Los limites al secreto profesional: a propósito del caso de Charles Whitman

El secreto profesional es la obligación deontológica que tienen determinadas profesiones (y sus profesionales) de no revelar información confidencial que se ha obtenido en el ejercicio de la profesión. Estas profesiones bien pueden ser el trabajo social, la psicología, la educación social y la medicina, entre otras.

Guardar secretos no siempre es tarea fácil, de hecho, a lo largo de la historia encontramos anécdotas en las que se han producido situaciones de perjuicio muy graves por no revelar información confidencial obtenida en el marco de una relación profesional.

En el año 1966, el Dr. Maurice Dean, psiquiatra del Centro de Salud de la Universidad de Texas, se tuvo que enfrentar a una situación bastante difícil a nivel profesional, relacionada con una masacre llevada a cabo en la misma Universidad en la que trabajaba. Tenía un paciente cuyas ideas delirantes giraban en torno a cometer asesinatos, incluso había verbalizado que quería realizar un tiroteo masivo en su Universidad, y matar a varios y varias estudiantes.

Este profesional hizo todo lo posible, dentro del contexto terapéutico, por reconducir las ideas de Whitman, pero fue en vano. Días más tarde de la última sesión, llegó a la Universidad con dos rifles escondidos en una bolsa deportiva grande, y subió al edificio más alto del campus, y desde ese lugar con visión privilegiada y central, fue disparando a todos los universitarios que pudo, y cometió una auténtica masacre.

El caso fue bastante mediático, porque además de cometer este asesinato múltiple y aleatorio en su campus, esa misma mañana también asesinó a su esposa y a su madre. Lógicamente esta persona estaba bastante perturbada.

Cuando la policía abrió investigación sobre el caso, el psiquiatra confesó que él sabía que Whitman iba a cometer estos asesinatos, que se lo había expresado varias veces y que tenía ideas persistentes relacionadas con el asesinato en el campus universitario, de hecho, los hechos ocurrieron tal cual Whitman le dijo que ocurrirían. Expresó a los medios de comunicación en una comparecencia pública, que de algún modo se cumplieron todos los temores que él -como profesional- tenía: que llevara a cabo esas ideas macabras. Lo hizo. Su argumento para no denunciar esta situación de riesgo de daño a un tercero fue que él no podía romper el secreto profesional, ya que sus deberes como profesional de la psiquiatría se lo impedían. Estaba en lo cierto, en aquel momento, en EE.UU, ni los psiquiatras ni los psicólogos estaban obligados a denunciar riesgo alto y declarado de posible daño a terceros, pero posteriormente esta reglamentación deontológica se modificó.

En España, el Código Deontológico de la profesión de Trabajo Social (2012) recoge una serie de limites respecto a la confidencialidad y el secreto profesional:

CAPÍTULO IV. – LA CONFIDENCIALIDAD Y SECRETO PROFESIONAL

Artículo 48.- La confidencialidad constituye una obligación en la actuación del/la trabajador/a social y un derecho de la persona usuaria, y abarca a todas las informaciones que el/la profesional reciba en su intervención social por cualquier medio.

Artículo 49.- Están sujetos/as al secreto profesional:

Los/las profesionales del trabajo social cualquiera que sea su titulación, ámbito de actuación y modalidad de su ejercicio profesional.

Artículo 54.- Supuestos de exención de la confidencialidad y del secreto profesional

Los/las profesionales que trabajan en equipo con el/la profesional del trabajo social y que, por su intervención y con independencia de su profesión, tengan conocimiento de cualquier información confidencial.

El alumnado de trabajo social en prácticas y el voluntariado que ocasionalmente intervengan junto al/la trabajador/a social.

El/la profesional del trabajo social solicitará discreción a los/las colaboradores/as, personal administrativo, estudiantes, voluntarios/as o de cualquier otro tipo, que por razón de su profesión manejen información confidencial, haciéndoles saber la obligación de guardar silencio sobre la misma, sin perjuicio de firmar cláusulas de obligación de secreto conforme a la normativa de protección de datos.

Artículo 50.- El secreto profesional de los/las trabajadores/as sociales se extiende a toda información confidencial cualquiera que sea la manera en la que se haya recabado Se entiende por información confidencial aquella que es de carácter personal y que la persona usuaria no quiere que se revele. En caso de duda sobre la naturaleza de la información, el/la profesional podrá solicitar la confirmación de tal extremo a la persona usuaria, preferentemente por escrito, o pedir asesoramiento a la Comisión Deontológica del órgano competente o de la estructura colegial.

Artículo 51.- El/la profesional del trabajo social informará a la persona usuaria durante las intervenciones sociales significativas de su derecho a la confidencialidad de la información obtenida y de los límites del secreto profesional.

Artículo 52.- El deber de secreto profesional no tiene límite temporal alguno, permaneciendo después de haber cesado la prestación de los servicios profesionales o habiéndose producido el fallecimiento de la persona usuaria.

Artículo 53.- El/la trabajador/a social cumplirá los siguientes deberes en relación con la información confidencial:

