son hechos, y cada persona los observa desde su objetividad. En casi todo encontramos argumentos a favor y argumentos en contra… yo puedo conformar mi propia opinión, aunque no se parezca nada a la tuya.

Puedes expresar, obviamente, que no coincides conmigo, y esto está genial y es más que recomendable. Pero no trates de convencerme de tu postura.

Conclusiones:

Fórmulas hay muchas para mejorar la calidad de nuestras conversaciones, pero tras lo visto en esta entrada de blog podemos concluir que una de las premisas más efectivas para hacerlo correctamente es practicar la escucha activa, es decir, guardar silencio mientras la otra persona está hablando, pero siguiendo cerca su relato, sin perder detalle y haciéndole saber que le sigues; por ejemplo mediante tus cambios de expresión facial según lo que te están contando, mostrando asombro, risa o tristeza, según lo relatado, y asintiendo con cabeza en determinados momentos para hacerte ver que estoy contigo.

El respeto es la base de todas las relaciones, aunque no siempre se contempla este matiz. Considero que –más que una cuestión de mala fe– se trata de un comportamiento automático (incluso viciado), por tanto inconsciente, que se adquiere con el uso y abuso, pero que merece la pena observar de cerca para corregirlo.

Inmaculada Asensio Fernández

Personas famosas que han declarado haber sufrido bullying en la etapa escolar

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Uno de los fenómenos más complejos que se reproducen en el entorno escolar, y que repercute en el bienestar individual y la convivencia social, es el bullying: “situación de acoso físico o psicológico al que someten, de forma continuada, a un alumno o alumna, basado en un abuso de poder”.  Esta situación puede provocar graves situaciones de exclusión social, así como otras consecuencias más graves.

Este problema social es cada vez más visible, sobre todo gracias a personas famosas como Madonna, Lady Gaga, Tom Cruise… que han decidido hacer pública su experiencia para dar voz a las personas y familias que hoy día están viviendo esta realidad y no saben cómo abordarla.

Veamos algunos ejemplos de personas que han compartido su testimonio:

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La cantante Lady Gaga confesó al diario estadounidense Huffington Post que la apariencia física que tenía en su niñez fue razón suficiente para que sus compañeros de escuela se burlaran de ella.

“Mi nariz grande, mi cabello castaño muy rizado y mi sobrepeso marcaron todo. Nunca me pegaron ni mucho menos, pero las ofensas que me hacían me dolían más. Son apodos que nunca olvidaré, pero que prefiero reservarme”.

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La actriz Eva Longoria pasó por momentos difíciles en la escuela:

“Mis compañeros siempre me decían que era una niña muy fea. Lo peor del caso es que cuando contaba eso en mi casa, mis padres me decían lo mismo. Ellos me decían que yo era fea y la más morena de la familia. Esos comentarios me marcaron”.

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El rapero Eminem tampoco fue ajeno a esta realidad, de hecho declaró lo siguiente al diario Huffington Post:

“Los golpes que a mí me daban no se olvidan, yo creo que aún los siento. Siempre la agarraron contra mí y la verdad no sé por qué. Nadie me ayudó, no encontré apoyo. Los compañeros a mí me pegaron en los baños, en los corredores, me tiraban sobre los casilleros”.

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La actriz Jennifer Lawrence, ganadora de un Oscar, confesó al diario The Sun:

“Cambié muchas veces de escuela porque algunas compañeras eran muy malas conmigo. Cuando ya estaba en la secundaria, las cosas cambiaron un poco. Ya yo estaba posicionada en el medio artístico y, por eso, a uno como que lo respetan. Pero, a pesar de eso, un día una chica repartió invitaciones delante mío para ir a su cumpleaños y a mí no me invitó. Eso también es bullying”.

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El actor Tom Cruise también fue objeto de burlas en su juventud:

“Tuve que asistir a 15 escuelas diferentes durante toda mi infancia, porque mi familia se mudaba mucho. Durante toda mi etapa escolar recibí el desprecio y la burla por parte de todos mis compañeros. Ellos se burlaban de mí porque tenía dislexia (problema del aprendizaje que causa dificultades en la lectura, la escritura y la ortografía) y también por mi baja estatura”.

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La actriz y protagonista de la película Titanic dirigida por James Cameron, Kate Winslet, tampoco fue ajena a esta realidad por tener algún kilo de más:

“En mi juventud, fui una víctima porque mis compañeros me decían que era una bola de grasa. Eso me lo decían sin el mayor cuidado, ni con una gota de consideración. A ellos, sólo les gustaba verme llorar y llorar. Fue muy frustrante, son cosas que no se olvidan fácilmente por más que pase el tiempo”.

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Madonna, más conocida como La Reina del Pop también sintió el rechazo de sus compañeros:

“Siempre tuve una sensación de melancolía. Cuando yo era niña pasaba mucho tiempo sola y sentía que no encajaba en ninguno de los grupos de la escuela o colegio. No era intelectual, ni popular, ni atleta. En ese momento, yo simplemente era un bicho raro. Nadie me sonreía, pasaba al lado de la gente y me ignoraban. Era como si yo no existiera”.

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El cantante Justin Bieber también está en la lista de jóvenes que han sufrido acoso escolar:

“De pequeño me lastimaban mucho, muchísimo. Pero, bueno, creo que la mayoría de la gente ha pasado por esto en algún momento de su vida, pero estoy convencido de que con el tiempo la situación cambiará para bien. Lo que se debe hacer es no darle mucha importancia y listo”.

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La cantante Miley Cyrus tampoco lo pasó bien:

«Las chicas iban más allá de la intimidación. Eran grandes y duras, me hicieron daño físico».

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En España, uno de los casos más conocidos es el del presentador Jesús Vázquez:

 «De pequeño tenía mal tipo y los niños se metían conmigo. Sufrí acoso, pero lo superé y la madurez me ha dado más de lo que me quitó en la adolescencia».

Ricky Martin, Demi Lovato, Jessie J, Taylor Swift, Taylor Lautner, Megan Fox, Robert Pattinson o Kristen Stewart… son más ejemplos de personas famosas que han atravesado esta mala experiencia y lo han contado.

A través de cada uno de sus relatos observamos cómo podemos sobreponernos a situaciones desagradables e incluso dolorosas de la infancia y adolescencia, cambiando las propias experiencias de vida al llegar a la vida adulta.

Además ayuda a cambiar la conciencia colectiva sobre este problema social, puesto que no responde a circunstancias individuales, sino a la concepción de los conceptos RESPETO y EMPATÍA, configurándose como una cuestión de grupo que se ha de abordar desde todas las partes implicadas: profesorado, persona acosada, persona acosadora, resto del alumnado y padres o tutores.

Todas las informaciones sobre las personas famosas que aparecen en esta entrada de blog  han sido tomadas de las siguientes páginas:

http://www.nacion.com/ocio/fantasma-embullyingem-persigue-famosos_0_1341065965.html
http://www.20minutos.es/noticia/2420474/0/famosos/acoso-escolar/bullying/
http://los40.com/los40/2014/11/20/fotorrelato/1416480075_932246.html#1416480075_932246_1416480166

Inmaculada Asensio Fernández