  • De calidad: El/la profesional recabará la información estrictamente necesaria para el desempeño de su intervención social de la forma más exacta posible, siendo respetuoso/a en su obtención y actualización y haciendo un uso responsable de la misma.
  • De consentimiento: Cuando la información se obtenga de la persona usuaria, se entenderá concedida su autorización por el mero hecho de su solicitud dentro de la intervención profesional. La persona usuaria deberá tener la garantía de la confidencialidad de la información que haya de facilitar para la intervención profesional. Deberá explicarse a la persona usuaria cómo trabaja la organización, indicándole que tiene en todo momento el derecho de aceptar, rechazar o retirar el consentimiento, si en algún momento lo estima oportuno, de acuerdo con la normativa vigente.
  • De Cesión de información y advertencia de confidencialidad: El/la profesional del trabajo social, siempre que remita o traslade información indicará por escrito, si fuera necesario, al receptor/a, que ésta es confidencial y que solo puede utilizarse para el fin solicitado, pudiendo existir responsabilidad en caso contrario. En toda circunstancia se atendrá al principio de prudencia en el manejo y cesión de la información. Evitará por ello comentarios y coloquios acerca de información sobre los/las usuarios/as en espacios públicos, abiertos o faltos de intimidad.
  • De limitación: El/la profesional del trabajo social debe limitar las informaciones que aporta a sus colegas y a otros/as profesionales tan sólo a los elementos que considere estrictamente indispensables para la consecución del objetivo común, respetando el secreto profesional.
  • De cumplimiento de la legislación de protección de datos, administrativa o de la entidad en la que trabaje: El/la profesional del trabajo social cumplirá la normativa en materia de protección de datos, administrativa o de la entidad en la que trabaje, especialmente en relación a los datos sensibles y custodia de expedientes, como garantía del principio de confidencialidad y secreto profesional.
  • De Finalidad: La información obtenida se dedicará al fin para el que se recabó salvo consentimiento expreso de la persona usuaria, autorización legal o petición judicial.
  • De custodia y acceso responsable: El/ la trabajador social, sin perjuicio de las responsabilidades del resto de profesionales con los que trabaja o para quienes trabaja, deberá custodiar los documentos e informaciones de la persona usuaria, así como restringir el acceso permitiendo su uso sólo al personal autorizado con los que desempeña su función como forma de garantizar la confidencialidad.

El/la profesional del trabajo social tendrá como prioridad la vida, seguridad e integridad física, psicológica y social de la persona usuaria, dando la información confidencial indispensable en el círculo más restringido posible de la intervención profesional.

Para que el/la profesional pueda romper el secreto profesional debe darse una situación excepcional de suma gravedad que suponga un riesgo previsible e inminente para la persona usuaria, para el/la trabajador/a social o para terceros.

No obstante, el/la profesional no vulnera el secreto profesional en los siguientes supuestos:

  • Cuando fuera relevado/a del secreto profesional, por escrito, por la persona usuaria, su representante legal o sus herederos.
  • Cuando reciba orden de informar sobre cuestiones confidenciales por mandato legal o por un órgano judicial. Si a pesar de ello tuviese dudas sobre los límites de la información confidencial solicitada podrá pedir asesoramiento a la Comisión Deontológica de la estructura colegial correspondiente y plantearlo tanto de forma previa como en el juicio o expediente, para ser eximido de dicha obligación por la autoridad judicial o administrativa.
  • Cuando sea denunciado por un usuario por la comisión de un delito o falta o la infracción del código deontológico siempre que no existan otras formas eficaces de defenderse. Si comparece como testigo podrá pedir el relevo conforme al punto b).
  • Cuando la persona usuaria o terceras personas puedan resultar afectadas de una forma injusta y grave.
  • Cuando se realice la intervención social en equipo respecto de la información necesaria para ello, independientemente de si son trabajadores/as sociales o no. Si no lo son se advertirá de la obligación de secreto profesional o de guardar silencio.

Artículo 55.- En caso de duda en la aplicación de los principios y supuestos antes indicados para la ruptura del secreto profesional se atenderá jerárquicamente a los siguientes principios:

  • Prioridad de protección de los derechos fundamentales de la persona usuaria o terceros especialmente protegidos por la Ley.
  • Principio de seguridad.
  • Principio de libertad de decisión.

Autora: Inmaculada Asensio Fernández

Abrazar los cambios, aunque al principio no sean fáciles

Imagen tomada de: https://www.pikist.com/free-photo-savqs/es

Dentro del listado de situaciones estresantes de la vida, encontramos -por ejemplo- hacer una mudanza, afrontar una enfermedad o la muerte de un ser querido, un divorcio… y cambiar de empleo. Me apetece romper mi silencio de estos meses con una entrada de blog bastante personal, en la que quiero compartir que hace seis meses he cambiado de trabajo, pasando de trabajar en el ámbito de la atención a la dependencia, a trabajar en el ámbito de las drogodependencias y adicciones.

Las personas que me conocen saben que llevo 18 años trabajando como Trabajadora Social, pero los últimos 13 años de mi carrera he estado ubicada en la Agencia de Servicios Sociales y Dependencia de Andalucía (Equipo de Salud Mental). Ciertamente, nada hacía pensar que en medio de una pandemia tendría una oferta interesante para cambiar de empleo, concretamente para ejercer en el Servicio Provincial de Drogodependencias y Adicciones de Almería, en el Poniente. Yo no lo esperaba, desde luego, pero en mi cuarto día de vacaciones del año pasado, me llamaron de Personal de Diputación, y, sin preverlo de ninguna manera, me ofrecieron este nuevo trabajo y me escuché diciendo un sonoro: SI, acepto.

En ese momento no imaginaba que no iba a ser tan fácil adaptarme al nuevo escenario, pues tras varios años haciendo prácticamente lo mismo en mi puesto de trabajo, salir de la zona de confort es un reto, sobre todo si te enfrentas a un ámbito completamente desconocido, como en mi caso es el mundo de las drogodependencias y adicciones. Sentí inseguridad en los primeros momentos, pues estaba bastante acostumbrada a “controlar”, e incluso a ser un referente en mi trabajo anterior, y esto de situarte en un rol de “no saber” no siempre es fácil; de hecho, a los pocos días de trabajar en el nuevo Servicio, ya quería “dominar” la materia (risas)… pero la realidad siempre te pone en el sitio que tienes que estar, para que avances paso a paso y sin atajos.

Abrazar los cambios es una forma dulce de nombrar la necesidad de adaptación a las nuevas circunstancias que nos brinda la vida, ya que es la forma más inteligente de afrontar una situación envuelta en la incertidumbre.

Además de lo anterior, no podemos perder de vista la importancia que el equipo de trabajo tiene en la facilidad o dureza del proceso de adaptación de las nuevas personas que pasan a formar parte del mismo. La calidad del equipo de trabajo en el que te desarrollas juega un papel central en tu bienestar como profesional en un centro de trabajo, y hay equipos profesionales que son más integradores que otros, así como hay equipos que relegan un papel completamente diferente a cada figura profesional. En el caso de trabajo social, muchas veces goza de una especie de sub-alternidad a la cual muchas profesionales no estamos acostumbradas, y creo que esto se da mucho más en los espacios socio-sanitanios. Pero este asunto merece reflexión aparte, pues forma parte de la propia cultura organizacional… y esta es más difícil de cambiar (…). Hay veces, de hecho, que te quedan dos opciones: o adaptarte a como dé lugar, o marcharte por donde has venido. Pase una cosa o la otra, de todo se aprende, y no es incierta esta afirmación.

Por otra parte, el componente humano y relacional es determinante a la hora de abrirte a la posibilidad de sentir bienestar en un espacio de trabajo. En mi caso, he echado mucho de menos a todos mis compañeros y a todas mis compañeras de la Agencia de Servicios Sociales y Dependencia de Andalucía (ASSDA), ya que entramos un buen número de personas en 2008, todas más o menos de la misma edad. Hemos ido creciendo juntas, nos hemos acompañado en cumpleaños, bodas, comidas de navidad, funerales, etc., y de algún modo llevo en mi corazoncito a muchas de estas personas.

Cuando comencé a trabajar en ASSDA, la conocida como Ley de Dependencia estaba recién aprobada, y estaba TODO por hacer. Había que poner en marcha el Sistema de Promoción de la Autonomía y Atención a la Dependencia, y todas las personas trabajábamos desde la horizontalidad. Proponíamos, hacíamos lluvias de ideas, proyectábamos, nos formábamos unos a otros, resolvíamos problemas comunes, sin egos y sin superponernos a los demás… siempre desde posiciones de igualdad. Todo ese bagaje siempre viajará conmigo. Nunca me he sentido más valorada y respetada en un trabajo como en esta Agencia, aunque también hemos tenido que lidiar con las inconveniencias de pertenecer a un ente instrumental de la Junta de Andalucía (…) pero eso da para otra entrada de blog.

Ahora tengo nuevos compañeros y compañeras, y trabajo en un equipo más pequeño y muy jerarquizado. A diferencia del trabajo anterior, en el que todas las personas comenzamos a construir juntas, en este nuevo empleo está absolutamente todo diseñado y construido, más funcionando a pleno pulmón desde hace muchos años. En este caso, lo que necesitas para facilitar tu adaptación es hacerte con el clima organizacional, las normas, los usos y costumbres, las inercias, los esquemas de funcionamiento, los roles profesionales de cada cual… y con la parcela de trabajo que venía desarrollando la persona a la que sustituyes.

Lo bueno, es que sólo tienes que observar y aprender mucho de tus compañeros, leer y estudiar, y mostrar una decidida disposición a continuar con el desarrollo del trabajo. Lo no tan bueno, es que “todo” está hecho, los límites y las fronteras de tus funciones profesionales ya están diseñadas y forman parte del engranaje de una cadena que ya está girando, de manera que hay poco espacio para la aportación personal a toda esa maquinaria en funcionamiento. En este centro de trabajo en concreto, existe la exigencia no escrita de acatar una forma de trabajar muy sectorizada entre profesionales, y el papel del trabajo social es bastante administrativo (de hecho, no se espera mucho más de esta figura profesional, más que realizar trámites burocráticos… y para mi esto es limitante y poco constructivo para ser parte de un equipo).

En esta situación, y siendo la «recién llegada», esto implica que deberás darte un espacio mayor de tiempo para intentar adaptarte, pues de algún modo habrás de calzar un traje cosido a medida de otro, sin reventar las costuras, pero sin perderte en una o dos tallas por encima de la tuya…, ya que ambas situaciones generan incomodidad. Esto se traduce en el esfuerzo por acompasar tu forma de trabajar a lo que se espera del puesto en el nuevo equipo, pero creando poco a poco tu propio espacio, respetando tus convicciones profesionales y tu forma particular de hacer las cosas… Abriendo mentes, y abriendo caminos.

Ahora estoy completando el proceso de aprendizaje que inicié a finales de septiembre del año pasado en este Servicio. El trabajo está muy orientado hacia la intervención personal -familiar, lo que para mí es una bendición en este momento de mi vida. Me siento agradecida y estoy aprendiendo. Espero, con el tiempo, poder aportar un poco más mi visión particular sobre la forma más adecuada de abordar el trabajo y las intervenciones, desde esa visión social que forma parte mi identidad profesional, aunque presiento que no tiene demasiado protagonismo en este tipo de servicios, ya que la centralidad del tratamiento está más enfocado a la atención médica y psicológica, o al menos esto me transmiten mis compañeros. Creo que hay mucho por hacer en este ámbito, sobre todo para cambiar conciencias, lo cual me permite proyectar e ilusionarme.

BSO de esta entrada: https://youtu.be/oHb2kQuCEWw

Inmaculada Asensio Fernández.

En una relación de ayuda, la mirada del ´otro´ impulsa o contamina

Ilustración de Christian Schloe. Tomada de: https://n9.cl/w77e

Siempre se ha dicho que cuando una persona está atravesando una situación problema, uno de sus principales recursos personales es pedir ayuda. Conversar con otra persona –sobre todo profesional- puede favorecer la ampliación de la mirada sobre ese asunto, acerca de aspectos que no se habían considerado antes, o incluso puede permitir distinguir alguna solución en un plazo razonable de tiempo.

Puede ser que la demanda original no emerja con claridad en los primeros momentos, sino que venga tras un primer relato cargado de malestares y recuerdos, y además con peticiones poco claras e inespecíficas sobre la situación que más le preocupa. Para centrar la cuestión, el profesional se puede ayudar con preguntas, pero es necesario tener muy presente que las preguntas no son inocentes, no, sino que van cargadas de algo llamado intención. Por un lado, pueden ayudar al profesional a entender el marco de referencia de la persona, sus capacidades, apoyos y recursos para afrontar su problema. Y, por otro lado, si estas preguntas están contaminadas por un juicio de valor apresurado, pueden conectar a la persona con sus inseguridades y miedos, con el consiguiente coste para esa persona y para la intervención.

Es de vital importancia poner atención en el fácil error de recurrir a etiquetas diagnósticas (muchas personas las llaman hipótesis), y desde luego no es conveniente compartir estos juicios diagnósticos con la persona usuaria, sobre todo en el primer encuentro (…). Ten en cuenta que tus posibles sospechas también pueden estar condicionadas por tus prejuicios –no sólo por tu formación y experiencia- y esos sesgos en la interpretación de los datos podría dañar de algún modo la relación terapéutica, pero sobre todo a la persona.

Por ejemplo, vamos a suponer que una persona acude a solicitar ayuda para evitar un desahucio de su vivienda. Durante la conversación menciona que su vida ha sido muy dura…, que su madre y su padre no la cuidaron, que estuvo a cargo de sus abuelos, poco afectuosos con ella y además con muchas precariedades económicas (…). Imagina por un momento que la profesional considerara (debido a la agitación emocional de la persona en ese momento) que pudiera tener depresión o cualquier otro tipo de patología, incluso alguna adicción…, y que se lo preguntara abiertamente a la persona:  

–        Perdona, ¿tienes diagnosticada alguna enfermedad mental o tienes alguna adicción?

Aunque parezca surrealista, hay ocasiones en las que se toman estas atribuciones, sin más objetivo que dejarse llevar por una sospecha, pero que además no aporta un valor tal como para arriesgarse a dinamitar el vínculo terapéutico tan rápido. Otras veces ni siquiera es por sospecha, sino por seguir un absurdo protocolo de preguntas, al objeto de no saltar ni un solo paso del guión pre-establecido, ese que proporciona una falsa sensación de seguridad al profesional.

Cuando se trabaja con personas, lo adecuado es tratarlas como tales, con todo el respeto y el cuidado con el que nos gustaría ser tratados a nosotros mismos.

Una persona no es el problema que padece, del mismo modo que tampoco es el resultado de un cálculo aritmético de ecuaciones de experiencias del pasado, por más complicadas que estas puedan parecer. Una persona es mucho más que eso, es un ente vivo, es un ser en constante desarrollo y evolución que no puede ser coartado por una mirada congelada en un momento concreto de su historia, por más presunción de conocimientos que tenga el ojo que mira.

La mayor parte de las veces se acierta con una actitud profesional de interés y de cuidado, esto es, centrando la atención en qué es lo que trae la persona, cuál es su fuente de malestar en este momento y de qué modo la podemos ayudar para que encuentre una posible alternativa. Y esto es más importante que buscar respuestas apresuradas a las impresiones que manejamos en el momento (esas que algunas personas llaman intuiciones). Las cuestiones delicadas es necesario abordarlas cuando ya se ha creado ese vínculo con la persona y en el contexto adecuado. Y esto lo comparto porque he sabido de este tipo de situaciones, con apreciaciones completamente erradas y preguntas muy desafortunadas que han dañado a la persona usuaria, tanto que no ha regresado a la segunda cita.

La mayor parte de las veces no se trata de empoderar a las personas, sino de no arrebatarles el poder que ya tienen.

Podcast: «En una relación de ayuda, la mirada del ´otro´ impulsa o contamina»

Inmaculada Asensio Fernández.

Feliz Año 2021

Este año está llegando a su fin… y ya sólo queda ocasión para hacer algunos repasos de lo vivido, cada cual a su manera.

Por mi parte, he tenido cosas buenas y cosas no tan buenas o malas (como en botica) y decido quedarme con el recuerdo de todas las cosas buenas que he vivido. Estas cosas -si se las puede llamar así- se traducen en encuentros, intercambios, confidencias, ratitos compartidos, conversaciones poderosas y conversaciones que aligeran las más pesadas cargas, nuevas relaciones profesionales, reencuentros inesperados y positivos, palabras de alivio a personas desconocidas (teleasistencia), nuevos aprendizajes, algunas despedidas y algunas bienvenidas. Esto es la vida.

A quiénes siguen en mi red de contactos: que nos sigamos viendo e intercambiando, y que podamos reajustar los baches que puedan surgir en el camino. Y quiénes ya no están, o simplemente ya no forman parte de mi vida: me quedo con el recuerdo de todo lo vivido, y me regocijo en ello. Todo lo mejor para vuestra vida.

Contenta de terminar un año incierto, pero que me ha dado algunas satisfacciones interesantes. Chapeau. Brindo por todos vosotros y vosotras.

Feliz año 2021.

Inmaculada Asensio Fernández.

Se aprueba la Estrategia de Ética de los Servicios Sociales de Andalucía

Esta mañana se ha publicado en BOJA la Orden de 22 de diciembre de 2020, por la que se aprueba la Estrategia de Ética de los Servicios Sociales de Andalucía.

Esta Estrategia recoge las principales líneas de actuación para impulsar una cultura de la ética en el entramado del Sistema Público de Servicios Sociales de Andalucía, lo que incluye a las entidades proveedoras de tales servicios.

La Ley 9/2016, de 27 de diciembre, de Servicios Sociales de Andalucía, dispone su artículo 70 que la Consejería competente en materia de servicios sociales desarrollará y aprobará una Estrategia que permita introducir los principios éticos en las políticas sociales y en la provisión de los servicios sociales, facilitando un espacio común basado en valores compartidos entre ciudadanía, profesionales y la propia organización. Señala, además, que los compromisos que establezca la Estrategia de Ética se trasladarán a todos los campos de la práctica profesional, incluidos la gestión de los servicios, la intervención social, la formación, la investigación y la innovación en servicios sociales.

Con la aprobación de esta Estrategia de Ética se cierra una etapa de esmerado diseño, que ha contado con la participación de personas de la talla de Natividad de la Red Vega, Damián Salcedo Megales, María Jesús Uríz Pemán, Yolanda María De la Fuente Robles, Beatríz Díaz Pérez, Nuria Cordero Ramos y Soledad Jimenez González (Sole). Quiero agradecer a todas estas magníficas personas su colaboración en este proyecto, ya que su supervisión cercana ha ayudado a recoger los elementos imprescindibles para apoyar la reflexión en clave ética en esta comunidad autónoma.

Gracias a todas estas personas, y también a las plantillas de profesionales de los servicios sociales que han remitido aportaciones, y al grupo de personas ciudadanas que participaron en una discusión sobre el documento.

A partir de este momento comienza un nuevo camino que durará cuatro años, desde 2021 hasta 2024.

Enlace al documento BOJA de aprobación:

Enlace al documento de la ESTRATEGIA DE ÉTICA: https://www.juntadeandalucia.es/export/drupaljda/planes/20/12/EEV%202021-2030_16_12_2020.pdf

Inmaculada Asensio Fernández

Directora de la Estrategia de Ética de los Servicios Sociales de Andalucía.

Personas ancianas atrapadas en la terminal: Residencias S.A

Inmaculadasol, 29/12/2020. Dedicada a la lucha de Virginia Tovar.

No sé si han visto ustedes la película LA TERMINAL, en la que el personaje protagonizado por Tom Hanks queda atrapado en una terminal aérea, debido a la negativa de EE.UU a permitirle el acceso a su territorio. La cuestión es que el país del que procede Hanks está atravesando un golpe de estado… y EE.UU deja de reconocerlo como una nación soberana y convierte a quiénes proceden del lugar en visitantes non gratos; esto obliga al protagonista a vivir en la terminal durante unos cuantos años, sin posibilidad de escapar de ella.

Si, la verdad es que cuesta trabajo reconocer que esta historia pudiera sucederle a alguien, pero lo cierto es que la película está basada en la historia real de Mehran Karimi Nasseri, un refugiado iraní que vivió en el Aeropuerto de París-Charles de Gaulle entre 1988 y 2006.

Cualquiera que trate de imaginar la angustia de una persona atrapada –en contra de su voluntad- en un determinado espacio físico, tiene que experimentar toda suerte de sensaciones desagradables, pues la limitación de la libertad es verdaderamente lesiva para cualquier persona (también para los animales) y sobre esto no podemos albergar la más mínima duda.

En estos días he visualizado el vídeo de una mujer muy luchadora, trabajadora social, en el que denuncia que sus padres viven encerrados en el dormitorio de la residencia en la que habitan, y parece que ese encierro forma parte del paquete de medidas preventivas frente al covid19.

Estas personas mayores no tienen el covid19, ni presentan síntoma alguno, además de que el PCR ha dado negativo, pero en esa residencia hay uno o dos casos activos de covid y los gestores han considerado que lo mejor es un encierro perimetral habitacional, es decir, una privación de libertad, o encarcelamiento, como ya ha apuntado la Doctora María José Aguilar.

Uno de los aspectos que más me ha llamado la atención de esta colega profesional que tiene a sus padres en esa situación, es que declara que la residencia dispone de zonas ajardinadas al aire libre y sus padres podrían salir, aunque sea una vez al día, a pasear… pero la negativa de la dirección es aplastante. Desconocemos los motivos que han llevado a la residencia a tomar estas medidas tan poco humanizadas, si es por falta de personal o por un miedo desmedido (…), pero no se están considerando los riesgos psíquicos que este tipo de aislamientos conllevan, y además en momentos muy cercanos al final de la vida.  

Cuando me llegan este tipo de noticias, y más en estas fechas, me alegro mucho de ser una persona con autonomía, pues -de no serlo- estaría a expensas del criterio de una gestora o un gestor con más o menos conciencia ética, y esto me situaría en una posición de total indefensión y sometimiento frente a los gigantes de las “Residencias S.A”.

Es necesario realizar una reflexión en clave ética sobre todo lo que está pasando con estos colectivos tan vulnerables, para adoptar unos criterios mínimos que permitan a las personas conservar su derecho a la libertad y a una vida digna, como no puede ser entendido de otra manera en un país democrático como es el nuestro, que además ha suscrito los principales Tratados Internacionales de Derechos Humanos.

Confiemos que el señor Mehran Karimi Nasseri no tenga que verse forzado, a sus 74 años, a ingresar en una residencia con este tipo de medidas… pues se topará con el denominado efecto ´día de la marmota´, y casi con toda probabilidad rebrotarán algunas viejas ampollas y heridas.

Sigue luchando, Virgina Tovar Martínez, tu voz es ahora la de todas esas personas residentes y las de muchas más que viven situaciones similares.

Inmaculada Asensio Fernández.

La sociedad es obligatoria para todas las personas, pero los cuidados siguen siendo una asignatura pendiente

A propósito del sistema de cuidados del que viene hablando el Gobierno de España en los últimos meses, tras la crisis sanitaria generada por el Covid19, la colega de profesión Belén Navarro ha propuesto a las personas que componen la BlogoTSfera -entre las que me incluyo- debatir sobre este tema, ya que es una cuestión de primer orden en estos momentos de pandemia, aunque continúe siendo una asignatura suspensa desde el surgimiento de la civilización.

Belén Navarro ha dado el pistoletazo de salida al debate con una reflexión –primera parte- que deja entrever las costuras del Sistema en relación al desarrollo de la filosófica idea del cuidado, siempre invisibilizado, rebajado y relegado a la habitación del fondo de la casa. Navarro critica la falta de diálogo por parte del Gobierno de España con la ciudadanía para diseñar –de manera compartida y equilibrada- un sistema de cuidados que sea verdaderamente significativo y suponga un cambio de paradigma en el desarrollo de la sociedad. A su vez, el consultor social Fernando Fantova (ella lo menciona) ha escrito sobre el mismo tema en su propio blog, y sobre el agudo dardo que sigue sacudiendo al sistema de cuidados en nuestro país. Del mismo modo, algunas semanas atrás, la colega María José Aguilar Idáñez ha criticado y reivindicado la necesidad de que los cuidados se consideren de una vez por todas un asunto de ámbito público, no privado, para que cuenten con el estatus y la importancia que merecen en la sociedad igualitaria que – al menos en teoría- estamos construyendo. Incluso -yo misma- compartí en este blog hace unos meses, durante la Declaración del Estado de Alarma, la firme convicción de que «Si todas las personas cuidadoras hicieran huelga de brazos caídos, habría más muertes por desatención que por Covid19«.

A la hora de concebir el establecimiento de medidas de cuidado a la población en situación de dependencia, las personas con responsabilidades políticas toman muy en consideración la disposición de cuidadoras y cuidadores informales (es decir, aquellos que no perciben ningún tipo de retribución económica por estas labores). Este tipo de cuidado se suele dispensar dentro de la propia familia y suelen ser en su mayoría mujeres –y lo han sido a lo largo de la historia- las que generalmente lo asumen, sin ningún tipo de reconocimiento ni retribución por ello.

La disponibilidad de estas cuidadoras informales (en muchos casos se autodenominan esclavas) que ejercen con total gratuidad, genera un efecto ceguera en una buena parte de la sociedad: parece que nadie repara en el impacto del cuidado en la calidad de vida de quién lo ejerce, en la posibilidad de acceder y mantener un empleo –y no morir en el intento- y los efectos económicos, sociales y emocionales que genera este desempeño en las personas o grupos de personas que se hacen cargo de esta importante labor.

Esta función de cuidado de las personas más vulnerables (dependientes) es una consecuencia de la cultura civilizada, entendiendo civilización en este contexto como el dominio de lo masculino, siempre considerado como un progreso y no como una injusticia, tal como ya apuntalara el psiquiatra chileno Claudio Naranjo. De hecho, el debate sobre los cuidados es un tema central en el movimiento feminista, y que lamentablemente sigue constituyendo una asignatura pendiente o, como decía al inicio de esta entrada de blog, más bien suspensa.

Todas las personas nos hacemos cómplices de un modo u otro de la mentalidad del Sistema del que provenimos, a través de la cultura aprendida, pero algunas personas se rebelan y denuncian lo inaceptable, lo que permite que se generen pequeños cambios a lo largo de generaciones.

En este sentido, hay culturas que están desarrollando la idea de que el cuidado es una buena inversión con gran rentabilidad social, de manera que en Europa encontramos diferentes modelos de atención a la dependencia, con significativas diferencias entre ellos.

Modelos de cuidados de larga duración en Europa

Siguiendo a Zalakain (2017) tradicionalmente se han distinguido 4 modelos de atención a la dependencia en Europa:

Zalakain, J. (2017). Atención a la dependencia en la UE: Modelos, tendencias y retos. Derecho Social y Empresa, 8, 19-39.

  1. Modelo Nórdico

Suecia, Finlandia y Dinamarca.

En el modelo nórdico se produce un elevado gasto público en políticas sociales de cuidados de larga duración, a través de impuestos y sistemas de copago por los servicios. El acceso a los cuidados es un derecho universal, y el apoyo que proporciona el Sistema a las familias cuidadoras se basa en un apoyo intenso y sustitutivo del papel de cuidado informal que proporcionan las personas cuidadoras en las familias, a través de una atención formal amplia, asequible y accesible.

  • Modelo Corporativo

Alemania, Francia, Austria, Holanda, Bélgica.

En el modelo corporativo se produce un gasto público medio en políticas sociales de cuidados de larga duración, y se financia a través de cotizaciones obligatorias (nivel contributivo) y a través de impuestos y fórmulas de copago. El acceso a los cuidados es un derecho universal, y se da una alta utilización de apoyos informales (cuidadoras familiares) a la vez que se brinda un amplio apoyo a estas personas cuidadoras.

  • Modelo Liberal

Reino Unido e Irlanda.

En el modelo liberal también se produce un gasto público medio en cuidados de larga duración, financiada mediante impuestos y fórmulas de copago. El acceso a los cuidados no es universal, sino que se trata de un acceso selectivo y asistencial. El apoyo a las personas cuidadoras informales es limitado, por tanto, se produce una elevada responsabilidad individual frente a los cuidados que se necesitan.

  • Modelo Mediterráneo

España, Italia y Portugal.

En el modelo mediterráneo se produce un gasto público medio, pero sujeto a disponibilidad presupuestaria; de este modo el aseguramiento de la cobertura de los servicios y atenciones puede ser media-débil. El acceso a los cuidados es de orientación asistencial, en “supuesta” evolución hacia orientación universal, pero no sin graves dificultades presupuestarias. La financiación de los cuidados se basa en impuestos generales y el establecimiento de fórmulas de copago. El sistema de cuidados se basa en una elevada utilización de cuidadoras y cuidadores informales, con apoyos escasos y limitados.

Como se observa, estos 4 modelos guardan diferencias importantes respecto a la consideración e importancia que se otorga a los cuidados en el ámbito político, y es una realidad que cuanto más al sur de Europa, más intensamente asumen los cuidados las familias (en su mayoría mujeres); aunque también se da bastante la economía sumergida en la prestación privada de cuidados en el domicilio, y con elevadas tasas de mujeres inmigrantes.

En el caso que nos ocupa, el sistema de cuidados mediterráneo que tenemos en España se encuentra en la encrucijada: el sistema público de servicios sociales presenta importantes déficits para hacer frente a la atención a la dependencia, ya que la crisis económica originada en 2008 golpeó especialmente a nuestro país. De este modo, la Ley de Promoción de la Autonomía y Atención a la Dependencia se ha quedado bastante estancada, en su aplicación y desarrollo, casi desde su aprobación.

Obligatoriamente debe aumentar el gasto público en políticas sociales, pero a la vez se debe cambiar la orientación de los valores que sustentan el modelo de cuidados, para evitar que se sigan perpetuando las injusticias que hoy día continuamos observando.

El actual sistema de cuidados supone una mordaza psicológica para las mujeres, y con toda seguridad, si no se invierten más recursos económicos en servicios sociales, difícilmente se podrá diseñar un sistema de cuidados que aporte algo nuevo al panorama social que ya conocemos. Los servicios sociales, junto con el sistema de salud, son los que van a proteger las necesidades más básicas de las personas y los que van a posibilitar que podamos avanzar como sociedad en términos de igualdad, justicia y autonomía.

Inmaculada Asensio Fernández.

El deber por el deber no funciona, si no se humaniza: la compasión de Concepción Arenal

Tomada de: https://images.app.goo.gl/mfajXBB6JG15Tq679

El término compasión deriva del latín, de la palabra cumpassio, que significa acompañar o sufrir juntos.

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La compasión es un sentimiento de tristeza que produce el ver padecer a alguien y que impulsa a aliviar su dolor o sufrimiento, a remediarlo o a evitarlo. Es sin duda una cualidad que impulsa a las personas a estar conectadas con el resto, por tanto, es innegable su valor social.

Las personas compasivas tienen la capacidad de ponerse en el lugar de otras personas y de sentir -casi como propios- sus problemas y dificultades; sobre todo las dificultades de aquellas personas o colectivos vulnerables y blanco fácil de culpabilizaciones, críticas, injusticias y desigualdades.

Un exponente de la compasión es la filósofa Concepción Arenal (1820 – 1893), que dedicó gran parte de su vida a hacer denuncia social: las deplorables condiciones en la que se vivía en las cárceles españolas, sin un ápice de enfoque de la reinserción (…); la miseria en las casas de salud o la mendicidad y la condición de desigualdad en la que se desarrollaba la mujer en la sociedad del siglo XIX.

Hoy día, el trabajador social y profesor de la Universidad Pública de Navarra, Francisco Idareta Goldaracena, ha rescatado a través de su libro: “Concepción Arenal: reformadora social y moral desde la compasión” (2020), el papel de Concepción Arenal en su lucha por la defensa de los primeros derechos humanos en España (antes de la propia Declaración Universal), así como por la defensa de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, incansable feminista -también antes de que surgiera este término para designar la lucha social organizada de las mujeres por la igualdad- con la única intención de visibilizar y dignificar la contribución de la mujer a la sociedad.

Idareta destaca el rol de Arenal como primera trabajadora social dentro de la historia del Trabajo Social en España, a la que iguala -en términos de notoriedad para la profesión de trabajo social- a figuras como Mary Ellen Richmond y Jane Addams, y que colaboró en la definición de una ética global de mínimos (umbral de mínimos morales) que deben perseguir todas las sociedades y gobiernos para garantizar unos mínimos de calidad de vida para que todas las personas se sientan reconocidas con dignidad: lo que hoy conocemos como bienestar social.

La Compasión Arenaliana, como acción transformada en sentimiento. es la que da sentido al deber, para que pueda practicarse. Si no se da esta compasión -que justifica y precede a los deberes normativos para que la sociedad funcione y para que haya una ética de mínimos global (dignidad para todos y todas) – no se garantiza su cumplimiento, el cumplimiento del deber.

«El deber por el deber no funciona, si no se humaniza» – afirma Idareta.

Todos los deberes se razonan, pero van al sentimiento, y del sentimiento a la razón. La compasión tiene también una dimensión social (cada cual tiene un deber en función de su situación social) y una dimensión política, ya que afecta a los asuntos de los seres humanos. La compasión es necesaria para garantizar el deber moral hacia la ciudadanía, para establecer una ética de mínimos global que proteja a todas las personas, por el sólo hecho de serlo. Lamentablemente, esta ética de mínimos sigue siendo hoy día un motivo de lucha y reinvidicación social, aunque este anhelo no sea igualmente compartido por todas las fuerzas políticas presentes en el escenario mundial.

Inmaculada Asensio Fernández.

Manifestaciones del Síndrome de Burnout según la profesora Christina Maslach, y algunos consejos para afrontarlo

La estadounidense Christina Maslach es psicóloga y profesora en la Universidad de California. A sus 74 años es una de las mayores investigadoras del síndrome clínico de Burnout, que nace en EE.UU., a mediados de los años 70, para describir las reacciones adversas caracterizadas por una sensación importante de agotamiento psíquico y estrés en el ámbito de los servicios sociales, más concretamente en profesionales de la salud mental. El Burnout tiene importantes implicaciones para las personas que lo padecen en cuanto a su identidad profesional y sus conductas en el trabajo.

Maslach es la autora del instrumento de investigación más utilizado para la evaluación de este síndrome, el Maslach Burnout Inventory (MBI). Ella es quién acuñó el término de Burnout para describir este fenómeno caracterizado por el agotamiento psíquico -por tanto con grandes implicaciones emocionales, y las tensiones laborales observadas entre los y las profesionales de la salud mental.

Según esta autora, el Síndrome de Burnout tiene 3 dimensiones sintomatológicas:

  1. Agotamiento Emocional.

Esta dimensión afecta individualmente a quién la padece, y hace referencia a la percepción que tienen las personas de quedarse sin recursos ni energías, manifestándose a través de síntomas físicos y emocionales como irritabilidad, ansiedad y cansancio.

  1. Despersonalización o Cinismo.

Esta dimensión afecta a las interacciones de la persona que la padece, es interpersonal, y se manifiesta a través del desarrollo de actitudes negativas e insensibilidad hacia las personas con las cuales el trabajador se relaciona laboralmente, derivando en conflictos y aislamiento. La presencia de esta dimensión representa, de manera especial, un impedimento para quienes ejercen profesiones de ayuda y servicio a personas, como puede ser el trabajo social, dada la necesidad de conexión, contacto y empatía que le son propias.

  1. Disminución del Desempeño Personal o Falta de Realización Personal.

Esta dimensión afecta a la auto-percepción de quién padece el síndrome y se relación con la falta de realización personal en el trabajo, y a la disminución de los sentimientos de competencia y éxito en el trabajo. Hay, por tanto, una tendencia a auto-evaluarse negativamente, por la cual disminuye el sentimiento de competencia personal y la sensación de progreso personal.

Algunas estrategias para manejar el Burnout pueden ser:

1. Buscar apoyo social

  • Mantener relaciones sociales es un antídoto natural que contribuye a la mejora del agotamiento emocional y el estrés por Burnout.
  • Trata de ser más sociable con los compañeros de trabajo. Entablar amistad con personas con las que trabajas te puede ayudar a amortiguar el agotamiento por el trabajo.
  • Si crees que tus amistades actuales, o bien son insuficientes, o no te llenan demasiado…, haz lo posible por conocer/construir nuevas amistades.

2. Cambiar hábitos personales

  • Intenta cambiar la queja por la realización de cosas que te aporten: cambia el Chip.
  • Agradece todo lo bueno que hay en tu vida y en tu trabajo, seguro hay cosas buenas.
  • Trata de dar valor a las cosas que haces.
  • Expresa lo que te sucede, ábrete con personas de confianza, pero no te regodees en ello, pues es tóxico para ti y para los demás.
  • Descansa diariamente de las rutinas y trabajo e incorpora el ocio.
  • Duerme bien.
  • Investiga para crear estrategias de autocuidado en tu trabajo; por ejemplo: no critiques, no te dejes llevar por pensamientos de desidia, incorpora pequeños cambios en el horario de trabajo como escuchar música suave, pide un cambio de funciones o de puesto, si puedes…, etc.
  • Si sientes que no logras hacer pequeños cambios, pide ayuda profesional: acude a terapia.

3. Trabajar el cuerpo para mantener a raya la mente

  • Haz deporte, al menos durante 30 minutos al día.
  • Puedes ir a un gimnasio o a la piscina.
  • Puedes caminar diariamente media hora.
  • Puedes bailar, bien en una academia o grupo de baile, o puedes ponerte música en casa y bailar.
  • Puedes practicar Biodanza, que es expresión de emociones en movimiento a través de la música.

Inmaculada Asensio Fernández.

Referencias:

Olivares, V. (2017) Laudatio: Dra. Christina Maslach, Comprendiendo el Burnout. Consultado en:

https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-24492017000100059

Guerri, M (2020) El Síndrome de Burnout: prevención y tratamiento. Consultado en: https://www.psicoactiva.com/blog/sindrome-burnout-prevencion-tratamiento/

Profesionales del trabajo social que ven más allá de lo aparente

mujer

Christian Schloe, ilustrador.Tomado del twitter de laura franch.

Hace años que escribo en este blog de trabajo social, pero fue a mediados del año pasado cuando me propuse dejar rastro de cada profesional que encuentre en mi camino que me parezca que da muy bien la talla en sus intervenciones sociales. Y lo hago –no por generosidad ni para dorar la píldora a nadie- sino por una cuestión medioambiental: para contrarrestar los efectos nocivos provocados por esos otros y esas otras profesionales que están absolutamente quemadas, con un bajísimo nivel de exigencia y con una actitud de total despersonalización y desinterés hacia las personas que atienden.

Ejercer la profesión de trabajo social con pericia exige desarrollar habilidades para percibir el trasfondo de muchas situaciones que no son fácilmente accesibles por medio de una primera impresión; y esto se consigue gracias a una buena formación -académica y continuada- pero sobre todo gracias al interés sincero por la situación que atraviesa cada persona con la que se interviene.

Una persona es el conjunto de muchas experiencias vividas y, desde luego, es complicado tomar decisiones en base a una única instantánea, tomada en una entrevista en un despacho o en una visita a domicilio.

Se pueden cometer muchos errores si observamos las situaciones desde una perspectiva lineal, quedándonos sólo con las minucias que saltan a la vista fácilmente, sin hacernos preguntas, y sin atender pequeños detalles ligeramente contradictorios respecto a la imagen que ya nos habíamos conformado de la persona y sus circunstancias, antes de conocerla personalmente.

Hace unos meses tuve la suerte de tropezar con una persona de esas que tienen bien desarrollada esa capacidad de ver más allá de lo aparente, más allá del relato apresurado durante los primeros 30- 50 minutos de una intervención, o del resumen recibido de manos de otro colega profesional que ha tenido algún contacto con la persona usuaria y ya se ha formado un juicio de valor sobre ella, seguramente sesgado.

Esta profesional me mostró su enorme talento para acercarse al otro como si fuera un lienzo en blanco, sin ideas preconcebidas y con la intención clara de averiguar lo que sucede y cómo se le puede ayudar. Albert Espinosa denomina a estas personas como ´amarillos´, en el sentido de sujetos positivos capaces de generar grandes cambios en las vidas de otras personas, a través de su impulso y motivación.

Esta profesional es trabajadora social del Instituto Almeriense de Tutela y su nombre es Purificación Fernández Reverte. Gracias a su ojo clínico, he podido conocer los beneficios reales de intervenir con una persona desde el prisma de las posibilidades, y no desde la losa de las limitaciones y precariedades que llegan en una rápida visual . Ella huye de planificaciones rígidas. simplistas y cómodas, aún con el esfuerzo que supone, y se empeña en acercarse a la persona desde una actitud de profundo respeto y tratando de generar opciones de bienestar.

Toda persona inmersa en una relación de ayuda, máxime si está tutelada por una institución, debería contar con toda la información sobre su proceso, las posibles alternativas para mejorar su proyecto de vida y -sobre todo- información veraz sobre los derechos de acceso a los recursos públicos, independientemente de las listas de espera o de las posibilidades reales de acceso a los mismos en un tiempo razonable. Siendo conocedores de sus derechos, pueden tratar de ejercerlos, bien a través de los cauces normalizados, o estableciendo las reclamaciones oportunas, tal como marcan las normativas.

Purificación Fernández Reverte es una trabajadora social de raza que, en lugar de juzgar de manera apresurada, se hace preguntas, se cuestiona cuál es el tipo de información que falta para completar el complejo puzzle de la situación problemática, incluso de “marginación o exclusión” en la que está inmersa una persona. No busca atajos ni etiquetas que reduzcan los detalles biográficos de la historia social de un ser humano; ni se ayuda, para economizar esfuerzos, de expresiones del tipo: “es un diógenes”, “esta persona no quiere ayuda”, “con esta persona no se puede hacer nada, sólo dejarla tal como está porque vive bien a su aire”, “esta persona no limpia la casa porque no quiere, le gusta vivir así”… Ella huye de explicaciones fáciles y apuesta por el pensamiento complejo, uniendo detalles y observando las circunstancias desde una mirada nueva. Esta capacidad de reflexionar y discernir que tiene Purificación me lleva a considerar que si hubiera muchas profesionales como ella, sin duda este mundo roto sería mucho mejor lugar para vivir, sobre todo para las personas más vulnerables.

Hoy mi entrada de blog la dedico a estas personas, que ven más allá de lo aparente y conectan con el pensamiento complejo para tratar de buscar alternativas de ayuda a los demás.

Inmaculada Asensio Fernández.